Les
enseñan a ser solidarios, a controlar sus adicciones, a manejar un
escándalo o a hablar con la prensa. Una legión de asesores alecciona ...
No resulta fácil ser una estrella. El talento y la belleza
suelen venir de serie, pero el resto –el sentido común, la discreción,
la imagen intachable...– es puro aprendizaje. Y como nadie nace
sabiendo y ningún manual explica cómo triunfar en Hollywood y
sobrevivir al intento, los actores se rodean de expertos que les enseñan
a gestionar cada aspecto de sus vidas y sus carreras. Son los “coach” y
los hay para todos los gustos. Mientras unos asesoran a sus clientes
sobre cómo convertirse en respetables filántropos de la noche a la
mañana, otros gestionan los escándalos y crisis personales en los que se
han metido. Hay quienes, incluso, se encargan de que sus clientes más
díscolos no caigan de nuevo en sus viejas adicciones, oficialmente
superadas. Todo ello, naturalmente, previo pago de sus nada módicas
tarifas. Descubramos al séquito más profesional de las estrellas.
Un día más sin beber
El “sobriety coach” se asegura de que el exalcohólico no pruebe el whisky que esconde en el cuarto de baño, de que el excocainómano no llame a su camello o de que el depresivo no cometa una locura. A menudo, estos profesionales están a sueldo de los estudios de cine, para asegurarse de que la estrella de turno no pierda el norte durante un rodaje, poniendo en peligro la película. Son una alternativa a los centros de rehabilitación y, si es necesario, están a la vera de sus clientes 24 horas al día a cambio de una minuta de entre 600 y 1.200 € diarios. Dicen que, a Owen Wilson, el suyo le salvó la vida en 2006, después de que intentara suicidarse. Doug Caine, un exadicto él también, es el fundador de Sober Champion, una empresa especializada en mantener a raya las tendencias autodestructivas de sus clientes. Otro profesional de este ramo es Ronnie Kaplan, un antiguo guardaespaldas de famosos que ahora se dedica a velar por la salud de su clientela vip. Aunque la lista de usuarios es, claro está, confidencial, es vox populi que famosos como Lindsay Lohan y Charlie Sheen han contratado los servicios de uno de estos ángeles de la sobriedad para mantenerse “limpios”.
Gestión de crisis
Minimizar los daños. Ese es el trabajo de un publicista cuando una estrella es arrestada, se pelea con un fotógrafo o sale del armario. Es la especialidad de Howard Bragman, que asesoró a Ricky Martin y que ayudó a Chaz Bono, hijo de Cher, a anunciar al mundo su cambio de sexo. También trabajó para Oksana Grigorieva, ex de Mel Gibson, tras el sonado episodio de violencia doméstica de ambos. A Allan Mayer se le conoce en Hollywood como “Mr. Fix-it”, (“señor arréglalo”). Él resolvió el entuerto cuando, en 1997, Halle Berry sufrió un accidente de tráfico y se marchó precipitadamente del lugar de los hechos. Estos “coach” se encargan de controlar el impacto de un escándalo, de escribir comunicados en tono de mea culpa o de gestionar la entrevista en el que la estrella caída en desgracia expiará sus pecados.
Solidaridad aprendida
Ninguna estrella puede permitirse el lujo de vivir sin una causa solidaria en su currículum. Hay algunos que la encuentran por sí mismos, como George Clooney y su compromiso con Darfur o Leonardo DiCaprio y su cruzada ecologista... Pero también hay “celebrities” que necesitan un cicerone. A eso se dedica Trevor Neilson, un profesional de 40 años, exbecario de Bill Clinton, exasesor de Barack Obama y exdirector de proyectos de la Fundación Gates. Fue él quien, maquinando una sofisticada encerrona, presentó a Bono, cantante de U2, y al que entonces era su jefe, Bill Gates. Desde entonces, el cantante y el dueño de Microsoft luchan juntos contra el sida en África. También obró la metamorfosis de Angelina Jolie, haciendo que pasara de díscola estrella de Hollywood a embajadora de los refugiados a través de ACNUR. Sus gestiones hicieron posible que Jolie y su marido, Brad Pitt, cobraran 14 millones de dólares por las primeras fotografías de sus gemelos, y que las donaran, automáticamente, a causas humanitarias. En 2007, Neilson fundó una asesoría centrada en la solidaridad, Global Philanthropy Group. En su selecta lista de clientes figuran Shakira, Rihanna, Demi Moore o Ashton Kutcher. ¿Su minuta? Entre 110.000 y 150.000 € al año.
