Siempre hubo espectadores y espectadores. Los que ven el programa por el rabillo del ojo mientras hacen otras tareas, los que esperan con ...
Seguidores de 'Gran Hotel' han intentado pasar la noche en el palacio donde se graba la serie.
Siempre hubo espectadores y espectadores. Los que ven el
programa por el rabillo del ojo mientras hacen otras tareas, los que
esperan con ilusión que empiece su serie favorita media hora antes de su
emisión, los que buscan los capítulos por internet para saber lo que
pasará antes que nadie... Hasta aquí seguro que todos conocemos algún
caso. Después encontramos incondicionales que traspasan la barrera y
superan toda ficción.
El palacio de La Magdalena de Santander, el majestuoso
edificio de 'Gran Hotel', se ha convertido en un lugar de culto y
peregrinaje para sus fans más fervorosos. Más de un seguidor ha llamado
para reservar una habitación, porque hay quien se piensa que
verdaderamente lo es. «La gente intenta quedarse a dormir», asegura Gema
Igual, concejala de Turismo de Santander. El imponente inmueble de
propiedad municipal cuenta en realidad con 108 habitaciones que en
verano acogen a estudiantes de los conocidos cursos y congresos que allí
se imparten. A pesar de la insistencia y del dinero que muchos
telespectadores ofrecen, el Ayuntamiento santanderino todavía no piensa
en abrir las instalaciones como hospedaje al público en general.
Desde 2011, cuando se estrenó la ficción, las visitas
guiadas a la península de La Magdalena se han triplicado. Un total de
18.317 personas se acercaron el año pasado y solo en el primer semestre
de 2012 ha recibido 11.700 visitantes. Pero lo más insólito llega cuando
«la gente llama por teléfono al palacio para saber cuándo se emitirá la
serie y para protestar cuando la cambian de día», detalla la edil.
Pedida de película
Algo muy parecido ocurre con el castillo de Highclere, la
espectacular casa de campo victoriana donde se rueda la serie británica
'Downton Abbey'. Hace una semana, ha sido escenario de una petición de
boda ¡y no de sus protagonistas! Este entorno idílico, situado al
sudeste de Inglaterra y propiedad de los condes de Carnarvon, fue el
lugar escogido por el británico Andy Chapman para pedir en matrimonio a
su novia, Emma Harris. Para complacer a su chica, una entusiasta
seguidora de las aventuras de la familia Crawley, Andy la llevó a
conocer la residencia sin que sospechara de sus verdaderas intenciones.
«Caminamos por los terrenos y, de repente, Andy me lo pidió», explicó la
feliz prometida. Lo tenía claro, allí no sería capaz de rechazarle.
«Era una idea tan bonita que estuvimos dispuestos a
ayudar a la joven pareja desde el primer momento», dijo la organizadora
de la visita guiada, Christine Mankelowm, cómplice de la pedida de
película. Si la devoción de esta mujer por la serie va a más, no nos
extrañaría que optara por llegar al altar con un vestido similar al que
llevará Lady Mary en la tercera temporada. Un modelo de la diseñadora
Caroline McCall inspirado en el que lució Isabel, la Reina Madre, en
1923.
A los vecinos de Lastres (Asturias), todo esto ya les
suena. Ellos recibieron en sus calles a los forasteros que seguían
llegando en busca del 'Doctor Mateo' años después de su final. El caso
de Candelario (Salamanca) fue más allá. Además de un lugar de rodaje, su
nombre inspiró al título de la serie: 'Luna, el misterio de Calenda'.
TÍTULO: LA VENGAZA DE MAZARINE:
Casi a la carrera, los consejeros irrumpieron
en el despacho del presidente. Era el 10 de noviembre de 1994 y los
franceses se habían ...
Vivió una niñez clandestina para no perjudicar a su padre. La hija 'secreta' de Mitterrand salda cuentas con el presidente en otro libro,.
Casi a la carrera, los consejeros irrumpieron en el
despacho del presidente. Era el 10 de noviembre de 1994 y los franceses
se habían desayunado con la portada del 'Paris-Match', que sacaba a la
luz la existencia de una hija secreta de Francois Mitterrand. Él se
reconoció inmediatamente en la fotografía de la primera página, donde
aparecía apoyando su mano en la espalda de una joven a la salida de un
restaurante. Sin inmutarse, alzó la mirada hacia sus ansiosos
colaboradores y les dijo: «Es guapa, ¿verdad?».
