COMIENZA LOS ENSAYOS DE FUEGOS que se representará en Mérida,.
Europa Press
Han comenzado en Madrid los ensayos de Fuegos , el primer gran estreno del 59 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida que se ...foto,.
Han comenzado en Madrid los ensayos de 'Fuegos' , el primer gran estreno del 59 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida que se representará entre el 10 y el 14 de julio. Cayetana Guillén Cuervo, Carmen Machi, Nathalie Poza y Ana Torrent serán las cuatro actrices que pongan voz a la escritura de de Marguerite Yourcenar y darán forma a este espectáculo concebido a partir de los monólogos intimistas y desgarradores que la escritora vertiera en la obra tras una ruptura amorosa.El director de 'Fuegos' es José María Pou, que ya estuvo como actor el año pasado en la escena del Teatro Romano de Mérida y que es uno de los grandes personajes del teatro español actual.'Fuegos' es una colección de prosas poéticas inspiradas en los mitos griegos, donde la voz íntima de la escritora se revela de la manera más clara y sin pudor. La autora deja de lado su figura públicamente tímida y reservada para mostrar sin ninguna vergüenza la herida abierta de su decepcionante su historia de amor con el joven editor y autor André Fraigneau.El resultado es una colección de monólogos expresados por figuras del mundo clásico que tienen como elemento unificador una serie de interludios en primera persona extraídos del diario personal de la autora. En lo que respecta al desarrollo de la obra, una de las actrices interpretará a la voz de la propia Yourcenar, mientras que las otras tres serán las creaciones de su imaginación, personajes femeninos clásicos en los que la autora ahonda en su melancolía amorosa: Clitemnestra, Safo, María Magdalena. Los textos estarán hilvanados con fragmentos de sus poemas de 'Las caridades de Alcipo' y algunas citas de material documental.
El Príncipe de Asturias para la fotógrafa de las estrellas.
La primera estrella del fotoperiodismo, Henri Cartier-Bresson, recomendaba poner la cabeza, el ojo y el corazón para fotografiar el instante ...
La primera estrella del fotoperiodismo, Henri
Cartier-Bresson, recomendaba poner la cabeza, el ojo y el corazón para
fotografiar el instante decisivo de una acción. Pero además de destreza,
el fotógrafo debía tener algo de suerte y estar allí para poder
contarlo. Annie Leibovitz (Connecticut, EE UU, 1949), que ayer ganó el
Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, unió su
talento con la fortuna de retratar un hecho histórico en al menos dos
ocasiones. Cuando captó al presidente de Estados Unidos Richard Nixon
abandonando para siempre la Casa Blanca en helicóptero, después del
escándalo 'Watergate', y cuando fotografió a John Lennon con Yoko Ono en
su apartamento de Nueva York, cinco horas antes de ser asesinado en el
mismo portal de su casa.
Ambas fotos firmadas por Leibovitz marcaban un hito en la
historia. La de Nixon en retirada descubría el nuevo poder de los medios
de comunicación para controlar a los políticos.Y la de Lennon hecho un
ovillo al lado de su mujer exhibía el último capítulo de la
contracultura procedente de los sesenta, que se cerró con este fin
violento el 8 de diciembre de 1980.
Esta última imagen fue portada de la revista 'Rolling
Stone', en la que entró a trabajar a los 18 años, y supuso también un
giro a su trabajo, que después se centró en los retratos. Por el
objetivo de esta fotógrafa, que goza del título de 'mejor pagada del
mundo' en su profesión, han pasado las grandes celebridades globales,
líderes políticos de primera magnitud, estrellas de Hollywood y del
rock, y hasta la mismísima reina de Inglaterra, un encargo de la
National Portrait Gallery del Reino Unido.
Leibovitz venció en las últimas votaciones del Príncipe de
Asturias a la agencia de fotografía Magnum, fundada por Cartier-Bresson,
y a la periodista inglesa Christiane Amanpour, de la CNN. Presidido por
Víctor García de la Concha e integrado entre otros por Adela Cortina,
Diego Carcedo y Enrique de Ybarra, el jurado considera a la ganadora
como «una de las dinamizadoras del fotoperiodismo mundial». El premio
está dotado con 50.000 euros y una escultura de Joan Miró. No demasiado
dinero para una profesional que ha llegado a cobrar 100.000 dólares por
un día de trabajo (unos 77.000 euros).
De raíces judías, Leibovitz nació el 2 de octubre de 1949.
