domingo, 26 de mayo de 2013

Los enfermos de hepatitis C reclaman más dinero para sus tratamientos / FUGAS DE CEREBRO,.

TÍTULO: Los enfermos de hepatitis C reclaman más dinero para sus tratamientos
 
Son más de 150 millones de personas en el mundo, pero ellos se consideran que están en una de las múltiples zonas oscuras de la sociedad.
 
Son más de 150 millones de personas en el mundo, pero ellos se consideran que están en una de las múltiples zonas oscuras de la sociedad. Se sienten invisibles, ignorados por las autoridades y muchas veces repudiados por sus compañeros y familiares. Son los enfermos de hepatitis C (VHC), unos pacientes que en muchas ocasiones ignoran que portan este virus porque no altera el curso normal de sus vidas. «No nos ponemos amarillos», dice con cierta sorna Antonio Bernal, presidente de la Federación Nacional de Enfermos y Trasplantados Hepáticos (Fneth), recordando el color de los enfermos con la variante A. Es una de las pocas cosas que dice con cierto humor, porque llevar esta enfermedad, que se contagia de forma sanguínea, es un lastre para muchos de ellos. Ocho de cada diez miembros de esta federación aseguran que decir que uno padece esta dolencia en el trabajo supone «un arrinconamiento» por parte de los compañeros. «Nos relacionan con personas que han tomado drogas», dice Bernal, esta vez con resignación.
El desconocimiento sobre los pormenores de esta enfermedad es «asombroso» en la sociedad. Por ejemplo, se desconoce que la gran mayoría de los contagios se producen en el ámbito sanitario por un mal uso de una jeringuilla o una transfusión de sangre en mal estado. «El 5% de los casos se produce en los dentistas», revela el presidente de la Fneth. Otro de los problemas de la enfermedad es su falta de síntomas externos. Tiene algunos, pero son tan normales -dolor abdominal, fatiga, fiebre, inapetencia, nauseas o vómitos- que se pueden aplicar a cualquier otro tipo de dolencia. Solo un análisis de sangre puede determinar la enfermedad.
Y ese es un problema para los propios médicos, ya que los enfermos llegan a sus consultas con la enfermedad avanzada. «En España, la hepatitis C es la principal causa de cirrosis, ya que han bajado mucho los casos de alcoholemia, de cáncer de hígado y de los trasplantes hepáticos», añade el doctor José Luis Calleja, del Servicio de Gastroenterología y Hepatología del hospital universitario Puerta del Hierro (Madrid). Ambos participaron en unas jornadas de 'The Economist' en las que se analizaba el alcance de esta enfermedad en el mundo, donde está adquiriendo tintes de pandemia debido a la falta de unos planes integrales en todos los países para controlar la hepatitis C y saber más datos de ella. En España, por ejemplo, se especula que hay entre 400.000 y 1,2 millones de enfermos. «Pero deberíamos saber cuántos son porque la diferencia es abismal», añade el doctor Calleja.
Por esto, el especialista considera que es necesario elaborar un plan integral coordinado con todas las comunidades y que agrupe a todos los profesionales sanitarios, que permita aumentar el diagnóstico de la enfermedad y mejorar el acceso a nuevos tratamientos. Ahora, los enfermos se están encontrando con muchos problemas.
Curable
Tanto médicos como pacientes recuerdan que la hepatitis C es totalmente curable y que una nueva combinación de fármacos, combinada con el tratamiento habitual, puede duplicar las tasas de curación actuales, pasando de un 40% a un 70% de los pacientes sanados. A pesar de estar autorizada por el Ministerio y aprobada por las comunidades autónomas, muchos médicos se resisten a recetarlo por el precio: el combinado farmacéutico cuesta entre 27.000 y 30.000 euros. «Puede ser caro, pero mucho más caro es un trasplante», comenta el doctor Callejo. El precio medio de una operación de este tipo es de 150.000 euros, sin contar con los cuidados posteriores. «De repente aparecen tratamientos que hacen que un enfermo crónico se pueda curar y aunque uno quiere usar estas terapias y para ello puede pedir más presupuesto, luego vienen Montoro y los 17 'montoritos' de las comunidades autónomas y dicen que no», explica por su parte Rafael Bengoa, exconsejero vasco de Sanidad y asesor de la administración Obama.
Una de las formas de lograr ese dinero, según Bengoa, es a través de unos impuestos direccionales: el dinero que ingresa el Estado a través de los gravámenes al tabaco podría ir directamente a materia sanitaria. Aparte del dinero y de la voluntad política, el doctor Calleja también aboga por dar más formación a los profesionales de Atención Primaria para saber abordar a estos pacientes y hacer, de verdad, una lista integral sobre la enfermedad. «Estamos a la cola de Europa en este sentido. En Francia tiene diagnosticado al 70% de los enfermos. En España no creo que lleguemos a la mitad de los casos», explica el doctor Calleja. «¿Alguien dejaría sin tratar a los portadores del VIH? Esa es la pregunta que se tienen que hacer con el VHC», concluye.

TÍTULO: FUGAS DE CEREBRO,.

El deterioro del cerebro comienza a los 40 años. Al principio es como un goteo, casi imperceptible, pero antes de cumplir los 50, el desgaste,.foto,.