Ese día, la vida de Mazarine Pingeot inició una
transformación radical, que partió de una existencia casi clandestina y
ha culminado convirtiéndola en la incuestionable depositaria del legado
espiritual de su padre, por encima incluso de sus descendientes
legítimos.
Mazarine nació en Avignon en 1974, fruto de la larga
relación que Francois Mitterrand mantuvo con Anne Pingeot, conservadora
en el museo d'Orsay y casi treinta años menor que su amante. Una de las
primeras cosas que aprendió, siendo niña, fue a no revelar el nombre de
su progenitor, sobre todo después de que resultara elegido presidente,
al cumplir seis años. Era el hombre que, a partir de entonces, acudiría
casi todas las noches al apartamento en que vivía con su madre -situado
al lado del Elíseo y propiedad del Estado-, y del que se marchaba cada
mañana después de tomar un café junto a su segunda familia.
Un Mitterrand hogareño
Mazarine, hoy una atractiva mujer de 37 años, periodista,
profesora universitaria de Filosofía y escritora, ya saldó cuentas con
esa infancia y esa adolescencia que pasó a escondidas en su libro
'Bouche cousue' -'Boca cosida'-, publicado en 2005 y donde, a pesar de
todo, retrataba a un Mitterrand hogareño, que prefería «huevos
escalfados porque le permiten olvidar la obligación de una suprema de
pescado frita a la mantequilla blanca»; un señor que, en definitiva,
buscaba un hogar para escapar del atosigante ambiente de su cargo.
Ahora, vuelve a la carga con otro volumen, 'Bon petit soldat' -'Buen
soldadito'-, que acaba de salir a la venta y con el que, al menos de
momento, concluye su venganza. En esta nueva entrega insiste en esa vida
de aislamiento e invisibilidad, que hizo de ella una especie de pequeño
agente secreto, ese soldadito al que hace referencia el título. «No hay
nada peor que ser un agente secreto, sin identidad. Esto crea una gran
cantidad de neurosis. Inconscientemente, se asocia tener que callar con
esconder algo vergonzoso», explicó recientemente la autora en una
entrevista a 'L'Express'. Mazarine insiste, no obstante, en que no
guarda rencor a sus padres, sino que solo trata «de entender cómo
sucedieron las cosas» para poder conocerse mejor. «Había un montón de
amor, pero mi madre y yo estábamos aisladas del mundo».
Claro que no todo el mundo se compadece de ella. Por más
que en la sociedad francesa exista un acuerdo tácito para respetar la
intimidad de las personas -incluso cuando se es presidente-, hay quien
no deja de recordar que la historia de reclusión que cuenta Mazarine se
cargó a la espalda del contribuyente, que costeó tanto las residencias
como el numeroso servicio de seguridad que velaba por ellas. Más aún,
insisten en el empeño que Mitterrand puso en crear una célula
antiterrorista cuyo primer fin fue espiar periodistas y chantajear a
quienes pudieran revelar la existencia de la hija oculta. Incluso
quienes solo atienden a la grandeza, el poder de seducción y la
inteligencia del gran presidente socialista, fallecido en 1996, admiten
un componente retorcido y maquiavélico en su personalidad. Sus críticos
simplemente dan cuenta de cómo frecuentó ambientes ultraderechistas y
antisemitas en su juventud, y cómo estuvo al lado de los
colaboracionistas de Pétain antes de pasarse a la Resistencia para
dibujar el perfil de alguien únicamente fiel a sí mismo a lo largo de su
existencia.
Mazarine, como era previsible, también ha llevado lo
suyo, empezando por su reincidencia en airear asuntos familiares.
Quizás, apuntan, alcance con esos dos libros el éxito y las ventas que
no ha logrado con los otros siete que lleva escritos. Esa chica que
esperó hasta los veinte años para dar el paso que la sacó de la sombra,
que sufrió crisis depresivas y anorexia y que se refugió en la bebida,
como contaron las periodistas Ariane Chemin y Geraldine Catalano en 'Une
famille au secret' -'Una familia bajo secreto'-, es la misma capaz de
movilizar a la embajada francesa en La Habana para darse el capricho de
conocer personalmente a Fidel Castro y comer con él.
De lo que nadie duda es de que se ha tomado la revancha
por su existencia furtiva. Si al cumplir los 18 rechazó la oferta de su
padre de adoptar su apellido, a los 31 inició los trámites para tomarlo.
Hoy, rebautizada como Mazarine Pingeot-Mitterrand, vuelve a recordar a
todos que ella es la hija del presidente.
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