Al día siguiente dedicamos la mañana a visitar el gran Bazar . Hace siglos que se constituyó como el centro mercantil de la ciudad y ha ido creciendo junto con ella hasta tener en la actualidad más de 4000 tiendas y kilómteros de pasillos. Aunque de su origen apenas queda nada, puesto que fue arrasado por el fuego y los terremotos, el mercado nació a partir de un "bedesten" de mampostería al que los comerciantes fueron añadiendo techumbres y postes para alojar a los nuevos puestos que se anexionaban al mercado. La precaria estructura originaria fue mejorando. Se levantó una estructura abovedada de piedra que daba durabilidad y seguridad a pesar de las inclemencias del tiempo. El mercado se hizo tan grande que finalmente fue necesario vallarlo y cerrarlo por la noche para evitar los robos. Como toda estructura que crece sin patrón las callejuelas forman un auténtico laberinto en el cual es fácil perderse. Las tiendas se sitúan por gremios así están las calles del oro, del cuero, del cobre, de la ropa, de las antiguedades....todo tiene cavida bajo sus bóvedas. Aún hoy en día el mercado sigue creciendo y bajo el refugio de sus muros exteriores se siguen levantando tiendas, principalmente de ropa y menaje, a la caza de comprador insatisfecho del Bazar.
La ingente cantidad de mercacias es tal que al final todo parece igual, sin embargo, si te tomas el tiempo necesario puedes encontrar tiendas que son auténticas joyas de curiosos objetos. Algunas se encuentran en ocultos "hans" o patios, pero otras se encuentran en calles principales fagocitados por tiendas más grandes y más orientadas al nuevo cliente venido tanto de asia como de europa. A pesar de que íbamos predispuestos a sufrir el ataque continuo y constante de los ganchos lo cierto es que la mañana transcurrió sin agobios y los comerciantes nos dejaron curiosear sin atosigarnos. Con los ojos saturados de tantos objetos y los oidos embotados por el continuo griterio de los comerciantes decidimos salir al exterior y dirigirnos al cercano mercado de los libros que se sitúa entre el bazar y la plaza Beyazit. Aunque el mercado acoge numerosas tiendas quizás nos desilusionó un poco esperando encontrar un sitio más grande y más variado como creimos que debía ser siendo Estambul unión entre dos culturas. Bajo el cobijo de la mezquita algunos lugareños habían improvisado un pequeño rastro donde intentaban vender los objetos más variados e increibles. Todo podía ponerse a la venta. Desde antiguos carteles propagandísticos, tiestos o calcetines hasta cepillos de dientes usados o botones sueltos. Tras ver la enorme puerta de entrada a la universidad en forma de arco rodeamos el muro que la delimita para acercarnos a la mezquita Süleymaniye Camii , la mezquita de Solimán el magnífico. Se halla sobre una de las siete colinas de la ciudad y domima el Cuerno de Oro . Aunque no es la más grande de la ciudad, su arquitecto Mimar Sinan la diseñó como estructura imponente que la vuelve más grande aún de lo que es. Lamentablemente estaba sumergida en pleno proceso de restauración y no era posible acceder a su interior. Algo contrariados seguimos descendiendo hacia la orilla del Cuerno de Oro entre calles empinadas llenas de tiendas y vida. La actividad incesante no dejaba lugar al respiro. Camiones, coches, motos, carros, porteadores y hasta caballos se disputaban las calles en una carrera loca con el único objetivo de entregar la mercancía allá donde fuese necesario.
Unas decenas de metros antes el olor nos advirtió de que nos estábamos acercando al mercado de la especias. Comforme deambulábamos por las callejuelas el olor a cafe, curry, comino, azafrán, pimienta, menta, nuez, curcuma, canela, jenjibre, sésamo, ajo....nos azotaba a cada paso. Los mostradores perfectamente aprovisionados y concienzudamente trabajados eran una amalgama de colores y olores que los conviertían en auténicas obras de arte perecederas. Lástima que sus dueños fuesen tan pesados. Sus continuas llamadas, preguntas y reclamos eran tan agobiantes y desasosegantes que incluso desistiamos a acercarnos. Sin embargo el espectáculo era tal, que bien merecía un poco de sacrificio. Salimos por el otro extremo del mercado y nos dimos de bruces con la mezquita nueva. Solo en una ciudad imnortal como Estambul se puede llamar a algo como "nuevo" teniendo más de 400 años de antiguedad. Para nosotros fue la gran sorpresa de las mezquitas de la ciudad. Muy similar a la mezquita azul en su extructura exterior su "reducido" tamaño la hacía más asequible. Además su ubicación es insuperable. Junto al estrecho del Bósforo está en plena ebullicion. De hecho su plaza es una de las que más actividad tiene. Durante un buen rato andvimos tanto por su interior como extrerior disfrutando de sus proporcionadas líneas y discreta decoración. Nos sorprendió agradablemente.
Ya a la noche tomamos un par de cervezas en los locales más animados de la calle Istikal antes de cenar una estupenda patata rellena y llena de calorías.
Teníamos decidido visitar el palacio Dolmabahce. La climatología decidió boicotearnos el dia . Desde primera hora de la mañana el aguacero incesante no dejaba de caer sobre la ciudad. Sus calles cada vez más saturadas de agua se cubrían con enormes charcos que solos los coches al pasar sobre ellos drenaban hacia los sufridos viandantes a los que se les atacaban por todos los frentes. Armados con nuestros paragüas intentabamos aguantar las embestidas del temporal. Infrutuosamente, claro, pues a los poco minutos ya nos encontrábamos empapados. Hicimos un alto en el camino en la mequita Valide Sultan Camii. Una mezquita constrida como complemento al palacio y por tanto de un claro aspecto europeo que contrasta notablemente con el resto de las mezquitas de la ciudad. En su interior el típico azulejo de Izmir ha sido sustituido por frescos con motivos más propios de palacios europeos que de templos de culto.
El impresionante palacio del siglo XIX sigue el estilo neoclásico y barroco que tanto gustaba en aquella época en europa. Al contario que el clásico palacio otomano, como el de Topkapi, muy sobrio y funcional, el de Dolmabahce es una pura orgía de adornos y derroche de pintura, alfombras, mármoles, terciopelos y cristal. La filosofia del sultán, Abdúl Mejid I, era clara: exceso, exceso y más exceso. Supongo que los nobles otomanos debían sentir lo mismo que Isabel la Católica cuando visitaba Flandes. Todo era demasía y decoración extrema. El recato y la humildad no tenían cabida entre las florituras y los adornos. Quería un palacio que en nada tuviera que envidiar al de sus contemporáneos europeos, y claro que lo logró. El palacio se divide en dos áreas, la más lujosa, las salas de ceremonias, y la algo más recatada, el harem. Hay que pagar por la cámara de fotos (6euros) y la de video (15euros) pero lo cierto es que el control en el interior es más bien escaso y siempre se puede comparar un tiquet de foto para la de video pues no se diferencian, salvo en el minúsculo texto que pone "foto" o "video". El recorrido fue guiado y duraba 45 minutos. Más o menos hicimos el recorrido que los embajadores de la época realizaban al llegar al palacio. El salón rojo, llamado así por su tapicería, era el primer salón al que se accedía y en el que se esperaba el permiso para ver al sultán. Se cruzaba al salón Süfera donde se recibia algún tipo de bebida y comida para pasar a la impresionantes escalera de cristal. La magnífica escalera en forma de doble herradura es de una maravillosa fragilidad. Construida de cristal de Baccara y bronce dejaba impresionado a aquellos que la ascendian agarrados a su pasamanos de caoba. Posteriormente comenzamos a atravesar sala tras salas que recibáin el nombre o bien del color predominante o bien de la función que desempeñaban. Como no podía ser menos en cada una de las salas el exceso y la ornamentación extrema era notorio. Enormes cortinones enmarcaban las habitaciones repletas de candelabros y lámparas de fino cristal y muebles de exquisita factura. Incluso los baños estaban construidos con el mejor alabastro egipcio y griferia de plata. Todos orientados hacia el Bósoforo. La joya de la corona se guarda para el final: La sala de Ceremonias. Parece imposible que dicha sala se aloje en el interior del palacio. Capaz de albergar bajo la magnífica cúpula a más de 2500 personas, sus columnas se elevan hasta perderse en la oscuridad. Todo en esta sala es magestuoso y mastodóntico. Realmente impresionante. De la cúpula cuelga la que se dice es la lámpara más pesada del mundo. Posiblemente el hecho de que la decoración y los motivos sean más europeos que asiáticos sea motivo para que nos gustara tanto. Esta sala tiene una salida directa al Bósforo que hubiera sido una maravilla si la lluvia no se hubiese empecinado tanto en aguanos el día. La segunda parte del palacio, el Haren, es más modesto y recatado y aunque las salas siguen estando adornadas con enormes alfombras y elaborados muebles no llegan a la espectacularidad del palacio de ceremonias. De hecho se recorren todas sus estancias en menos de media hora pues la mayor parte de ellas son muy paracidas y tan sólo cambian el color de sus tapizados.,etc.
Foto de una piscina que puede ser la del Pueblo de Castuera, etc.
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