domingo, 3 de febrero de 2013

EL MÉDICO DEL PIQUITO DE ORO,./ EL CENTINELA DE LAS INFANTAS,.

TÍTULO: EL MÉDICO DEL PIQUITO DE ORO:

Mucha gente piensa que las personas pringadas por el dopaje tienen rabo y sostienen un tridente. Pero estos personajes malévolos son como ...

Mucha gente piensa que las personas pringadas por el dopaje tienen rabo y sostienen un tridente. Pero estos personajes malévolos son como el vecino de arriba. Pueden ser tiernos, simpáticos y hasta chistosos. La justicia será la encargada de dictaminar si -foto- Eufemiano Fuentes (Las Palmas, 1955) era el cerebro de la red de dopaje más sofisticada de Europa, de si cometió, como se juzga en la 'operación Puerto', un delito contra la salud pública. Pero lo que comprueba aquel que trata con el médico canario es que ni tiene rabo ni sostiene un tridente. Al contrario, es inteligente, deliberadamente amable y locuaz.
Los hermanos Fuentes -su hermana Yolanda (Las Palmas, 1958) también está imputada- fueron, antes que nada, los hijos de Pedro y Pepi, una rama del árbol genealógico de una familia de terratenientes de Canarias. El abuelo levantó La Favorita, una fábrica de tabaco de la que salieron marcas como Kruger o Condal, un negocio que se fue escurriendo tras la muerte del dueño y el misterioso asesinato, tras ser secuestrado en 1976, de Eufemiano Fuentes, tío del médico.
Eufe y Yolanda son el primero y la tercera de seis hermanos. Todos nacieron en la clínica Santa Catalina de Gran Canaria y todos fueron criados por su madre, que no reparó en gastos para tener la casa cuidada mientras ella se dedicaba a sus hijos. Los dos hermanos que ahora declaran ante la juez Julia Patricia Santamaría no paraban de reñir. Era cruzarse por un pasillo y acabar a arañazos. Así que les obligaban a estar a más de tres metros de distancia.
Él estudió en el colegio Pérez Galdós; ella, en el Santa Teresa de Jesús. A los diez años ambos dieron el salto al instituto de Las Palmas. Cuando llegaba el viernes, la familia al completo se mudaba a la casa que tenían en la playa de Veneguera, al fondo de un hermoso barranco. En verano, siempre que llegasen con buenas notas, algo que cumplían con creces, eran premiados con un viaje al extranjero que ahora les permite dominar varios idiomas.
Tras la etapa escolar se lanzaron a la medicina. Eufemiano estudió en la Universidad de Navarra y, unos años después, ella se matriculó en la de Salamanca. El expediente académico de este especialista en ginecología fue excelso: solo en cuatro asignaturas no recibió sobresaliente o matrícula de honor. El genio de la medicina tomaba cuerpo mientras maduraba, tras viajar a la Alemania del Este, su concepción del deporte.
Eufe nunca ha negado -tampoco lo ha admitido de forma explícita- que haya suministrado sustancias prohibidas, aunque se justifica defendiendo que son necesarias, siempre y cuando las manipule la persona cualificada, en el deporte profesional. Un amigo canario, Ángel Vara, tiene una curiosa y, como mínimo, discutible forma de explicarlo. «Hay mucha hipocresía en el deporte. Eufe es el mejor y por eso saca tanto rendimiento. Pero tiene que hacerlo gente como él. Si no es darle unas tenazas a un relojero».
«Es un crack»
Un día Eufemiano cruzó la raya. Aunque él lo llama «proteger la salud del deportista». Ese es su discurso. Quizá desde que llegó a Madrid en los 80 para trabajar, por 50.000 pesetas al mes, como médico de la federación de atletismo y de la Residencia Blume. Aunque era un sueldo bajo, no lo hacía por dinero. No le hacía falta a un joven que conducía un Porsche. Luego se pasó al ciclismo. Antes se casó con Cristina Pérez, una atleta que le dio sus tres hijos -dos varones y una chica que nació con una grave enfermedad ocular- y de la que se separó hace dos años. Tras la 'operación Puerto', los hermanos regresaron a Canarias, donde trabajan en un centro de salud: él en el de Puerto y ella en el de Jinamar. Y ambos viven frente al mar. Eufe en la playa de las Canteras y su hermana en Majanicho, un pueblecito pesquero de Fuerteventura. Siempre separados.
 
TÍTULO:  EL CENTINELA DE LAS INFANTAS,.
 
 
Carlos García Revenga es el hombre que camina siempre detrás de las infantas, ese tipo fornido y de 1,95 metros de estatura -dos centímetros menos que el Príncipe- que bien podría ser confundido con sus guardaespaldas. Las fotos demuestran que siempre está allí, en un visible segundo plano. 58 años, licenciado en Magisterio y Pedagogía, experto en protocolo, aficionado a las motos de gran cilindrada, al esquí -también hace pinitos con el snowboard-, es desde hace dos décadas mucho más que una simple sombra. Ejerce de secretario, protector y asistente personal de Elena y Cristina de Borbón. «Es su asesor», precisan en la Casa Real. Así, a secas. Ni disponen de un currículum de García Revenga ni ofrecen más datos por considerarlo un asunto «privado». Tampoco aparece su nombre en la web de la institución, donde acaban de borrar cualquier referencia a Iñaki Urdangarin, justo al año de que le excluyeran de los actos oficiales por su comportamiento «poco ejemplar» en el 'caso Nóos'; y días después de que el exsocio del duque de Palma, Diego Torres, aireara unos polémicos correos electrónicos que salpican al secretario de las infantas y que han hecho temblar de nuevo los pilares de palacio.
El ataque de Torres ha aupado a García Revenga al primerísimo plano de una actualidad que se escribe con 'titulares de juzgado'. Porque el secretario, amigo y confesor de las hijas del Rey comparecerá como imputado ante el juez José Castro el próximo día 23 (qué fecha más maldita) para explicar sus vinculaciones con el Instituto Nóos y la actividad que, como tesorero, desarrolló desde el año 2004 a 2006.
Carlos García Revenga «está enfadado y muy disgustado» por cómo puede influir su imputación en la delicada salud de sus padres, de 90 y 87 años, según confirman sus allegados. Y jura que nada tiene que ver con la gestión del Instituto Nóos porque su cargo de tesorero, por el que dice que no cobró un duro, era «honorífico». Si aceptó figurar en el organigrama de este supuesto instituto sin ánimo de lucro fue, insiste, por lealtad a la infanta Cristina y a la Corona, a la que ha servido con dedicación exclusiva durante los últimos 20 años. Porque García Revenga empezó como instructor de Elena de Borbón, a quien se le atragantaban los estudios, y en 1993 acabó quedándose en La Zarzuela como secretario personal de las hermanas por expreso deseo de la Reina, con la que mantiene una estrecha amistad.
Su primer contacto con la familia se produjo en el colegio privado Santa María del Camino, al que asistían las infantas y a quienes dio clases en Infantil. La influencia de García Revenga sobre Elena fue creciendo, hasta el punto de que, como él, cursó Magisterio y se licenció en Pedagogía. Cuando su educador ofreció un curso sobre esta disciplina en la Universidad Pontificia de Comillas, en Madrid, allí estuvo ella en primera línea tomando apuntes. García Revenga era el profesor joven que viajaba en moto y que se encargaba de las actividades extraescolares de las alumnas: hasta montaba debates con ellas en el bar sobre temas de actualidad. Era popular, un modelo a seguir.
Ya en palacio, como secretario personal, se dedicó a los asuntos de las infantas en cuerpo y alma. Y los vínculos se hicieron tan fuertes que, cuando Elena y Cristina se casaron, no pudo romperlos ni Jaime de Marichalar, con el que no empatizaba. Iñaki Urdangarin, sin embargo, se hizo amigo suyo. Algunas fuentes sitúan al real instructor detrás de la defenestración del duque de Lugo del Museo de Cera, un escarnio público grabado en la retina de todos los españoles.
Madrinas de sus hijas
García Revenga organizó sus bodas, en las que participaron como damitas de honor sus dos hijas, Laura y Carmen, que también son ahijadas de las infantas. Porque a sus jefas no les ha dejado solas ni en el momento de dar a luz. «Siempre ha acompañado a doña Elena y doña Cristina al hospital cuando se ponían de parto», comenta la experta en Casa Real Carmen Enríquez, quien recuerda que los periodistas de Madrid coincidieron con él en el mismo avión a Barcelona para cubrir el nacimiento del primogénito de la duquesa de Palma, Juan Urdangarin y Borbón.
