TÍTULO; ALONSO GANA TIEMPO EN EL CAOS,.
Pulso de San Luis
Silverstone regaló una carrera electrizante de Fórmula 1, el tipo de espectáculo que enardece los ánimos de los aficionados y convoca a la ,.
Silverstone regaló una carrera electrizante de Fórmula 1,
el tipo de espectáculo que enardece los ánimos de los aficionados y
convoca a la gente ante el televisor. Fue una carrera loca, con ruedas
reventadas volando por la pista, que regaló un postre dulce para
Fernando Alonso. El español consiguió un podio de oro, tercero, a bordo
de un Ferrari que funciona los domingos. El piloto se jugó el mostacho
de mosquetero en un sprint final tremendo. Después de la 'pole' de
Hamilton ganó otro Mercedes, Nico Rosberg, y la noticia residió en el
abandono de Sebastian Vettel. Cuando era líder y se aprestaba a dar otra
exhibición, rompió la caja de cambios. Alonso se queda ahora a 21
puntos del alemán, que sigue al frente de la general del Mundial.
El gran premio arrancó bravo y terminó muy caliente. Massa
protagonizó la salida del año (del undécimo al quinto en dos curvas) y
Alonso se quedó rezagado, esta vez encajado en una escasa puesta en
escena. Se obligó a una remontada de apariencia imposible. Otro episodio
de la 'ley de Murphy', según el cual la tostada siempre cae del lado de
la mantequilla. Pero esta vez las circunstancias jugaron muy a su
favor.
El principal sostén de sus quince puntos ayer en
Silverstone fue la ruleta rusa de las ruedas Pirelli. Empezaron a saltar
neumáticos por los aires en una publicidad impagable para la marca
italiana, protagonista total de la Fórmula 1 este año. Hamilton, que iba
primero, Massa, Vergne, Sergio Pérez... Todos terminaron con los
compuestos reventados como globos en una feria.
El asunto derivó en cierto escándalo. En el trazado inglés
se escucharon numerosas voces que pregonaban la necesidad de clausurar
la carrera por el riesgo para la integridad de los pilotos. Algo
parecido a lo que sucedió en Indianápolis en 2005, cuando los 14 pilotos
que calzaban Michelin se negaron a correr y solo participaron los que
montaban Bridgestone.
El problema de Pirelli ha consistido, este año, en querer
contentar a todos los equipos en vez de imponer su criterio propio.
Entre las necesidades y los intereses de todos, el fabricante italiano
ha terminado por situarse en una posición incómoda. Elige cada fin de
semana la dureza de los neumáticos entre los cuatro tipos que existen
para la F1 y al final, entre variaciones y exigencias de todos, ha
entrado en barrena. El miércoles se celebrará una cumbre en París, con
la FIA de árbitro, para aclarar el panorama.
Fue el momento de incertidumbre en el mediodía inglés.
Alonso recuperaba posiciones gracias a los estropicios de los demás y a
su pericia para mantenerse a salvo de imprevistos.
Salió el primer coche de seguridad y agrupó al pelotón que
ya comandaba Vettel. Alonso había llegado a la cuarta posición. La
carrera parecía empaquetada después del frenesí total del primer tramo,
pero faltaba la guinda que aprieta el Mundial. El Red Bull infalible de
Vettel se paró en la vuelta 42, a diez del final. Problema en la caja de
cambios.
Salió del nuevo el coche de seguridad porque Vettel quedó
varado en la línea de meta, y aquello fue un desenlace al sprint. Alonso
cambiaba ruedas en ese instante y perdió posiciones, pero con calzado
nuevo emprendió una remontada vibrante.
En siete vueltas y con ruedas nuevas, Alonso adelantó a
todos los que solo habían parado dos veces. Button, Ricciardo, Sutil y
Raikkonen. Es decir, era cuarto con el parón de Vettel y acabó tercero
en un frenético final, hermoso y emocionante.
La victoria correspondió a Nico Rosberg, la segunda en los
tres últimos grandes premios. Mercedes ya no devora los neumáticos, no
se los merienda como antes. Desde que realizó el ensayo secreto y
prohibido en Barcelona con los Pirelli ha subido varias leguas.
TÍTULO; BAKELANTS ESQUIVA AL PERRO Y A LA MALA SUERTE,.
EsCiclismo.com
- Francisco Araujo fue mecánico de Joaquim Agostinho. Lo recuerda bien. El 29 de abril de 1984, Agostinho andaba ansioso: quería vestirse de ...Francisco Araujo fue mecánico de Joaquim Agostinho. Lo recuerda bien. El 29 de abril de 1984, Agostinho andaba ansioso: quería vestirse de líder en la Vuelta al Algarve. Araujo era supersticioso y para calmar a su ciclista le dio un limón partido en dos. Lo metió en el maillot y Agostinho ganó la etapa. Ídolo portugués. Tenía ya 41 años. El duro niño de familia miserable que iba a la escuela descalzo. Soldado hasta los 23 años en la guerra colonial de Mozambique. «Claro que he matado. Era matar o morir», decía. Allí, en África y ya con 20 años, aprendió a andar en bicicleta. Con ella ayudó a Ocaña frente a Merckx y corrió casi dos décadas. Un día después de la contrarreloj de los limones, tocaba etapa tranquila. Y así fue hasta que dos perros irrumpieron en la carretera. Agostinho voló. «Me pidió ayuda para levantarse. Nunca lo había hecho. Ahí supe que era grave», relata Araujo.Le llevaron a la pensión donde dormía su equipo, el Sporting. Vomitaba. Acudieron al hospital de Loulé. Allí no funcionaba el aparato de rayos X. Así que fueron a Faro. Tampoco tenían servicio de neurología. Ni había helicóptero para el traslado a Lisboa. Cuando llegó en ambulancia a la capital lusa había entrado en coma. Estaba ya muerto aunque tardó diez días en morir. Agostinho es una leyenda ciclista. Cuentan que cuando se caía, el joven Hinault mandaba parar al pelotón para esperarle. Un respeto. Malditos perros sueltos. Ayer, con la meta de Ajaccio a la vista, un perro blanco, atolondrado entre el bullicio del Tour y las alarmadas órdenes de su descuidado amo, apareció en la carretera en el peor momento: justo cuando había pasado el grupo de Jan Bakelants, el ganador final, y de Gorka Izagirre y Flecha; justo cuando venía la ola del pelotón de los velocistas. El recuerdo de Agostinho. El escalofrío que dura ya 30 años. Y el alivio cuando el perro, con un resorte instintivo y afortunado, eligió el lado bueno para largarse. Esta vez hubo suerte, sobre todo para Bakelants, que nunca la tenía... Hasta que llegó a Ajaccio, la ciudad natal de Napoleón.Bakelants viaja de incógnito por el ciclismo. Belga rapado. Flamenco al que le gustan las Ardenas. Vecino de Olsen, un pueblo plano que le obligaba a recorrer 150 kilómetros para poder entrenarse en la cuesta de Tilf. Estudiante de ingeniería genética e hijo de un doctor universitario. El mejor ciclista amateur de su generación: ganador del Tour del Porvenir 2008 y de la Lieja-Bastogne-Lieja sub-23. Y ahora corredor profesional sin suerte. «Cada vez que tenía una opción, como en L'Aquila (Giro) o Ponferrada (Vuelta), me caía», lamenta. Si no patina, se lesiona. Esta primavera le operaron la rodilla derecha. Le costó recuperarla. Siempre inflamada. Era una calamidad. El RadioShack no iba a traerle al Tour. Por eso, estar ayer en las calles de la imperial Ajaccio, meta de la segunda etapa corsa, era ya un regalo. Gorka Izagirre, Flecha, Fuglsang y Chavanel, compañeros en esa última fuga, dudaron. Detrás ladraba el pelotón. Tira tú. No, mejor tú. Bakelants no dudó. «Siempre me ha faltado suerte», dijo en la meta. «Al fin ha venido».También líderAgónico, encogido por el esfuerzo, con el gesto apretado, pedaleó en ese kilómetro final. Se sentó. Por un momento, pareció que se le había terminado la cuerda. Ya olía su mala suerte. Entonces, se levantó de nuevo sobre los pedales. No quería vivir más con el recuerdo de sus derrotas. Allí, a 200 metros estaba la meta. Oía la voracidad de Sagan y los otros. «Voigt mi compañero de habitación, siempre me anima. Me dice que ya llegará mi día. Eso pensaba. Que podía serlo. Venga». Hace un mes era casi un inválido. «Hoy he resucitado». Un golpe de suerte. Doble: etapa y liderato por el segundo que le sacó a Sagan. Bakelants fue la sorpresa de Ajaccio. Tanto, que la televisión francesa le confundió con Markel Irizar. El guipuzcoano, al entrar, dijo: «Ojalá». Le acariciaba esa esperanza. Ya llegará su pedazo de suerte.El segundo capítulo corso del Tour enseñó más cosas. Abrió el cofre. Los vértices del Monte Cinto, arañados aún por la nieve, vieron las primeras rampas. Ya se atisba lo que espera: los franceses, Voeckler, Rolland, andan impacientes. Se movieron en el centro de la isla, que parece una estación alpina. En el puerto de Vizzanova se comprobó que Andy Schleck empieza a volver. Y en el muro de Salario, balcón sobre el Golfo de Ajaccio, apareció ya Froome. Cuando su fiel Porte atrapó a Flecha y al explosivo Gautier, el africano no se contuvo. Probó. Ganó unos metros para el descenso hacia la meta. El Sky es puro cálculo: conocía la bajada, peligrosa, veloz. «En Córcega se trata de sobrevivir, de no perder el Tour», repite Dave Brailsford, el mánager.Froome, obediente, cogió distancia en el final del repecho para descender a su aire. Pronto le atraparon Evans, Mollema y Contador, al que se le volaban las vendas, recuerdos rojos de sangre de la caída del sábado. «He ido incómodo, sobre todo al principio, hasta que se calienta el cuerpo. Mañana -por hoy- será peor. El segundo día tras un golpe es cuando más duele. Pero, bueno, sigo en el Tour», se consoló en la meta. Ayer no se cayó. Por poco. Aunque Contador no lo vio, a siete kilómetros de Ajaccio el Tour se echó la manos a la cabeza al ver a un perro ir hacia el pelotón. Por un pelo lo esquivaron. Todos tuvieron suerte, incluso Bakelants.
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