lunes, 15 de julio de 2013

CONOCER, CONSUMO, HISTORIA, QUITATE ESA LOCURA DE LA CABEZA,./ QUE PASOS DEBEMOS DAR PARA NO EQUIVOCARNOS,./ ENTREVISTA ANA DIOSADO, NO HA NACIDO QUIEN ME PONGA FIRME,.

TÍTULO; CONOCER, CONSUMO, HISTORIA, QUITATE ESA LOCURA DE LA CABEZA,.
 QUITATE ESA LOCURA DE LA CABEZA,.
¡Quítate esa locura de la cabeza!

Los egipcios no le daban un gran valor. El corazón era para ellos la parte más importante del cuerpo humano. El cerebro, en cambio, era 
Los egipcios no le daban un gran valor. El corazón era para ellos la parte más importante del cuerpo humano. El cerebro, en cambio, era desechado como un órgano menor. Tampoco aristóteles le tenía gran estima: para él que diseccionó desde elefantes hasta erizos de mar, aunque nunca a un humano, el pensamiento y el alma estaban en el corazón. Un órgano tan inmóvil como el cerebro, con una textura tan flácida y sin casi sangre no podía generar creía algo tan noble como el pensamiento. El cerebro era relegado a una función pragmática: un radiador natural que refrigeraba nuestra sangre.
¿Corazón o cerebro? Por raro que nos parezca, el debate se prolongó durante siglos y no faltó quien otorgara al segundo su merecido lugar. Dos de los grandes nombres de la historia de la medicina Hipócrates y Galeno aciertan más en su diagnóstico del papel de la materia gris en la vida del hombre. Galeno, por ejemplo, nacido en Grecia pero célebre en la Roma del emperador Marco Aurelio, contribuyó, entre otras cosas, a otorgar a los nervios el importante rol que ocupan en el pensamiento y la acción. A través de experimentos que hoy nos parecerían de una crueldad inadmisible seccionaba nervios o incluso la médula espinal de animales vivos para estudiar sus consecuencias identificó correctamente muchas de las funciones de los nervios, aunque los considerara conductos huecos por donde circulaba el pneuma, el aliento que se dirigía a los ventrículos interiores del cerebro. Esta percepción estuvo vigente en Europa durante más de mil años, hasta que quedó atrás la Edad Media. De hecho, la circulación de la sangre no se descubriría hasta el siglo XVII.
Las bases de la neurología moderna, con todo, quedan asentadas un siglo más tarde. A finales del XVIII, el anatomista austriaco Franz Joseph Gall propuso una novedosa teoría del cerebro: cada una de sus funciones lenguaje, memoria, percepción de las formas y de los sonidos está localizada en una parte específica. Habría así una zona encargada de permitirnos reconocer los colores; otra, las palabras... y otras donde se ubicaban la inteligencia o incluso la fidelidad. Con esto inaugura una aproximación moderna al cerebro y sus funciones.
Otro ingrediente fundamental de la actividad cerebral es la electricidad. El primero en entenderlo fue el médico y fisiólogo italiano Luigi Galvani. Célebre conferenciante, dejaba a la audiencia atónita al aplicar una descarga eléctrica a la médula espinal de una rana muerta; aunque su corazón ya no latiera, las patas se movían: la «electricidad animal», como él la llamaba, provocaba que los músculos se contrajeran. Si ya hacia 1780 aquello sorprendía a todos, más tarde la estimulación con electrodos del cerebro arrojó también asombrosos resultados. En la década de 1950, en que la extirpación de tumores cerebrales era ya una práctica habitual, era frecuente que se aplicaran pequeñas cargas eléctricas en las regiones continuas a la zona que se quería extirpar para asegurarse de que la operación no afectaría a ninguna función esencial, como la vista o el lenguaje. Así se comprobó una vez más la relación entre el movimiento y distintas zonas del cerebro.
