Rafapal en el Centro Sirio de Madrid. "La Guerra de sexos y el movimiento homosexualizador" Miércoles 7 noviembre, 19:30 horas.
Abadesa benedictina alemana de la Edad Media
Hildegarda nació un 16 de septiembre de
1098 en el seno de una familia noble y numerosa de Alemania. A los ocho
años, fue encomendada a los cuidados de la maestra Judith de Spanheim,
en el monasterio benedictino de San Disibodo. Cuando murió Judith, fue
llamada por sus Hermanas a sucederla como maestra (priora o abadesa).
Puso al servicio de esa tarea sus dotes de mujer culta, espiritualmente
elevada y capaz de afrontar con competencia los aspectos organizativos
de la vida claustral. Como llamaban muchas jóvenes a las puertas del
monasterio, decidió abrir otro en Bingen. Llamaba la atención el modo de
ejercer su ministerio: suscitando emulación en la práctica del bien:
Madre e hijas competían en amarse y servirse mutuamente.
Hildegarda tuvo una personalidad
multifacética: médica, compositora, escritora, visionaria, mística y
profetisa, no porque anunciara acontecimientos futuros, sino porque dijo
la verdad de Dios para su tiempo con la fuerza del contacto inmediato
con Él. Puede ser incluida con toda justicia entre las profetisas
comprometidas en la reforma de la Iglesia. Supo hablar de Dios y de los
misterios de la fe desde la experiencia y su peculiar inteligencia y
sensibilidad. Supo mostrar en su tiempo de modo atractivo el camino
hacia Dios, mediante su amor a la creación, su medicina, su poesía, su
música y, sobre todo su amor apasionado a Cristo y a su Iglesia, herida
también entonces por los pecados de los sacerdotes y de los laicos.
Mientras los cátaros proponían el cambio de las estructuras, ella
recordaba que la verdadera reforma de la Iglesia solo se hace con un
espíritu de penitencia y conversión. Exhortaba a todos, pero sobre todo a
las comunidades monásticas y al clero, a una vida conforme a su
vocación divina.
Tres son sus escritos más destacados:
Scivias (Conoce los caminos de Dios), Libro de los méritos de la vida y
Libro de las obras divinas. Contienen, sobre todo las visiones místicas
que tuvo desde niña, relativas a la historia de la salvación y
expresadas con lenguaje poético y simbólico. Para discernir sobre la
autenticidad de sus visiones, se puso en contacto con san Bernardo de
Claraval, la figura que gozaba entonces de máxima estima en la Iglesia.
Mostró así el sello inconfundible de la autenticidad de su experiencia.
Desde su muerte Hildegarda de Bingen ha sido venerada como santa en Alemania especialmente dentro de la Orden Benedictina. Ahora es la cuarta Doctora de la Iglesia, declarada por Benedicto XVI; Pablo VI declaró Doctoras a santa Teresa de Jesús y a santa Catalina de Siena; y Juan Pablo II a santa Teresa de Lisieux.
Desde su muerte Hildegarda de Bingen ha sido venerada como santa en Alemania especialmente dentro de la Orden Benedictina. Ahora es la cuarta Doctora de la Iglesia, declarada por Benedicto XVI; Pablo VI declaró Doctoras a santa Teresa de Jesús y a santa Catalina de Siena; y Juan Pablo II a santa Teresa de Lisieux.
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