Como su padre, teniente coronel de la aviación estadounidense, tuvo
distintos destinos por el mundo, Leibovitz empezó a utilizar la cámara
para recordar los lugares donde había vivido. Por fin la familia se
asentó en San Francisco. En una de sus universidades empezó a estudiar
pintura, mientras seguía practicando la fotografía.
Cuando tenía 19 años, fotografió a Allen Ginsberg, poeta de
la Generación Beat y patriarca de la contracultura, fumando marihuana
mientras asistía a una manifestación contra la guerra de Vietnam. Un
amigo le empujó a presentar la foto a la revista 'Rolling Stone', que
había nacido un par de años antes en San Francisco. La publicaron como
portada en el número de junio de 1970 y ahí empezó una relación
profesional que terminó en 1983.
Relaciones y finanzas
La revista favorecía el nuevo periodismo y tenía entre sus
estrellas a escritores rompedores como Hunter S. Thompson, que se metían
a fondo y en primera persona en la historia que estaban contando.
Leibovitz adoptó una posición similar. En vez de fotografiar un
concierto desde la barrera se fue de gira con los Allman Brothers y los
fotografió durmiendo en la furgoneta. En 1975 repitió la experiencia
con los Rolling Stones, a los que retrató arreglando la tele de la
habitación del hotel y también de fiesta. De aquella gira, la fotógrafa
salió con un problema de adicción a la cocaína que después curó.
Pero además de retratar la contracultura más chic,
Leibovitz también ha trabajado con las grandes estrellas del cine en
poses atrevidas y comentadas, sobre todo desde que entró en la nómina de
'Vanity Fair'. La imagen de Demi Moore desnuda y embarazada tuvo un
gran impacto cuando fue portada de esta revista en 1991. La piel negra
de Whoopi Goldberg apareció en una bañera llena de leche; y un Sylvester
Stallone desnudo adoptó la pose de 'El pensador' de Rodin.
Fotógrafa también para grandes marcas, la vida privada de
Leibovitz saltó al escaparate público a raíz de su relación con la
escritora Susan Sontag. Se conocieron cuando fue a hacerle un retrato
para la portada de uno de sus libros, 'La enfermedad como metáfora', y
vivieron durante quince años en casas separadas aunque una frente a la
otra.
Madre de tres hijos, uno de ellos por inseminación
artificial y los otros dos mediante vientres de alquiler, Leibovitz
acompañó a Sontag hasta su muerte de leucemia en 2004. Gracias a ella
volvió al fotoperiodismo, a la guerra de Yugoslavia y sus atrocidades.
Nunca se supo el alcance de su relación; es decir, si hubo o no sexo,
una ambigüedad muy criticada por los gays.
De su ámbito privado, los periódicos de su país han seguido
al detalle sus últimos problemas financieros. En 2009 pidió un crédito
de 15,5 millones de dólares para hacer frente a sus compromisos y puso
como aval casas de su propiedad y los derechos de toda su obra. Después
de varias peleas judiciales y renegociaciones de su deuda, en diciembre
de 2012 puso en venta su casa del Greenwich Village neoyorquino por 33
millones de dólares.
TÍTULO: MUERE MOUSTAKI, EL CANTAUTOR DEL MEDITERRÁNEO,.
MUERE MOUSTAKI, EL CANTAUTOR del Mediterráneo
EFE
Cantaba Georges Moustaki que su infancia estaba muy lejos y
ya no le quedaba demasiado tiempo. Lo hacía cuando aún estaban
recientes los ecos de Mayo de 68, las barricadas y el sueño realista de
pedir lo imposible. Hace unos meses, el más mediterráneo de todos los
cantautores -nacido en Egipto, de origen griego y judío, conocía media
docena de idiomas, los más importantes de cuantos se hablan en ambas
orillas- fue consciente de que ya era demasiado tarde para plantar cara a
la muerte y abandonó su buhardilla en la parisina isla de San Luis,
donde había vivido desde los años setenta, para irse a Niza. Huía del
frío, la contaminación, la humedad y el invernal cielo gris de la
capital gala para llenar sus ojos con la luz del mar que tanto amó y
retrasar en lo posible el hachazo final del enfisema pulmonar que ayer
acabó con su vida. «Estaba sereno», fue el comentario lacónico de eso
que se llama de manera confusa 'el entorno' cuando se anunció su muerte.
