Al Banco Central Europeo (BCE) se asocian ineludiblemente las palabras crisis, deuda, recortes, prima de riesgo, compra de bonos, troika, ...
La ONG española Cooperación Internacional destina la ayuda al reparto de material escolar.
La entidad dona 110.500 euros entre 17 asociaciones benéficas de la eurozona.
Al Banco Central Europeo (BCE) se asocian ineludiblemente
las palabras crisis, deuda, recortes, prima de riesgo, compra de bonos,
troika, tipos de interés o inflación. Sin embargo, en la retahíla de
términos costaría que alguien citara, y más dada la situación actual,
conceptos como altruismo, solidaridad o beneficencia. De hecho, parece
que BCE y ONG son siglas que responden a instituciones opuestas,
contradictorias y casi enfrentadas. Sin embargo, una vez más, la
realidad no es blanca ni negra. Hay grises. Bien lo saben las 17
organizaciones sociales que se repartieron los 110.500 euros de la
iniciativa benéfica del BCE.
«Nos sorprendió. Es una ayuda que no es conocida»,
explican desde Cooperación Internacional, la ONG seleccionada por el
Banco de España para recibir la ayuda. «Tuvimos que dar información
sobre nuestra actividad», añaden. El desconocimiento de esta donación no
es extraño. Los discursos de Mario Draghi, las declaraciones de los
consejeros del banco o boletines de la entidad están plagados de
referencias y análisis macroeconómicos alejados de la economía del día a
día.
Sin embargo, en el 2010 el BCE creó una iniciativa
benéfica con el objetivo de apoyar a organizaciones sociales de la zona
euro que realicen labores sociales y humanitarias y no tengan
vinculaciones políticas. Este año las ayudas se centraron en
organizaciones dedicadas a la integración social, educativa y cultural
en Europa. Los bancos centrales de cada uno de los 17 países que forman
la zona euro propusieron una organización de su país según los criterios
impuestos por el BCE.
En el caso de España, la seleccionada fue Cooperación
Internacional, una ONG que trabaja desde 1993 «por una juventud
solidaria» especializada en proyectos de cooperación al desarrollo y
otros programas de voluntariado. Los 6.500 euros procedentes del BCE no
eran una cantidad suficiente para montar un programa, pero se destinaron
a complementar uno de sus proyectos más ambiciosos, la escuela
solidaria en España. Esta iniciativa consiste en el reparto de material
educativo en 3.500 colegios del país.
Y es que Cooperación Internacional cumple a la perfección
con el criterio integración educativa que buscaba el BCE. Entre los más
de 120 proyectos de sensibilización y voluntariado del que se
benefician 135.000 personas ocupan un lugar muy importante los niños.
Entre las actividades se encuentran las visitas a los centros de
infancia o la escuela de fútbol sala que desarrollan en Zaragoza, en
colaboración con el Colegio Santo Domingo. Asimismo, en la iniciativa
'Deporte juntos' organizada en Valencia, se reúne a voluntarios, alumnos
de ESO y personas con discapacidad física o intelectual.
Apoyo de los jóvenes
Y es que uno de los principales objetivos de la ONG es
concienciar a los jóvenes en labores solidarias. Cuentan con 4.500
voluntarios en campañas especiales y 800 personas en actividades
estables. «El 41% de nuestros voluntarios se dedica a actividades
dirigidas a mejorar las condiciones de vida de la infancia», explican. Y
es que la integración social es otro de los requisitos del Banco
Central Europeo.
Entre sus actividades también se encuentra la denominada
'Operación Rehabilitación de Viviendas', consistente en ayudar a las
familias sin recursos que viven en España. Bajo la supervisión de un
pintor profesional, los voluntarios colaboran en las tareas de pintura y
limpieza de viviendas en mal estado de personas con dificultades
económicas. Un ejemplo más de los múltiples proyectos solidarios de esta
ONG cuya labor se ha visto reconocida, sorprendentemente para muchos,
por el BCE.
TÍTULO: ANTES DE QUE LLEGARA HALLOWEEN.
Recuerda aquella noche en el campanario de la iglesia de su pueblo, Fuente de Cantos (Badajoz), como uno de los momentos más ...
Almas que se paseaban por el pueblo con capucha negra y hogueras a medianoche eran algunas tradiciones para festejar el día de Los Difuntos.
Recuerda aquella noche en el campanario de la iglesia de
su pueblo, Fuente de Cantos (Badajoz), como uno de los momentos más
emocionantes de su infancia. Hacían hogueras, comían castañas asadas y
las campanas doblaban hasta que amanecía. Él tenía siete años, vestía de
monaguillo y era su manera de festejar el día de Los Difuntos. De eso
hace cuatro décadas, pero a Valentín Porras, que ahora ejerce de alcalde
en Santibáñez el Alto (Cáceres), no se le olvida ni un detalle.
«Primero íbamos por las casas pidiendo lo que quisieran darnos: nueces,
castañas, almendras...; alguna vez caía algo de dinero que luego nos
repartíamos... La gente era generosa porque decíamos: 'Venimos a pedir
para doblar a los difuntos'. Después los monaguillos nos pasábamos toda
la noche en el campanario enredando y haciendo de las nuestras», relata
con nostalgia.
