Los artistas ya no son los reyes del arte. Ni tampoco los directores de los museos ni los galeristas o los coleccionistas. Unos profesionales ...
Los comisarios han arrebatado a los críticos el poder de decidir los nombres de los artistas llamados a ser alguien,.
Foto de una cafetería que tiene cuadros de arte en la pared y carteles, etc.
Los artistas ya no son los reyes del arte. Ni tampoco los
directores de los museos ni los galeristas o los coleccionistas. Unos
profesionales bautizados con el inquietante nombre de 'comisarios' se
han adueñado del trono y son ellos los que deciden quién es importante o
por qué hay que volver a poner en el escaparate la obra de un creador
conocido o de un movimiento histórico.
La prestigiosa revista 'Art Review' publicó el mes pasado
su lista de los 100 personajes más influyentes en el mundo artístico.
La encabezaba Carolyn Christov-Bakargiev, comisaria de la última
Documenta de Kassel, encuentro artístico quinquenal en la ciudad alemana
que explora las ideas de mayor atractivo a partir de lo que están
haciendo los artistas, y que también encumbra carreras y da un empujón a
otras.
En segundo lugar aparecía el 'art dealer' global, el jefe
intratable, Larry Gagosian. Un artista tan eminente como Gerhard
Richter quedaba en la quinta plaza. La 'segunda' de Christov-Bakargiev,
la española y exdirectora de la Sala Rekalde Chus Martínez, figura en el
puesto 45 de la lista, cuatro después de Damien Hirst, artista popular
donde los haya, querido o denostado, cuya exposición, que terminó a
principios de septiembre, fue la más vista en toda la historia de la
Tate Modern, con 460.000 visitantes.
¿Qué es un comisario y de dónde le viene su relevancia?
Su profesión no está contemplada en el Diccionario de la Real Academia,
pero sí en los currículos de las universidades y en el catálogo de
profesionales liberales. Es el autor intelectual de una exposición, el
que tiene la idea, pero también quien la ejecuta y controla su acabado:
algo así como el director de la película.
Piénsese en la exposición que se acaba de inaugurar en el
Guggenheim sobre la obra de Claes Oldenburg en los años sesenta. Su
comisario, Achim Hochdörfer, ha pensado en el tema, en el enfoque, en el
interés que pudiera suscitar, en las dificultades para reunir las obras
y para transportarlas, en el diseño del catálogo y en los autores que
escriben en él.
Anna Maria Guasch, catedrática de la Universidad de
Barcelona, sitúa la emergencia clara del comisariado cuando Harald
Szeemann abandonó su puesto de director del Museo de Bellas Artes de
Berna (Suiza) en 1969 para organizar la muestra 'Cuando las actitudes se
convierten en forma'. En ella participaron figuras hoy históricas como
Richard Long, Mario Merz, Walter de Maria, Richard Serra y Joseph
Beuys.
El comisario Szeemann, que murió en 2005, no volvió a
tener un cargo estable y se dedicó a organizar exposiciones que
alertaban sobre los nuevos rumbos de los creadores y las ideas que les
animaban. A principios del siglo XX eran los mismos artistas quienes
lanzaban sus manifiestos, como los surrealistas. Después de la Segunda
Guerra Mundial fueron los críticos como Clement Greenberg, que encumbró a
Jackson Pollock, cuyas obras se venden hoy por más de cien millones de
euros en las subastas, quienes ponían el nombre a este o al otro
movimiento. Ahora son los comisarios quienes realizan ese trabajo;
algunos de ellos con un elevado grado de vocación.
Es el caso de Hans-Ulrich Obrist, número 10 en la lista
de poderosos de 'Art Review' y director de la Serpentine Gallery de
Londres. Comisarió su primera exposición en la cocina de su casa, en St.
Gallen (Suiza), cuando tenía 23 años y estudiaba en la universidad
Ciencias Políticas y Económicas. Y no fueron sus amigos los que
expusieron en ese sorprendente espacio, sino celebridades del arte
europeo como el francés Christian Boltanski y el dúo suizo Peter Fischli
& David Weiss.
Acercarse a los estudios
Obrist se metió en el oficio porque le gusta «ayudar» a
los artistas, a los que considera los seres más curiosos de la Tierra.
En su obra 'Breve historia del comisariado', ya un clásico de la
materia, entrevista y traza la trayectoria de profesionales como el ya
mencionado Szeemann o como Pontus Hultén, otro de los grandes, que «no
sólamente siguió sino que también moldeó» las carreras de Sam Francis,
Jean Tinguely y Niki de St. Phalle.
