El primer mito de Jordi Évole (Cornellá de Llobregat, Barcelona, 1974) fue Allan Simonsen, Simonet, un danés que militó en el Barça de José Luis Núñez entre 1979 y 1983. «Era un tipo bajito, como yo (medía 1,65), que jugaba siempre con manga larga, así que hice lo mismo». Simonet corría por la banda derecha y Jordi, con el número 11, por la izquierda. Al primero el F.C. Barcelona le ha elevado a l...
Jordi
Évole aprendió a leer con los pies de foto de los periódicos y su
primer sueldo como cronista deportivo en la radio fue de 1.500 pesetas.
Ahora es una estrella que incomoda a políticos y banqueros
El primer mito de Jordi Évole (Cornellá de Llobregat,
Barcelona, 1974) fue Allan Simonsen, Simonet, un danés que militó en el
Barça de José Luis Núñez entre 1979 y 1983. «Era un tipo bajito, como
yo (medía 1,65), que jugaba siempre con manga larga, así que hice lo
mismo». Simonet corría por la banda derecha y Jordi, con el número 11,
por la izquierda. Al primero el F.C. Barcelona le ha elevado a leyenda, y
a Évole la Unión Deportiva de Cornellá le ha dedicado una sala de
prensa. «Se empeñaron, pero puse como condición que debajo del nombre
escribieran 'pésimo exjugador'».
El periodismo le ha reconciliado con el éxito que le negó
el fútbol. «En mi casa siempre había mucha prensa, mi padre era
representante de muebles pero escribía en publicaciones de barrio e hizo
algo para 'Destino'. Yo aprendí a leer con los pies de foto de los
periódicos». Évole (38 años, soltero con pareja, un hijo de 6 años)
acaba de recibir el Premio Manuel Vázquez Montalbán por su «aproximación
sin complejos a la realidad de la crisis» -«mi hijo me preguntó si el
premio eran lacasitos»- y esta noche (21.30 horas) estrena en La Sexta
la octava temporada de 'Salvados' con un reportaje sobre los recortes
del Gobierno en educación.
Jordi Évole no fue mal alumno. El problema no eran las
notas, ¡sino que era un 'follonero'! «Una tarde de San Juan nos dieron
fiesta y compramos petardos. Colamos uno dentro de un aula donde estaban
dando clase y pegó un bombazo... Estuvieron a punto de expulsarnos». En
la Universidad (estudió comunicación audiovisual en la Autónoma de
Barcelona) el show lo montaba antes de cada examen. «Tres colegas más y
yo nos poníamos de rodillas e invocábamos con un rezo a un dios
imaginario. Lo hacíamos para descojonarnos, pero luego empecé a pensar
que si no lo hacía me saldría mal el examen. Tenía muchas supersticiones
tontas de ésas, hasta que un día decidí dejar de tenerlas ¡por
superstición!». También dejó de rezar. Y eso que su madre es muy
católica y hasta los 12 años no faltó un domingo a misa. Luego retomó la
costumbre porque le gustaba una monitora mayor que él con la que iba a
los campamentos «y en el momento de la paz te dabas un beso en la
mejilla».
«Pago 70 euros de luz»
No cuesta imaginarle echándole cara al asunto, porque
Évole ha hecho de esto una virtud. A base de preguntas incómodas se ha
enemistado con las eléctricas -paga «60 ó 70 euros» de luz al mes- y
tiene fritos a todos los banqueros, menos a la directora de su entidad.
«Confío en ella, pero me habla de inversiones, de intereses
crecientes... y yo le pregunto si no tiene un plazo fijo. Para estas
cosas tengo la mentalidad de la abuela».
- ¿No le miran mal en el banco?
- Un lunes, después de un programa en el que les habíamos
metido una caña impresionante entré a sacar dinero y se hizo un
silencio absoluto. Pregunté al hombre del mostrador: «No os gustó el
programa de ayer, ¿no?», y el tío me dice por lo bajini: «El problema es
que te quedaste corto».
Los políticos ya se han dado cuenta de que el pequeño
Jordi es un tipo grande y Duran i Lleida le dejó incluso entrar en su
despacho y jugar con su máquina de pedos. «Eso fue hace año y medio, hay
que ver cómo se ha ido degradando la imagen de los políticos. No sé si
hoy optaría por jueguecitos con la que tienen encima».
- Preguntó a Artur Mas si emprendía un viaje sin retorno. ¿Lo es?