Más sorprendente fue descubrir que la aplicación de los electrodos afectaba también a los sentimientos. De hecho, la aplicación de electrodos está demostrando ser muy prometedora para tratar la depresión o el párkinson. Casi en la entrada del siglo actual, el doctor Boulos-Paul Bejjani implantó en el cerebro de una mujer con párkinson un emisor de electrodos para tratarla. Al ponerlo en funcionamiento, la paciente rompió a llorar y evidenció una súbita depresión. Aplicando el electrodo en otros lugares, se producía la reacción inversa: reía sin motivo o encontraba de lo más divertido la corbata del médico... Las emociones son pues algo estimulable y provocable físicamente. El cerebro es una compleja máquina formada por millones de conexiones nerviosas donde conviven memoria, emociones y pensamiento.
Esto, que quizá nos parezca hoy evidente, se ha establecido solo tras muchos siglos de investigación con humanos vivos o muertos, otros mamíferos o incluso animales tan alejados de nosotros como el Caenorhabditis elegans, un minúsculo gusano transparente de menos de mil células que, sin embargo, nos ha ayudado a entender el papel de la muerte celular en la configuración del cerebro y sus enfermedades. Fue la invención de los primeros microscopios de precisión, a finales del siglo XVIII, la que permitió a los estudiosos apreciar la importancia de las células en cualquier forma de vida.
Esta concepción celular de lo vivo fue una gran revolución que, sin embargo, tuvo problemas a la hora de aplicarse al cerebro: para estudiar las células, los científicos deben primero teñirlas para poder observarlas a través del microscopio. No obstante, el cerebro se resistió durante largo tiempo a estos métodos de tinción. No se encontró un método adecuado hasta que el médico italiano Camillo Golgi dio con un colorante a base de nitrato de plata y bicromato potásico que permitió observar las células cerebrales. Utilizando este método, el Nobel español Santiago Ramón y Cajal realizó una compleja cartografía de las células de las distintas áreas cerebrales y sus prolongaciones. Unos años más tarde otro Nobel, el neurofisiólogo británico Sir Charles Scott Sherrington, completó el diagrama demostrando el rol que tenía la liberación de las moléculas químicas de los neurotransmisores en el funcionamiento cerebral.
A la corriente eléctrica y a la presencia de células se había añadido un tercer componente: la química, que supuso una gran revolución en términos terapéuticos. Sin conocer el papel de los neurotransmisores y de las hormonas que controla el hipotálamo, no existirían muchos de los fármacos que se utilizan hoy para las más diversas afecciones mentales. Desde el párkinson o la depresión hasta la anestesia, que, aunque nos sorprenda, comenzó a emplearse solo a finales del siglo XIX. El cerebro ha sido y sigue siendo el gran desconocido. Hasta tal punto que el biólogo francés François Jacob fallecido en abril de este mismo año tiraba piedras contra su propio tejado al afirmar: «Estamos constituidos por una asombrosa amalgama de ácidos nucleicos y recuerdos; de deseos y proteínas. El siglo XX se ha ocupado mucho de los ácidos nucleicos y de las proteínas. El XXI va a concentrarse sobre los recuerdos y los deseos. ¿Será capaz de resolver estas cuestiones?».  
La histeria y otros errores de diagnóstico
¿Nacía en el útero...? Era cosa de mujeres. Así lo indicaba su nombre: istera, 'útero' en griego. Hay que remontarse a Hipócrates para entenderlo: en su época se creía que el útero era móvil y enfermaba a la mujer si le subía hasta el pecho. La percepción de la histeria como un mal femenino perduró hasta el siglo XX, y durante mucho tiempo se trataba con masajes del médico a la mujer hasta conducirla al orgasmo. El término ya no se usa en el ámbito clínico.
¿Epilepsia, castigo divino? Hipócrates dedicó también virulentos párrafos a combatir el supuesto origen sobrenatural de muchas enfermedades. Entre ellas, la epilepsia, que él consideraba un mal natural y no un castigo de los dioses.