Precisamente en seguir y promocionar a los creadores
elegidos, además de darles una cobertura intelectual, consiste otra de
las tareas fundamentales del comisario. Guasch alaba la labor de acudir a
los estudios de los artistas e investigar sobre el terreno. Txomin
Badiola, creador que ha comisariado dos muestras sobre Oteiza, observa
que en los últimos tiempos estos profesionales se han preocupado más por
establecer e imponer un marco teórico que «por acercarse a la dimensión
más inmediata de la producción» de los autores.
De hecho, Chus Martínez, recién nombrada directora del
Museo del Barrio de Nueva York, opinaba al final de la Documenta de
Kassel, a mediados de septiembre, que el arte podía equiparse en sus
objetivos, la investigación de la realidad y de su historia, a
cualquiera de las ciencias sociales.
Aunque todo eso suene a discurso para especialistas, el
arte que sale de él se ha revelado más popular que nunca. Los 100 días
de exposición en la localidad alemana se han saldado con 860.000
asistentes, el récord para una cita inaugurada en 1955. Tanto estas
ferias como las bienales y las exposiciones temporales han consolidado
una dinámica muy favorable para el comisario, que por definición trabaja
por proyectos, mediando entre los artistas elegidos y la institución
que organiza la colección.
Sin estos expertos sería imposible que hubiera muestras
de esta clase en museos y otros centros artísticos. «Que haya
exposiciones temporales ha dotado a los museos de una mayor
flexibilidad, al buscar no sólo conocimiento, sino también espectáculo,
algo más acorde con una sociedad basada en el placer y en el consumo, lo
que ha conseguido atraer a públicos amplios», argumenta Guasch.
Los tiempos han cambiado, porque ahora los museos «no
sólo se preocupan del pasado y de la historia, sino también del presente
y el futuro», un cambio que les permite estar en el centro de la
actualidad, según Martí Manen, un comisario catalán de 36 años que vive
en Estocolmo y que acaba de publicar 'Salir de la exposición (si es que
alguna vez hemos entrado)', editado por Consonni.
Ante la crisis
Lo que aún no está claro es cómo afectará a la larga a
estos profesionales el aprieto económico que estrangula hoy a la
cultura. Según Badiola, «el comisario independiente actual trabaja en
condiciones de precariedad, como los propios artistas, que han perdido
el papel central que tuvieron en algún momento. No van a alcanzar las
cotas de poder de sus antecesores, porque son parte de un engranaje
cultural anónimo e impersonal al que estamos todos sometidos».
Los «grandes eventos», asegura Guasch, seguirán
funcionando en instituciones como el MoMA de Nueva York, la Tate de
Londres, el Pompidou de París y el Reina Sofía de Madrid, si bien
recurrirán cada vez menos a los comisarios externos y se harán con
personal de la casa. Habrá también acontecimientos como la Documenta o
como la Triennial de París de este pasado verano, este último
organizado por uno de los comisarios más punteros del momento, el
nigeriano Okwui Enwezor. Pero «los profesionales 'free lance' lo pasarán
mal, muy mal», añade la catedrática. «Tendrán que reinventarse a sí
mismos y buscar otros espacios de visibilidad, quizás a nivel de
comunidad o académico», añade.
Muchos comisarios estrella han buscado cobijo en las
instituciones artísticas, como Obrist en la Serpentine Gallery,
'traicionando' así el espíritu de Szeemann, que optó por abandonar el
despacho para actuar con más libertad. «Al final, quienes cortan el
bacalao son los directores de museo y no los 'free lance'. Si trabajas
con proyectos es más difícil que la gente vea una línea de continuidad
en tu trabajo. Si trabajas en la programación resulta más fácil», resume
Manen.
El joven profesional coincide con Guasch en la necesidad
de reinvención, lo que no le coge por sorpresa. «Trabajamos con un
material inestable como el arte contemporáneo, en el que no hay normas
ni lenguajes perfectamente definidos. Trabajamos con artistas vivos que
van a modificar sus ideas constantemente, así que la reinvención es
nuestro estado habitual», agrega.
Pero Manen insiste en ver el futuro con optimismo a pesar
de los «cambios brutales» que se avecinan. «Pensar es gratis y quizá
las exposiciones vuelvan a ser lo que eran, un deseo de comunicación,
más que algo que se produce casi en cadena».
TÍTULO: HE PERDIDO LA VERGÜENZA A USAR LA MÚSICA COMO MEDIO DE EXPRESIÓN MARÍA DE MEDEIRAS ACTRIZ, CANTANTE,.
María de Medeiros (Lisboa, 1965) ha grabado su tercer disco como cantante, Pájaros eternos, ... No extraña esa capacidad multimedia en una persona conocida sobre todo como actriz, pero que también es directora, pinta y, ... de repente ahora he perdido la vergüenza a usarla como medio de expresión.
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