jueves, 4 de octubre de 2012

LA CAIDA DEL SOLITARIO QUE DEJO LA VIDA,.

TÍTULO: LA CAIDA DEL SOLITARIO QUE DEJO LA VIDA.

Cuando se franquea cierto límite de respeto al varón, la mujer puede
llegar a decir a su marido cosas increíbles.

La mujer de Kassim franqueó ese límite con una pasión igual por lo
menos a la que sentía por los brillantes. Una tarde, al guardar sus
joyas, Kassim notó la falta de un prendedor--cinco mil pesos en dos
solitarios.--Buscó en sus cajones de nuevo.

--¿No has visto el prendedor, María? Lo dejé aquí.

--Sí, lo he visto.

--¿Dónde está?--se volvió extrañado.

--¡Aquí!

Su mujer, los ojos encendidos y la boca burlona, se erguía con el
prendedor puesto.

--Te queda muy bien--dijo Kassim al rato.--Guardémoslo.

María se rió.

--Oh, no! es mío.

--Broma?...

--Sí, es broma! ¡es broma, sí! ¡Cómo te duele pensar que podría ser
mío... Mañana te lo doy. Hoy voy al teatro con él.

Kassim se demudó.

--Haces mal... podrían verte. Perderían toda confianza en mí.

--¡Oh!--cerró ella con rabioso fastidio, golpeando violentamente la
puerta.

Vuelta del teatro, colocó la joya sobre el velador. Kassim se levantó
y la guardó en su taller bajo llave. Al volver, su mujer estaba
sentada en la cama.

--¡Es decir, que temes que te la robe! ¡Qué soy una ladrona!

--No mires así... Has sido imprudente, nada más.

--¡Ah! ¡Y a ti te lo confían! ¡A ti, a ti! ¡Y cuando tu mujer te pide
un poco de halago, y quiere... me llamas ladrona a mí! ¡Infame!

Se durmió al fin. Pero Kassim no durmió.

Entregaron luego a Kassim para montar, un solitario, el brillante más
admirable que hubiera pasado por sus manos.

--Mira, María, qué piedra. No he visto otra igual.

Su mujer no dijo nada; pero Kassim la sintió respirar hondamente sobre
el solitario.

--Una agua admirable...--prosiguió él--costará nueve o diez mil pesos.

--Un anillo!--murmuró María al fin.

--No, es de hombre... Un alfiler.

A compás del montaje del solitario, Kassim recibió sobre su espalda
trabajadora cuanto ardía de rencor y cocotaje frustrado en su mujer.
Diez veces por día interrumpía a su marido para ir con el brillante
ante el espejo. Después se lo probaba con diferentes vestidos.

--Si quieres hacerlo después...--se atrevió Kassim.--Es un trabajo
urgente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario