sábado, 3 de noviembre de 2012

UN SUEÑO EN LA MAGDALENA:/ LA VENGAZA DE MAZARINE:

TÍTULO:  UN SUEÑO EN LA MAGDALENA:

Siempre hubo espectadores y espectadores. Los que ven el programa por el rabillo del ojo mientras hacen otras tareas, los que esperan con ...

Seguidores de 'Gran Hotel' han intentado pasar la noche en el palacio donde se graba la serie.


Siempre hubo espectadores y espectadores. Los que ven el programa por el rabillo del ojo mientras hacen otras tareas, los que esperan con ilusión que empiece su serie favorita media hora antes de su emisión, los que buscan los capítulos por internet para saber lo que pasará antes que nadie... Hasta aquí seguro que todos conocemos algún caso. Después encontramos incondicionales que traspasan la barrera y superan toda ficción.
El palacio de La Magdalena de Santander, el majestuoso edificio de 'Gran Hotel', se ha convertido en un lugar de culto y peregrinaje para sus fans más fervorosos. Más de un seguidor ha llamado para reservar una habitación, porque hay quien se piensa que verdaderamente lo es. «La gente intenta quedarse a dormir», asegura Gema Igual, concejala de Turismo de Santander. El imponente inmueble de propiedad municipal cuenta en realidad con 108 habitaciones que en verano acogen a estudiantes de los conocidos cursos y congresos que allí se imparten. A pesar de la insistencia y del dinero que muchos telespectadores ofrecen, el Ayuntamiento santanderino todavía no piensa en abrir las instalaciones como hospedaje al público en general.
Desde 2011, cuando se estrenó la ficción, las visitas guiadas a la península de La Magdalena se han triplicado. Un total de 18.317 personas se acercaron el año pasado y solo en el primer semestre de 2012 ha recibido 11.700 visitantes. Pero lo más insólito llega cuando «la gente llama por teléfono al palacio para saber cuándo se emitirá la serie y para protestar cuando la cambian de día», detalla la edil.
Pedida de película
Algo muy parecido ocurre con el castillo de Highclere, la espectacular casa de campo victoriana donde se rueda la serie británica 'Downton Abbey'. Hace una semana, ha sido escenario de una petición de boda ¡y no de sus protagonistas! Este entorno idílico, situado al sudeste de Inglaterra y propiedad de los condes de Carnarvon, fue el lugar escogido por el británico Andy Chapman para pedir en matrimonio a su novia, Emma Harris. Para complacer a su chica, una entusiasta seguidora de las aventuras de la familia Crawley, Andy la llevó a conocer la residencia sin que sospechara de sus verdaderas intenciones. «Caminamos por los terrenos y, de repente, Andy me lo pidió», explicó la feliz prometida. Lo tenía claro, allí no sería capaz de rechazarle.
«Era una idea tan bonita que estuvimos dispuestos a ayudar a la joven pareja desde el primer momento», dijo la organizadora de la visita guiada, Christine Mankelowm, cómplice de la pedida de película. Si la devoción de esta mujer por la serie va a más, no nos extrañaría que optara por llegar al altar con un vestido similar al que llevará Lady Mary en la tercera temporada. Un modelo de la diseñadora Caroline McCall inspirado en el que lució Isabel, la Reina Madre, en 1923.
A los vecinos de Lastres (Asturias), todo esto ya les suena. Ellos recibieron en sus calles a los forasteros que seguían llegando en busca del 'Doctor Mateo' años después de su final. El caso de Candelario (Salamanca) fue más allá. Además de un lugar de rodaje, su nombre inspiró al título de la serie: 'Luna, el misterio de Calenda'.
 
TÍTULO: LA VENGAZA DE MAZARINE:

Casi a la carrera, los consejeros irrumpieron en el despacho del presidente. Era el 10 de noviembre de 1994 y los franceses se habían ...

Vivió una niñez clandestina para no perjudicar a su padre. La hija 'secreta' de Mitterrand salda cuentas con el presidente en otro libro,.

