Era
lo suyo. Que Lluís Llach, la cabeza cubierta con su habitual gorrillo
marinero de lana, dirigiera el canto coral de Tossudaments alçats ante ...
Era lo suyo. Que Lluís Llach, la cabeza cubierta con su
habitual gorrillo marinero de lana, dirigiera el canto coral de
'Tossudaments alçats' ante las cerca de 80.000 personas que, a las dos
de la madrugada, tozudamente también, resistían tras más de seis horas
de concierto en las gradas del Camp Nou, era algo que estaba cantado.
Que María del Mar Bonet, La Elèctrica Dharma, Pep Sala o Fermín Muguruza
corearían las consignas independentistas del Camp Nou durante la
celebración del 'Concert per la llibertat', entraba también dentro de la
lógica del momento.
Pero que Dyango y Peret, habituales de las galas
veraniegas, de los especiales de Nochevieja y de nuestros domésticos
tresillos ornados con filigranas de ganchillo, abanderados de un modelo
de vida tan ochentero como plácido y nacional, 'salieran del armario' en
semejante ocasión, no estaba en el guión.
¿Peret? ¿Peret? ¿El del borriquito como tú, el patilludo
representante español en Eurovisión' 1974 con el 'Canta y sé feliz', uno
de los pilares patrios junto a Lola Flores y Manolo Escobar, mezclado
en esa ordalía de senyeras y esteladas? ¡No puede ser!
Al otro lado del teléfono, tras disfrutar de la preceptiva
siesta y acompañado de dos amigos gitanos con quienes entretiene la
tarde, Pere Pubill Anaya, Peret, se dispone a dejar las cosas claras,
sin levantar la voz y con una sonrisa de oreja a oreja. «De mi boca no
ha salido nunca la palabra independencia. Ni en ese concierto ni nunca.
Yo soy independiente, que es otra cosa. No pertenezco a ningún partido y
no confío en ningún político. Ellos nos han conducido a esta ruina»,
declara a modo de tarjeta de presentación.
¡Glubs! Tras mucho insistirle, Peret, que se crió en el
barrio de las putas en Mallorca, que ganó sus primeros duros como
vendedor de trajes en las Ramblas haciéndose pasar por italiano y que ha
toreado morlacos mucho mayores que éste, replica que fue invitado a
actuar en un «festival para cantar a la libertad». «Y también por el
derecho a decidir... y que cada cual decida lo que quiera. Si Cataluña o
Madrid quieren ser independientes, ¿quién soy yo para decirles que no?
¡El que me quiera encasillar a mí lo tiene claro! ¡Con la verdad -clama-
no van a poder conmigo!»
- Pero si ha convertido usted el estribillo
'Cataluña tiene poder' de 'Gitana hechicera' que cantó en el estadio en
el nuevo himno del país...
- Je, je. Cataluña tiene poder porque
allí, en el Camp Nou, estaba Cataluña. Pero yo he cantado también
'Sevilla tiene poder...' y 'Madrid tiene poder...'
- Por cierto, ese estribillo procede de su etapa
como pastor de la iglesia evangélica de Filadelfia... Entonces cantaba
'Jesucristo tiene poder'...
- Sí, sí.
«Orgulloso de ser charnego»
- En la película 'La piel quemada', de Josep
María Forn, que aborda la emigración y la llegada del turismo extranjero
a Cataluña, un vecino de Sitges, catalán de pura cepa, al ver a los
hijos de los 'paletas' granadinos dice 'estos niños serán más
catalanistas que yo'. ¿Cree que eso está pasando ahora en Cataluña?
- Algo hay. Soy tan andaluz como catalán y estoy muy
orgulloso de ser charnego. Cuando llegas a un país en el que puedes dar
de comer a tus hijos, hay que ser muy desagradecido para no quererlo.
-¿Se siente Peret un nacionalista catalán?
- Mire, he sido un español toda la vida. También he sido
catalán y gitano, y payo, y hasta un poco francés, de Marsella. Soy todo
eso. ¿Es que tengo que ser una sola cosa?
- Usted nació en Mataró, canta en catalán, vive en Barcelona, tiene la Cruz de Sant Jordi desde 1988... ¿Cataluña es su patria?
-¿Mi patria? Yo crecí en el barrio de las putas de Palma de
Mallorca y aprendí a respetarlas. Yo quiero llevar allí a mis
bisnietos. Soy gitano, vengo de un pueblo sin patria. Mi padre, sí. Mi
padre tenía alguna idea porque estuvo en la guerra y le metieron preso.
Pero él nunca me inculcó nada. No creo ni en política ni en religiones.
Tras la charla, uno tiene la sensación de que Peret no ha dejado jamás de vender trajes con su padre, al que llamaban el 'Mig amic' (el medio amigo),
porque en esas industrias de compra-venta uno no puede nunca tener
amigos verdaderos.
Un héroe por accidente
A Dyango, nombre artístico del cantante melódico Josep
Gómez i Romero, le han llegado a llamar estos días en Cataluña 'héroe
por accidente'. «Hasta me han felicitado por ser tan valiente», ha
declarado a este periódico.
Y todo por haber respondido con pasmosa sangre fría, con
'seny' diría él, a las preguntas de una periodista de 13TV, la cadena de
la Conferencia Episcopal Española, que le recriminaba, tras su 'surtida
de l'armari', haber cantado el 'Suspiros de España' y haber pronunciado
ese «roja y olé, por el norte y el sur» que podría interpretarse como
una traición. «Yo soy un artista, y un artista no puede sentir todo lo
que canta... Imagínese si yo tuviera que sentir todas las canciones de
amor que he cantado», dijo sobre tan abrumadora tarea. Acto seguido
añadió: «Yo me he sentido español durante toda mi vida. Pero ahora mismo
me siento más catalán que español y por eso voy a esa fiesta».
Aún rugía el temporal provocado por esas palabras cuando
Dyango decidió fotografiarse en el Palau Nacional de Montjuïc con una
estelada en las manos y la plaza de España al fondo. Pura 'dinamita pa'
los pollos' especializados en agravios. «Mire, soy catalán. Y creo que
este es el mejor momento de demostrarlo. Todo el mundo sabía que mi
sentimiento es para Convergencia Democrática de Cataluña y que siempre
les he votado. Pero nunca he sido militante, nunca había reflejado mis
intenciones de forma pública. ¿Una salida del armario? Sí, creo que sí.
Ésta es la ocasión idónea. Cuando terminé mi actuación con Pep Sala de
'Boig per tu' (Loco por ti) sentí una emoción enorme. Tenía lágrimas en
los ojos», recuerda.
Como en el caso de Peret («lo siento mucho por Dyango, le
aprecio, y me duele mucho lo que le han hecho», apunta el rey de la
rumba), el padre de Dyango hizo también la Guerra. «Luchó contra Franco
con los republicanos». Estuvo en el bando perdedor y fue hecho
prisionero. Dyango cuenta que la trompeta le salvó la vida. «Los
nacionalistas, los nacionales, no tenían banda e iban sumando a los
prisioneros que cogían. Mi padre era músico de profesión y tocaba la
trompeta, así que acabó en la banda de música. Yo nací en 1940, en plena
posguerra... y siempre me he sentido catalán. En casa, con los amigos,
hablaba catalán... pero en el colegio me enseñaban otro idioma y eso me
chocaba. Mi padre me hizo ver cómo eran las cosas en realidad y qué
significaba Cataluña. Durante muchos años, nuestros símbolos, como la
senyera, han estado ocultos», proclama el cantante.
Representante español en el Festival de la OTI en 1980 con
'Querer y Perder', Dyango ha llegado al público cantando en español.