García Revenga ha sido imprescindible en sus vidas. No solo se ocupa de los actos oficiales, sino también de los privados, de la equitación de Elena o las competiciones veleras de Cristina. Con ella viajó a Oviedo cuando se operó de miopía, por ejemplo. Es su mano derecha y hombre de confianza, aunque está especialmente unido a la infanta Elena, a quien apoyó cuando decidió separarse de Marichalar: «Entendía que tenían caracteres e intereses muy distintos. Lloró en su hombro, fue su confidente», cuenta Enríquez.
El extesorero de Nóos también mantiene fuertes vínculos con los duques de Palma. La Fiscalía Anticorrupción investiga las dos cuentas conjuntas que al parecer abrieron Cristina y Ana Isabel Wang Wu -exesposa de García Revenga y madre de sus dos hijas-, en el BBVA y en el Banco Santander entre 2003 y 2006. Su ex, de origen chino, es una alta ejecutiva del banco presidido por Emilio Botín y figura, además, como apoderada de Buferasa. Esta empresa, propietaria del restaurante madrileño El Buda Feliz, también se dedicada a la importación y exportación y a la compraventa de inmuebles. Cuando la pareja se separó, hace unos siete años, la madre se llevó las niñas a China, pero ellas pidieron regresar a España. Ahora estudian en Estados Unidos.
La dedicación de García Revenga a la Corona, trabajo por el que cobra en torno a los 60.000 euros anuales, ha hecho mella en su vida privada. Tras la separación de Wang Wu, ha mantenido una relación sentimental de cuatro años con Ángela Rodicio, periodista del programa 'Informe semanal' y excorresponsal de TVE en Oriente Próximo. Llegó a acompañarle en algún viaje con la infanta Elena a Nueva York, pero el amor se acabó.
El guardián de las infantas tampoco parece haber tenido suerte en los negocios. Tras su salida del Instituto Nóos, una vez que el Rey pidió a Urdangarin que abandonara la empresa, Revenga intentó montar con la infanta Elena, en 2007, una sociedad de inversiones llamada Global Cisnéfalos. Él aparecía como administrador, y su hermano Javier, como apoderado. Antes de que se pusiera en marcha, la Casa Real, que en principio había dado el visto bueno, recapituló y obligó a cerrarla. Fue cuando el Rey dijo aquello de «trabajo, sí; negocios, no». A lo más que llega García Revenga, que se sepa, es a participar en fundaciones ligadas a la Corona. Es miembro del patronato de la Fundación Reina Sofía y secretario de la Fundación para la Promoción del Deporte Ecuestre.
¿Honrado?
El asesor de las infantas no suele hace alarde de lujos, aunque tampoco hace ascos a la vida social. Se le ha visto en desfiles de moda y en patrocinios de firmas comerciales. Quienes le han tratado elogian sus dotes para la conversación y su afabilidad. Cada mañana llega a su despacho en coche o en una moto de gran cilindrada, necesaria para soportar su corpulencia (hace unos meses destrozó una de trial). Un grave problema de estómago le obligó a pasar por el quirófano. Adelgazó mucho, pero ha vuelto a recuperar peso.
Casi nadie duda de su honradez. La periodista Almudena Martínez-Fornés, también experta en Casa Real, dice que en La Zarzuela nadie cree «que se haya llevado dinero», pero precisa que la clave reside «en si García Revenga alertó o no al Rey de las irregularidades de Nóos». Para Jaime Peñafiel, la decisión de mantenerle en el puesto hasta que declare ante el juez ha sido totalmente errónea: «En uno de esos correos divulgados, Urdangarin pide que se le trate como asesor o consejero del Rey y eso tuvo que aprobarlo el secretario de las infantas. Ahí se le ha visto el plumero». Tras lo de Nóos, al parecer, se le propuso un acomodo en Bankia, a través de Rodrigo Rato, pero no pudo ser. Así las cosas, habrá que ver si después de declarar ante el juez el día 23 se queda sin trabajo. Tampoco se descarta que «dimita antes».
Aunque le ha tratado poco, el diplomático Inocencio Arias ve a García Revenga incapaz de meterse en «asuntos turbios». Pero, agrega: «Tal y como está el país en estos momentos, no pongo la mano en el fuego casi ni por mi madre, aunque ya está muerta».
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