¿Sabía
que un catalán defendió el toreo en las Cortes de Cádiz?. Se trata del
diputado Antonio Capmany, uno de los redactores de la
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¿Sabía que un catalán defendió el toreo en las Cortes de Cádiz?. Se
trata del diputado Antonio Capmany, uno de los redactores de la Constitución de
1812. Consiguió que se suprimiese la ley que había aprobado Manuel Godoy en 1805
y que prohibía las corridas de toros en España. Los afrancesados creían que eso
acabaría con los bueyes y el campo, y perjudicaría a la ganadería y la
agricultura, por lo que presionaron al Príncipe de la Paz pacense para que
tomase esta medida.
Capmany defendió la tauromaquia como fiesta de la nación e
identidad del pueblo español y logró que se revocase la ley. El gaditano
Guillermo Boto Arnau publicó un artículo contando esta historia en julio de 2010
-titulado 'Un catalán devolvió el toreo a España'- cuando los toros se
prohibieron en Cataluña. El diestro José Tomás -foto---leyó el texto y contactó con él
para hacerle un encargo muy especial: escribir un libro sobre la tauromaquia en
ese periodo histórico. El maestro de Galapagar quería estar presente, a través
de su fundación, en los actos conmemorativos del Bicentenario de la Constitución
de 1812. Por ello se ha encargado de la edición de la obra, titulada 'Los toros
de la libertad', presentada este miércoles en Cádiz.
Guillermo Boto Arnau reconoce que ha disfrutado mucho escribiendo
el libro para el que ha manejado más de quince cabeceras de periódicos de la
época. «Ha sido para mí un honor que José Tomás haya venido a la presentación
del libro, algo que ha hecho que esté teniendo una repercusión mediática
importante», manifiesta el autor.
-¿Cómo se desarrolló la tauromaquia en un
momento tan complejo para España como el de la Guerra de la
Independencia?
-La tauromaquia estaba prohibida por Godoy. Cuando Napoleón dice
que va a venir a España, en los días del Motín de Aranjuez, el propio Gobierno
prepara una corrida de toros para Napoleón. Se llegan a comprar más de 90
astados en Madrid. Como Napoleón no viene, Fernando VII se marcha a Burgos,
porque le han dicho que está allí. Después se va a Vitoria y cuando llega allí
cae prisionero de Napoleón. Cuando llega José Bonaparte y se hace la coronación,
que en España se llama la promulgación, se celebra con una corrida de toros a
petición del propio Bonaparte. Días después conoce el resultado de la Batalla de
Bailén y se marcha. Los madrileños, aún estando preso Fernando VII, lo proclaman
rey y también lo celebran con toros en Madrid. Es la primera vez que se celebran
dos corridas reales en el mismo mes y además por dos reyes distintos. A partir
de ahí los franceses deciden celebrar espectáculos taurinos. Cada vez que se
celebra una batalla se organiza un festejo.
-¿Los franceses pensaban que era una manera de
congraciarse con los españoles?
-Los franceses asumen que el toreo es español y del pueblo. Querían
acercarse a esa gente a la que estaban matando de hambre y en las guerras.
Sabían que para restablecer su gobierno tenían que congraciarse con ellos y lo
hicieron a través de la tauromaquia. Como curiosidad, cuando se proclama rey a
José Bonaparte, los teatros en Madrid fueron gratuitos, pero el pueblo no fue.
Y, por el contrario, se celebró una corrida de toros real y sí asistieron. No
habían ido al teatro que había sido gratis porque les molestaba honrar a un rey
francés, pero fueron a los toros. Simplemente porque estaban prohibidos desde
1805 y llevaban mucho tiempo sin ver un festejo taurino.
-¿Quiénes eran los matadores punteros de ese
periodo?
