sábado, 13 de abril de 2013

LA MAQUINA DEL TORO ES MANZANARES,./ PUERTA GRANDE EN EL ADIOS PARA LA GANADERA DOLORES AGUIRRE,.

TÍTULO: LA MAQUINA DEL TORO ES MANZANARES,.

JOSÉ MANZANARES,TORERO EL MEJOR. FOTO,.

Treinta años y todo el éxito del mundo. ¿Cuánto trabajo y esfuerzo hay detrás?
–Muchísimo. Lo primero es que apenas estoy con mi familia. En cuanto empieza el año me encierro con mi cuadrilla en el campo y luego en temporada juntas un viaje con otro. Es un sacrificio tremendo.

–¿Si no hace ese sacrificio lo acusa?
–Para mí es la única manera de estar bien delante del toro. Necesito estar aislado, mentalizado. Otras veces he preparado alguna corrida en Alicante, y es difícil, hay demasiadas distracciones.

–Ha creado un nuevo sistema de entrenamiento encerrándose en el campo con su cuadrilla.
–La relación que tenemos va más allá de lo profesional. Para ellos también es un esfuerzo tremendo dejar a sus familias. Y llega un momento en el que todo fluye y nos entendemos con una mirada.

–¿Cuenta con entrenador personal?
–Lo he tenido. Ahora ya sé cómo prepararme y cuando tengo una duda, llamo y me da instrucciones. Cuando vas cumpliendo años te vas conociendo el cuerpo. Lo escuchas.

–¿Cuida la alimentación?
–Sí, y es lo que más me cuesta. Me gustan mucho las pizzas, las hamburguesas...

–¿Y lo nota?
–Mucho. El cuerpo no te responde igual. Los músculos no tienen la misma rapidez. Incluso noto cuando engordo medio kilo. Con los trajes, que son tan ajustados, te notas todo.

–¿Ha recurrido a un nutricionista?
–Sí, tengo la dieta para perder peso, la dieta para cuando estoy en él y la dieta para el día de corrida y la noche antes.

–¿Qué come un día de toros?
–La noche antes un filete de carne o pescado. Y el día de corrida no desayuno. Tres o cuatro horas antes de torear tomo hidratos, para hacer la digestión sin problemas.

–¿Pasta?
–Sí, pero sin salsas. Con agua. Me quito los refrescos.

–Y hay que sumar el desgaste de los viajes.
–Son duros, llegas de viaje a las cuatro o cinco de la mañana y cada noche en una cama distinta.

–¿Cuántos kilómetros se pueden hacer al año?
–Una vez lo calculamos y nos salían 100.000.

–¿Y un avión privado?
–En ocasiones sí lo uso. Cuando son viajes de 900 kilómetros. Solemos alquilar uno de 5 o 6 plazas, el que haya disponible, y nos turnamos quién viaja según lo cansados que estemos.

–En su caso, a pesar de la buena condición física ha pasado etapas difíciles de salud.
–El dengue fue horrible. En cuestión de salud he sufrido muchísimo. Fue un calvario para mí. Me encontraba fatal pero no sabía qué me pasaba. Esa incertidumbre te hace sufrir mucho. Tenía mareos, temblores, la visión borrosa delante de los toros... Hasta que no pude más, sufría hasta convulsiones.

–¿Y después?
–Seis meses tumbado en el sofá sin poder hacer esfuerzos.

–Y once operaciones en su mano izquierda.
–Se complicó mucho por las ansias de reaparecer. Se volvió a romper el tendón y una vez más después. A la tercera me tuvieron que hacer un injerto. No tenía movilidad la temporada pasada pero no quería pasar el año en blanco.

–Algunas operaciones fueron brutales.
–Parecía que me había estallado una bomba en la mano. Y aparte de que era horroroso, sentir la incertidumbre de no poder torear fue terrible.

–Esa capacidad de superación, ¿es uno de los valores de la Fiesta?
–Sin duda. La capacidad de sacrificio y la fuerza de voluntad en el toreo es brutal. Hay un respeto y una pureza enorme.

–¿Y el límite?
–No lo sé. Es curioso, porque nosotros no tenemos a nadie que nos diga «levántate». Es la autoexigencia la que nos mueve. El ejercicio de responsabilidad.