Comunicación 2.0.
Una entrevista puede ser un calvario para las estrellas tímidas, reservadas o directamente hurañas. Para eso está el “media training”, en el que los actores practican preguntas y respuestas con su “coach”, aprenden a mostrar su cara más amable y a esquivar cuestiones peliagudas con elegancia. Gayl Murphy, que tras entrevistar a cientos de actores escribió un libro sobre cómo enfrentarse a los periodistas, se dedica a hacer del actor insípido una persona con humor, ingenio y hasta carisma. Su fórmula: respuestas cortas y mucho lenguaje corporal. A Ruth Sherman, en cambio, la contratan los estudios para asegurarse de que el actor sabe cómo vender su película. Los necesitan, sobre todo, los recién llegados a Hollywood, poco acostumbrados a la prensa. ¿Y quiénes son? Eso es “top secret”. Nadie quiere admitir que lo que dice en las entrevistas también es parte de un guión.
Una vida en el buen camino
No es un psicoterapeuta y tampoco un consejero espiritual, pero escucha, aconseja y ayuda a buscar soluciones a los problemas de las estrellas. Son los llamados “life coach”, y cada vez más “celebrities” tienen uno en nómina. Su trabajo consiste en identificar los objetivos profesionales y personales de sus ilustres clientes y ayudarles a conseguirlos de la forma más eficiente posible. La actriz Bryce Dallas Howard se apoya en la suya, Sherri Ziff, cuando tiene que tomar una decisión importante. Se ha dicho que Jennifer Aniston también cuenta con una y que a Eva Mendes la suya le ayudó a encajar los estragos que la fama hizo en su vida. Hugh Jackman, en cambio, confía en Tony Robbins, un gurú de la autoayuda que le enseñó a superar sus fobias delante de la cámara. Incluso el expresidente Bill Clinton ha hablado de las muchas ventajas que tiene poner un “life coach” en tu vida. Y es que no solo las estrellas contratan sus servicios. Empresarios, ejecutivos y personas pudientes en general empiezan a sustituir al psicoterapeuta de toda la vida por el “coach”. Es una denominación menos estigmatizada y, desde luego, más “trendy”.
A la caza del Oscar
Antes de empezar a rodar, Leonardo DiCaprio llama a Larry Moss. Fue su profesor de interpretación, y sigue ayudándole a preparar sus personajes. No es el único. A Will Smith le asesora su “acting coach” Aaron Speiser, toda una leyenda en Hollywood. Jennifer Aniston trabaja con Leigh Kilton Smith; Brad Pitt y Charlize Theron se reparten a Ivana Chubbuck y Michelle Danner ha ayudado a Penélope Cruz y a James Franco a encontrar el tono de algunos personajes. A veces, las estrellas pagan las clases de su bolsillo; otras, es el estudio quien se hace cargo de la factura. En cualquier caso, es dinero bien empleado. Cuando Hilary Swank ganó su Oscar por “Boys don’t cry” se acordó del suyo. “Gracias a Larry Moss, mi “acting coach”. Sin ti jamás podría haber realizado esta interpretación”. También Nicole Kidman dio las gracias, estatuilla en mano, a su asesora de interpretación, Susan Batson, por ayudarla a preparar su papel en “Las horas”.