-Hubo dos grandes profesionales. Uno de ellos fue Jerónimo José
Cándido -hijo de Cándido- prácticamente el gran triunfador de mediados del siglo
anterior y que era de Chiclana. Inició la escuela chiclanera de la que surge
Paquiro y José Redondo, entre otros. Jerónimo José Cándido ya es un torero
consagrado que tiene que enfrentarse en los ruedos con un espada sevillano
llamado Curro Guillén. En el inicio del trienio liberal, Guillén va a torear a
Ronda después de hundirse la plaza de Cádiz, y allí lo mata un toro. Hubo otros
diestros muy conocidos como 'El Sombrerero', 'Sentimiento' y toreros muy
patrióticos como Aroca al que fusilaron los franceses.
-¿Le fusilaron porque se significó
políticamente? ¿Hubo otros espadas que lo hicieron?
-Aroca fue fusilado. Dicen que había brindado un toro en contra de
José Bonaparte. Yo no sé si los franceses llegaron a ser conscientes de aquel
brindis. Lo que sospecho es que Aroca debió participar en algún grupo
guerrillero, se significó militarmente, y por eso lo fusilaron. Aunque es
posible también que conocieran lo del brindis, pero no hay datos históricos para
asegurarlo. 'Sentimiento' también había brindado en contra de los franceses pero
la realidad es que siguió toreando y a él no le pasó nada. En la época en la que
Fernando VII se comporta como el rey traidor a las Cortes de Cádiz y a los
sentimientos de los españoles, cuando España se dividía en liberales y
conservadores, los toreros sí se significan bastante políticamente. El rey
Fernando VII les hizo jugarretas a unos y a otros. A algunos que eran
enormemente 'fernandistas', como 'El Sombrerero', le quitó de torear en Madrid.
-¿Se implicaron también los ganaderos? Creo
que algunos incluso llegaron a donar sus toros para que comiera el
pueblo...
-Hay historias preciosas con respecto a los ganaderos. Una de ellas
está relacionada con la casta Cabrera, una de las fundacionales del toreo. José
Bonaparte se dirigía hacia Cádiz y en el camino se hospedó en el palacio de
Cabrera. Por dar cobijo al rey, Cabrera recibió una condecoración, la orden de
España, que el pueblo odiaba porque la había creado José Bonaparte. Cabrera era
un hombre mayor y estaba educado para dar importancia a los honores reales, por
lo que decide agradecerlo regalando al rey cien toros bravos para que sirvieran
de alimento al pueblo, porque lo estaba pasando muy mal. En Utrera hubo otro
ganadero importantísimo, Vázquez, que criaba a los mejores astados de la época.
Tenía una ganadería muy amplia, aparentemente se hizo amigo de los franceses que
le permitían mover los morlacos entre distintas fincas. No tenía otro objetivo
que dar de comer con la carne de las reses a los guerrilleros que luchaban en
ese momento contra los franceses.
-¿Hubo ganaderos afrancesados?
-Hubo uno que era de Chiclana. Era general pero tenía una ganadería
de toros bravos. Se llamaba Saucedo. Los gaditanos, antes de que llegaran los
franceses, le quitaron todos los toros, los mataron, los salaron y los
guardaron. Aprovecharon la carne para comer cuando Cádiz fue sitiada por los
franceses.
-¿Hay algún dato que le haya impresionado
especialmente por ser poco conocido o muy relevante?
-Todos. Te podría contar numerosas anécdotas militares, políticas,
de la Guerra de la Independencia, de las Cortes de Cádiz... Si no totalmente
desconocidas, al menos muy poco aireadas y yo diría que no sabe de ellas el gran
público. Una muy graciosa tiene como protagonista a Argüelles. Cuando salía de
la iglesia de San Felipe, donde se celebran las Cortes, observó que siempre
había un ciego en la puerta que vendía unos pliegos de cordel donde se relataban
las anécdotas y las maravillas que habían hecho los guerrilleros los días
anteriores. El ciego gritaba y proclamaba la cantidad de muertos del bando
francés. Un día, Argüelles se acercó al ciego y le dijo que siempre cantaba las
cosas que hacían las tropas españolas y le preguntó si los franceses nunca
ganaban ninguna batalla. El ciego le contestó que sí, pero que eso lo vendían
los ciegos en Francia.
