miércoles, 30 de mayo de 2012

ENTREVISTA | Alex Txikon, DEPORTE DE LA MONTAÑA.

Nadie podía imaginar tener un final tan trágico"

Alex Txikon recibió hace unos días el alta en el Hospital Maz de Zaragoza, donde ha estado dos veces ingresado por las congelaciones que sufrió en el Hidden Peak... Una expedición trágica en la que murieron tres compañeros.

Cómo ve ahora la expedición invernal al Hidden Peak?

Aún me hago muchas preguntas... Hay días que no me creo la gran tragedia que he vivido.
(Desaparecieron tres compañeros: el austriaco Gerfried Göschl­, el suizo Cédric Larcher y el pakistaní Nissar Hussein).

Cuando pasa un accidente así es que hubo equivocaciones. ¿Cuáles fueron?

Coincidimos dos equipos con un objetivo: ser los primeros en escalar el Hidden Peak en invierno. Había un equipo polaco que se planteaba la ruta normal, y luego nuestra expedición, que era internacional, que queríamos abrir una ruta nueva. Los polacos hicieron cumbre por la cara norte el día 9 de marzo con un trabajo perfecto. Nuestro equipo iba por la ruta sudoeste abriendo una pared helada que exigía mucho esfuerzo. Era más comprometida, no admitía el más mínimo fallo, y estaba más expuesta al viento. El trabajo estuvo equilibrado, pero podrían haberse hecho las cosas mejor. No se acertó en el ataque a cumbre, aunque ahora es fácil decirlo. Yo desde el principio no lo vi claro y traté de convencer a mis compañeros, algo que no logré. Pero ninguno imaginábamos un final así

¿Faltó coordinación entre el equipo español, formado por Carlos Suárez y usted, y el encabezado por Gerfield?

Faltó algo... Gerfield iba a hacer un documental para la tele austriaca y nosotros no llegamos a un acuerdo en ese punto, pero sin mal rollo. Ellos subían cinco y empleaban más tiempo para filmar; nosotros sólo éramos dos. No era lo ideal. Gerfield llegaba a las reuniones ya con todo decidido. Y eso no es bueno. Yo estoy acostumbrado a las expediciones de Al Filo, en las que se fomentaba la opinión de la gente. Gerfield se obsesionaba. En el primer intento a la cima nos bajamos y no pasó nada. Y en el definitivo, todos estábamos muy fuertes, pero cometimos errores y se pagaron caros.

Comparando esta expedición con la del año pasado, en la que no se hizo cumbre pero hubo satisfacción, el resultado ha sido desolador, ¿no?

Sí. Queda poner nombre a la ruta, hacer la graduación. Creo que a Gerfield le vino grande el proyecto y quizá se sintió presionado. Es mi lectura a posteriori. En el grupo no discutimos y el trabajo se hizo igual que siempre. El ambiente fue muy bueno. Pero, al final, todo eso pesó. Por fortuna, en el momento clave tomé buenas decisiones. Traté de convencerles, pero no lo logré... Y todo fue a peor.

¿Cómo valora el trabajo que hicieron Carlos y usted en condiciones tan duras?

Muy bueno. La primera vez que subí fijé 500 metros de cuerda. La siguiente, Carlos equipó uno de los largos más difíciles. Es posible que se le notara la falta de chispa en una montaña tan alta y en invierno. Creo que la última vez estuvo en el K2 con Carlos Soria hace ya diez años, pero lo dio todo. Y me quedo con la última vez que subimos los dos, en la que equipamos un par de largos muy complicados. A Carlos no se le puede exigir más. Se le hizo duro incluso el campo base, donde más de 20 días dormimos con temperaturas por debajo de 34 grados bajo cero, y en el resto en torno a 30.

¿Cómo resumiría su experiencia en el Karakorum de estos dos inviernos?

Tengo mejor técnica y más experiencia y eso te hace afinar incluso en detalles que aquí pueden parecer tontos, pero que allí te pueden salvar la vida.

¿A nivel psicológico es muy distinto un ochomil invernal que en verano?

Completamente. Se puede trabajar hasta los seis mil y pico metros, pero a partir de 6.800 sales para arriba y ahí no puedes cometer un error, porque eres muy vulnerable.

¿No se siente como en esas películas del Oeste en las que el pistolero sobrevive, pero una bala le atravesó el sombrero?

Quiero pensar que perdimos a tres amigos que murieron por hacer aquello en lo que creían. Amaban la montaña. Aún no sabemos qué les pasó Los últimos días del campo base no dejé de preguntarme: ¿Por qué no llamaron por el walkie? ¿Llegaron a la cima y se pusieron a bajar por la otra vertiente, o no llegaron a pisarla? ¿Por qué no se dieron la vuelta, por qué no me hicieron caso?

El pakistaní Nissar era su amigo...

Lo pasé muy mal cuando subí al helicóptero, giré la cabeza y dejé de ver la montaña. Sentí un dolor tremendo porque en ese momento perdía toda esperanza de volver a ver a mis amigos. Siempre te queda un pequeño rincón en el que deseas que suceda lo improbable. Por ejemplo, habían pasado doce días, pero yo dejaba una luz encendida para que se orientaran. Al bajar del helicóptero me fui a ver a los padres de Nissar. Nunca vi tanto dolor en una familia. Estuve cuatro horas con ellos y las dos primeras ni su padre ni sus hermanos levantaron la vista, se cubrían la cara con las manos y lloraban...

El Señor José María de La Tienda Chica de Castuera opina al leer esta entrevista que siente pena por lo ocurrido en el gran deporte de la montaña que es muy peligroso para los montañeros, por el frió las caídas, etc.

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