En forma
Machacarse en el gimnasio es a menudo imprescindible para entrar en los modelitos de las alfombras rojas. Para dirigir su entrenamiento y mantener su moral, están los “personal coach”. Madonna y Gwyneth Paltrow compartían a su “personal trainer”, Tracy Anderson, antes de pelearse; Rihanna, Halle Berry o Lady Gaga le deben sus cuerpos fibrosos a Harley Pasternak, y Ramona Braganza ha entrenado a Jessica Alba, Anne Hathaway o Kate Beckinsale. Diseñan un plan de ejercicios personalizado, vigilan sus dietas, les motivan y, si hace falta, corren la maratón a su lado. Pueden cobrar hasta 400 € por sesión. n
Un día más sin beber
El “sobriety coach” se asegura de que el exalcohólico no pruebe el whisky que esconde en el cuarto de baño, de que el excocainómano no llame a su camello o de que el depresivo no cometa una locura. A menudo, estos profesionales están a sueldo de los estudios de cine, para asegurarse de que la estrella de turno no pierda el norte durante un rodaje, poniendo en peligro la película. Son una alternativa a los centros de rehabilitación y, si es necesario, están a la vera de sus clientes 24 horas al día a cambio de una minuta de entre 600 y 1.200 € diarios. Dicen que, a Owen Wilson, el suyo le salvó la vida en 2006, después de que intentara suicidarse. Doug Caine, un exadicto él también, es el fundador de Sober Champion, una empresa especializada en mantener a raya las tendencias autodestructivas de sus clientes. Otro profesional de este ramo es Ronnie Kaplan, un antiguo guardaespaldas de famosos que ahora se dedica a velar por la salud de su clientela vip. Aunque la lista de usuarios es, claro está, confidencial, es vox populi que famosos como Lindsay Lohan y Charlie Sheen han contratado los servicios de uno de estos ángeles de la sobriedad para mantenerse “limpios”.
Gestión de crisis
Minimizar los daños. Ese es el trabajo de un publicista cuando una estrella es arrestada, se pelea con un fotógrafo o sale del armario. Es la especialidad de Howard Bragman, que asesoró a Ricky Martin y que ayudó a Chaz Bono, hijo de Cher, a anunciar al mundo su cambio de sexo. También trabajó para Oksana Grigorieva, ex de Mel Gibson, tras el sonado episodio de violencia doméstica de ambos. A Allan Mayer se le conoce en Hollywood como “Mr. Fix-it”, (“señor arréglalo”). Él resolvió el entuerto cuando, en 1997, Halle Berry sufrió un accidente de tráfico y se marchó precipitadamente del lugar de los hechos. Estos “coach” se encargan de controlar el impacto de un escándalo, de escribir comunicados en tono de mea culpa o de gestionar la entrevista en el que la estrella caída en desgracia expiará sus pecados.
Solidaridad aprendida
Ninguna estrella puede permitirse el lujo de vivir sin una causa solidaria en su currículum. Hay algunos que la encuentran por sí mismos, como George Clooney y su compromiso con Darfur o Leonardo DiCaprio y su cruzada ecologista... Pero también hay “celebrities” que necesitan un cicerone. A eso se dedica Trevor Neilson, un profesional de 40 años, exbecario de Bill Clinton, exasesor de Barack Obama y exdirector de proyectos de la Fundación Gates. Fue él quien, maquinando una sofisticada encerrona, presentó a Bono, cantante de U2, y al que entonces era su jefe, Bill Gates. Desde entonces, el cantante y el dueño de Microsoft luchan juntos contra el sida en África. También obró la metamorfosis de Angelina Jolie, haciendo que pasara de díscola estrella de Hollywood a embajadora de los refugiados a través de ACNUR. Sus gestiones hicieron posible que Jolie y su marido, Brad Pitt, cobraran 14 millones de dólares por las primeras fotografías de sus gemelos, y que las donaran, automáticamente, a causas humanitarias. En 2007, Neilson fundó una asesoría centrada en la solidaridad, Global Philanthropy Group. En su selecta lista de clientes figuran Shakira, Rihanna, Demi Moore o Ashton Kutcher. ¿Su minuta? Entre 110.000 y 150.000 € al año.