- Yo soy poquito de banderas. No soy patriota español ni
patriota catalán, el patriotismo me repele bastante. Me preocupan más
las desigualdades de este país que el conflicto territorial, que se está
utilizando en un lado y en otro para tapar una muy mala gestión
política.
- Hay quien le tacha de meterse solo con la derecha
- No tengo esa sensación. No creo que Rubalcaba esté muy
contento con la entrevista que le hicimos en la campaña electoral. Les
hemos incomodado igual que podemos incomodar a la gente del PP. Lo que
ocurre es que aquí hay prejuicios establecidos. Si estás en La Sexta
tienes que ser del PSOE y yo intento no estar en ningún bando, pero
mucha gente te quiere en una trinchera porque es mas fácil catalogarte
que ver el programa con ojos más limpios.
'Sálvados' empezó a emitirse en 2008 con menos de 900.000
espectadores y en la última temporada rozaron los 3 millones de media
(13,5% de 'share'). Pero el 'pelotazo' lo dieron con aquella entrevista a
Jesús Eguiguren, en la que el socialista vasco puso fecha al anuncio
del fin de ETA. «Alguien nos advirtió: 'Eguiguren no os va a decir nada,
porque sabe mucho pero sabe también que tiene mucho que callar'. Flipé
con la entrevista, fue como el toreo de campo, el torero y el toro sin
picadores ni banderilleros, el uno contra el otro. Una conversación
mágica por las revelaciones que nos dio». Aplausos, pero también algunos
recelos. «Para muchos periodistas rigurosos no éramos más que
intrusos. Yo venía del humor y de la noche a la mañana uno no puede
ponerse a hacer periodismo y que no pase nada. Hemos tenido que superar
una travesía del desierto para que nos tomasen en cuenta».
- ¿Sufre de síndrome de Estocolmo con los políticos?
- Hay mucha gente con la que estoy en las antípodas
ideológicas. Con Antonio Basagoiti (presidente del PP vasco), por
ejemplo, tenía muchos recelos, y salí de la entrevista encantado.
Pero ojo, «sin compadreos». «El periodismo tiene que ser
incómodo, aunque en ocasiones es demasiado servil. A mí hay veces que no
me apetece hacer preguntas porque empatizas con el personaje. Cuando he
estado con Rajoy hemos tenido una entrevista tensa, pero en la
distancia corta siempre me ha mostrado un cierto afecto, y luego podemos
tener una minicharla distendida sobre fútbol».
En la charcutería
Volviendo a las cosas del balón... que ahí empezó todo.
En Carrusel Catalunya de Ràdio Barcelona, narrando los partidos de
regional por 1.500 pesetas: «Ahorré para una minicadena con doble
pletina, que podías grabar de casete a casete». Hasta que un día le
dieron un partido de Segunda A: Barça B-Castellón. «Mi padre estaba
ilusionadísimo porque iba a salir en el boletín informativo nacional.
Pero me dieron paso... ¡como Jordi Esteve! Qué frustración». Caer y
levantarse, como en el campo. «Jordi tenía chispa, era inquieto y no se
le caían los anillos por nada. La primera entrevista que hizo fue a un
futbolista chino, pero sobre todo hacía partidos. Como entonces no
teníamos móviles los goles los cantaba desde el bar del estadio diez o
quince minutos después. Yo le pedía que le pusiera intensidad y los
retransmitía a voz en grito», recuerda Manuel Segura, su primer jefe en
Ràdio Barcelona, cuando Évole era «un pipiolo de 22 ó 23 años» sin más
experiencia que cortar «algún jamón dulce» en la charcutería con su
madre y con su tía, y hacer de ayudante de cámara en bodas, bautizos y
comuniones.
De la radio, a la televisión local de Viladecans, de caza
noticias y presentador de informativos a ratos. «Fue un chaval llovido
del cielo, ya se le veía que llegaría lejos porque era brillante, pero
le faltaba una seguridad en sí mismo que ahora sí le veo», aprecia Ángel
García, jefe de prensa del Ayuntamiento barcelonés de Viladecans.
Hoy está tan sobrado de eso que se ha puesto incluso a
enredar a ver si el Príncipe Felipe le concede una entrevista. «Le
vendría bien una charla a tumba abierta, donde se le preguntasen cosas
incómodas y pudiera mostrarse como es. Merece una oportunidad ya, sobre
todo viendo cómo está el padre. Se lo merecen los dos. Uno para que
descanse y pueda hacer sus cositas sin tantos focos y el otro porque se
debe morir de ganas».
- ¿Nos hace falta la Monarquía?