-Habrá sido un arduo trabajo de investigación
para recopilar tanta información...
-Sí, pero he disfrutado enormemente con la investigación de este
libro. Es muy sencillo de leer, de temática histórica pero sin muchas llamadas a
pie de página, o datos para contrastar. Es un libro de lectura sencilla porque
me lo pidió así el maestro y creo que eso hace que tenga un atractivo especial.
-¿Qué le ha comentado José Tomás sobre el
libro? ¿Ha podido leerlo?
-Está encantado. Lo leyó cuando lo terminé. Le mandé una copia
porque quería que el primero que lo conociese fuese él y le ha gustado. A él le
interesa mucho la historia del flamenco y en el libro también se habla sobre
ello. Y ha disfrutado con las anécdotas militares, de la historia de la
tauromaquia... En el fondo el libro recoge todo lo referente al toreo en la
época pero no se puede decir que sea una obra solo de toros, sino de historia de
España porque ambas se mezclan. La historia de la Guerra de la Independencia, de
las Cortes de Cádiz y lo que va ocurriendo política y militarmente es el hilo
conductor de la obra. En el momento en el que se narran las batallas, se deriva
hacia las corridas de toros que hubo para celebrarlas.
-Ya dijo Ortega y Gasset que la historia de
España estaba ligada a la de la tauromaquia...
-Es una frase que se repite mucho y que es verdad. La Constitución
de 1812 fue un poco ingenua y el pueblo español no estaba aún preparado para
ella. Fernando VII no tuvo visión para imponerla, para gobernar con lo que, para
él, era un freno, algo que le restaba poder. Tuvo en su mano ser un rey
constitucionalista pero no supo serlo. A pesar de ello ha sido el faro donde se
han alumbrado todas las constituciones posteriores. En uno de sus artículos
decía que los españoles tenían que ser justos y benéficos. Dos adjetivos que
pueden aplicarse a los toreros. Han lidiado muchas corridas con fines benéficos,
han ayudado a los pobres, han respondido ante las catástrofes naturales... Han
sido los primeros que se han jugado la vida toreando gratis. Creo que siempre
han cumplido ese artículo de la Constitución de 1812. Para mí son los españoles
más justos y benéficos que ha habido desde 1812 hasta nuestros días.
-Quizás después de leer la obra se puede
interpretar de manera distinta el momento actual que vive la fiesta, por aquello
de que conocer la historia ayuda a no repetir los errores.
-El caso de Capmany está de actualidad tras la prohibición de las
corridas de toros en Cataluña. Él era un defensor a ultranza de la lengua
española, no porque hubiese debate entre catalán y castellano, sino porque
estaba a favor de la pureza del español en una época en la que el idioma estaba
'contaminado' por palabras que venían de Francia o Inglaterra. Capmany no lo
toleraba. Tanto fue así que cuando se estaba muriendo, algo que ocurrió en Cádiz
por una epidemia, corrigió al sacerdote que estaba dándole la extremaunción.
Capmany luchó por la tauromaquia porque había un grupo de antitaurinos en el
Ayuntamiento de Cádiz que empezaron a poner trabas a un hombre que estaba
construyendo una plaza mientras la ciudad estaba siendo sitiada por los
franceses. La idea era dar festejos, pues estaba previsto que los astados
entrasen por barco. Los antitaurinos no querían espectáculos porque creían que
acabarían con los morlacos, los caballos, los bueyes... Pensaban que la
agricultura se vería perjudicada. Sin embargo, la historia ha demostrado que ha
sido al contrario. El toreo ha logrado que ahora haya más reses, caballos,
bueyes, más terreno dedicado a la ganadería con gente que, gracias al bravo,
ingresa dinero porque hay una industria alrededor de la tauromaquia. Sin embargo
en aquella época no se veía así.
-¿Y qué sucedió en el Ayuntamiento de
Cádiz?
