domingo, 28 de abril de 2013

LA CARTA DE LA SEMANA CUERPO--Juan Manuel de Prada,./ EL BLOC DEL CARTERO SOPHIA LOREN, JOHN LE CARRÉ, MORTADELO,.

TÍTULO:LA CARTA DE LA SEMANA CUERPO--Juan Manuel de Prada,.

Entrevista

Juan Manuel de Prada: "Lo que está pasando es una barbaridad. Nos están sacando hasta la última gota de sangre"

Cinco años después de su última novela, el escritor regresa con 'Me hallará la muerte'.
Montañas de libros y DVDs repartidas por cada rincón de su casa componen un tetris descomunal dedicado a la ficción. Juan Manuel de Prada [Baracaldo, Vizcaya; 1970] reina en este territorio en esa especie de calma chicha que sigue a la tempestad de finalizar una novela de tan hondo calado como Me hallará la muerte. El escritor me recibe con la cordialidad y calidez habituales. Sabe que ha llegado la hora de dar respuestas a tanto tiempo de escritura en soledad y, tras acomodarnos en el cuarto de estar, se prepara para una larga entrevista.
XLSemanal. Le propongo un reto: ¿podremos mantener esta conversación sin hablar, nada, de la pertinaz crisis?
Juan Manuel de Prada. Ah, bien. Vale, vale. Entiendo. Lo que pasa es que será difícil. Pero, bueno, lo intentaremos.
XL. ¿Y sin mentar en ningún momento a Artur Mas ni su cruzada independentista?
J.M.P. Sí, eso es más fácil [sonríe]. Lo de la crisis es más difícil porque abarca muchas realidades y es más complicado. Pero con lo de Artur Mas no habrá problema.
XL. Novela sobre la División Azul y la posguerra española. ¿Otra más?
J.M.P. [Sonríe]. Sobre la División Azul no te creas que se han hecho tantas. Lo que yo quería contar exigía una larga ausencia de España, y el único acontecimiento histórico relativamente reciente que me daba esa excusa era el cautiverio de los divisionarios en Rusia. Además, es un episodio poco conocido entre gente joven.
XL. ¿Qué ha querido contar en ella?
J.M.P. Lo mismo que cuento en todas. Un escritor tiene un mundo muy pequeño. Creo que, cuanto menor es el mundo del escritor, mejor es este. Al final, uno termina hablando de los mismos temas. Yo hablo de la complejidad de la naturaleza humana. De la dificultad para establecer dónde están el bueno y el malo, dónde está la nobleza y la villanía. Es un tema que está presente en toda mi obra.
XL. ¿Cuál fue el punto de partida de esta historia?
J.M.P. La historia de los divisionarios que fueron hechos prisioneros. Me llamó la atención cómo la gente tenía olvidado este episodio. No tenemos imágenes del gulag soviético. Recuerdo ahora un libro de Martin Amis en el que él se hacía esta misma reflexión. ¿Por qué la gente no conoce nada sobre el gulag?
XL. En ese libro, Martin Amis habla de la amnesia que vivió su padre y cierta intelectualidad de izquierdas con respecto a los horrores ocurridos en Rusia.
J.M.P. Sí, así es. Su padre era comunista y Martin Amis lo cuenta muy bien en el libro. Eso mismo ha ocurrido también en España. Vista con la perspectiva histórica, la División Azul nos puede parecer abominable, censurable. Pero no creo que estuvieran equivocados en cuanto a la naturaleza nociva del comunismo. Lo que es cierto es que para combatir ese comunismo se acogieron a otro ejército que defendía otra naturaleza igualmente nociva.
XL. Titular una novela con una frase extraída del Cara al sol qué es... ¿un acto de valentía?
J.M.P. No, qué va, qué va [sonríe irónico]. Es un título sonoro. [Juan] Marsé también tituló una novela con un verso del Cara al sol. La verdad es que el Cara al sol tiene como cuatro o cinco títulos. Se nota que es un himno compuesto por poetas.
XL. En la primera página de su novela aparecen 'veguero', 'desmochado', 'abrótano'... Aparte de las tres o cuatro lectoras que todavía le soportan, ¿queda público para este tipo de prosa que usted practica?
J.M.P. No lo sé [sonríe]. A mediados del XX, se alimentó la quimera de que alfabetizaríamos a todo el mundo y que esto iba a acabar siendo algo así como la Academia de Platón. Todos leyendo a San Agustín, a Aristóteles y a Thomas Mann. Y la realidad es que no. También pensamos que la introducción de la cultura digital iba a expandir nuestras capacidades intelectivas, nuestra curiosidad, y la realidad es que no. La realidad es que estamos más aturdidos.
XL. No pinta un panorama muy esperanzador que digamos.
J.M.P. Es que creo que estamos entrando en una edad bárbara o edad oscura. Y las pruebas son evidentes. Yo, cuando veo las cosas que estudia mi hija, me quedo alucinado porque me da la impresión de que estuviera estudiando cosas para personas disminuidas mentalmente. Y en general percibo que los medios de comunicación cada vez tienen un nivel más ínfimo, y etcétera, etcétera. En ese sentido, sí que creo que después de ese sueño quimérico estamos adentrándonos en una pesadilla. Sospecho que el número de lectores va a disminuir en las próximas décadas. Lo que pasa es que, en mi opinión, siempre habrá lectores.
XL. Un ejemplo, al hilo de esto: una novela como El obispo leproso, de Gabriel Miró, ¿cree usted que se publicaría hoy con facilidad o la cosa, por mucha editorial que visitase, costaría mucho?
J.M.P. No. Indudablemente, no. El negocio editorial va a cambiar drásticamente. De hecho, vivimos un proceso agónico en este sentido. El precipicio está ahí. Vivimos al borde. Piensa que entre 2007 y 2012 la venta de libros ha disminuido en España un 40 por ciento. Muchas grandes editoriales no van a poder mantener su estructura de negocio. De esas ruinas, no sabremos qué nacerá. La vanidad de los escritores y la avaricia de los editores, y que van a dejar esto como un solar. Y dentro de 20 años ya no existirán las expectativas de vender dos millones de ejemplares o 20.000. Se publicarán libros buscándoles un público natural pequeño. O las ediciones de los mismos serán de autor. Creo que la literatura como medio de vida tiene los días contados. A un escritor le va a resultar muy difícil vivir de sus libros. Pero es que yo creo que el que la literatura se haya convertido en un medio de vida, a la larga, ha sido malo para la propia literatura. Pero ya te digo que pueden ocurrir muchas cosas. Quién sabe.
XL. «Si José Antonio levantase la cabeza, se moriría otra vez del susto», dice uno de sus personajes en un momento de la novela. Imaginemos que lo hace Franco y se encuentra la España de hoy. ¿Cómo se le quedaría el cuerpo?
J.M.P. [Ríe]. Es que la España de hoy la gobiernan los hijos de los franquistas. O sea, que de alguna manera, para bien o para mal, Franco fue el responsable de lo que hoy ocurre. Los hijos de los franquistas corrieron como cucarachas a refugiarse en los partidos políticos, tanto de izquierdas como de derechas. Y todo ese rollo que se traen los políticos es algo demencial. Si todos son hijos de franquistas. Si es que en España, lo tremendo de España, es que al final hay unas oligarquías que no han cambiado. Los tecnócratas y democristianos del franquismo tejieron los mimbres de esto que tenemos hoy. En ese sentido, hay una sucesión.
XL. ¿Qué opinión tiene del 15-M, del 25-S y demás fechas 'indignadas'?
J.M.P. Yo me adhiero a casi todos sus postulados. Pero a esos movimientos les falta la razón de ser verdadera. Los males que nos ha legado nuestra época son producto del alejamiento de Dios, de la falta de sentido moral y trascendente en el hombre. Cuando pierdes el sentido de la dignidad y de la moralidad, te pones a ganar dinero como una bestia. Y lo que haces es pisotear al prójimo. Somos tan hijos de nuestra época y nos han arrancado tanto la espiritualidad que incluso en aquellos movimientos verdaderos falta este elemento.
XL. Entiendo que a los 'indignados', según comenta, les iría mejor creyendo en Dios.
J.M.P. No, no, no. No estoy defendiendo una religiosidad formal, como pudiera ser por ejemplo la del franquismo, que luego se reveló que era falsa [sonríe]. Hablo de un sentido verdadero, profundo. Hay una frase evangélica que dice que no se puede servir a Dios y al dinero. Y está claro que nuestra sociedad se puso a servir al dinero. Y creo que en estos movimientos hay una rebeldía verdadera y auténtica, pero que le falta esa gasolina espiritual que solamente da la fe. En cualquier caso, en su rebelión contra lo que está sucediendo, me adhiero totalmente. Porque lo que está pasando es una barbaridad. Nos están sacando hasta la última gota de sangre.
XL. ¿Cuál es su rebelión?
J.M.P. Mis escritos. Tengo que rebelarme con ellos. Es una auténtica vergüenza lo que está sucediendo.
XL. ¿Qué indigna, hoy por hoy, a Juan Manuel de Prada?
