TÍTULO: 03 Okupas y cruasanes,.
Los estilismos de la calle del Pez son la cara más visible de una
amalgama que haría las delicias de cualquier bloguero de moda. “En esta
zona del centro se une la cara castiza de Madrid con lo indie. Esa fusión la hace muy interesante”, dice el actor. Además de señoras, jóvenes o bicicleteros, no es raro ver rastas y neohippies que se acercan al nuevo Patio Maravillas
(6) (Pez, 21). El emblemático centro social okupado se instaló aquí
cuando desalojaron el edificio de la calle del Acuerdo. Desde entonces
organiza actividades haciendo hincapié en mantener la idiosincrasia del
barrio. La Panadería de la Cruz (7) (Pez, 34) forma
parte de ella. El panadero, Manuel de la Cruz, empezó a hornear ahí a
los 15 años. Ahora, junto con su mujer, Maribel, la repostera, se
encarga de que a ningún gafapasta le falten los cruasanes por la mañana.
TÍTULO: 04 Carne a la brasa,.
Manteca esotérica, velas purificadoras y, en general, todo tipo de productos para evitar los malos rollos abundan en la Santería Okantumí (8) (Pez, 31). Y para solucionar los apuros gastro-nómicos, Calle 30
(9) (Pez, 30). En esta brasería llevan la cocina marcada a fuego.
“Queríamos trabajar buenas carnes y cocinarlas a la brasa”, resume su
filosofía José Fernández, que, aunque lleva 20 años en el negocio, acaba
de abrir este local. Desde el exterior llaman la atención las llamas;
nada más cruzar la puerta, atrapa el aroma que emana de la carne sobre
las yescas.TÍTULO: 05 Viajeros al tren,.
Los menos carnívoros pueden dejarse tentar con la comida sureña de Gumbo
(10) (Pez, 15). La idea de ofrecer un menú creolé en plena meseta se le
ocurrió a Mathew Scott, nativo de Nueva Orleans. Tras trabajar con
Pedro Larumbe, decidió probar con las recetas de su tierra. Y así,
cocinando tomates verdes fritos y mejillones gratinados, lleva casi una
década (en 2013 celebran el décimo aniversario). The Passenger
(11) (Pez, 16) acaba de inaugurar. El local siempre ha sido un bar;
nunca uno como este. “Buscábamos crear un ambiente diferente y surgió la
idea del tren”, recuerda Rodrigo Taramona, Dj, actor, hipster y
uno de los socios fundadores. Decorado como si se tratase de un
compartimento del Orient Express, por las tardes ofrece meriendas de la
mano de la casa de cafés Toma Café (12) (Palma, 49);
por la noche, música hasta la madrugada. En la pared, sobre las mesas
del fondo, se proyectan, en bucle, paisajes en movimiento grabados desde
un tren, lo que refuerza la sensación de estar bebiendo en un
vagón-restaurante de los de antaño.Para Rivero, estos nuevos espacios provocan un cambio notable en la ciudad. “El underground se ha consolidado; ha habido una generación que ha viajado más, se ha empapado de otras cosas y ahora está cambiando Madrid”, dice.
Fruto de esa experiencia global aparece la coctelería 1862 Dry Bar (13) (Pez, 27), con unos techos casi tan imponentes como sus cócteles. Aquí no hay combinados, sino pisco sour, dry martini o Tom Collins; y su carta la conforman 30 cuidadas mezclas clásicas a precio de cubata (8 euros).
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