-Durante todo el siglo XVIII era el Ayuntamiento el que gestionaba
las corridas. Daban los permisos, presidían los festejos... Cuando las Cortes de
Cádiz permiten construir una plaza de toros eran ellos los que presidían los
espectáculos y eso le molestaba a algunos concejales que buscaban tener más
protagonismo. El movimiento antitaurino ha sido muy circunstancial,
aprovechándose del momento. Siempre han tenido una visión cicatera, egoísta y
momentánea para oponerse a las ideas taurinas.
-Vaya, que es una corriente que no acaba de
nacer...
- Para nada. Ahora se habla mucho del movimiento antitaurino que
está formado por antisistemas que intentan promover la idea del sufrimiento de
los animales. En mi opinión todo esto ha surgido después de las películas de
Disney, que son preciosas, pero que generan la idea de que los animales hablan y
son casi humanos. Eso es muy bonito pero no es real. Los animales cumplen
distintas funciones. Muchos de ellos sirven para darnos de comer. Por desgracia
los que no cumplen ninguna función tienden a desaparecer. Y es lo que pasaría
con el toro bravo de no celebrarse corridas de toros. El otro día, en la
presentación del libro, José Tomás dijo que si un toro pudiese hablar habría que
preguntarle qué le gustaría más, ser toro bravo, vivir cinco años y poder
expresar su bravura o ser una realidad virtual porque no existiría, porque
desaparecería.
TÍTULO: La literatura define mejor el alma humana que la historia.
Las novelas de Antonio Soler (Málaga, 1956) andan bailando en un crucigrama. Ocupan las casillas verticales y horizontales de las editoriales ...
Las novelas de Antonio Soler (Málaga, 1956) andan bailando en un
crucigrama. Ocupan las casillas verticales y horizontales de las editoriales y
de la geografía. En Francia se acaba de publicar 'Lausana'. Alemanes y
austriacos pueden ya leer 'Las bailarinas muertas'. 'El sueño del caimán' acaba
de aterrizar en Italia y 'El camino de los ingleses' ha empezado a traducirse al
árabe en Egipto. Sus novelas siguen llevando a otros países el pulso de su
territorio y el reconocimiento de los premios Herralde, Primavera, Nacional de
la Crítica o Nadal. A las librerías españolas llegará el martes 'Boabdil.
Un hombre contra el destino' (Espasa), un libro en que el escritor vuelve a
aliarse con la Historia, esta vez para relatar los últimos años de la presencia
musulmana en la Península. Soler recupera y rescata en su nueva novela la
amistad de Boabdil, el último rey nazarí, y Gonzalo Fernández de Córdoba, el
Gran Capitán, para poner luz sobre el final de una época.
-Arrancó su carrera con un libro de relatos y le siguieron ocho novelas.
Su libro anterior fue 'Málaga, paraíso perdido'. Y ahora novela la historia de
'Boabdil'. ¿Se ha hecho adicto a la Historia?
Ha sido una coincidencia. Estos dos últimos libros no son idea mía.
El de Málaga fue una idea editorial de la Fundación Lara, de Ana Gavín, que la
dirige, dentro de una colección dedicada a ciudades andaluzas. Me gustó la
experiencia y acabé muy contento. Boabdil es un personaje que se ha empeñado el
destino en que se vaya cruzando en mi camino. Primero fue una idea de Antonio
Banderas para hacer un guión sobre el personaje. Estuvimos trabajando juntos en
el proyecto. Esbocé un guión y la idea llegó a oídos de la editorial Espasa y la
directora vio claramente que ahí había una novela.
-¿Una misma mirada sobre Boabdil?
Bueno, le hablé de algo que descubrí durante la investigación, que
yo no conocía, y era que Boabdil había tenido una amistad muy estrecha con el
Gran Capitán. Y ahí había una historia romántica en el sentido histórico. Dos
hombres moderados, conocedores el uno de la cultura del otro. Boabdil, por
razones evidentes, había convivido mucho con los castellanos. El Gran Capitán
era un hombre de la frontera que había vivido siempre en el límite, que conocía
la cultura árabe, y eso le llevaba a no ser un fundamentalista. En el momento en
el que conoces al otro aprendes a no rechazarlo. Tienen una gran amistad, pero
es una amistad imposible porque, poco a poco, los fundamentalistas de un bando y
de otro van ganado posiciones y ellos, pese a la simpatía que se tienen, se ven
obligados a enfrentarse.
-¿La novela es entonces la hermana mayor del guion?
Diría que novela y guion son hermanastros. El enfoque de la propia
historia varía, y ha variado más en el proceso de escritura de la novela. Yo
vislumbraba que serían como dos mellizos que se separan. Pero el enfoque al
final ha sido completamente distinto.
-Dice que son hermanastros, en cualquier caso, el parto de la novela se
ha adelantado al de la película. ¿En qué punto está el proyecto de rodaje que
empezó a impulsar hace años Antonio Banderas?
Así es cómo funcionan las cosas en el cine. Hay montones de
proyectos que se quedan en eso, y otros que, quizás es lo que ocurra con este,
se pierden como el Guadiana y luego renacen. Creo que ahora está en un momento
de circular bajo tierra y que, a lo mejor, aparece dentro de poco y desemboca en
algo.
-La leyenda o la historia han dejado una imagen de Boabdil en la frase
que supuestamente pronunció su madre cuando dejó Granada: "No llores como una
mujer lo que no supiste defender como un hombre". ¿Es fiel a lo que
concurrió?
No creo, todo es mucho más complicado. Esa frase no está en la
novela, pero está en el guion. Y el personaje de Boabdil es realmente un
personaje muy ambiguo, muy complejo, un tipo que se ve enfrentado a una
situación con la que no quiere lidiar de ningún modo, pero finalmente se da
cuenta de que el destino lo ha puesto en ese punto y que es él el que tiene que
dar unos determinados pasos. Finalmente es él el que apaga la luz. Esa
ambigüedad de quererse llevar un poco bien con todos, de querer salvar su propio
pellejo, a veces lo lleva a parecer débil, cobarde. Pero realmente no fue
así.
-¿Y cuántos infiernos había en la vida de Boabdil?
Creo que era un hombre que vive en un infierno casi permanente.
Cuando nace ya le dicen que tiene una maldición sobre sí, y parece que realmente
eso se fuera cumpliendo a lo largo de su vida. Hombre, él tiene un infierno para
empezar familiar, porque es un niño que asiste al enfrentamiento, primero de su
padre con su abuelo, luego de su padre con su madre y él mismo con su padre. Y
cuando digo enfrentamiento no es que se peleen y tiren las sartenes, sino que
son guerras civiles. Es un hombre que yo creo que vive en medio de un infierno
con muchas parcelas. La familiar, la política, la religiosa, porque al ser un
tipo moderado siempre está presionado por los fundamentalistas de su
bando.
-Decía antes que buceando en la historia descubrió la amistad de Boabdil
y el Gran Capitán. ¿Qué otros tesoros ha sumado a su botín arqueológico?
El Gran Capitán ha sido para mí la gran revelación porque yo
siempre lo había tenido por un hombre destacado en el ejército y realmente es un
humanista que se acaba de hacer en Italia, cuando va a Nápoles. Pero ya de
entrada tenía esa aptitud de aprender, de estar abierto al exterior, sean los
árabes o Italia. Y eso lo incorpora a su actividad, aunque es la militar.
-Defiende que la literatura, aunque sea a largo plazo, ayuda a cambiar
el mundo. En ese sentido, ¿tiene más poder que la historia?
Sí y es algo que defendí en un encuentro que tuvimos en Inglaterra
novelistas con historiadores. Ahí conocí a Paul Preston y dije que si la
civilización humana desapareciera y una civilización de fuera quisiera de verdad
conocer quién ha sido el ser humano, yo creo que lo define mucho mejor la
literatura que la Historia. Porque la literatura, en principio, siendo algo
ficticio, mentira, define mucho mejor el alma del ser humano que la historia,
que es una enumeración de datos, de hechos, de lo que ha ocurrido en el mundo.
Pero el alma del ser humano la retrata mucho mejor Cervantes que Herodoto.
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