Si me dan 60 minutos para cortar un árbol, yo dedico 45 minutos a sacar filo al hacha». Palabra de leñador. Palabra de Abraham Lincoln.
Si me dan 60 minutos para cortar un árbol, yo dedico 45 minutos a sacar filo al hacha». Palabra de leñador. Palabra de Abraham Lincoln. Queda claro que su etapa en el campo, al más puro estilo de colono desharrapado, le dejó huella. Aprendió a dosificar las fuerzas con los ojos puestos en el objetivo. Afila, afila sin pausa; de esa manera, bastan unos pocos hachazos para derribar el tronco. A la vista de su trayectoria, no tenía más fijaciones el único presidente que ha presumido de estampa quijotesca en Estados Unidos. No solo era escuálido y muy poco agraciado -sus enemigos le llamaban 'Gorila'- sino que encima no soñaba con su futuro político. Era un idealista de la cabeza a los pies. «En este país no se traiciona a los hijos. Yo lucho por las nuevas generaciones, no por mi reelección», repetía a sus correligionarios con esa voz aflautada y hasta chillona que desentonaba con su fisonomía.
Muchos piensan que con él se rompió el molde, y no porque
midiera 1,93 y pesara 81 kilos. No solo ha pasado a la historia como el
inquilino más alto de la Casa Blanca, también se ha convertido en un
mito inalcanzable. Republicanos y demócratas le rinden culto por igual.
Ni Franklin Delano Roosevelt, un paralítico que lidió con la 2ª Guerra
Mundial y la Gran Depresión, ni John Fitzgerald Kennedy, un guapetón que
hizo frente a la Guerra Fría con una sonrisa, han conseguido despertar
nunca tanta devoción. Normal que Steven Spielberg le tuviera ganas a ese
caballero de la triste figura, de andares zigzagueantes y voluntad de
hierro.
El director de 'Tiburón' llevaba más de diez años
acariciando el proyecto y tragándose la frustración -Liam Neeson, su
primera opción, declinó la oferta- hasta que se ha salido con la suya
con Daniel Day-Lewis como protagonista. La película se titula 'Lincoln'.
Claro y conciso. Nadie se va por las ramas en este filme. También se
muestran muy centradas las otras estrellas del reparto, actores de la
talla de Sally Field y Tommy Lee Jones, en una cinta que ha costado 50
millones de dólares y se ha rodado en poco más de tres meses. Ni parones
ni discusiones. La comunión y reverencia en torno al personaje eran
absolutas.
Tanta era la épica y solemnidad -delante y detrás de las
cámaras- que el mismísimo Spielberg llegaba a trabajar en traje y
corbata. Se ha estrenado el pasado viernes en Estados Unidos y habrá que
esperar hasta enero para verla en España. A juzgar por las primeras
impresiones, el Oscar a la mejor interpretación masculina de 2013 ya
tiene nombre y apellidos: Daniel Day-Lewis.
Tras la tomadura de pelo que supuso 'Abraham Lincoln,
cazador de vampiros', de Timur Bekmambetov, el público adulto está de
enhorabuena. De la mano de un director que siente debilidad por los
redentores y mártires, como buen judío, llega una película que repasa
los últimos cuatro meses de la vida del hombre que abolió la esclavitud
en su país. El papel estelar ha recaído en un inglés de origen irlandés
(y también con sangre judía) que en los últimos tiempos le ha cogido
gusto a las lecciones de historia norteamericana. Después de 'El último
mohicano' (1992) y 'Gangs of New York' (2002), se ha metido bajo la piel
del primer presidente al que pegaron un tiro en Estados Unidos.
Piel de rinoceronte
En la tierra de Obama se han cometido cuatro magnicidios y
los intentos frustrados llegan nada menos que a cinco. Es decir, de
haber tenido puntería, se habrían cargado a nueve. El filme se basa en
la biografía 'El genio político de Abraham Lincoln', de Doris Kearns
Goodwin, y pinta a un líder volcado en una misión con la furia de quien
sabe que el tiempo juega en su contra. Con 700.000 muertos y la Guerra
de Secesión (1861-1865) a punto de terminar y cerrar las heridas en
falso, seguía afanándose en cerrar acuerdos, recabar votos y ganarse el
favor de una nación que no terminaba de valorar las ventajas de prohibir
la esclavitud y mantener la unidad de todos los estados.