–Pero a la vez son muy jóvenes.
–Las tentaciones son muchas. Si no eres maduro es fácil perderse.

–¿Y la diversión?
–También, pero en momentos puntuales. En muchos casos entregas tu adolescencia y tu juventud por conseguir tu sueño.

–¿Por qué se recuperan tan rápido de las cornadas?
–Además de por la condición física, por la fortaleza interna. Estamos acostumbrado a afrontar situaciones límites y eso te hace sentir fuerte mentalmente.

–Teniéndolo todo. ¿Por qué jugarse la vida?
–Es algo muy espiritual. Es una vida muy interna, la concentración para nosotros es vital, porque puedes perder la vida en cada movimiento. Cada tarde pones tu cuerpo al límite y experimentas sensaciones brutales. Algo que persigues desde lo más profundo de tu alma. Yo no he sentido nada igual en mi vida.

–¿Y se sufre delante del toro?
–Muchas veces. Se sufre casi siempre, pero llega un momento en el que disfrutas. Creas una conexión con el toro muy fuerte y aunque tengas sensación de miedo es todo muy intenso. A veces llegas al callejón y te pueden decir lo que quieran que tú estás metido en ti mismo.

–¿Agota vivir tan al límite?
–Te vacías. Física y mentalmente.

–Su padre fue un gran torero, ¿qué significa para usted?
–Mi padre ha sido mi fuente y mi espejo. Es al que más admiro, pero muchas veces ha sido muy duro. Los dos tenemos un carácter fuerte y hemos chocado. Siempre me ha gustado hacer las cosas a mi manera y a él, que es sabio, le chocaba que le llevara la contraria. Hay que hacer lo que uno cree aunque se equivoque. Si no, te traicionas.

–En Sevilla, con la Puerta del Príncipe, se dieron un gran abrazo.
–Representaba mucho para los dos, por lo que significa Sevilla.

–¿Cómo fue esa salida a hombros?
–Increíble, porque ves que la gente siente igual que tú. No hay palabras para contar tanta felicidad. Lo ves en la cara de la gente.

–Le sacaron a hombros los propios chavales de las escuelas.
–Sí, se ha creado algo muy bonito.

–Y en Barcelona se desató la pasión.
–Era un día especial, la penúltima antes del cierre, habían pasado muchas cosas en la plaza. La gente estaba entregada, indignada. Nos llevaron hasta el hotel a hombros y en el ascensor sentía que les tenía que dar algo a ellos, me quité la chaquetilla y la regalé. Cuando subí, pensé que no era suficiente. Le dije al mozo de espadas que cortara la taleguilla y el chaleco en trocitos y que los diera. Era un vestido nuevo, pero se merecían todo.

–¿Qué relación mantiene con la moda?
–A veces hago algún reportaje, pero apoyado con una entrevista que dé a conocer el mundo del toreo. El objetivo es difundir mi profesión. Y yo creo que es bueno siempre que tú respondas en la plaza y tengas claro que eres torero.

–Llega Madrid, ¿tensión máxima?
–Máxima. A lo mejor estás descansando después de comer, te viene a la cabeza y te inunda.

–¿Cuesta más jugarse la vida siendo padre?
–Muchísimo más. Cuesta salir de tu casa y dejar a tu familia. Siempre le digo a mi mujer que me mande fotos, porque como estoy tan poco en casa, necesito verle, y de camino a la plaza veo las fotos en el móvil... Y los pensamientos son muy difíciles de llevar. Es una mezcla de felicidad y tristeza.

«Necesito sentir el miedo»
Tarde a tarde, temporada a temporada, los toreros conviven con el miedo. Uno más de la cuadrilla: «Yo lo necesito. A veces estoy sentado en el sofá por la mañana y empiezo a sudar y a temblar. Así se me manifiesta el miedo. Pero cuando lo siento voy más a gusto a la plaza. Es como si fuera consciente de todo. Después, cuando haces el paseíllo ya se convierte en concentración. Se me olvida que me voy a jugar la vida o que estoy delante de 20.000 personas». Una sensación con la que ponen al límite su cuerpo y también su carácter. «Soy muy visceral. En un día puedo estar bien, al rato cansado y al otro de mal humor. Por eso tienen tanto mérito las mujeres de los toreros, es muy complicado entenderlo».

