Soy un hombre bastante desconfiado, así que cuando escuché
en la radio que la Caja Provincial se hundía y que el Gobierno iba a
intervenirla, me dije «Rogelio, ya estás tardando en ir a sacar las
cuatro perras que te quedan». Y fui, y una rubia muy pizpireta me dijo
que nanai de la china, que el dinero de allí no se movía, que yo había
firmado no sé qué papeles donde lo ponía bien claro: mis ahorros seguían
siendo míos, pero no podía tocarlos hasta después de mi muerte.
Yo pensé que la rubia estaba de broma, y le expliqué que,
una vez muerto, los dineros ya no me servían para nada, pero la rubia no
se rió, y me dijo que la cosa era seria; luego me enseñó un papel con
mi firma: «Ve usted, éste es el contrato donde se explican las
condiciones.»
Entonces le pedí que me dejara hablar con Pedro, el
director de la oficina. A Pedro lo conocía desde que abrí la cuenta en
la Caja. Él estaba por entonces en la ventanilla y con el paso de los
años acabó de director. Pero la rubia me dijo que Pedro ya no trabajaba
allí, que lo habían despedido. Comprendí entonces mi delicada situación,
pero en lugar de estrujarle el pescuezo a la rubia (que era lo que me
pedía el cuerpo) decidí marcharme, coger el coche y dar una vuelta por
ahí. para meditar.
Me gusta conducir. Me relaja. Las mejores ideas de mi vida
me llegaron con un volante en las manos: comprar la vaquería, pelearme
con mi hermano, abandonar a mi mujer. A mis ochenta años sigo siendo un
buen conductor, aunque mis actuales circunstancias (me encuentro
retenido en una comisaría) den noticia de lo contrario.
Regresé a la Caja una semana después, lo hice sin ánimo de
trifulca, quería sencillamente ofrecerles una segunda oportunidad, una
rectificación. Pero la señorita rubia no se movió un milímetro de su
argumento: «¿Quiere que le enseñe de nuevo el contrato que usted mismo
firmó?». No, no hacía falta. Si no lo entendí al firmarlo tampoco iba a
entenderlo ahora. Una vez más abandoné meditabundo la oficina, subí al
coche y conduje en busca de una solución.
La solución se llamaba Ramón Ledesma y asociados, un
prestigioso bufete que me aconsejaron en la capital. Le exigí al
picapleitos que me expusiera con la mayor frialdad los detalles de la
asunto. Sin aceites ni vaselinas. Pronto la cosa estuvo clara: nunca
recuperaría mi dinero, y, en el mejor de los casos, sólo después de una
batalla judicial que podía durar años me devolverían parte de lo robado.
Créanme, a los ochenta años uno no tiene el cuerpo para pleitos. Quise
saber «aunque sólo sea por curiosidad» quién o quienes eran los
verdaderos artífices de aquella estafa. Después de trastear un rato en
el ordenador el hombre me mostró en la pantalla las fotos de al menos
quince personas. «Estos eran los principales directivos de la Caja».
- ¿Eran?, pregunté.
El hombre me explicó que ya no ejercían, que abandonaron
sus puestos cuando la Caja se fue a pique, pero que antes de marcharse
se aseguraron unas jubilaciones de varios millones de euros.
- Quince personas son muchas personas -le dije-, yo necesito un único culpable.
Le costó trabajo pero a la postré se decidió por el
presidente de la Caja. Me contó que se trataba de un cargo más bien
político, pero que puestos a buscar un único responsable, sin duda, él
era el principal.
Le pagué la consulta y me fui con el nombre del expresidente y su fotografía impresos en un papel.
El resto... en fin, ya lo leerán ustedes mañana en los
periódicos. Una desgracia, un golpe de mala suerte, un anciano decrépito
y senil que se salta un semáforo y atropella a un transeúnte.
Probablemente dirán que el anciano sufrió un vahído y perdió el control
del vehículo (eso, al menos, es lo que yo he contado a la policía).
