miércoles, 2 de enero de 2013

Los valses se alían con Wagner y Verdi./ FANTASMAS, DUENDES Y OTRAS EXPERIENCIAS,.

TÍTULO:Los valses se alían con Wagner y Verdi:

 Bajo la batuta de Franz Welser-Möst, los ligeros y alegres valses de la familia Strauss se entrelazaron con la música de Richard Wagner y de,.

Bajo la batuta de Franz Welser-Möst, los ligeros y alegres valses de la familia Strauss se entrelazaron con la música de Richard Wagner y de Giuseppe Verdi en el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena.
Desde la célebre Sala Dorada del Musikverein, decorada con 30.000 flores llegadas de San Remo (Italia), los filarmónicos abrieron un gran jubileo para la música: 2013 celebra el doble bicentenario del nacimiento de Verdi y Wagner. Pero los protagonistas del recital fueron una vez más los valses, polkas, cuadrillas y galopes de la dinastía Strauss y algunos de sus contemporáneos, una música que, tras conquistar al mundo en el siglo XIX, no ha perdido nada de su alegre magia. «Ligeras, elegantes, bellas y naturales», tal y como se había propuesto Welser-Möst, llegaron a millones de oídos las más de 200 melodías diferentes del espectáculo.
La batuta del maestro austríaco, actual director general musical de la Ópera de Viena y director de la Orquesta de Cleveland (EE UU), se alzó por segunda vez en este concierto que ya dirigió en 2009. «Ha sido esplendoroso», «muy bello», «estamos felices». Esas fueron, tras el concierto, las primeras declaraciones a la televisión austríaca ORF de los afortunados que consiguieron alguna de las codiciadas entradas al Musikverein.
Todo empezó con una polka de Josef Strauss, dedicada a su mujer Angelika, homónima de la esposa del director de la orquesta, y una de las once piezas que debutaron en este célebre concierto.
Le siguieron otras cuatro dedicadas al director, entre ellas la Cuadrilla-Teatro, del mismo autor, y el vals 'Desde las montañas', de Johann Strauss hijo, que aluden a las dos pasiones de Welser-Möst: su trabajo al frente de la Ópera de Viena y el alpinismo.
El ritmo del vals volvió a sonar para introducir suavemente el homenaje a Wagner: en las 'Armonías de las Esferas', Josef Strauss revela su admiración por el genio alemán y hace sonar allí su «melodía infinita». La música de las hilanderas en la ópera wagneriana 'El holandés errante' fue recordada en la polka siguiente, también de Josef Strauss, y estas dos piezas conformaron la introducción al homenaje al autor de 'Tristán e Isolda'.

TÍTULO:   FANTASMAS, DUENDES Y OTRAS EXPERIENCIAS,.

 En plena era digital, cuando el hombre tiene un pie casi en Marte, los mitos y las leyendas no se pierden. Los fantasmas y los duendes ...

En plena era digital, cuando el hombre tiene un pie casi en Marte, los mitos y las leyendas no se pierden. Los fantasmas y los duendes conviven con las tribus urbanas y los atascos en una gran ciudad como Madrid, donde la presencia de estos seres se mezcla con la vida cotidiana de los vecinos. José M. Escudero, fotógrafo de profesión, hace un catálogo sobre todos estos entes en su libro 'Misterios y enigmas de Madrid' (La Librería). Según el autor, en esta urbe hay «unos cuantos» fantasmas. «Uno puede pensar que están en las zonas antiguas de la ciudad, pero también hay ese tipo de presencia en edificios nuevos».
El viaje por la capital a través de sus apariciones y fenómenos paranormales comienza en la Casa de América. Durante las obras de rehabilitación, a principios de los 90, comenzaron a suceder cosas extrañas. Se prodigó la leyenda del espíritu de Raimunda, una niña cuyos lamentos pretendían ser psicofonías, y en los edificios circundantes cuentan que se producen ruidos y movimientos de muebles.
Desde Cibeles se continúa hasta el popular barrio de Vallecas, en cuya calle Luis Martín hay un piso en el que dicen que vive el espíritu de una joven. Allí también suenan las puertas del aparador y hay sonidos inquietantes. La visita vuelve al norte para dirigirse hasta otra finca en el elitista barrio de Salamanca, en cuya calle Ayala se levantó hace un siglo un chalé en el que ocurren cosas inexplicables y donde dicen que murió un sacerdote, cuando el inmueble era «una casa de citas y el fantasma se quedó allí».
Para documentar lo hechos, José M. Escudero ha buceado en bibliografías y publicaciones de la época. La truculenta historia de la villa ha dejado un rastro de lugares marcados por fantasmas, gritos y sucesos que hoy en día son objeto de visitas. Uno de los principales, según el autor, es la Plaza Mayor, donde durante siglos existió una picota y en la que se oyen lamentos. El libro habla de lugares como la céntrica calle de la Cruz Verde, en Noviciado, y la cercana glorieta de San Bernardo, donde se levantó un cadalso de la Santa Inquisición en el que quemaban a brujas, poseídos y herejes. En la misma plaza, explica el autor, «hay un edificio moderno en el se oyen hasta gritos», lo que muchos vecinos «achacan al viento», en donde en otros tiempos estuvo el hospital de la Princesa. También hay fantasmas cerca de la picota existente en la plaza de la Cruz Verde, en el Madrid de los Austrias.
Los hospitales son también centros en los que estos seres pueden revelarse. El principal en su día fue el hospital general, hoy Museo Reina Sofía, donde los vigilantes son testigos de ruidos, puertas que se abren y sombras que les huyen. Dicen que allí está 'Ataulfo', un espíritu burlón. José M. Escudero también se hace eco de hechos ocurridos en hospitales como el de La Paz o el Ramón y Cajal. «He hablado con personas que cuentan que los enfermos sienten como si una persona se sienta en la cama o que se mueven los carritos de las medicinas solos». El libro también recoge dos casos de duendes, como el del Parque del Retiro, que hacía que aparecieran flores olorosas al paso del rey Felipe V. De este ser existe, incluso, «como homenaje», una escultura del duende en la antigua Casa de Fieras del parque.
También 'Misterios y enigmas de Madrid' recoge lo ocurrido durante la construcción del Palacio Real. Al parecer, durante las obras los trabajadores vieron un ser «medio diablo, medio fantasma», por lo que «se negaban a trabajar asustados». La propia Isabel de Farnesio, mujer de Felipe V, hizo que su marido quitara las estatuas que se iban a colocar en el tejado del Palacio, porque «soñó que se iban a caer y hundir el techo». Menos cuatro que están arriba, el resto está colocado alrededor de la Plaza de Oriente.

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