Una labor de titán que, pese a todo, le encantaba porque
siempre hizo gala de dos virtudes muy valiosas: «Tengo piel de
rinoceronte y no vivo de rencores, son un despilfarro de energía». Sabía
muy bien que para asestar el golpe definitivo debía llegar fuerte, en
plenitud de facultades. Aguantaba y aguantaba, con las mandíbulas en
tensión y unos cuantos chistes en la recámara para relajarse. Dicen que
gozaba de facilidad para hacer reír a la gente. Y eso que sufría
depresiones fortísimas, que nunca tuvo demasiado clara su orientación
sexual, que la muerte temprana de su madre y las palizas del padre le
dejaron cicatrices en el alma... Sin embargo, nunca bajó la guardia ni
se dejó abatir. Se mantenía alerta porque estaba convencido de que su
trabajo merecía la pena.
«Quiero que los más jóvenes vivan la ilusión de los
pioneros de esta gran nación. Nuestros antepasados lucharon por la
libertad y la prosperidad. ¡Debemos tomar el relevo!», recordaba a sus
compañeros del partido republicano, el mismo que ha representado Mitt
Romney en las últimas elecciones a la Casa Blanca. A mediados del siglo
XIX, defendían un banco nacional fuerte, impuestos federales,
proteccionismo arancelario y una maquinaria estatal muy bien engrasada y
potente, que garantizara la igualdad ante la ley.
De ahí que fueran contrarios a la esclavitud, porque al
margen de razones morales, aquello no era de recibo en una república.
«¿Nos libramos de la monarquía y la aristocracia para aceptar esta
barbaridad? Es un privilegio intolerable de unos hombres sobre otros»,
razonaban los republicanos frente a los demócratas, mayoritarios en el
sur, que en aquella época defendían la supremacía de la raza blanca.
¡Las vueltas que da la política! El cambio de tornas responde al golpe
de timón que dieron los demócratas a mediados del siglo XX. Su giro a la
izquierda -sobre todo con el 'New Deal' de Roosevelt- sumió en una
profunda crisis de identidad a los republicanos. Se volvieron
conservadores y ahí se han quedado.
Muy probablemente el hombre que buscaba un gobierno «del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo» respaldaría a Barack Obama.
Queda la duda de si harían buenas migas en lo personal. Los
temperamentos de uno y otro son muy diferentes. El presidente que se
dejaba barba para disimular su fealdad parece un híbrido a medio camino
entre Indiana Jones y Luke Skywalker. Un tipo carismático pero también
melancólico y -a ojos del americano medio- hasta un punto
extraterrestre. Amante de la poesía romántica y las comedias musicales,
adoraba las mascotas y detestaba las armas de fuego. Su caballo
preferido, 'Old Bob', desfiló en la procesión funeraria que llevó su
ataúd al cementerio Oak Ridge, de Springfield (Illinois). El animal
ocupó un lugar de honor y nadie se llevó las manos a la cabeza. Estaban
acostumbrados a las peculiaridades de un hombre que tenía la impresión
de «no encajar en ningún sitio».
«Ahora ya pertenece a la eternidad», concluyó uno de los
testigos de su muerte. La historia del leñador que llegó a presidente
supera los mejores guiones de Hollywood. Seguro que el bueno de Abraham
Lincoln, que tanto admiraba a los artistas, jamás se imaginó que se
pelearían por llevar su vida a la gran pantalla. ¡Amarga paradoja que su
asesino fuera precisamente un actor! Se llamaba John Wilkes Booth y le
mató en plena representación de la comedia musical 'Nuestro primo
americano', de Tom Taylor, justo cuando el público se carcajeaba ante
una gracieta que ocurría en escena. Le descerrajó un tiro debajo de la
oreja izquierda, para luego aullar 'Sic semper tyrannis' (Así siempre a
los tiranos). Lo mismo que presuntamente gritó Bruto al apuñalar a Julio
César. ¿Llegaría a oírlo el presidente mientras agonizaba? Ojalá que
no. No es más que un pequeño consuelo, pero ojalá que no.
Foto de la periodista del telediario que nos conto esta noticia,
TÍTULO: DEL ANDRO, DE SOÑADO A LA REALIDAD ROBÓTICA.
Probable hoja de ruta de Samsung para la actualización a Jelly Bean de sus tope de gama. Primer plano de SoC Nvidia Tegra 3 ..
Nuevamente hablamos de Apple en Andro4all,
pero no precisamente para exaltarlos sino para dar a conocer la nueva
campaña con la que Motorola pretende exaltar las virtudes de su
incansable RAZR Maxx HD. La imagen no da lugar a dudas, el terminal de
los 3300 mAh “echando un cable” a iPhone 4 S. ¿Cómo sentará esto a los
de Cupertino? ¿Firmarán la paz como hicieron con HTC? Lo dudo.
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