Los males de la frenología. En el XVIII, el austriaco Franz J. Gall afirmó que cada función cerebral lenguaje, memoria... residía en una parte concreta de la cabeza. Su acierto abrió, sin embargo, la puerta a la frenología, por la cual se podían determinar el carácter y hasta las tendencias criminales de alguien según la forma de su cráneo. Causó brutales discriminaciones en los siglos XIX y XX.
Inteligencia: cuestión de raza. También el francés Paul Broca abrió la puerta a peligrosos disparates. Acertó al identificar a mediados del XIX el córtex, una zona relacionada con el habla, pero no al vincular masa encefálica e inteligencia. Para probarlo, propuso «escoger razas cuyas deficiencias intelectuales sean obvias y comparar sus cerebros». La deriva racista de su teoría fue inevitable. Relacionó a su vez la longitud de un hueso del antebrazo y otro del brazo con la inteligencia: en el mono eran más largos que en el hombre. Cuando midió esos huesos en europeos, asiáticos o «primitivos de piel oscura», vio que los blancos estaban más cerca del mono y descartó su tesis. Creía a su vez que la mujer era intelectualmente inferior al hombre.
Depresión...
Cada mal se origina, según Hipócrates, en el desequilibrio de uno de los fluidos corporales que, en la salud, se hallan en la proporción adecuada: la sangre, la bilis amarilla, la flema y la bilis negra. Un exceso de esta última provocaba una gran tristeza. Su teoría dio paso al término 'melancolía' ('bilis negra' en griego), utilizado antiguamente para nombrar la depresión. Así comenzó a llamársela en el siglo XVII y su uso se generalizó en el siguiente cuando se convierte en una enfermedad que tratar, con terapia o fármacos.
... y 'locura'
De la mazmorra al hospital, del castigo y la discriminación a la terapia. Origen y evolución de las enfermedades mentales. La locura, la más castigada, se trataba con sangrías, reclusión, azotes, castración... Más dura, si cabe, fue la lobotomía. El neurólogo Egas Moniz realizó la primera en 1935. Tras su periodo de auge se vio que el seis por ciento de los pacientes no sobrevivían a la operación y que el resto sufría después trastornos de personalidad. La última lobotomía se realizó en 1967.

TÍTULO:QUE PASOS DEBEMOS DAR PARA NO EQUIVOCARNOS,.
¿Qué pasos debemos dar para no equivocarnos?
Estoy en Santander, y la Escuela de Organización Industrial del Ministerio de Industria me ha pedido que les comente a los alumnos de este ...
 Estoy en Santander, y la Escuela de Organización Industrial del Ministerio de Industria me ha pedido que les comente a los alumnos de este comienzo de verano los pasos que deben dar para no equivocarse. Estuve dudando un buen rato, pero al final pensé que iba a intentar recordar lo que los grandes sabios o premios Nobel me habían sugerido en el curso de entrevistas efectuadas los últimos veinte años para el programa de divulgación científica de La 2 de TVE.El primero que me vino a la memoria fue Ken Nealson. La NASA le había encargado a ese biólogo envidiable nada menos que inaugurar su programa de búsqueda de otras vidas en el espacio. Hasta que no se descubriera otro tipo de vida distinta de la nuestra, no podríamos compararnos con otros y sería imposible describir cómo éramos nosotros mismos.
La verdad es que fue a raíz de la investigación de Ken cuando di con la foto más preciada, que me hizo llegar un buen amigo y que he guardado para siempre en mi despacho. La fotografía reproducía el instante en el que una amonita de unos cien millones de años, acostumbrada a deambular por el fondo del mar, se sintió presa del pánico al encontrarse en medio de un torbellino geológico que la desplazó hacia arriba a velocidades vertiginosas, hasta encontrarse al lado de un cactus tranquilo en un desierto africano.