J.M.P. Un orden económico justo es aquel que se construye sobre el hombre. La única manera de recuperar todas las cosas que hay que recuperar es haciendo unas relaciones laborales justas. Y, en cambio, lo que estamos haciendo es al revés. Tratamos de destrozar las relaciones laborales para acabar estableciendo abstracciones. La deuda, la prima de riesgo, no sé qué.
XL. Los políticos aseguran que flexibilizando el empleo se contratará a más gente...
J.M.P. Cómo se puede afirmar esta majadería. Es grotesco. Si tú das facilidades para que los empresarios despidan trabajadores, es lo que harán, sobre todo en época de crisis. Están cavando su propia tumba, ya que esos trabajadores van a dejar de consumir y los productos que fabrican esos empresarios se los van a tener que meter por el culo. Todo orden económico justo tiene que asentarse sobre unas relaciones laborales justas. A mí esto es lo que más me perturba. Me parece algo suicida. Lo hizo Zapatero y lo hace Rajoy obedeciendo órdenes, además. Se está generando, además, una amalgama de poder que convierte a los trabajadores en viruta. Yo creo que el llamado 'capitalismo financiero' es de naturaleza demoniaca. Creo que es el dinero desligado de la riqueza natural.
XL. Me está resultando usted un marxista furibundo.
J.M.P. No, no, no [sonríe]. Qué va. Para nada. Esto es algo ortodoxamente cristiano. Esto es lo que Pío XII llamaba 'el imperialismo internacional del dinero'. A la gente la engañan. ¿Cómo nos vamos a enriquecer con esta gran niebla de las finanzas?
XL. ¿Qué futuro, a medio plazo, le ve a este país?
J.M.P. Sinceramente, yo a España le veo un futuro muy negro. No hay más que ver la tendencia. Se están recortando los sueldos. Se está produciendo una destrucción de las clases medias. Al formar parte de una red llamada Unión Europea que nos han vendido como benéfica, pero en realidad es una monstruosidad. Entre otras cosas porque es una unión sostenida únicamente por las plutocracias. Interesan para tener un mercado. Vamos hacia una sociedad muy empobrecida que cada vez va a consumir menos. Es evidente lo que va a ocurrir. Europa pasará a ser un arrabal del mundo. Es un espejismo que Alemania sea el rey de la función. En unos años, Alemania estará tan mal como nosotros. Y nosotros acabaremos siendo una colonia.
XL. ¿A qué novela se mudaría a vivir?
J.M.P. No lo sé. Va por épocas. El libro que más me ha marcado seguramente sería el Quijote. Pero el que más me ha descubierto lo que es la literatura y la vocación del escritor es En busca del tiempo perdido. Lo cual no quiere decir que yo me encontrara a gusto en ese mundo tan proustiano. Pero sí que es verdad que ahí sí que descubrí lo que sería ser escritor. Por eso, me mudaría a este.
XL. ¿Mejor que el mundo quijotesco?
J.M.P. No, pero es que decir El Quijote queda como muy convencional. Pero sí que me mudaría a vivir, sin dudarlo, a él. Es el libro donde verdaderamente se encuentra el espíritu español. Eso sí que es España. El Quijote. Y la España actual no se parece en nada a la España quijotesca. Hemos dejado de ser quijotes y sanchos. Ahora somos una mierda. Parecemos finlandeses [sonríe]. Nos han machacado. Nos han hecho renegar de todo lo nuestro. Es terrible. Y no es por nacionalismo barato, pero creo que los pueblos que reniegan de lo que son están condenados a no ser nada. Y eso es lo que nos está pasando a los españoles. Nos obligan a avergonzarnos de nuestro pasado, de nuestra cultura. Han conseguido convencernos de que hemos sido unos atrasados.
XL. Y para colmo, las mujeres, que para bien o para mal acaban siendo dueñas de nuestro destino. Y si no que se lo digan a Antonio, el protagonista de su novela. ¿Lo suscribe?
J.M.P. Sí, sin duda. Qué remedio.
XL. ¿Las ha padecido en carne propia?
J.M.P. Yo creo que las mujeres son la vida en el sentido literal de la palabra. Y, al final, te das cuenta de que los hombres nos limitamos a danzar en derredor de ellas. Para bien y para mal. A veces como peleles, a veces...
XL. ¿... cómo 'Fred Astaires'?
J.M.P. [Sonríe]. Pues sí. Así es. Son motivo de dicha y alegría para nosotros. Nosotros somos polillas que se acercan en vano a su luz.
XL. «A Cárcaba, con quien hallé la vida». Dedicatoria de la novela. ¿Lo entendemos en su sentido literal?
J.M.P. María es mi mujer. Es una persona que, justo cuando pensaba que yo estaba hecho añicos ya para siempre, apareció en mi vida. Fue mi mejor motivo para resucitar.