Sereno y solo, habría que añadir. Lo había escrito en una de sus más
célebres canciones, 'Ma solitude': «Ella estará ahí en mi último día, mi
última compañera./ No, nunca estoy solo con mi soledad».
La canción que lanzó a la fama a Moustaki fue 'Le métèque',
un autorretrato musical escrito pocas semanas después de la Revolución
que resultó más influyente en su fracaso de lo que probablemente lo
habría sido de haber triunfado. Allí se definía como extranjero, judío
errante y pastor griego. Era todo ello, porque había nacido el 3 de mayo
de 1934 en Alejandría, en el seno de una familia griega de origen judío
que era propietaria de una librería. Se educó en el Liceo francés de la
ciudad y siendo aún un adolescente se trasladó a París.
Allí se ganó la vida con oficios diversos: vendedor de
libros de poesía a domicilio, camarero, periodista en sus ratos libres.
Un día, el repartidor de Correos le entregó un paquete muy grande: era
una guitarra que le enviaba su madre. Con ella empezó a cantar en los
bares a cambio de unas monedas. Hasta que una noche conoció a Georges
Brassens, ya un ídolo para los jóvenes bohemios y de izquierdas. El
autor de 'La mala reputación' le animó a componer y cantar y el joven
Moustaki quedó tan deslumbrado por su gigantesca figura que cambió su
nombre (en el registro figuraba como Giuseppe Mustacchi) antes de
subirse a los escenarios.
Con Edith Piaf
Si el encuentro con Brassens fue providencial, su relación
con Edith Piaf no lo fue menos. Él la admiraba antes de conocerla.
Cuando se encontraron, escribió para ella varias canciones, incluida
'Milord', y se convirtieron en amantes. Ella le sacaba casi veinte años y
se había sumergido ya en la espiral de adicción a los medicamentos; él
era un joven de 25, fuerte e impulsivo como un campesino griego. Muchos
lo tomaron por un 'gigoló', como él mismo reconoció más tarde. En 1958
sufrieron un accidente de automóvil del que él salió sin apenas daños,
pero la salud de Piaf sufrió un duro quebranto.
La carrera de Moustaki se consolidó en aquellos
maravillosos años escribiendo para las mejores voces de la canción en
francés: Serge Reggiani, Yves Montand, Dalida, Barbara y otros. Cuando,
atendiendo un encargo, escribió 'Le métèque', se dio cuenta de que era
una canción para sí mismo. La estrenó en 1969, y la evocación del
extranjero llegado del Mediterráneo, capaz de soñar, «detener cada
momento, parar el sol, parar el viento, vivir aquí la eternidad», era
una herencia directa de los eslóganes que los estudiantes habían escrito
junto a las barricadas de mayo.
Luego, Moustaki trabajó en el cine como actor y compositor,
y en la televisión. Publicó canciones y libros, recorrió el mundo en
motocicleta, descubrió que había belleza al otro lado del Atlántico -era
un enamorado de Brasil-, apoyó todas las causas de la izquierda, se
definió como perezoso ideológicamente, fue un reconocido seductor y con
sus cabellos al viento, cada vez más blancos, y su voz rota, se
convirtió en una leyenda de la cultura francesa.
Como tal, ejerció su influencia política hasta donde le fue
posible. A comienzos de los ochenta, apoyó a Mitterrand en la campaña
que lo llevó el Elíseo después de una larga travesía del desierto. Poco
después participó también en algunos mítines de Felipe González, cuyo
camino hacia el Gobierno era mucho más fácil. No sufrió decepción con la
política de ninguno de los dos, explicó más tarde, porque tampoco
esperaba mucho de ellos. Simplemente le gustaban más que sus rivales. El
año pasado, ya muy enfermo y con serios problemas de comunicación,
mostró sus simpatías por Poutou, el candidato de la extrema izquierda a
la presidencia de Francia, con argumentos más personales que
estrictamente políticos. La suya era la postura de quien en el fondo se
siente ajeno a cualquier país y se inclina a perdonar las debilidades de
todo ser humano.
Moustaki dejó los escenarios en 2009, aquejado de una
enfermedad pulmonar. «No echo en falta cantar en público. Echo en falta
cantar en la ducha», decía en una entrevista concedida a un diario
francés el pasado febrero, cuando contemplaba el mar conectado a un
respirador. Ya era consciente de que le quedaban muchas cosas por
aprender pero no había tiempo. Ayer, sus fans recordaban una de sus
frases que parece el epitafio perfecto: «He hecho de cada día de mi vida
un festín».
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