El deterioro del cerebro comienza a los 40 años. Al principio es como un goteo, casi imperceptible, pero antes de cumplir los 50, el desgaste de las capacidades cognitivas «ya es global». Los primeros síntomas aparecen con las primeras canas, cuando cada vez comienzan a ser más frecuentes los despertares en que se tiene la sensación de estar literalmente roto, que duelen hasta los pensamientos. Cuando cuesta cada vez más encontrar la palabra exacta, se llama a la esposa por el nombre de la hija y se hacen frecuentes los bloqueos mentales, buscando respuesta a preguntas del tipo 'qué es lo que iba a hacer yo'. Llegados a este punto, es el momento de someter las neuronas a una inspección técnica. Los chequeos del cerebro son cada vez más frecuentes y permiten afrontar con mayor seguridad las últimas etapas de la vida.
Más de un tercio de la población sufre un deterioro intelectual fuerte y no lo sabe. Su cabeza está prematuramente gastada por los malos hábitos de vida que les han acompañado durante décadas. Algunas de esas costumbres están tan arraigadas en la sociedad actual que tienden a darse por buenas, cuando en realidad resultan altamente dañinas para el buen funcionamiento del sistema nervioso central, según explica el neuropsiquiatra Javier Aizpiri, del Instituto Médico Burmuin, especializado en las neurociencias.
Cerebros machacados
La capacidad intelectual no sólo se ve dañada por el consumo incontrolado de sustancias tóxicas como cannabis y cocaína. Un sueño inadecuado, la falta de ejercicio y una alimentación insana contribuyen a la pérdida paulatina de conexiones neuronales y, en consecuencia, a un envejecimiento cerebral prematuro. «Los pacientes no acuden a nosotros a que les miremos el cerebro. Eso no ocurre porque el cerebro no duele», explica el especialista vasco. «Vienen preocupados cuando son conscientes de que las pérdidas de memoria son ya importantes o cuando el deterioro de sus capacidades cognitivas se traduce en problemas matrimoniales, depresión, ansiedad o estrés».
La sociedad actual «machaca» su cerebro. Lo somete desde muy joven a todo tipo de agresiones, sin ser «mínimamente consciente» de que es el órgano del que dependerá su éxito profesional, el bienestar de su familia y también, en buena medida, la salud de su vejez. Siete de cada diez adolescentes le pegan al botellón y el 30% de ellos no sólo mantiene una mala dieta, sino que, además -lo dicen las estadísticas-, consume cannabis y alcohol de manera habitual y combinada. «Destrozan su inteligencia. El sistema nervioso central está compuesto básicamente por células -las neuronas- y si se pierden no hay más. Es posible recuperar conexiones y mejorar en parte la actividad intelectual, pero la célula muerta, muerta está», se lamenta el especialista.
La neuronas, según el neuropsiquiatra, necesitan para su buen funcionamiento «respirar, nutrirse, reposar y no intoxicarse». El movimiento favorece la oxigenación de las células. «Cuanto más camines y mejor respires, mejor se oxigena el cerebro». La alimentación debe ajustarse a las necesidades de cada uno, pero por regla general, a los parámetros de la dieta mediterránea. «Hay que desayunar mucho y cenar poco. Necesitamos hidratos de carbono, proteínas de calidad y fosfolípidos, es decir grasas del tipo Omega 3».
La tercera regla de oro para el buen cuidado del cerebro es el reposo. «Todos los seres vivos necesitan descansar, hasta las lechugas y los caracoles. La mente consume nada menos que el 40% de la energía que ingerimos. Es necesario que el sistema metabólico se recicle cada día para volver a empezar. Si te quedas todas las noches hasta las dos o las tres de la mañana viendo la tele, no lo dudes: estás dañando seriamente tu cerebro», advierte el experto. Lo mismo que si se consumen sustancias tóxicas.
El momento de analizar el estado del cerebro es entre los 40 y los 55 años. A esa edad aún es posible estimularlo mediante la introducción de cambios en la dieta y el estilo de vida, rehabilitación psicológica y medicación, en caso de que sea «estrictamente necesaria». «Esa es un etapa de la vida crucial. Tienes hijos menores, has de responder en tu trabajo al nivel que exige tu empleo y con toda seguridad tomarás decisiones que influirán decisivamente en tu futuro».
Los expertos aseguran que un cambio de hábitos en la década de los 40 bien permite ganar 15 o 20 años de calidad de vida. «Las funciones cerebrales no se localizan en un único punto, sino que se reparten por muchos sitios. Puedes tener deteriorada una zona, pero podemos estimular otra que te ayude a recomponer la información necesaria», detalla el psiquiatra. «Una campana no es sólo un instrumento. Es un sonido, una textura, una forma. Si se te avería un archivo, quizás tengas aún tres o cuatro que nos sirvan para reconstruir tu idea de campana».
Longevos de ménte lúcida
El reto, según los especialistas, no es ya luchar contra la pérdida de memoria que provocan enfermedades como el alzhéimer, sino evitar el mayor daño posible en la capacidad de tomar decisiones, una función que se localiza en la parte frontal del cerebro. «No podemos permitirnos el lujo de ir perdiendo el cerebro por el camino, porque vamos a una sociedad cada vez más envejecida. Los grandes dirigentes del mundo son personas como Nelson Mandela, que han llegado a una edad longeva con su capacidad intelectual plena», reflexiona Aizpiri.
Una evaluación neurocognitiva, que es algo que no cubre la Sanidad pública, viene a costar entre 360 y 400 euros, además del precio del tratamiento, en caso de que se necesite. «Cuesta menos que un diente y bastante menos que lo que la gente se gasta en estética. Sus beneficios, en cambio, no resultan comparables», defiende el neuropsiquiatra. El examen incluye el chequeo del estado de la memoria, el cálculo, el lenguaje, la orientación y la actividad intelectual, entre otras funciones. «Somos un país que gastamos un potosí en un coche para luego dejarlo en el garaje, pero nos cuesta invertir en salud. A los 70 años -advierte-, no habrá marcha atrás. La suerte estará echada».

 
 

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