La todavía marquesa
Lo
primero que uno se encuentra nada más cruzar la puerta del chalé de
Marina Castaño en la madrileña urbanización de Puerta de Hierro es ...
La próxima boda de Marina Castaño
no le obliga a dejar el título de ‘viuda de Iria Flavia’ que tanto le
gusta utilizar. Y ya surgen las primeras críticas: «No tiene sentido,
pero no hay forma legal de impedirlo»-foto,.
Marina Castaño y Enrique Puras llevan dos años de discreto noviazgo. El ‘sí, quiero’ será en junio en Madrid. /Gtresonline
Lo primero que uno se encuentra nada más cruzar la puerta
del chalé de Marina Castaño en la madrileña urbanización de Puerta de
Hierro es el título del marquesado de Iria Flavia que el Rey le concedió
a Camilo José Cela, su difunto marido, en 1996. La condecoración
resalta entre distintas fotos de la monarquía española y una cajita con
las flores secas del entierro de Pío Baroja. Ese título enmarcado, al
que el Nobel español tenía tanto aprecio, será precisamente ahora un
testigo de excepción del tercer ‘sí, quiero’ de la periodista a sus 55
años. Porque la boda con el doctor Enrique Puras se celebrará en una
ceremonia íntima en la casa que Castaño compartió con el escritor
durante seis años en Madrid.
Marina Castaño cambiará de estado civil, pero podrá seguir
utilizando el título de marquesa viuda de Iria Flavia que tanto le
gusta... si así lo considera. La normativa en cuanto a honores
nobiliarios no regula el uso de ‘viuda’ tras cualquier título. Es más
bien una costumbre social heredada de hace siglos. Pero muchas voces
critican que continúe echando mano de tan noble tratamiento cuando a
ojos de todos –y sobre todo del Registro Civil– ya no constaría como
‘viuda de’. «No tiene sentido, pero si ella se quiere autodenominar así,
no hay una manera legal de impedírselo», detallan fuentes cercanas a la
Diputación de la Grandeza de España. No en vano, ni el Código Civil ni
el Penal recogen mención alguna sobre esta cuestión. Hasta el punto de
que la utilización de un título falso no conlleva ningún tipo de
sanción.
Con su nuevo matrimonio quedaría también en el limbo su
puesto en la Fundación de Iria Flavia. El escritor incluyó una cláusula
en los estatutos en la que dejaba claro su deseo de que su mujer ocupara
un puesto de relevancia. Eso sí, siempre que siguiese «viuda sin
cambiar de estado o haber pactado obediencia a terceros». Pero ese
artículo pasó a mejor vida tras la reconversión de la fundación en
institución pública dependiente de la Xunta de Galicia. Entonces se
modificó el reglamento y Castaño pasó a desempeñar el cargo de
presidenta de honor. Con voz, pero sin voto. Las decisiones las toma
directamente el consejero de Cultura del Gobierno gallego. Ahora, tras
colocar el anillo en el dedo del doctor Puras, ese puesto puede
peligrar. O no. Los nuevos artículos establecen que la presidencia de
honor «será ocupada por Marina Castaño en su condición de marquesa viuda
de Iria Flavia». Y si la ‘marquesa viuda’ sigue utilizando su
‘marquesado’ sin limitaciones, quizás ese resquicio legal le podría
asegurar su sillón honorífico en la que llegó a considerarse la
fundación de autor de más rico patrimonio en España.
Líos judiciales
Pero su lista de problemas no concluye ahí. El año pasado
tuvo que lidiar con una denuncia por presunta estafa, apropiación
indebida, fraude fiscal y malversación de caudales públicos. Y además no
se ha dicho la última palabra sobre la herencia del que fuera su marido
más de una década. Aún colea el litigio interpuesto por el hijo del
escritor (Camilo José Cela Conde) solicitando su parte legítima de la
herencia tras recibir solo un cuadro rasgado de Miró antes incluso de la
muerte del literato. Por el momento, el actual Marqués de Iria Flavia
gana la batalla y Marina Castaño y la Xunta tendrán que abonarle en
torno a 5,2 millones de euros. Por supuesto, tanto la viuda del Nobel
como el gobierno autonómico han recurrido la decisión. En estos casos,
ella sigue la máxima que le inculcó Cela: «El que resiste, gana». Y en
ello está.
Sin embargo, los líos judiciales pasaron a un segundo plano
el día de su cumpleaños. El pasado 14 de marzo, su novio le sorprendía
con el mejor de los regalos: una alianza de nueve brillantes de la casa
de Emiliano Suárez que iba acompañado de la típica pregunta tras dos
años de discreto noviazgo. Desde entonces, luce el ampuloso anillo allá
por donde va y ocupa su tiempo en organizar su tercera boda con un
hombre al que ha definido en alguna ocasión como «divertido, inteligente
y con buenas ideas, además de trabajador».
Eso sí, no habrá grandes fastos. Todo irá en la línea de la
ceremonia que preparó en su casa el año pasado para el ‘sí, quiero’ de
su hija Laura (fruto de su primer matrimonio con el marino mercante José
Luis Fernández). ¡Hasta el vestido de novia lo firmarán los mismos
diseñadores! Será un regalo de sus amigos Pedro Escolar y Olga Fraes,
propietarios de la empresa Innovias. Ellos son de los pocos invitados
confirmados en una ceremonia que se desarrollará en la más estricta
intimidad. Aún no se sabe si habrá una fiesta anterior, más
multitudinaria.