Supongo que la amonita miró perpleja al cactus y que, desde entonces, jamás olvidó lo que era su propia vida. «Cada vez que veáis algo incomprensible les dijo Ken a su equipo de investigadores, siempre que no entendáis bien lo que está ocurriendo, que no sepáis lo que está sucediendo, concentrad entonces todos los motores y aparatos en lo que no entendéis, porque podría ser vida». Ken Nealson tenía la misma idea de la vida que los físicos cuánticos de comienzos del siglo XX: admitía que se había despejado cantidad de interrogantes, lcomo el momento de su aparición, pero quedaban sin revelar otros, como la forma concreta en que la vida apareció por primera vez. «Life is a mistake, Eduard», me dijo.
Fue la gran contribución de Ken a mi propia vida y de los cuatro físicos cuánticos que, a comienzos del siglo XX, explicaron al mundo cómo una partícula podía estar en dos hemisferios distintos a la vez, entremezclándose y desapareciendo cuando se las quería observar al mismo tiempo. Se tardó varias décadas en que este principio de incertidumbre penetrara en la mente dogmática de la mayoría, pero ya nadie podría discutir con el tiempo necesario el final del dogma. «La vida es una equivocación», y no sabemos cómo empezó.
Sidney Brenner era premio Nobel de Medicina cuando lo entrevisté; recuerdo que se iba hacia un lugar de Extremo Oriente para estudiar la vida de organismos desconocidos para la gran mayoría. Su frase, que me conmovió para siempre, fue decirme: «Los que más me han enseñado son los que no sabían nada de lo mío». Sin darle importancia, de pasada, Sidney Brenner acababa de exterminar una de las teorías que más daño han hecho a la mente humana: la especialización exagerada y la negativa a salirse de su recodo; como decía Marx de los monetaristas, «cada vez saben más de menos, hasta que lo saben todo de nada».
No hay que tener miedo a adentrarse en competencias diversas y alejadas de su propio conocimiento. El paso de organismos unicelulares a multicelulares fue muy importante; en realidad, es lo único importante que ha ocurrido en los últimos seiscientos millones de años, aunque los científicos que dedicaron muchos años a estudiar este tránsito no lograron explicárselo. Pero vale la pena hacer un viaje hasta Japón para intentar averiguarlo.

TÍTULO; ENTREVISTA ANA DIOSADO, NO HA NACIDO QUIEN ME PONGA FIRME,.
Ana Diosdado: "No ha nacido quien me ponga firme"

Ana diosdado acaba de cumplir 75 años, pero no quiere que la consideren de ... A.D. Sí, siempre he tenido alrededor gente que me ha querido mucho... y ... Ahora sigue habiendo algunas 
entrevistas que no me gustan nada.
 
 Ana diosdado acaba de cumplir 75 años, pero no quiere que la consideren de otra época. Por eso vive llena de proyectos. ¿El más inmediato? Una obra de teatro muy actual, en la que analiza la problemática de los jóvenes a través de la figura de un rapero. En cartera, la vida de Margarita Xirgu que fue su madrina de bautismo y una novela sobre el mariscal Gilles de Rais, lugarteniente de Juana de Arco. Nos citamos en los jardines del Museo Sorolla, en Madrid, con esta gran dama de la escena a quien le hubiera divertido hacer el papel de Clark Gable en Lo que el viento se llevó y que se considera una mujer invisible: «Cuando entro en una cafetería, no me atienden si no voy con alguien». Acude puntual a nuestro encuentro con un cocker canela que responde al nombre de Flip, con porte de mujer razonable, sensata, calma, equilibrada, sosegada... «¡Solo en apariencia! asegura. Y muy sensata no he sido nunca, pero he tenido sentido común». Este año, la Fundación Autor de la SGAE le ha concedido el Max de Honor a toda una vida.
XLSemanal. ¡Enhorabuena por este premio!
Ana Diosdado. Muchas gracias; ha sido muy bonito.