«Soy puro sentimiento. Me siento raro con esta historia, la verdad. Como
si yo fuera el único... cuando solo he puesto mi granito de arena junto
a otros 60 artistas y miles de personas. Creo que esto no me pasará
factura. ¿Por qué? La gente sigue siendo buena, sean catalanes o
castellanos».
TÍTULO; LA SIESTA MUNDIAL,.
Los españoles nos enteramos hace unos días que el Gobierno nos prohibió la siesta hace más de medio año. Nosotros lo ignorábamos ...
Los españoles nos enteramos hace unos días que el Gobierno
nos prohibió la siesta hace más de medio año. Nosotros lo ignorábamos,
algunos incluso seguíamos durmiéndola de manera insensata y delincuente,
pero el semanario alemán 'Der Spiegel' nos ha dado la noticia en un
artículo poco dado a interpretaciones: «La siesta en España no ha
existido desde el otoño de 2012. Fue entonces cuando el Gobierno
español, bajo la presión de la troika del euro, la eliminó», explica el
texto, que plantea la medida de Rajoy como un remate de la iniciativa de
Zapatero, que en 2005 «eliminó la siesta de los funcionarios». Estas
afirmaciones sirven de base para una argumentación que se mete en
honduras, con planteamientos interesantes como que «el capitalismo
global está colonizando el sueño» o que asistimos a «una radicalización
de la ética de trabajo protestante», pero desde aquí lo leemos todo
desde el asombro y el mosqueo por el delirante punto de partida. Al
informar sobre la falsa muerte de un tópico, la siesta española, el
autor se ha cargado otro, la fiabilidad germánica.
La siesta es un cliché de nuestro país que fascina al
mundo. El concepto también se suele manejar desde dentro -ahí está
Fernando Sánchez Dragó con su mortífera definición de España como
«fiesta, siesta e Iniesta»-, pero su aparición parece casi inexcusable
en cuanto un extranjero, y más aún si se trata de un anglosajón o un
alemán, se pone a analizar lo que ocurre por debajo de los Pirineos. En
sus manifestaciones más graves, esta obsesión viene acompañada por otros
síntomas preocupantes, como las referencias a la paella, el flamenco o
las corridas de toros: el artículo de 'Der Spiegel', por cierto, está
ilustrado con una foto de dos mozos que dormitan en un banco de Pamplona
durante los sanfermines, con su traje blanco, su fajica, su pañuelo y
la cara protegida de la luz por sombreros, así que en el resumen gráfico
solo falta Iniesta asomando por la banda.
Y el caso es que los españoles no dormimos tanto la siesta.
«¡En absoluto! Eso es un mito que en estos momentos de la historia no
tiene ningún sentido. Desde luego, no es válido para las personas que
desempeñan un trabajo en los centros urbanos», plantea Ignacio Buqueras,
presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los
Horarios Españoles. Nuestros peculiares tiempos de trabajo, con un
paréntesis a mediodía más largo que en otros países, no tienen nada que
ver con nuestra supuesta costumbre de echar un sueñecito tras la comida:
«De hecho, los españoles acabamos durmiendo menos que la media europea
por culpa de esos horarios, con esta cultura presentista que nos obliga a
permanecer hasta muy tarde en el lugar de trabajo», puntualiza
Buqueras, que, aunque pueda sorprender a algunos, es un decidido
partidario de la siesta: «Siempre hemos aconsejado un descanso de diez o
quince minutos, una siesta 'light'. Cuando indicamos que para almorzar
bastan 45 minutos o una hora, contemplamos la posibilidad de esos cinco,
diez o doce minutos de descanso».
La estadística más reciente sobre la siesta en España fue
elaborada hace cuatro años por la Fundación de Educación para la Salud
(Fundadeps) junto a la asociación nacional de fabricantes de colchones, y
sus resultados sorprenderán a muchos prisioneros del tópico: solo el
16,2% de los españoles duerme la siesta a diario, frente a un 58,6% que
jamás pega ojo después de comer. El resto se reparte entre quienes se
conceden esa satisfacción de manera esporádica (22%) y quienes se
entregan a ella los fines de semana (3,2%). La comunidad con la
proporción más alta de siesta diaria es Murcia (21,2%), mientras que el
último puesto de esa tabla corresponde a Euskadi (12,2%), y siete de
cada diez amantes de la cabezadita optan por el sofá frente a la cama.