«Esto se hacía en la madrugada del 1 al 2 de noviembre
-continúa-, pero ya esa tradición se ha perdido, entre otras cosas
porque en todos sitios ya hay campanas eléctricas y nadie sube a tocar».
Más atrás en el tiempo viaja Gregorio Sánchez, vecino de
toda la vida de Santibáñez el Alto (unos 400 habitantes), que ha
cumplido 80 primaveras. Cuenta que en los años 40 (en plena posguerra),
cuando era un chaval, el día de Los Difuntos aparecían las 'ánimas
benditas' y recorrían las calles del pueblo pidiendo dinero de casa en
casa. La recaudación iba para la iglesia. «Eran cinco o seis personas
vestidas de negro y con una capucha también negra. Daban un poco de
respeto. Llevaban siempre una esquila (un pequeño cencerro) y también
iban de visita al cementerio», rememora. En el camposanto, las mujeres
se reunían para rezar.
En Cheles (Badajoz), más o menos por la misma fecha, los
autóctonos recuerdan una costumbre parecida a la Fuente de Cantos. Los
niños, a la voz de: 'Dame los santos o te rompo los cántaros' (en
referencia a las vasijas donde se guardaba el agua en aquella época)
recorrían el pueblo pidiendo frutos secos o dulces caseros para después
celebrar un día de convivencia en el campo.
De esta jornada campestre también habla Gregorio. Él la
llama 'La Chiquitía': «Se hacía el día de Todos los Santos. Los chavales
se reunían alrededor de una lumbre a comer castañas y se contaban
cuentos». Esta tradición, quizás la más típica en todas las localidades
extremeñas, recibe distintos nombres. En Las Hurdes se le denomina 'La
Carvochá'. En Plasencia son 'Los Calbotes' y en Casar de Cáceres, 'La
fiesta del Carbote'.
Son algunos ejemplos de la riqueza de costumbres que
había en Extremadura para celebrar el día de Todos los Santos y el de
Difuntos -cuya fecha se aproxima- cuando todavía no había televisión o
solo se podía ver un canal en blanco y negro. Muchas se quedaron en el
pasado (como las hogueras a medianoche), otras han logrado sobrevivir
(las jornadas campestres se siguen haciendo, aunque en algunos pueblos
se quejan de que cada vez se parece más a un botellón) y otras se
intentan recuperar por parte de asociaciones culturales (como las
procesiones de ánimas).
Lo que está claro es que «antes de que llegara Halloween,
ya teníamos en Extremadura rituales con los que celebrar la visita de
los difuntos», tal y como manifiesta Eloy Martos, doctor en Filología
Hispánica, profesor de Lengua y Literatura en la Universidad de
Extremadura y un apasionado de los mitos y leyendas que tienen que ver
con «esos umbrales entre los muertos y los vivos», como él lo define.
«Hay una riquísima tradición de procesiones de ánimas (almas) en
Extremadura, sobre todo en el norte de la provincia de Cáceres, no es
solo algo típico de Galicia (donde es muy conocida la Santa Compaña)».
Un visitante misterioso
Martos explica que todos estos rituales tienen un origen
celta: «La muerte es siempre un visitante misterioso. Los muertos son
los espíritus guardianes de los vivos. Y todos estos ritos lo que hacen
es conciliar. Podríamos decir que es una manera de catarsis».
En este sentido, explica que nuestra tradición tiene que
ver más con la mexicana que con la anglosajona (de la que viene
Halloween). «En México la gente va al cementerio y hace allí la comida
con los muertos», asegura. No hay que olvidar que aquí una tradición que
sigue con fuerza es la visita a los seres queridos para llevarle
flores.
«A la muerte por un lado se la venera, pero por otro lado
se la teme. Esa ambivalencia es muy típica y muy humana». Y añade en
referencia a Halloween: «Si queremos producir miedo, hay veintitantos
monstruos españoles divertidísimos. Pero ahora ya se ha creado una
industria del entretenimiento».
Cierto es que con la llegada del día de Todos los Santos y
el de Difuntos, muchas localidades de la región acogen fiestas de
disfraces de Halloween en las que no faltan telarañas y calabazas.
El término procede de la contracción de 'All Hallows'
Eve', que significa la víspera de Todos los Santos. Y se trata,
igualmente, de un ritual conciliatorio. «Es una fiesta venida de los
seres de ultramundo, ya se entienda que son fantasmas, difuntos, duendes
o demonios», indica Martos. Los niños piden caramelos por las casas a
la voz de: 'truco o trato' ('trick or treat' en inglés). «Se trata de
una leyenda popular de origen céltico que explicaba cómo el visitante de
ultramundo interactuaba con su 'víctima' potencial», añade.
«El sentido de estas fiestas es siempre el mismo en todas
las partes del mundo. Cada cierto tiempo ritualmente marcado, se abre
un canal de comunicación entre el mundo de los vivos y los 'otros'»,
resume Martos. Y en ese sentido insiste en la importancia de conocer las
costumbres propias antes de copiar tradiciones. «La comunidad tiene la
obligación de respetar su memoria».
Con él coincide Valentín, el alcalde de Santibáñez, que
también es maestro de Primaria en el pueblo y asegura que todos los
años, cuando llega el día de Los Santos y Los Difuntos, tiene «peloteras
con el de Inglés porque se le da mucho bombo al tema de Halloween con
los niños»,.
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