XL. ¿Le han dado mucho cariño a lo largo de su vida?
A.D. Sí, siempre he tenido alrededor gente que me ha querido mucho... y otra que no ;sonríe;. También tengo enemigos, o más bien gente que te pone la zancadilla. Y alguna me han puesto.XL. ¿Cómo se encuentra? A.D. Pues depende del día.
XL. Hace tres años tuvo un cáncer de pecho, después le descubrieron una leucemia...
A.D. [Me interrumpe]. Después, no; lo tuve todo a la vez. Cuando me detectaron el cáncer de pecho, el equipo de hematólogos vio que tenía también leucemia; y esta la sigo teniendo. La mía es crónica y muy difícil de curar. Es una enfermedad que te deja con muy pocas defensas.
XL. Supongo que asusta escuchar un diagnóstico así.
A.D. Yo no me asusto con casi nada. Cuando me dijeron que había que operar rápido, me pareció bien. La palabra 'cáncer' no me produjo ninguna impresión. A mí, las palabras no bastan para asustarme.
XL. ¿Vivía sola?
A.D. Sí, desde que me separé de Carlos Larrañaga, vivo sola.
XL. Pero siempre con perros.
A.D. Siempre. He tenido uno detrás de otro. Mi padre era muy perrero y he salido a él. Siempre les pongo nombre de personajes de alguna obra de teatro o de alguna novela mía.
XL. Suele hablar de su padre, Enrique Diosdado, con cariño. Incluso recuerda de forma traumática que, tras el divorcio de sus padres, usted se tuvo que venir con su madre de Argentina a España y separarse de él.
A.D. Es que fue muy traumático. No recuerdo nada de mi infancia, no tengo recuerdos de los ocho años de mi vida en Argentina. Supongo que es una defensa. De hecho, no he vuelto a Argentina.
XL. Sorprende que no le quede ningún recuerdo.
A.D. Muy pocos, poquísimos. Sí recuerdo que mi padre me decía que, cuando conociera mi país España, me iba a encantar... Pero cuando llegué a Barcelona me llevé una decepción enorme. Era tristísima. Yo venía de Buenos Aires, la ciudad de la luz, y en Barcelona todavía había racionamientos, restricciones de luz y de agua...
XL. Usted se enamoró de un hombre interesante, culto, guapo... pero un donjuán. Lo sorprendente es que una mujer de sus características llegase a aceptar ciertas cosas que eran de dominio público.
A.D. Las aceptas cuando estás muy enamorada, y yo lo estaba. Pero no era boba, es que él tenía permiso [sonríe].
XL. Pero hay cosas que a una mujer no le gusta compartir.
A.D. Ya sé que es una frase hecha, pero para mí la lealtad está por encima de la fidelidad.
XL. Entonces, ¿qué es lo que hizo saltar por los aires 20 años de matrimonio?
A.D. La falta de enamoramiento, porque el enamoramiento es breve. Hay parejas que van evolucionando y cada cierto tiempo se vuelven a enamorar. Son cosas muy difíciles de explicar porque no tienen argumentos, son situaciones anímicas y maneras de ser.
XL. ¿Qué tenía Carlos Larrañaga que casi todas sus exparejas hablan bien de él?
A.D. Bueno, hay de todo [sonríe], pero era un hombre encantador. Yo lo sigo queriendo mucho.
XL. Tras separarse, ¿la soledad no se le echa encima?
A.D. No, me gusta mucho; después de separarme, no he querido vivir con nadie. Te lo voy a explicar: hay gente a la que le gusta mucho defender su interior... y esa soy yo.
XL. ¿Por eso dice que le gustan muy poco las entrevistas?
A.D. Eso lo decía antes porque era muy tímida. Ahora sigue habiendo algunas entrevistas que no me gustan nada. Esta sí me gusta, y no es por 'darte coba' [sonríe]. Tampoco lo paso muy bien en los actos públicos, que siguen sin gustarme.
XL. En su etapa como presidenta de la SGAE tuvo que acudir a muchos y cuenta que no lo pasó muy bien, que se sintió un poco 'Miss Cuenca'.
A.D. No era un cargo ejecutivo, estaba muy claro en los estatutos, pero yo pensé que podría proponer cosas... Y no. Recuerdo que Gutiérrez Aragón, que había sido el primer presidente, me decía: «A ti no te va a pasar lo mismo que a mí, porque a ti te quieren mucho». Pero me pasó: fui 'Miss Cuenca' [sonríe]. Después, a José Luis Borau le fue aún peor.
XL. A Borau le explotaron las denuncias sobre la gestión en la SGAE y usted defendió a Teddy Bautista.
A.D. Cuando pasó todo aquello, yo ya no estaba y me alegro.Este asunto todavía está sub iúdice y a mí no me gusta hacer juicios paralelos. Y, respecto a Teddy, él es muy trabajador y muy inteligente.
XL. Desde la barrera ya, ¿cómo contempla tantas instituciones tocadas por la corrupción?
A.D. Pues así: todo, patas arriba. Hay corrupción a todos los niveles: desde lo más pequeño a lo más grande. Unos malversan, otros defraudan, otros no pagan impuestos, otros piratean, otros se lo llevan calentito... La gente no ve mal la piratería, porque es lo que flota: el más listo no paga. Hay que recuperar los valores: VA-LO-RES.
XL. En su momento fue una mujer rompedora, se atrevió a cuestionar antes que otros una sociedad machista, llena de prejuicios que estaba anclada en...
A.D. No me anticipé a nada, viví lo que me tocaba vivir entonces, y con el tiempo ves que la sociedad sigue necesitada de muchas rupturas [sonríe].
XL. A principios de los ochenta, en Anillos de oro reflejó los problemas que planteaba el divorcio, recién estrenado en España...
A.D. Treinta años después, algunos de aquellos problemas sobre el divorcio o el aborto... siguen más vigentes que nunca. Tenemos un serio problema.
XL. ¿Cree que la Iglesia se ha abierto poco en estas cuestiones?
A.D. La Iglesia, no; algunos fulanitos de la Iglesia. Algunos se han olvidado de la doctrina, se han olvidado del fundador; al que usan y manipulan, pero al que no hacen ningún caso.
XL. Usted siempre ha defendido a Alberto Ruiz-Gallardón...
A.D. [Me interrumpe]. ¡Qué cambiazo!, ¿no? Claro que era muy defensora. Hemos tenido conversaciones muy largas y ahora no lo reconozco. Yo no creo que piense las cosas que dice a no ser que le hayan hecho un lavado de cerebro, y eso es muy difícil a ciertas edades. ¡Es la política!, yo quiero ser esto, yo quiero ser ministro... Él no era así.
XL. La crisis nos ha llevado a una regresión importante en el estado del bienestar.
A.D. Más que regresión, los entendidos dicen que estamos viviendo una involución, y eso es más peligroso y da más susto. Espero que sea un trayecto corto porque me preocupa ver que muchos jóvenes desconocen cuestiones de cultura general que antes las sabías sin necesidad de haberlas estudiado. María Dolores Pradera, con mucha gracia, lo define como «incultura general». Ahora, te dicen: «Es que yo no había nacido». Esto me desespera. Yo tampoco había nacido cuando las Termópilas, pero sé de qué se trata.
XL. Tienen razones para estar desmotivados: ven un futuro negro, a sus padres sin trabajo...
A.D. Pero antes, pese a todo, queríamos ser cualquier cosa: capitán de barco, ¡lo que se pudiera! Ahora no saben lo que quieren o no quieren ser nada concreto. ¿Qué vida van a tener si no quieren ser nada? Es muy preocupante porque eso, sobre todo, es ignorancia.
XL. Con lo poco que le gusta la prensa del corazón y las críticas que ha hecho a determinados programas, sorprendió verla una noche en Sálvame de luxe.
A.D. Fui porque me fiaba de Jorge Javier. Sabía que con él podía ir tranquila porque es muy buen amigo y muy fan. Cada uno habla de la feria según le va en ella y a mí Jorge Javier me ha demostrado que me respeta, me admira y me tiene cariño. De hecho, ya he ido dos veces a sus programas.
XL. Aun para dar caña, siempre habla tranquila, con sosiego...
A.D. Eso es solo una apariencia falsa provocada por la timidez de antaño [se ríe]. Continúo con muchas ganas de protestar por todo aquello que no me gusta, aunque no grite.
XL. ¿Qué futuro le ve a las movilizaciones de los 'indignados'?
A.D. Vamos a ver, vivimos con mucho entusiasmo la idea de la aldea global: estos han tomado la Puerta del Sol con pancartas y tiendas de campaña, y nosotros vamos a hacer lo mismo, y aquellos también van a hacer lo mismo... Y cuando ya están las plazas de muchas ciudades llenas de pancartas y de gente, ¿qué? ¿Es solo un testimonio? ¿Qué paso hay que dar ahora? Este asamblearismo no es democracia, es falta de formación. No quiero ser irrespetuosa con esta gente, pero ¿y ahora qué? Ya se ha testimoniado la protesta... ¿y?
XL. ¿Tendrían que dar el paso a la política?
A.D. Claro, pero luego tendríamos que saber a quién votamos, ¿no? Que ni siquiera lo sabemos ahora. ¡Qué decepción! Yo oía a la gente decir: «Vamos a votar al PP para castigar al PSOE». ¡Hombre, no! No se puede votar en contra, hay que votar porque confías; siempre a favor de lo que sea, de lo que te parezca mejor. Lo contrario es falta de cultura. Pero, pese a todo, soy estúpidamente optimista y, aunque seguramente haya mucha manipulación detrás de casi todo, estoy casi segura de que esto que ocurre tenía que pasar para poder seguir adelante.
XL. Un par de curiosidades de hemeroteca. Ha dicho: «Estoy loca, lo sé; y lo sé porque me conozco bien».
A.D. Ja, ja, ja, no recuerdo cuándo lo he dicho, pero es verdad; sí, sí, no hay más que verme.
XL. Tampoco se considera una mujer sociable; es más, dice ser bastante antipática.
A.D. Es que lo uno lleva a lo otro, ¿no? Me hubiera gustado mucho ser simpática de natural, pero cansa mucho.
XL. Amelia de la Torre, su segunda madre, le dijo un día: «No aprendas nada de la casa porque, cuando lo sepas hacer, te pedirán que lo hagas». Dicho lo cual sorprende que sepa y le guste hacer ganchillo y petit point.
A.D. Pues todo eso es verdad [se ríe]. Me he hecho manteles con puntilla gruesa y es un relax. Hacer este tipo de labores tiene también su parte creativa, estás pendiente de cambiar de hilo cuando tienes que hacer una florecita de otro color... Me distrae y me relaja mucho.
XL. Una última pregunta, ¿a usted quién la pone firme?
A.D. [Se lo piensa unos segundos]. Mmmmm, ¡pues no caigo! Creo que no ha nacido quien; y, si ha nacido, está muy calladito [sonríe].
Privadísimo
Nació en Buenos Aires el 21 de mayo de 1938. Es hija de Enrique Diosdado, actor y director, que al enviudar se volvió a casar con la actriz Amelia de la Torre, a quien Ana considera su madre.
De la mano de Margarita Xirgu, su madrina, trabajó en Mariana Pineda cuando solo tenía cinco años.
Estudió en el Liceo Francés y empezó Filosofía y Letras.
Con 24 años fue finalista del premio Planeta (En cualquier lugar, no importa cuándo, de 1962). Premio Mayte de Teatro, con Olvida los tambores.
En 1979 se casó en Lourdes con Carlos Larrañaga. En 1987 repitió boda en Toledo. Su matrimonio duró 20 años.



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