La siesta se ha convertido en «un mito que únicamente interesa para el
turismo», según el resumen de la presidenta de Fundadeps, María Sainz.
Resulta igualmente falso, desde luego, que sestear sea una
singularidad española. El descanso en medio de la jornada es costumbre
en buena parte de Hispanoamérica y Asia, y ahí están también el 'riposo'
italiano o el 'qailulah' musulmán, justificado mediante episodios
biográficos y citas del propio Profeta: «Dormir temprano por la mañana
delata ignorancia; en mitad del día, es correcto; al final del día, es
estúpido», dicen que dijo Mahoma. Pero, más allá de esa hermandad más o
menos meridional, en el propio mundo anglosajón abundan los partidarios
de esta práctica. Si la siesta fuese una disciplina deportiva, los
británicos habrían tenido un auténtico campeón en Winston Churchill,
portentoso dormilón que después de comer se quitaba la ropa, se acostaba
y se cascaba un sueño de un par de horas, para después darse un baño
como si afrontase una nueva mañana. Ni siquiera dudaba en hacer apología
de su manera de distribuir el tiempo: «No penséis que vais a trabajar
menos por dormir durante el día. Eso es una idea boba sostenida por
gente que no tiene imaginación: seréis capaces de hacer más cosas.
Consigues dos días en uno o, al menos, uno y medio». Entre los
presidentes de Estados Unidos, Kennedy no renunciaba a sus siestas de
tres cuartos de hora, también en la cama, aunque las grandes frases
sobre el asunto las dejó Ronald Reagan, hombre de proverbial somnolencia
y aún mayor sentido del humor: «Despiértenme de inmediato si sucede
algo importante en algún lugar del mundo, incluso si estoy en una
reunión del gabinete», bromeó una vez, y al dejar el puesto comentó que
su silla debería lucir una placa con la inscripción «Ronald Reagan
durmió aquí».
Institutos japoneses
Las encuestas demuestran esta condición global de la
siesta. Los investigadores del centro Pew pusieron en marcha un sondeo
para ver cuántos estadounidenses la habían dormido en las últimas 24
horas, y les salió un 34%. Otro estudio comparó la afición por el sueño
de sobremesa en diversos países, con unos resultados que seguramente
causaron consternación en 'Der Spiegel': en cabeza aparecía Alemania,
con un 22% de ciudadanos que hacían la siesta al menos tres veces a la
semana. Más allá de las cifras dispares de las estadísticas, cada cierto
tiempo aparecen noticias sobre la promoción de este hábito en diversos
lugares del planeta, como el descanso de quince minutos implantado a
primera hora de la tarde por los institutos japoneses, para que los
alumnos recuperen la lucidez mental, o la recomendación a los
controladores aéreos de Estados Unidos de que duerman 26 minutos a mitad
de la jornada.
La doctora Sara C. Mednick, de la Universidad de
California, es una de las activistas más destacadas en favor de la
siesta. Su libro 'Take A Nap' ('echate una siesta') se presenta como «el
plan científico para hacerte más inteligente, saludable y productivo» e
incluye un procedimiento para calcular, según los ciclos del sueño, el
momento y la duración del reposo ideal. «La más corta debería durar al
menos cinco minutos, y nunca se necesita más de hora y media», aclara a
este periódico la especialista, que sigue asombrándose ante la mala
prensa que tiene la siesta en buena parte del planeta: «Probablemente se
debe a la noción equivocada de que, mientras dormimos, la vida sigue
pasando y nos lo perdemos todo. La verdad es que, durante el sueño,
estamos consolidando las lecciones de la vida, de manera que al
despertar nos hemos colocado por delante de la gente que no ha dormido.
Yo creo que echar una cabezadita es una costumbre enraizada en muchas
personas de todo el mundo: es un sueño más breve que el de la noche,
pero aporta los mismos beneficios».
En la historia reciente de España hay ilustres partidarios
de las siestas extremas, por muy largas o por muy breves. El escritor
Camilo José Cela defendía la siesta «de pijama, padrenuestro y orinal»,
por considerarla «el yoga ibérico», mientras que Salvador Dalí había
adoptado un método monacal para limitar su reposo a una breve
desconexión: dormía con una llave o una cuchara metálica entre los
dedos, para que se le cayese nada más conciliar el sueño y despertarse
así con el ruido. Famosos como Carlos Sobera o Messi son practicantes
asiduos de la siesta. También existe, por cierto, la variante previa a
la comida, conocida como canóniga o siesta del carnero.
Un centro comercial de Madrid acogió en 2010 el primer (y
por ahora único) Campeonato Nacional de Siesta, que valoraba cuestiones
como dormirse el primero, aguantar más tiempo sin despertarse o roncar
más fuerte. El ganador, que recibió mil euros y un pijama dorado, fue
Pedro Alfonso Soria (en la foto de arriba). «Sus ronquidos de 70
decibelios marcaron la diferencia», explicó la organización.
TÍTULO: MIRA QUIEN HABLA,. ESPAÑA SIN EXTREMADURA NO SERIA NADA , PERO NO NOS LO CREEMOS,.
«España sin Extremadura no sería nada, pero no nos lo creemos»
TÍTULO: MIRA QUIEN HABLA,. ESPAÑA SIN EXTREMADURA NO SERIA NADA , PERO NO NOS LO CREEMOS,.
«España sin Extremadura no sería nada, pero no nos lo creemos»
A los 16 años, fue la empresaria más joven de España. Preside la asociación de casas rurales extremeñas. En esta entrevista se replantea su ...
Es la mediana de cinco hermanos y, asegura, eso la ha
preparado para la negociación. Desde niña le gusta convencer y hablar en
público, vender sus propias historias y eso la ha preparado para la
empresa. Con estos mimbres, a los 16 años monta una boutique con unas
socias y es designada por las cámaras de comercio Empresaria Más Joven
de España.
Desde entonces no ha parado: azafata de congresos,
figurante en películas, directora de una empresa de informática,
fundadora de una consultora de proyectos de desarrollo, propietaria del
hotel rural La Encarnación, el más pequeño de la región, presidenta de
la Federación de Turismo Rural de Extremadura, directora de la fundación
Cáceres Capital, miembro del Consejo de Turismo de Extremadura,
cofundadora de la primera organización de mujeres empresarias de
Extremadura, etcétera.
Es hija de Juan Bazaga, político independiente que llegó a
presidir la Junta Preautonómica, y hermana de Juan Bazaga, torero y
presentador de Canal Extremadura. Confiesa haber sufrido más crisis que
la actual y haberse reinventado varias veces.
-¿En este momento económico es posible reinventarse como empresaria?
-Ahora es difícil. Lo importante es conocer las reglas del
juego. En este momento estoy intentando averiguar cuáles son las reglas
del juego. Por primera vez empiezo a pensar si me merece la pena el
juego. Después de haber dado todo lo que he podido, ahora empiezo a
plantearme si merece la pena intentarlo de nuevo pensando en lo que
puede venir. No quiero desanimar a nadie. Soy partidaria de sacudirme el
polvo y de construirme una realidad con lo que me queda. Pero me estoy
dando cuenta de que las reglas del juego no están claras y si no tengo
un papel dentro de ellas, tampoco tiene mucho sentido. No sé si puedo
dar un salto a lo mejor a la política o a alguna cosa así que me
apetezca más como reto finalizando una actividad profesional o puede que
sea más recogimiento y menos exposición pública.
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