- No necesariamente, yo tengo alma republicana. Pero hay
críticos con la Monarquía con los que yo también estoy en las antípodas.
Se 'enfrentaría' al Príncipe, pero se niega a hacerle una
entrevista a Andreu Buenafuente, su padre televisivo: «Huyo de
entrevistar a amigos. Y también me cuesta con gente a la que admiro. Una
vez hice una entrevista pésima a Joaquín Sabina porque él y Calamaro
son los artistas a los que más he escuchado». Y rescata una frase del
cantautor de Úbeda: 'No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás
sucedió...'. No será su caso, Évole ya sabe lo que es estar arriba.
TÍTULO: LA FINCA DE VERA QUE NADIE QUIERE,.
Tiene tres viviendas, vides, almendros y
hasta un coto de caza. El Estado embargó la hacienda de Albacete por el
escándalo de los fondos ..
Paco Teruel despacha barras y hogazas detrás del
mostrador de su panadería. Pero no le vende el pan a ningún vecino
famoso. En otros tiempos, su padre era el proveedor de Rafael Vera,
exsecretario de Estado para la Seguridad, cuando el 'número dos' del
Ministerio del Interior se dejaba caer por Alpera: un pueblo de
Albacete de 2.500 habitantes, donde el alto cargo compró una imponente
finca rústica, se hizo amigo del panadero y conservó la amistad hasta
que murió hace cuatro años. Entre cliente y cliente, su hijo repasa esos
días en los que su familia y los Vera, a los que sigue llamando en
Navidad y Año Nuevo, compartían olor a pólvora, risas y confidencias
junto a un buen plato de perdices estofadas o carne a la parrilla.
La finca El Relumbrar era el lugar de reunión. El oasis
de Rafael Vera, donde descansaba «hasta dos y tres veces al mes y
siempre en Semana Santa», recuerda Paco. Allí escapaba del mundanal
ruido, pero no le sirvió para huir del escándalo que supuso la guerra
sucia contra ETA y la malversación de caudales públicos procedentes de
los fondos reservados. Según la sentencia del Tribunal Supremo de
octubre de 2004, Vera metió la mano en la caja y se apropió
indebidamente de 3,8 millones de euros.
Con parte de ellos -unos 125.000 euros sobre el papel,
aunque luego se demostró que fue bastante más- compró la finca a una
sociedad cuyo titular era su hermano y utilizando a su suegro como
testaferro. «Cuando escucho eso me rechinan los oídos. ¡La finca era de
mi padre! Por favor, no queremos hablar de esto», replica por teléfono
la esposa de Vera.
Él siempre ha defendido que el dinero público solo lo
utilizó para asuntos relacionados con su seguridad, pero los jueces no
pensaron lo mismo y fallaron que acabó gastando 850.000 euros de todos
los ciudadanos para la compra y reforma de El Relumbrar y de otra
hacienda que la familia poseía en Torrelodones, La Berzosilla. La
sentencia ordenó embargar ambas propiedades.
Una ganga
Casi diez años después de aquello, el Estado (el nuevo
dueño) sigue intentando vender El Relumbrar al mejor postor para
recuperar parte del dinero que Vera sustrajo de las arcas públicas. Pero
hasta ahora nadie ha estado por la labor de rascarse el bolsillo. La
finca es, hoy por hoy, lo más parecido a una ganga. Con los sucesivos
intentos de subasta, el precio ha ido bajando notablemente. En febrero
del año pasado andaba por los 8,5 millones de euros; en abril salió por
7,25 millones; en julio la licitación cayó hasta los 2,8 millones. Ahora
se acaba de fijar en 2,6 millones. Es decir, una rebaja del 69% en
menos de un año. Y seguirá bajando. «La próxima subasta -que
previsiblemente se podría celebrar en marzo- va con otra rebaja del 15%
sobre esos 2,6 millones. Ya no tiene sentido que el Estado siga
alargando este proceso», explican fuentes de la Delegación de Hacienda
en Albacete. Con los nuevos precios, el interés va en aumento, que en la
última puja la sala «estaba llena», pero todavía nadie ha llegado a
depositar el 25% del valor de la finca para poder pelear por ella.
Mientras, en Alpera los rumores sobre el futuro dueño no cesan: que si
el padre de Andrés Iniesta, que si el propietario de un enorme terreno
contiguo, El Moralejo... Nada en concreto.