El apple del toreo
José María Manzanares ha sido pionero en el uso de las redes sociales en el toreo. «Desde que decidí ser torero tuve claro que había cosas que quería cambiar. No del mundo del toro, pero sí en mi carrera. Quería que fuera diferente. Mucha gente, sobre todo al principio, no lo veía bien, pensaban que restaba misterio al torero... Pero a mí me parece fundamental contar los valores del toreo, cómo vivimos, cómo son esos inviernos, los triunfos, las frustraciones». De hecho, sí se está notando una renovación en los tendidos. «Veo gente joven, que te siguen, que saben tu historia, que generan un nexo de unión contigo y con el toreo. Explicando los valores de la Fiesta, que son tan puros, es una forma de enganchar a los jóvenes. Son el futuro. Cuando salgo a hombros, me quieren sacar los chavales, sobre todo los que quieren ser torero. Y lo prefiero, me satisface ver que la gente lo hace por devoción».

TÍTULO:  PUERTA GRANDE EN EL ADIOS PARA LA GANADERA DOLORES AGUIRRE,.


Dolores Aguirre Ybarra (Doña Dolores en el mundo taurino) falleció ayer, a los 78 años, en su finca de la localidad Constantina, a 60 ...
Dolores Aguirre Ybarra ('Doña Dolores' en el mundo taurino) falleció ayer, a los 78 años, en su finca de la localidad Constantina, a 60 kilómetros de Sevilla. Allí, en pleno arranque de Sierra Morena, residía esta vizcaína distinguida y enérgica parte del año, sobre todo el invierno, porque los veranos los pasaba en la casa-torre de Berango, su localidad natal. No paraba quieta. Lo mismo se perdía en los pasillos del Louvre -le apasionaba la pintura- que medía las hechuras de los sementales de su ganadería de reses bravas, 'Dehesa de Frías'.
Viuda de Federico Lipperheide, vicepresidente del Banco de Vizcaya y de la Cámara de Comercio de Bilbao, no dudó en embarcarse en la aventura de la cría por consejo de su buen amigo Antonio Ordóñez. Fue entonces, allá por 1977, cuando compró la ganadería de Atanasio Fernández a María Teresa Osborne y, al poco tiempo, adquirió un par de sementales del Conde de la Corte. Se movía como pez en el agua en un mundillo donde los hombres ordenan y mandan. Exactamente igual que esta vasca de ley, que nunca se achantaba.
Le gustaban los astados de mucha cara y pitones descomunales, «porque sencillamente no lo puedo evitar, yo estoy acostumbrada a los toros bilbaínos», solía confesar con una sonrisa. Tenía criterio y fuerza de voluntad, ni siquiera la crisis económica le hizo perder el norte. Se negaba a apostar por animales 'comerciales' porque ella quería «autenticidad». Decía que no quería teatro de cartón piedra sino verdad, algo que en su opinión nunca faltaba entre los diestros que están empezando. «Los más jóvenes se dejan la piel porque quieren llegar a lo más alto», explicaba con esa fuerza en la voz que ponía cada vez que hablaba con admiración de alguien. Era de esas personas que sienten pudor al hablar de sus méritos pero que se embalan cuando se trata de reconocer las virtudes de los demás.
Pasión y respeto
Era una incondicional del purismo de José Tomás -«se pone donde no se pone nadie...»- y del poder de 'El Juli' -«lo vi con diez años y parecía un botón toreando»-, pero reconocía que el arte de Cayetano, nieto de Antonio Ordóñez, la volvía «del revés». Sentía debilidad por el clan del diestro malagueño y jamás lo ocultó, pesara a quien pesara.
Aguirre era fiel a sus afectos, le daban alergía los dobleces y las mentiras. Casada a los 21 años, tenía una hija, Isabel, y su mayor empeño fue inculcarle el respeto a «las personas sanas y de verdad». Nació con un don de gentes que le venía de familia y su allegados saben muy bien que le hacía «especialmente feliz» abrir los jardines de su casa-torre de Berango. A estas alturas, serán legión los vecinos que han posado ante un fotógrafo, recién casados o de Primera Comunión. Mujer de mundo y políglota -hablaba inglés, francés y alemán-, inspiraba respeto cada vez que ocupaba su lugar de honor en las mejores plazas, ya fuera en España, Francia o México. Doña Dolores dejaba huella.
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario