Los best sellers, como las bicicletas, son para el verano. Lo demuestra el penúltimo gran campanazo editorial, la trilogía de 'Cincuenta .-foto.
La trilogía de Grey, de E. L. James, lidera las ventas en digital y en papel,.
El fenómeno del 'sado ligero' despacha más de 40 millones de copias en todo el mundo y logra sobreponerse a unas críticas feroces.
Los best sellers, como las bicicletas, son para el verano. Lo demuestra el penúltimo gran campanazo editorial, la trilogía de 'Cincuenta sombras', novelones consegrados al emergente género del 'sado ligero' que ha triplicado sus ventas en España durante el mes de agosto. Todo un fenómeno que ha hecho que el boca a boca se imponga a unas críticas nada elogiosas, en algunos casos feroces, de unos folletones calificados como «porno para mamás», «sado romántico para maduritas» o literatura «adictiva y denigrante».
A tres meses de su lanzamiento se han distribuido en castellano 1,5 millones de ejemplares. Los editores dan palmas ante un ascenso de ventas sostenido semana a semana con el que, creen, alcanzarán el récord absoluto a finales de año. Habrá disco en breve y película más adelante. La revista Time ha incluido ya a la autora de la trilogía, Erika Leonard James, en su lista de las cien personas más influyentes del año.
El mercado hispano no hace otra cosa que reeditar el pelotazo de la controvertida trilogía erótica en el mercado anglosajón que ha hecho de la saga de E.L. James la lectura más vendida en el Reino Unido, superando en su lanzamiento las primeras cifras de 'Harry Potter'. Solo en cinco meses se han vendido más de 40 millones de ejemplares en todo el mundo -20 en Estados Unidos- y 45 países han comprado los derechos de traducción.
'Cincuenta sombras de Grey', 'Cincuenta sombras más oscuras' y 'Cincuenta sombras liberadas', los tres títulos publicados por Grijalbo en castellano y Rosa dels Vents en catalán, copan ya los tres primeros puestos en las listas de libros más vendidos en España tanto en papel como en formato digital. En Latinoamérica la trilogía se ha situado de inmediato en el número uno en todos los países.
El fenómeno incrementará sus cifras a partir del 17 de septiembre, fecha programada por EMI para lanzar simultáneamente en todo el mundo la banda sonora de la trilogía, 'Fifty shades of Grey. The classical album'. A la venta ya en formato digital en Estados Unidos y Canadá, consta de 15 composiciones de música clásica citadas en las novelas y seleccionadas por la propia autora. Piezas como 'Spem in Alium' un motete del siglo XVI para cuarenta voces de Thomas Tallis que se ha encaramando a lo más alto de las listas de ventas de música clásica en el Reino Unido.
Habrá que esperar algo más para la película, pero tendremos filme y seguro que tórrido. Por los derechos cinematográficos se han pagado casi cinco millones de euros. Serán Michael de Luca y Dana Brunetti, productores de 'La red social', los encargados de adaptar a la gran pantalla la saga sadomaso que protagonizan el seductor multimillonario Christian Grey, de 27 años, y la virginal estudiante de literatura Anastasia Steele.
La pareja vive una pasión arrolladora, un fogoso romance de alto voltaje sexual que a lo largo de cientos de páginas encadena escenas de sexo explícito marcadas, según destacan sus editores «por el deseo, la sumisión y el sadomasoquismo». Sus detractores lamentan que las novelas exalten el dominio y la sumisión femenina y que eche por tierra los logros de años de lucha por la igualdad entre sexos.
Destacan además las evidentes carencias literarias de la serie definida por algunos como 'Crepúsculo para matrimonios'. Está armada sobre una «intriga floja», plagada de «diálogos improbables» y con «irritantes y constantes repeticiones» a juicio del critico del diario The Guardian.
Erótica cerebral
Para su autora -una antigua productora de televisión de 49 años, casada y madre de dos hijos adolescentes- sus libros se diferencian del resto de las novelas eróticas en que «incorporan la perspectiva del amor; de un amor incondicional donde hay mucha pasión» . También porque «las escenas sexuales están exentas de vulgaridad», algo «muy importante para las mujeres» según la escritora.
«A las mujeres les gustan las fantasías sexuales porque la parte más erótica de su cuerpo está dentro de su cabeza», ha repetido como un mantra la escritora británica en unas giras promocionales que jamás soñó realizar.
La autora protegió su identidad hasta que le desbordó un éxito que en buena medida se debe a su decisión inicial de difundir su primer libro solo en formato electrónico y a través de Internet. El boca a boca funcionó, sobre todo entre las mujeres que accedían muy discretamente a un libro 'caliente' en formato digital, desde casa, a golpe de ratón y sin el engorroso cruce de miradas con la cajera. En mayo de 2011 un pequeño sello australiano apostaba por la novela en papel y el fenómeno global se ponía en marcha. Pronto cruzó el Pacifico y la bola de Grey creció en Estados Unidos donde el sello Vintage vendió 10 millones de copias en solo tres meses.
TÍTULO: GLENN GOULD, Y GENIO PURO Y ESTRAMBÓLICO.
Su genio fue tan potente como extraño. Tanto, que jamás domeñó las excentricidades que se sobrepusieron a su inusual talento. Glenn Gould
Su genio fue tan potente como extraño. Tanto, que jamás domeñó las excentricidades que se sobrepusieron a su inusual talento. Glenn Gould, para muchos el mejor pianista del siglo XX, fue sin duda el más estrambótico. Su interpretación de las variaciones Goldberg de Bach, la prueba de fuego del genio pianístico, no tiene parangón. 80 años después de su nacimiento y 30 después de su temprana muerte, no decae la admiración que genera Gould, un pianista alucinante y un ser alucinado, atrapado en sus obsesiones. La multinacional Sony reedita sus míticas grabaciónes de las variaciones, de 1955 y 1981, junto a los más de 60 memorables registros del legendario y extravagante pianista canadiense nacido en Toronto en 1932, donde falleció en 1982.
Quienes le vieron en alguno de sus escasos conciertos jamás olvidarán la atormentada postura que Gould adoptaba frente al piano. Desdeñaba las habituales banquetas regulables y optaba por una destartalada y paticorta silla construida por su padre sobre la que encogía como si fuera víctima de de un insoportable dolor de tripas. Renegaba de la petulancia y los gestos elegantes tan propios de sus colegas. Con el asiento inusualmente bajo y la barbilla peligrosamente cerca del teclado, la magia que obraban sus dedos parecía milagrosa.
«Lo que ocurre entre mi mano izquierda y mi mano derecha es un asunto privado que no le importa a nadie», respondió con su proverbial mal humor a Jonathan Cott, periodista y biógrafo que le preguntó en 1974 por las razones de su antinatural y excéntrica postura ante el teclado.
Abrigo y mitones
No era, ni mucho menos, la única excentricidad de un tipo raro donde los haya. Con su físico agraciado y su rebeldía, este James Dean del piano tragaba a duras penas con el frac preceptivo en las grandes salas de concierto. Le importaba un bledo el elegante atavío. Lucía de mala gana y con machadiano torpe aliño indumentario un frac arrugado y casi siempre oculto en su entrada al escenario bajo un abrigo y una o varias bufandas incluso en verano. En las manos unos mitones que parecían recién rescatados de la basura. Antes de cada concierto sometía sus manos a un insólito y terapéutico remojo de al menos veinte minutos. Tan maniático como Howard Hughes en sus días terminales, Gould evitaba el contacto físico con sus semejantes. Estrechar manos era para Goluld una barrera infranqueable.
No resulta extraño que mandara a paseo las salas de concierto en cuanto pudo permitírselo. «El concierto ha muerto», proclamó tras interpretar a Beethoven en Chicago. Halló refugio en los herméticos y confortables estudios de grabación que convertía en búnkeres a salvo de semejantes y murmullos. Aislado del mundo, se ensimismaba en sus interpretaciones de Bach, Schönberg, Sibelius, Hindemith y acaso el Strauss más tardío. A menudo canturreaba mientras tocaba, como constatan algunas grabaciones.
Su inopinada retirada de los escenarios, en la cima y con solo 32 años, y su prematura muerte con 50 agigantaron la leyenda del estrafalario pianista, que, según el mismo explicó, se negaba a participar «del juego competitivo al que se somete cualquier virtuosismo exhibicionista».
Su leyenda comenzó en la infancia. Con 14 años era solista de la sinfónica de Toronto. Con 25 estaba consagrado y se lo rifaban las mejores salas y orquestas del mundo. Fue el primer pianista americano invitado a tocar en la extinta Unión Soviética tras la II Guerra Mundial.
Asperger
Una infección mal tratada causó el derrame cerebral que acabó con su vida el 4 de octubre de 1982, días después de su cumpleaños. Las alarmas no se dispararon. Gould, abstemio y no fumador, viajero solitario al helado Gran Norte, llevaba años padeciendo jaquecas, afecciones respiratorias y otros males reales o imaginaros que trataba con la ingesta compulsiva de diversos medicamentos.
Peter Ostwald, su psiquiatra, aclaró que su compleja personalidad tenía muchos rasgos propios del síndrome de Asperger, variante del autismo en la que una sensibilidad extraordinaria y una acentuada fobia social conviven con la conversión en obsesiones de los actos más rutinarios. Su atrabiliaria vida ha sido desmenuzada por Kevin Bazzana, autor de 'Vida y arte de Glenn Gould' (Turner), y en 'Conversaciones con Glenn Gloud', de Jonathan Cott (Global Rythm, sello que también publicó la correspondencia del pianista).
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