La alcaldesa, Cesárea Arnedo, tiene claro los motivos por
los que la finca no se ha vendido todavía. «No creo que sea por la
leyenda de Vera ni por la fama de la propiedad. Más bien tiene que ver
con la inversión que hay que hacer para poner en marcha toda la
maquinaria de producción de un terreno que ocupa tres grandes parcelas
entre los municipios de Alpera e Higueruela. Y eso que no es de las más
grandes de la zona; es de las normalitas», relativiza Arnedo. «Pero
tampoco se nota que esté parada».
El Relumbrar se extiende por 627 hectáreas (el
equivalente a otros tantos campos de fútbol) con almendros, viñas (que
siguen dando uva gracias a la labor de la empresa pública Tragsa,
encargada del mantenimiento de los terrenos), cereales y un coto de
caza. La vivienda más grande (son tres, una para los señores y otras dos
para los empleados), de 470 metros cuadrados, tiene aspecto de cortijo
sevillano, siete habitaciones, cinco cuartos de baño y un salón comedor
de 200 metros.
La residencia está flanqueada por almacenes para piensos,
tres cuadras, una bodega, silos y transformadores. Tampoco faltan la
barbacoa y la piscina: los dos embalses construidos en la zona, con
capacidad para más de un millón de metros cúbicos de agua, no son aptos
para el baño.
A pesar de que los empleados de Tragsa acuden
periódicamente «para que no se pierda el valor de la propiedad», el
único movimiento que se intuye es el de las perdices rojas, las torcaces
y las liebres que campan a sus anchas y que servían para las jornadas
de caza de Vera y compañía. «La finca no está abandonada, pero tampoco
se invierte dinero en las instalaciones porque en esta situación de
crisis sería perderlo», admiten en la empresa pública. Aun así, los
pinos que jalonan la verja de entrada están perfectamente cortados y la
veleta que corona el torreón sigue marcando la dirección del viento.
En las partidas de dominó todavía se sigue hablando de
este trozo de tierra, que algo dejará también en el Ayuntamiento, en
forma de plusvalías, cuando se venda. «Aunque no será mucho», calcula
Arnedo. Los vecinos no se olvidan del señor» de El Relumbrar, que se
tomaba los chatos en el bar La Parrilla o en Los Arcos como uno más. Hay
quien dice, como Paco, que Vera y su familia «son bellísimas personas y
siempre se han portado bien con Alpera». Y hay quien se queja, como
José, de que «solo unos meses después de que lo metieran en la cárcel me
lo encontré en el merendero de Ayora -un pueblo cercano- metiéndose un
plato de chuletas así de grande. ¡Vaya cara!». Una compañera de poyete
le replica que era uno más: «Aquí siempre se portó bien con la gente».
«Lo que está claro es que nadie se ha olvidado del tema», sentencia la
regidora.
A los alperinos les cuesta mucho menos hablar de su
ilustre vecino que a su entorno más inmediato. El propio Vera no ha
querido responder a las preguntas de este periódico. El exministro de
Interior José Barrionuevo, compañero de prisión, ni sabe ni contesta. Y a
Juan Carlos Rodríguez Ibarra, expresidente de Extremadura y amigo
personal del exsecretario de Estado para la Seguridad, no le parece
«procedente hablar sobre la vida de una persona que está fuera de la
circulación».
En Torrelodones
Efectivamente, Rafael Vera está fuera de la circulación.
Tras el secuestro de Segundo Marey, los GAL, los fondos reservados, 18
meses en la cárcel y 14 años de procesos judiciales, Vera está hoy
jubilado. A punto de cumplir 67 años, este aparejador de profesión trata
de pasar desapercibido en Torrelodones, donde vive en un dúplex junto a
su mujer. Allí intenta llevar una vida lo más tranquila posible, aunque
no le trate demasiado bien. Al fallecimiento de su hijo Alberto en un
accidente de tráfico con 17 años, en marzo de 1988 -Vera vio el cuerpo
tendido en la carretera-, se unió hace unos meses la muerte de su nieto,
que padecía cáncer. No llegó a cumplir los nueve.
Han sido los golpes más duros. «Pero él es muy fuerte. Un
tipo que no se rinde», recuerda el periodista Javier Álvarez, que le ha
entrevistado en varias ocasiones en la cadena Ser. Así que Vera no deja
de caminar hacia adelante. Pasea todos los días -«es para lo único que
le dan las piernas, nada de montar a caballo», detalla un familiar-,
escribe sobre sus experiencias y elabora análisis terroristas. De vez en
cuando toma algún chato y compra el pan. Pero sin Paco, ni el
Relumbrar, no es lo mismo.
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