Hace tiempo que Marina Castaño se puso el mundo por
montera. Como reza en el sótano de su casa, junto al micrófono desde el
que emite a diario para la radio colombiana en la que trabaja, «fracasar
o cometer un error enorme es mejor que no haberlo intentado».
TÍTULO: Los menonitas no tienen sitio
Lo que los menonitas buscamos siempre es seguir creciendo. Y eso es justo lo que no podemos hacer aquí. Todo está ocupado», dice Peter ...
Los menonitas no tienen sitio
Los menonitas de México empiezan a plantearse si
no sería mejor volver a Rusia, de donde salieron hace un siglo, para
escapar de la escasez de tierras, la sequía y los conflictos con otros
pueblos
Lo que los menonitas buscamos siempre es seguir creciendo. Y
eso es justo lo que no podemos hacer aquí. Todo está ocupado», dice
Peter Friesen, 59 años, padre de 13 hijos y abuelo de 25 nietos. Es uno
de los 60.000 integrantes de la comunidad menonita de Chihuahua
(México). Al menos cien de estas familias muy numerosas se están
planteando volver a su Rusia originaria, de donde partieron hace más de
un siglo hacia distintos puntos del mundo en busca de nuevas tierras que
trabajar y un lugar donde practicar libremente su religión. En
Chihuahua han disfrutado de ambas cosas... hasta hoy. La escasez de
tierras, la sequía y los conflictos originados con otros pueblos hacen
imposible su pretensión. Y se plantean un nuevo éxodo.
La película 'Único testigo' (Peter Weir, 1985) dio a
conocer lo que es la vida dentro de una de estas comunidades. Pero, ¿de
dónde surgieron? Cuenta la wikipedia que el sacerdote Menno Simons
decidió en el siglo XVI en lo que hoy es Holanda romper con la Iglesia
Católica -se negaba a acatar sus jerarquías-, para unirse a los
anabaptistas pacifistas. Soñaba con el auténtico seguimiento a Cristo y
solo aceptaba la Biblia como autoridad moral. A partir de ahí, una
historia de persecuciones que les llevó a refugiarse en la Europa
Oriental. Más tarde fueron diseminándose por el planeta para poder vivir
su fe con más libertad. Promulgan un estilo de vida tan austero que
necesitan mantenerse apartados del resto del mundo, sumido en la
vorágine del progreso mientras ellos siguen anclados en sus tradiciones y
en su dedicación a la agricultura sin más ayuda tecnológica que un
tractor.
Según datos del 2007, la comunidad menonita integra a 1,5
millones de personas en 82 países (no se incluye a los niños, solo se
computan miembros bautizados y eso ocurre cuando la persona, adulta,
entiende a la perfección su fe). En concreto, estos menonitas de México
salieron de territorio ruso hacia 1920, mientras que sus 'primos' los
amish partieron de Suiza hacia Canadá y EE UU.
El pasado verano, once menonitas de Chihuahua viajaron
hasta Tatarstán, al sur de Rusia, buscando unas tierras que les permitan
seguir creciendo en progresión geométrica y con el aislamiento
necesario. «Estamos buscando un futuro para nuestros hijos y nietos»,
explica Friesen, bisnieto de aquellos antepasados nacidos en Rusia,
vestido con gorra, camisa oscura y un sencillo pantalón de algodón.
Estos menonitas saben hablar castellano, aunque no han perdido su
idioma, el plautdietsch, una extraña mezcla de bajo alemán y holandés.
Pero al llegar a la ciudad rusa de Aznakayevo no
encontraron un trozo de tierra lo suficientemente grande. «Necesitamos
diez veces lo que tenemos aquí», explicó Enrique Voth, padre de once
criaturas. Así que las cien familias que piensan en un nuevo éxodo están
indecisas. Aunque el reclamo del clima suave y la tierra rica y llena
de agua que acariciaron en su viaje a Rusia hace que sus ojos brillen.
Pozos ilegales
Porque las cosas en Chihuahua se han vuelto complicadas. A
la sequía hay que añadir los roces entre vecinos. Una comunidad de
agricultores conocida como los barzonistas, que luchan contra las
injusticias en el campo, les ha acusado de abrir 200 pozos ilegales para
regar sus tierras, dañando el suministro local de agua, aunque el
Gobierno solo ha reconocido una decena. Los barzonistas creen que los
menonitas obtienen un trato preferencial: «Estamos en situación de
desventaja, pero somos mexicanos. Nosotros nos vamos a quedar a vivir
aquí, y ellos no», dice uno de sus líderes.
Hasta que los menonitas se decidan, seguirán en México con
su austero estilo de vida, aunque sin llegar a tanto como los amish. Les
preocupa que pueda verse amenazado por el progreso. Algunos tienen
móviles, aunque la mayoría rechaza la televisión. Y les inquieta el
efecto que pueda ejercer internet en sus hijos: «Muchos están perdiendo
la verdadera razón de ser menonita. Se agarran a cada novedad que
aparece. Pero nunca podrán hacer frente a todas las nuevas tecnologías»,
aventura Corny Kornelsen, de 52 años.
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