SOY MUY DISTINTA A MI MADRE
La melena larga y sedosa, las marcadas cejas, la amplia sonrisa...
Olivia Molina tiene mucho en común con su madre en lo físico y muy poco en lo
que se refiere al carácter. «Yo soy mucho más tímida y reservada. Ella es de una
generosidad, de una explosividad de carácter tremenda. Mi madre es muy
eclipsante, yo soy mucho más discreta. Ella es más de impulsos y yo soy más
cerebral, más reflexiva». Así se define la primogénita de Ángela Molina, que a
sus 32 años ha convertido a la famosa actriz en abuela de una niña de seis meses
llamada Vera. «El ser tan distintas no nos impide tener una complicidad enorme y
trabajar a gusto juntas», aclaró Olivia el jueves mientras participaba en
Madrid, precisamente junto a su madre, en la celebración del 45 aniversario de
Ariel.
¿Son 'marujas' las Molina? Lo justo y necesario, según explicaron
ambas. Pero los trapos sucios es mejor lavarlos en casa y de eso algo sabe este
clan artístico que lleva décadas en el ojo público. «Estoy muy familiarizada con
este famoso detergente -explicó Olivia divertida-, porque de niña a mi madre,
además de hacer películas, la he visto poner muchas lavadoras. Somos cinco
hermanos y aunque nos daban libertad, la limpieza y el orden se llevaban a
rajatabla».
La hija mayor de Ángela está a punto de embarcarse en un proyecto
televisivo que la tiene «emocionada». Va a interpretar a Sofía, la viuda de
Reverte, el personaje que encarna su madre en 'Gran Reserva', solo que con
cuarenta años menos y en una precuela de la serie ideada por TVE para la
sobremesa. «Es un reto divertido porque he hecho de hija de mi madre en el cine,
pero esta es la primera vez que vamos a compartir personaje. Le voy a hacer
muchas preguntas y a pedir muchos datos. Pero no prepararé mi papel con ella
porque eso es algo que prefiero hacer sola».
Sofía, en palabras de Olivia, «se parece poco a Ángela, pero tiene
en común el ser una madraza que apoya en todo a sus hijos». Algo que ha heredado
ella. «Estoy enamorada de mi hija Vera», proclama la actriz. «Desde que soy
madre tengo una vitalidad y una fuerza increíbles». La niña es fruto de su
relación con el también actor Sergio Mur, al que conoció en la serie 'Física y
Química'. «Somos una pareja muy potente», afirma él. «Hacemos buen equipo
-subraya Olivia-. Nos hemos encontrado en un momento de nuestras vidas en el que
nos compenetramos muy bien».
Una familia sin ínfulas
Hija de la musa de Buñuel Ángela Molina y de su primer marido, el
fotógrafo francés Hervé Timarche, Olivia, que alguna vez se ha definido como
«muy francesita», nació y creció en Ibiza, lo cual le aporta «ese lado brutal de
naturaleza, de contacto con lo eterno, con la belleza. Mi Ibiza es totalmente
rústica, una isla con una energía que si te atrapa es para siempre. De hecho, es
el lugar al que necesito volver continuamente para coger aire fresco».
Pertenecer a un clan artístico la ha marcado lo justo. «Cuando estás dentro
-matiza- no hay clan que valga, hay una familia como otra cualquiera con sus
momentos felices y sus momentos duros. Siempre he sentido apoyo cuando lo he
necesitado y he intentado estar ahí cuando he sido necesaria. Eso es para mí el
clan, una familia con una proyección pública que me ha aportado sensibilidad,
pero sin darnos ínfulas de nada».
Olivia dice haber vivido «con tranquilidad» el hecho de ser hija de
famosa. «Nunca me he sentido comparada con mi madre, porque además es algo
imposible. Ella es una mujer increíble». También quita hierro a la exclusiva que
la llevó a la portada de '¡Hola!' con el nacimiento de su hija. «Me he criado
saliendo ahí. Tengo fotos en esa revista desde los tres años. Nos decidimos de
una manera muy natural y estuvimos aconsejados por la gente que nos quiere».
Elude abordar la innegable transacción económica que representa toda exclusiva y
se escuda en que «es parte de nuestro trabajo. Al pertenecer a una familia de
artistas, había interés por saber y decidí responder a ese interés». Con la
misma naturalidad jura haberse tomado el que a su madre no le concedieran el
pasado domingo un esperadísimo Goya a la mejor actriz de reparto. «En mi casa
hubo cero drama», asegura.
Es
usted de Ducasse o de Robuchon? La pregunta que planteaba hace unos días un
titular de Le Figaro puede resultar trivial a este lado de la,.
Es usted de Ducasse o de Robuchon? La pregunta que planteaba hace
unos días un titular de 'Le Figaro' puede resultar trivial a este lado de la
frontera, pero en Francia la rivalidad entre los dos cocineros adquiere
dimensiones de disputa escolástica. Además de ser los 'chefs' de mayor tirón
mediático del mundo, Ducasse y Robuchon encarnan dos concepciones de la cocina,
lo que en Francia viene a ser casi lo mismo que de la vida, y tienen, cual
eternos rivales en el campo de juego, su legión de seguidores y detractores. No
es que sus puntos de vista sobre lo que debe ser una buena comida sean muy
distintos, pero los sutiles matices que los separan alimentan debates que hacen
que cualquier sobremesa entre gastrónomos se prolongue hasta más allá de lo
razonable.
La última edición de la Guía Michelin para Francia, que fue
presentada el lunes, ha consolidado la hegemonía absoluta de los dos grandes
maestros de la cocina. Robuchon revalidó las siete estrellas que lucen sus
restaurantes en suelo francés y Ducasse, las diez adjudicadas a los suyos.
Ninguna alteración, por lo tanto, del delicado equilibrio que mantienen desde
hace ya casi una década los dos grandes titanes de la gastronomía en su terreno
más sensible, el de su propio país. Habrá que esperar a ver las calificaciones
de sus establecimientos en otras partes del planeta para saber si las espadas se
mantienen en alto.
Lo de Ducasse y Robuchon hace ya mucho tiempo que dejó de ser una
rivalidad circunscrita a los límites de su terruño. Ambos se han convertido en
las cabezas visibles de verdaderos imperios empresariales con intereses en el
mundo entero. Además de regentar decenas de restaurantes, llevan hoteles,
editoriales, escuelas de cocina, programas de televisión, productos de
alimentación, menaje doméstico...
Ducasse es más conocido quizás porque su trayectoria vital ha sido
también más azarosa. Nacido en 1956 en Gascuña, cerca de Las Landas y el País
Vasco francés, dio sus primeros pasos en los fogones a los 16 años de la mano de
Alain Chapel y consiguió sus primeras dos estrellas a los 28 en el restaurante
de un hotel de Antibes, en la Costa Azul.
Su primer gran golpe de mano lo dio en Mónaco, su lugar de
residencia actual, cuando se comprometió por contrato a que el restaurante del
que iba a hacerse cargo -el Louis XV del Hotel de Paris- ganaría tres estrellas
en un plazo de tres años. Le sobraron tres meses. Puede que su audacia tuviese
algo que ver con el accidente que había sufrido unos años antes en una avioneta:
fue el único de los cuatro tripulantes que sobrevivió y tuvo que soportar trece
operaciones y un año de convalecencia. El éxito de Mónaco le catapultó a la
galaxia de la alta gastronomía y no dejó pasar la ocasión: a día de hoy regenta
24 restaurantes a lo largo y ancho del mundo que suman nada menos que 21
estrellas.
Bomba casera
Ducasse, eso sí, tiene una espina de la que nunca ha querido
hablar: tuvo que abandonar un hotel-restaurante que había puesto en marcha en
Bidarray, en el País Vasco francés, ante el acoso de medios próximos a ETA que
protagonizaban una campaña contra intereses turísticos. Después de que una bomba
casera explosionase junto al edificio, llamado Ostapé, abandonó el proyecto e
hizo las maletas. El cocinero gascón, no obstante, mantiene excelentes
relaciones con sus colegas vascos de este lado de la frontera y no es raro verle
tomando unos 'pintxos' junto a ellos en bares de San Sebastián u
Hondarribia.
Joël Robuchon tiene menor proyección mediática pero suma más
estrellas Michelin -24 en total, récord absoluto- en sus 17 restaurantes.
Robuchon es de Poitiers, más al norte, y empezó en los fogones de un seminario.
Su carrera fue también meteórica y en 1989 ya había sido designado 'chef' del
siglo.
A los 50 años colgó el mandil agobiado por la presión del mundo de
la alta cocina -le impresionó mucho que uno de sus colegas más cercanos muriese
de un infarto entre los pucheros- y se estableció en un apartamento frente al
mar que tiene en la localidad alicantina de Calpe. Regresó a los siete años con
las ideas frescas y construyó un emporio gastronómico con unos estándares de
calidad que no tienen parangón gracias a su espíritu perfeccionista. Ahora
reparte su tiempo entre su amado Calpe y los viajes para supervisar sus
restaurantes sin olvidar la televisión o los libros gastronómicos.
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