Comunicación 2.0.
Una entrevista puede ser un calvario para las estrellas tímidas, reservadas o directamente hurañas. Para eso está el “media training”, en el que los actores practican preguntas y respuestas con su “coach”, aprenden a mostrar su cara más amable y a esquivar cuestiones peliagudas con elegancia. Gayl Murphy, que tras entrevistar a cientos de actores escribió un libro sobre cómo enfrentarse a los periodistas, se dedica a hacer del actor insípido una persona con humor, ingenio y hasta carisma. Su fórmula: respuestas cortas y mucho lenguaje corporal. A Ruth Sherman, en cambio, la contratan los estudios para asegurarse de que el actor sabe cómo vender su película. Los necesitan, sobre todo, los recién llegados a Hollywood, poco acostumbrados a la prensa. ¿Y quiénes son? Eso es “top secret”. Nadie quiere admitir que lo que dice en las entrevistas también es parte de un guión.
Una vida en el buen camino
No es un psicoterapeuta y tampoco un consejero espiritual, pero escucha, aconseja y ayuda a buscar soluciones a los problemas de las estrellas. Son los llamados “life coach”, y cada vez más “celebrities” tienen uno en nómina. Su trabajo consiste en identificar los objetivos profesionales y personales de sus ilustres clientes y ayudarles a conseguirlos de la forma más eficiente posible. La actriz Bryce Dallas Howard se apoya en la suya, Sherri Ziff, cuando tiene que tomar una decisión importante. Se ha dicho que Jennifer Aniston también cuenta con una y que a Eva Mendes la suya le ayudó a encajar los estragos que la fama hizo en su vida. Hugh Jackman, en cambio, confía en Tony Robbins, un gurú de la autoayuda que le enseñó a superar sus fobias delante de la cámara. Incluso el expresidente Bill Clinton ha hablado de las muchas ventajas que tiene poner un “life coach” en tu vida. Y es que no solo las estrellas contratan sus servicios. Empresarios, ejecutivos y personas pudientes en general empiezan a sustituir al psicoterapeuta de toda la vida por el “coach”. Es una denominación menos estigmatizada y, desde luego, más “trendy”.
A la caza del Oscar
Antes de empezar a rodar, Leonardo DiCaprio llama a Larry Moss. Fue su profesor de interpretación, y sigue ayudándole a preparar sus personajes. No es el único. A Will Smith le asesora su “acting coach” Aaron Speiser, toda una leyenda en Hollywood. Jennifer Aniston trabaja con Leigh Kilton Smith; Brad Pitt y Charlize Theron se reparten a Ivana Chubbuck y Michelle Danner ha ayudado a Penélope Cruz y a James Franco a encontrar el tono de algunos personajes. A veces, las estrellas pagan las clases de su bolsillo; otras, es el estudio quien se hace cargo de la factura. En cualquier caso, es dinero bien empleado. Cuando Hilary Swank ganó su Oscar por “Boys don’t cry” se acordó del suyo. “Gracias a Larry Moss, mi “acting coach”. Sin ti jamás podría haber realizado esta interpretación”. También Nicole Kidman dio las gracias, estatuilla en mano, a su asesora de interpretación, Susan Batson, por ayudarla a preparar su papel en “Las horas”.
En forma
Machacarse en el gimnasio es a menudo imprescindible para entrar en los modelitos de las alfombras rojas. Para dirigir su entrenamiento y mantener su moral, están los “personal coach”. Madonna y Gwyneth Paltrow compartían a su “personal trainer”, Tracy Anderson, antes de pelearse; Rihanna, Halle Berry o Lady Gaga le deben sus cuerpos fibrosos a Harley Pasternak, y Ramona Braganza ha entrenado a Jessica Alba, Anne Hathaway o Kate Beckinsale. Diseñan un plan de ejercicios personalizado, vigilan sus dietas, les motivan y, si hace falta, corren la maratón a su lado. Pueden cobrar hasta 400 € por sesión. n
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