miércoles, 3 de julio de 2013

MUERE LA HIJA DE PIERCE BROSNAN,./ LE QUITAN UN DEDO A CONTADOR,.

TÍTULO;  MUERE LA HIJA DE PIERCE BROSNAN

TeleCinco.es
  1. Muere la hija de Pierce Brosnan tras una larga lucha contra el cáncer

    Charlotte Emily, hija del actor Pierce Brosnan, ha fallecido tras una lucha de tres años contra el cáncer de ovarios, según ha publicado la ...
    Charlotte Emily, hija del actor Pierce Brosnan, ha fallecido tras una lucha de tres años contra el cáncer de ovarios, según ha publicado la edición digital de la revista especializada People.
    "El 28 de junio a las 2 de la tarde mi querida hija Charlotte Emily pasó a la vida eterna, tras fallecer a causa de un cáncer de ovarios", explicó a la publicación el intérprete, de 60 años. "Estuvo acompañada por su marido, Alex, sus hijos, Isabella y Lucas, y sus hermanos Christopher y Sean", agregó.
    "Charlotte luchó contra el cáncer con elegancia y humanidad, coraje y dignidad. Nuestros corazones lloran la pérdida de nuestra preciosa hija. Rezamos por ella y porque se tenga a mano pronto la cura frente a esta maldita enfermedad", sostuvo el protagonista de varias películas de la saga James Bond. Charlotte falleció en Londres a los 41 años.
    La madre de Charlotte, Cassandra Harris, también murió de complicaciones de un cáncer de ovarios en 1991, cuando estaba casada con Brosnan. Cassandra Harris, siendo una adolescente, perdió a su madre por culpa de la misma enfermedad.
    Brosnan está casado desde 1999 con la periodista Keely Shaye Smith, a quien conoció durante un acto benéfico y con la que tiene dos hijos, Dylan y Paris. El actor tuvo un hijo natural con Cassandra Harris, Sean, y adoptó a los dos que tuvo la mujer (Christopher y Charlotte) con su anterior pareja, Dermot Harris, fallecido en 1986.
     
     TÍTULO; LE  QUITAN UN DEDO A CONTADOR,.
    BikeZona
    1. Le quitan un dedo a Contador

      Cierra las pantallas y abre los ojos. Ya casi nadie mira directamente a la cara de los ciclistas. Cada vez más aficionados, que esperan horas al ...
       