 

Casi a la carrera, los consejeros irrumpieron en el despacho del presidente. Era el 10 de noviembre de 1994 y los franceses se habían desayunado con la portada del 'Paris-Match', que sacaba a la luz la existencia de una hija secreta de Francois Mitterrand. Él se reconoció inmediatamente en la fotografía de la primera página, donde aparecía apoyando su mano en la espalda de una joven a la salida de un restaurante. Sin inmutarse, alzó la mirada hacia sus ansiosos colaboradores y les dijo: «Es guapa, ¿verdad?».
Ese día, la vida de Mazarine Pingeot inició una transformación radical, que partió de una existencia casi clandestina y ha culminado convirtiéndola en la incuestionable depositaria del legado espiritual de su padre, por encima incluso de sus descendientes legítimos.
Mazarine nació en Avignon en 1974, fruto de la larga relación que Francois Mitterrand mantuvo con Anne Pingeot, conservadora en el museo d'Orsay y casi treinta años menor que su amante. Una de las primeras cosas que aprendió, siendo niña, fue a no revelar el nombre de su progenitor, sobre todo después de que resultara elegido presidente, al cumplir seis años. Era el hombre que, a partir de entonces, acudiría casi todas las noches al apartamento en que vivía con su madre -situado al lado del Elíseo y propiedad del Estado-, y del que se marchaba cada mañana después de tomar un café junto a su segunda familia.
Un Mitterrand hogareño
Mazarine, hoy una atractiva mujer de 37 años, periodista, profesora universitaria de Filosofía y escritora, ya saldó cuentas con esa infancia y esa adolescencia que pasó a escondidas en su libro 'Bouche cousue' -'Boca cosida'-, publicado en 2005 y donde, a pesar de todo, retrataba a un Mitterrand hogareño, que prefería «huevos escalfados porque le permiten olvidar la obligación de una suprema de pescado frita a la mantequilla blanca»; un señor que, en definitiva, buscaba un hogar para escapar del atosigante ambiente de su cargo. Ahora, vuelve a la carga con otro volumen, 'Bon petit soldat' -'Buen soldadito'-, que acaba de salir a la venta y con el que, al menos de momento, concluye su venganza. En esta nueva entrega insiste en esa vida de aislamiento e invisibilidad, que hizo de ella una especie de pequeño agente secreto, ese soldadito al que hace referencia el título. «No hay nada peor que ser un agente secreto, sin identidad. Esto crea una gran cantidad de neurosis. Inconscientemente, se asocia tener que callar con esconder algo vergonzoso», explicó recientemente la autora en una entrevista a 'L'Express'. Mazarine insiste, no obstante, en que no guarda rencor a sus padres, sino que solo trata «de entender cómo sucedieron las cosas» para poder conocerse mejor. «Había un montón de amor, pero mi madre y yo estábamos aisladas del mundo».
Claro que no todo el mundo se compadece de ella. Por más que en la sociedad francesa exista un acuerdo tácito para respetar la intimidad de las personas -incluso cuando se es presidente-, hay quien no deja de recordar que la historia de reclusión que cuenta Mazarine se cargó a la espalda del contribuyente, que costeó tanto las residencias como el numeroso servicio de seguridad que velaba por ellas. Más aún, insisten en el empeño que Mitterrand puso en crear una célula antiterrorista cuyo primer fin fue espiar periodistas y chantajear a quienes pudieran revelar la existencia de la hija oculta. Incluso quienes solo atienden a la grandeza, el poder de seducción y la inteligencia del gran presidente socialista, fallecido en 1996, admiten un componente retorcido y maquiavélico en su personalidad. Sus críticos simplemente dan cuenta de cómo frecuentó ambientes ultraderechistas y antisemitas en su juventud, y cómo estuvo al lado de los colaboracionistas de Pétain antes de pasarse a la Resistencia para dibujar el perfil de alguien únicamente fiel a sí mismo a lo largo de su existencia.
Mazarine, como era previsible, también ha llevado lo suyo, empezando por su reincidencia en airear asuntos familiares. Quizás, apuntan, alcance con esos dos libros el éxito y las ventas que no ha logrado con los otros siete que lleva escritos. Esa chica que esperó hasta los veinte años para dar el paso que la sacó de la sombra, que sufrió crisis depresivas y anorexia y que se refugió en la bebida, como contaron las periodistas Ariane Chemin y Geraldine Catalano en 'Une famille au secret' -'Una familia bajo secreto'-, es la misma capaz de movilizar a la embajada francesa en La Habana para darse el capricho de conocer personalmente a Fidel Castro y comer con él.
De lo que nadie duda es de que se ha tomado la revancha por su existencia furtiva. Si al cumplir los 18 rechazó la oferta de su padre de adoptar su apellido, a los 31 inició los trámites para tomarlo. Hoy, rebautizada como Mazarine Pingeot-Mitterrand, vuelve a recordar a todos que ella es la hija del presidente.
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