Brittney Palmer, la luchadora más hot de la UFC
Brittney Palmer, la luchadora más sexy de la UFC, volvió a quitarse la ropa. Esta vez, la rubia protagonizó un portfolio para el infarto junto con la modelo Arianny Celeste, para la revista FHM. Golpes y sexo para todos.Brittney Palmer colgó los guantes por un rato y volvió a desnudarse. Resulta que la bella luchadora de las artes marciales mixtas realizó una producción para la revista FHM de abril, acompañada nada menos que por la modelo Arianny Celeste.
Resulta que Brittney y Arianny no sólo se conocen del mundo del modelaje; la rubia es conocida por su carrera en las peleas, mientras que la morocha oficia de “chica del cartel”, aquella fémina que cruza el ring marcando el inicio de un nuevo round.
Para esta producción, Brittney volvió a dejar en claro que no sólo vive de golpes, sino que también transpira sexo.
TÍTULO: LA ENTREVISTA GUNTER WALLRAFF,
Günter Wallraff
Günter Wallraff (1
de octubre de 1942 en Burscheid,
Alemania) nacido como Hans- Günter
Wallraff es un periodista de
investigación encubierta y escritor
alemán. Es conocido por los
reportajes encubiertos en diversas grandes empresas, el tabloide alemán Bild-Zeitung
y distintas instituciones con el método de periodismo de investigación, donde
narra las condiciones de trabajo u ocupación en la sociedad industrial alemana.
Sus métodos radicales de investigación periodística han dado lugar a un verbo en
alemán wallraffen (wallraffear),[1]
donde el reportero se transforma, creando una identidad ficticia, un sujeto que
vivirá todas las experiencias relatadas posteriormente, que de otro modo son
difíciles de investigar.
TÍTULO: A VESTIRSE DE LAGARTERANA,.que nos vamos a Alcalá!»
De
buena mañana, Pepa Ramis le puso las pilas a su agotado esposo, Pepe Caballero.
«Venga, ¡a vestirse de lagarterana, que nos vamos a ...
Cultura
«¡A vestirse de lagarterana, que nos vamos a Alcalá!»
Pepa Ramis, la mujer del laureado, insufla vitalidad a un Pepe Caballero abrumado por el protocolo y la cita solemne,.
e buena mañana, Pepa Ramis le puso las pilas a su agotado
esposo, Pepe Caballero. «Venga, ¡a vestirse de lagarterana, que nos
vamos a Alcalá!». Tan expeditiva como siempre, sabe esta mujer que a
veces hay que azuzar a su marido, un José Manuel Caballero Bonald que
ayer tenía una cita con la historia de las letras hispanas en la
centenaria universidad de Alcalá. Al último premio Cervantes le agobia,
incomoda y descoloca el protocolo. Tanto, que le paraliza. Tiene 86 años
y los esfuerzos le pasan factura, de modo que no le hacía la menor
gracia embutirse en el preceptivo y protocolario atavío. Pero ahí estaba
Pepa, su norte, marcando el paso una vez más y disolviendo el mal humor
que a veces se adueña de su marido.
Ella es la aguja de marear de un marino que navega entre
versos, que se ensimisma con facilidad, mal dotado para la vida
práctica. Es la madre de sus cinco hijos y el motor de una vida en común
que dura ya 53 años. «Siempre estoy detrás de él; toda la vida ha sido
así y me siento muy orgullosa», reconocía una risueña Ramis en el patio
de la Universidad, bajo un cordial sol de primavera, pasado ya el
tráfago de la ceremonia, la foto de familia con los Príncipes y un
pequeño vahído del galardonado.
Y es que en el paraninfo aún tuvo que insuflar Pepa Ramis
parte de la vitalidad que le sobra al poeta jerezano. «Los años no pasan
en balde y al levantarse del sillón, después de la ceremonia, se ha
mareado un poquito. Ha sido mientras sonaba el 'Gaudeamus igitur', pero
no pasa nada. Son cosas de viejos», bromeaba. Ramis, de verde claro y
floreado, tan primaveral como el sol que caldeaba la mañana, quitaba
hierro al percance y disfrutaba de la compañía de los suyos.