 TÍTULO:  EL BLOC DEL CARTERO SOPHIA LOREN, JOHN LE CARRÉ, MORTADELO,.

Sophia Loren, John le Carré, Mortadelo,.

Hace sol, es primavera y la cuesta Moyano está espléndida. Transcurre uno de esos días azules y luminosos de Madrid, que son paisaje perfecto para las casetas con sus tenderetes afuera, los compradores que curiosean, los montones de libros viejos y de segunda mano esperando que alguien los rescate del olvido para devolverles la libertad y la vida. Camino despacio, con ojos atentos y cautela de cazador. Pese a que miro más que toco, tengo ya los dedos polvorientos de muchos libros, las gafas para leer de cerca siempre a mano, a fin de comprobar un autor, un título, una fecha de edición. De mi hombro izquierdo cuelga la mochila donde llevo el botín de la jornada: una primera edición de las Memorias de César González Ruano, el Epistolario de Luisa de Carvajal y Mendoza, un libro sobre Gracián y la novela de David Divine, publicada en la antigua colección policíaca de la editorial Plaza, en que se basó la película homónima La sirena y el delfín; aquella buena historia de arqueólogos buceadores en Grecia, con Alan Ladd y Clifton Webb, que a todos los niños varones de mi generación dejó estupefactos al ver salir del agua, en las primeras secuencias, a Sophia Loren con la blusa gloriosamente mojada. Lo de la estupefacción incluye, por cierto, a Javier Marías; que en materia de señoras de cine, e incluso sin cine de por medio, suele ser muy poco británico.
Contemplo con melancolía una de mis novelas, puesta allí a la venta. Es una quinta edición de La carta esférica, ajada por el uso; y verla me hace pensar, de nuevo, que una librería de viejo es, entre otras cosas interesantes, una buena cura de humildad para cualquiera. A alguien no le gustó tu libro, o una vez leído lo regaló a quien no llegó a apreciarlo como él; o tal vez las vueltas y revueltas de la vida, traslados, necesidades, fallecimientos, dieron con ese ejemplar, entre otros restos de naufragios, en el lugar donde ahora está. El precio es lo que más llama tu atención: seis euros, la tercera o cuarta parte de lo que cuesta en librerías. Junto a él hay otros -eso alivia un poco tu amor propio lastimado- todavía más baratos: tres euros, con oferta de dos por cinco euros. Y no son malos títulos. Con un vistazo rápido localizas cosas de John le Carré, una Regenta, el Gran Hotel de Vicky Baum, El Gatopardo y la estupenda novela náutico-aventurera El cazador de barcos. Echando cuentas, compruebas que por lo que cuestan un par de desayunos en una cafetería de Madrid, puedes irte de aquí con tres o cuatro buenos libros en el zurrón. O con más. Para que luego diga la peña que no lee porque los libros son caros. Que por eso prefiere babear ante la tele, pendiente del bañador de Falete.
Sin embargo, pese al día magnífico y los precios razonables, pocos frecuentan este lugar privilegiado. Por eso alegra la mañana que unos profesores de primaria -dos mujeres y un hombre, maestros que lo reconcilian a uno con la profesión más hermosa y útil del mundo- pastoreen por el lugar a una veintena de críos de seis o siete años. Van en doble fila, niños y niñas, cogidos de la mano. Supongo que vienen del Prado o el Reina Sofía, y que el autobús de vuelta al colegio aguarda junto a la verja del Retiro. Pero, en vez de pasar de largo calle arriba, los maestros se detienen a explicar a los niños qué lugar es éste, qué son libros de viejo, y cómo allí se pueden comprar obras muy baratas. Historias interesantes, apunta una maestra. Cosas que seguramente no encontraréis en casa ni en la tele.
Me quedo en las inmediaciones, atento a lo que dicen. La mayor parte de los pequeños cabroncetes miran distraídos a todos lados, se impacientan. Otros atienden muy serios. Acabada la explicación, los profesores conducen al grupo calle arriba, vigilando que no haya rezagados. La última caseta está especializada en historietas y cómics, y tiene expuestos álbumes de Tintín, de Astérix, de Mortadelo y Filemón. El grupo de niños se aleja con sus profes, pero dos de ellos se quedan atrás, atraídos por ese último puesto. Uno es rubio y otro mulato, o magrebí. Me paro junto a ellos, observándolos. Miran lo expuesto sin atreverse a tocarlo, pese a la sonrisa benévola del librero. En ese momento, al ver que se han quedado atrás, el maestro viene hacia ellos. Creo que va a reprenderlos, pero me equivoco. Se queda a poca distancia, paciente, sin meterles prisa. Tras un instante su mirada se encuentra con la mía y la del librero, y sonreímos los tres como intercambiando un signo masónico de solidaridad y esperanza. Y en ese momento, como si acabara de intuir lo que ocurre entre los tres adultos, el niño rubio pasa el brazo, en ademán de camaradería, sobre los hombros de su compañero.

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