      Cierra las pantallas y abre los ojos. Ya casi nadie mira directamente a la cara de los ciclistas. Cada vez más aficionados, que esperan horas al sol atornillados a las vallas, sacan sus cámaras digitales, sus móviles o sus tabletas para capturar imágenes de ese suspiro que es el Tour en movimiento. Tienen a los corredores ahí y no los ven. No usan los ojos; prefieren las pantallas. El mundo virtual del plasma. Inodoro, insípido. Pero no indoloro.
      Ayer, en una de las primeras curvas de la contrarreloj por equipos de Niza (25 kilómetros), un espectador alargó la mano sobre la valla. Quería una foto. Se arrimó. Con los ojos ciegos, solo pendientes de la máquina. La hilera de nueve corredores del Saxo se ciñó al giro. Lo afiló. Y Benjamín Noval, el gregario íntimo de Contador, notó un impacto en la mano izquierda. Golpe contra la imprudente cámara. El dedo índice zurdo machacado. Quemaba. Goteaba sangre. «Creo que lo tengo roto», dijo luego. Solo tiene un ligamento desgarrado. Pero le clavaba una punzada en cada bache. Por eso se descolgó enseguida. Uno menos. El Saxo de Contador apenas cedió seis segundos ante el Sky de Froome. Poco, y pudo ser menos con Noval. Culpa del ojo digital de un espectador de vista corta. Cuando ese aficionado abrió los ojos, vio sangre en su cámara. La foto innecesaria. La realidad pixelada.
      La realidad, a secas, fue otra. El buque insignia del ciclismo australiano, el Orica, puso su bandera sobre la etapa más veloz en cien años de Tour: rodaron a 57,841 kilómetros por hora. Trituraron la plusmarca anterior: la del Garmin en 2011 (55,645). Les ayudó el viento de cola y su formación en la vieja escuela del velódromo antípoda: el viejo O'Grady y Meyer fueron campeones del mundo de persecución; Lancaster tiene el oro olímpico; Goos e Impey son guepardos del 'sprint', y Gerrans, el ganador el lunes en Bastia, el nuevo líder de este Tour, vale para todo. Hasta para guiar a su compañeros por el Paseo de los Ingleses, en Niza, en la Riviera francesa, donde vive. A un segundo quedó el Omega de Tony Martin, que llevó a su equipo en hombros. A tres segundos entró el Sky de Froome, lastrado por la cadera dolorida de Thomas, pero contento por la luz que emite Froome. «Está mejor que en todo el año. Más concentrado y fuerte. Decidido a ir a por el Tour», avisa su gregario David López.
      Pero ayer apenas le quitó 6 segundos a Contador. Sin Noval. «Perder tiempo nunca es bueno», dijo el madrileño, aún con la pierna izquierda fatigada por la caída del primer día. «Pero estoy contento», sonrió. Ese tiempo son 20 metros en un puerto. El descoche de una arrancada. Froome y Contador siguen empatados. Y cerca andan Valverde y Quintana (el Movistar fue séptimo, a 20 segundos del Orica, a 16 de Froome), Evans (26) y 'Purito' (el Katusha cedió 28). Más perdieron Pinot (42 segundos), Voeckler (1.13) y el Euskaltel (1.24), perjudicado por la caída de Nieve. «Lo podíamos haber hecho mejor sin ese accidente», se consoló Igor Antón, cada vez más cerca de los Pirineos. Del duelo entre Froome y Contador.
      Una crono para la televisión
      Niza, como se esperaba, no descifró este Tour. La contrarreloj por equipos estaba diseñada para el escaparate televisivo. Plana. Sencilla. Sin técnica. El Tour quería mostrar su postal. Las fachadas rosas de Niza, sus hoteles 'belle époque', su infinita playa de piedra pulida. Aquí vive todo el año la luz que hechizó a Matisse, el pintor que tanto temía quedarse ciego. Así, sin ojos, se mira ahora el ciclismo. A través de las pantallas. Y la epidemia va a más. No hace tanto bastaba con mirar para ver a los ciclistas. De ese pasado reciente vienen Simon Gerrans y Stuart O'Grady, los guías del equipo Orica. Los dos eligieron Niza para ser ciclistas en Europa. Gerrans, el líder del Tour, sigue los pasos del cuarentón O'Grady, líder también en la edición de 1998. Se vistió de amarillo mientras la Policía esposaba a Roussel, patrón del Festina. Día teñido de escándalo.
      Tipos como O'Grady han creado el espíritu australiano. Emigrantes. Colonos. De biografía kamicaze. A por todas. O'Grady llegó a París sin nada. Se alojó en el 'Albergue de la Pirámide' y salió a ser ciclista.
      A finales del siglo XVIII la aristocracia londinense, harta de la bruma, descubrió Niza. De ahí el nombre de la avenida donde acabó la etapa: El Paseo de los Ingleses. Y se esperaba una victoria 'local', la del equipo británico Sky. Pero hace tiempo que Niza es una colonia de ciclistas australianos como Gerrans y O'Grady. Se abrazaron en el podio.
      Abajo, les esperaba feliz Garikoitz Atxa, el chófer guipuzcoano del autobús del Orica que se quedó anclado en la meta de Bastia. Guillotinado por aquel pórtico digital. A su lado, las cámaras miraban la escena. Pantallas como la que machacó el dedo de Noval. Seis segundos. Un dedo. Froome y Contador separados por eso, apenas un dedo.
       

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