Acompañaron al matrimonio dos de sus cinco hijos -José
Manuel y Julia-, la hermana menor del poeta, María Julia, y tres de sus
seis nietos: Agar y Álvaro, de 14 años, y Julita, de 11. Los tres críos,
los nietos mayores de la familia Caballero-Ramis, disfrutaron de lo
lindo grabando con sus cámaras y teléfonos móviles tanto la ceremonia
como el encuentro de los abuelos con los Príncipes. Su abuela explicó
que se manejan muy bien con las nuevas tecnologías y que editan sus
propios vídeos. También que Agar «apunta maneras de escritor y que ya
hace sus pinitos», una confidencia que no hizo mucha gracia al chaval.
Antes de atender tan animosa la curiosidad de los
periodistas, Ramis conversó muy distendida con la princesa Letizia. Ya
en la víspera había hablado largo y tendido en el Palacio Real, en el
almuerzo que los Príncipes ofrecieron al mundo de la cultura. Doña
Letizia, que también quiso departir con los informadores, elogió la
vitalidad, el empuje y la entereza de Pepa Ramis. La esposa del poeta
confió a la Princesa cierta añoranza de su pasado como deportista -fue
nadadora en su juventud- y cómo dejó sus estudios universitarios para
atender a su familia. De no ser así, Pepe Caballero habría tenido
difícil elaborar la brillante obra merecedora de los más altos honores
de las letras hispanas y las alabanzas de los Príncipes.
A doña Letizia, que optó por un elegante vestido en tonos
ocres, le gustó mucho el discurso de Caballero Bonald y las múltiples
lecturas que ofrecía un texto armado en tono a una idea central: el
poder sanador de la poesía. Caballero lo leyó con su habitual seriedad,
sin renunciar a su deje jerezano, también del agrado de la Princesa. El
Príncipe había cerrado su alocución deseando un «feliz día del libro a
todos».
Ella es la aguja de marear de un marino que navega entre
versos, que se ensimisma con facilidad, mal dotado para la vida
práctica. Es la madre de sus cinco hijos y el motor de una vida en común
que dura ya 53 años. «Siempre estoy detrás de él; toda la vida ha sido
así y me siento muy orgullosa», reconocía una risueña Ramis en el patio
de la Universidad, bajo un cordial sol de primavera, pasado ya el
tráfago de la ceremonia, la foto de familia con los Príncipes y un
pequeño vahído del galardonado.
Y es que en el paraninfo aún tuvo que insuflar Pepa Ramis
parte de la vitalidad que le sobra al poeta jerezano. «Los años no pasan
en balde y al levantarse del sillón, después de la ceremonia, se ha
mareado un poquito. Ha sido mientras sonaba el 'Gaudeamus igitur', pero
no pasa nada. Son cosas de viejos», bromeaba. Ramis, de verde claro y
floreado, tan primaveral como el sol que caldeaba la mañana, quitaba
hierro al percance y disfrutaba de la compañía de los suyos.
Acompañaron al matrimonio dos de sus cinco hijos -José
Manuel y Julia-, la hermana menor del poeta, María Julia, y tres de sus
seis nietos: Agar y Álvaro, de 14 años, y Julita, de 11. Los tres críos,
los nietos mayores de la familia Caballero-Ramis, disfrutaron de lo
lindo grabando con sus cámaras y teléfonos móviles tanto la ceremonia
como el encuentro de los abuelos con los Príncipes. Su abuela explicó
que se manejan muy bien con las nuevas tecnologías y que editan sus
propios vídeos. También que Agar «apunta maneras de escritor y que ya
hace sus pinitos», una confidencia que no hizo mucha gracia al chaval.
Antes de atender tan animosa la curiosidad de los
periodistas, Ramis conversó muy distendida con la princesa Letizia. Ya
en la víspera había hablado largo y tendido en el Palacio Real, en el
almuerzo que los Príncipes ofrecieron al mundo de la cultura. Doña
Letizia, que también quiso departir con los informadores, elogió la
vitalidad, el empuje y la entereza de Pepa Ramis. La esposa del poeta
confió a la Princesa cierta añoranza de su pasado como deportista -fue
nadadora en su juventud- y cómo dejó sus estudios universitarios para
atender a su familia. De no ser así, Pepe Caballero habría tenido
difícil elaborar la brillante obra merecedora de los más altos honores
de las letras hispanas y las alabanzas de los Príncipes.
A doña Letizia, que optó por un elegante vestido en tonos
ocres, le gustó mucho el discurso de Caballero Bonald y las múltiples
lecturas que ofrecía un texto armado en tono a una idea central: el
poder sanador de la poesía. Caballero lo leyó con su habitual seriedad,
sin renunciar a su deje jerezano, también del agrado de la Princesa. El
Príncipe había cerrado su alocución deseando un «feliz día del libro a
todos».
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