¿El muerto? Bueno, un señor que hacía footing por los alrededores de su maravillosa mansión.
Escritor y poeta granadino. Entre sus novelas
negras destacan 'Un extraño lugar para morir' (2010), ambientada en San
Fermín, 'Un mal paso' (2011) y 'A pleno Sol' (2013). También ha
publicado el libro de relatos criminales La sombra de Caín (2013).
Soy un hombre bastante desconfiado, así que cuando escuché en la radio que la Caja Provincial se hundía y que el Gobierno iba a ...
TÍTULO; A QUEMARROPA, La banda sonora de Pablo Alborán
SOCIEDAD
La banda sonora de Pablo Alborán
«Mi madre, para dormirme cuando era
un bebé, solía cantarme 'La Vie en Rose'. También me la cantaba mi
abuelo más tarde, cuando venía a buscarme al colegio»
'BAILANDO CON LOBOS' (BSO)
1«La banda sonora original de la película 'Bailando con
Lobos', de John Barry, fue una de las primeras cosas que yo escuché
siendo pequeñito. Recuerdo perfectamente cómo me encerraba en la
habitación, ponía la cinta VHS y la veíamos mi hermano y yo juntos una y
otra vez. Cada vez que la escucho me lleva a esa infancia musical tan
ecléctica, ¡en la que pasaba del flamenco a la música clásica en un
suspiro!».
'BOLERO A MARCOS' (VICENTE AMIGO)
2«Vicente Amigo siempre ha sido para mí un referente en el
flamenco. Él fue uno de los responsables de que yo empezara a recibir
clases de guitarra. Me entusiasmaba ver cómo el flamenco se
transformaba... Algunas de sus obras me enseñaron a entender este tipo
de música como algo menos intransferible y empecé a fusionarlo con otros
géneros y otros instrumentos, como hacía Vicente o el maestro Paco de
Lucía. Además, recuerdo perfectamente cómo me encerraba en el estudio
'casero' intentando sacar cada una de sus canciones. Me resultó
imposible siempre».
'LÁGRIMA' (DULCE PONTES)
3«Fue la primera artista que vi en directo. Además,
recuerdo perfectamente el momento en que me guiñó un ojo durante el
concierto. Era el único niño de 3 años escuchando fado en el teatro
Cervantes de Málaga. Me acuerdo como si fuera ayer: ¡Me acerqué al
escenario, escapándome de mi butaca para acercarme un poco más a ella
con hambre de escenario! Curiosamente, el fado ha vuelto hace poco a mi
vida de la mano de Carminho. Pude hacer una colaboración con ella
cantando 'Perdóname', y las veces que he vuelto a Portugal siempre he
recordado ese guiño de ojo de Dulce Pontes, como si fuera una especie de
señal o conjuro para el futuro».
'LA VIE EN ROSE' (EDITH PIAF)
4«Es la canción que me cantaba mi madre para dormirme
cuando era bebé. Cuando ya era un poquito más mayor, recuerdo que mi
abuelo también me la cantaba cuando venía a buscarme al colegio. Desde
el asiento de atrás del coche, le escuchaba silbar esta canción y ahora
que la canto en mis directos, me emociono como si mi abuelo estuviera
conmigo. Es curioso cómo una canción te puede trasladar a años atrás».
'SAUDADES DO BRASIL EM PORTUGAL' (AMALIA E VINICIUS DE MORAES)
5«Siempre he sido amante de la bossa-nova y del fado. Esta
canción fue una de las primeras que aprendí en Portugal, es una especie
de bossa-nova llevada al fado que consigue emocionarme como el primer
día que la escuché. Me resulta curioso ver la cantidad de similitudes
que hay entre el fado y el flamenco, por ejemplo. Es uno de esoas temas
que me permiten improvisar, jugar con las cadencias. Una canción que me
recuerda que la música es infinita y libre».
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