domingo, 2 de junio de 2013

ENTREVISTA XL ASUCIÓN BALAGUER " SE QUE PACO TUVO UN HIJO CON OTRA MUJER,."./ EN PRIMER PLANO LA INFANCIA ROBADA,


TÍTULO: ENTREVISTA XL ASUCIÓN BALAGUER " SE QUE PACO TUVO UN HIJO CON OTRA MUJER,.".

Asunción Balaguer: "Sé que Paco tuvo un hijo con otra mujer"

Cocinó para él más de la cuenta y fue la esposa fiel del perfecto infiel: «Me enfadaba solo un rato cuando Paco regresaba a casa feliz de sus,.
Entrevista

Asunción Balaguer: "Sé que Paco tuvo un hijo con otra mujer"

Está viviendo una nueva juventud. A sus 87 años no para de trabajar y de recibir premios. El último: el Max de teatro. Para hablar de todo ello, la visitamos en su casa. En la charla surgen de forma natural Paco Rabal y confidencias inesperadas... Por virginia drake / fotografía de carlos carrión
Asunción Balaguer, en su casa de Alpedrete (Madrid). (Fotos: Carlos Carrión).
Cocinó para él más de la cuenta y fue la esposa fiel del perfecto infiel: «Me enfadaba solo un rato cuando Paco regresaba a casa feliz de sus aventuras con otras mujeres; porque él no me engañó, yo lo sabía todo». Por eso, cada aniversario, le sigue mandando un ramo de rosas a su tumba, en Águilas (Murcia). Hace doce años que murió Paco Rabal. En ese momento, Asunción Balaguer decidió ser «una vieja alegre, no una viuda triste». Lo ha llorado mucho, «pero el público me ha aliviado». Ha vuelto al teatro y al cine, y las series de televisión se la rifan. «Está siendo como una resurrección; es una segunda vida». Acaba de recoger el Max a la mejor actriz de reparto y nos recibe en su casa de Alpedrete la mañana más fría del mes de mayo. XLSemanal. Enhorabuena por ese premio Max... Asunción Balaguer. Gracias. Estoy muy feliz. Cuando me dan premios, subo a por ellos tranquila porque estoy acostumbrada a recoger los de Paco, y hasta creo que siguen siendo para él. Pero este Max, no; este Max es mío. XL. Usted era una niña bien catalana. Su padre era médico y la familia de su madre se dedicaba a la industria textil. A.B. Sí, mis abuelos tenían mucho dinero. Mi abuelo materno dirigía una fábrica de tejidos muy importante en Cataluña y era muy conocido y muy querido por la gente. XL. Y usted, que estudió Filosofía y Letras, se enamoró del hijo de un minero, sin cultura, rudo y que apenas hacía papelitos en obras donde usted ya era la primera actriz. A.B. Es que Paco, además de ser muy guapo, era muy listo. Le gustaba mucho la poesía y pronto empezó a leer muchísimo. Mi hermana también se enamoró de él [se ríe], aunque a mis hermanos les parecía un fresco. Pero a mí me gustaban los rudos. No me atraían para nada los tipos finolis. Me gustaba la gente de pueblo, sencilla... Pero lista, ¿¡eh!? XL. ¿Su familia era de derechas? A.B. Sí, más o menos. Mi padre era catalanista y muy católico. Mi familia hoy sería un poco como CiU. Hasta que vino la dictadura hablábamos catalán en casa; luego, todo el mundo empezó a hablar castellano. XL. ¿Es verdad que su madre le buscó un sacerdote para que le quitara el acento catalán que tenía? A.B. ¡Uy! ¿Cómo lo sabes? [ríe]. Era un cura de Burgos, sí, el padre García. Con él recitaba El cantar de los cantares... Era un cura muy moderno. XL. Su madre la apoyó cuando dijo que quería estudiar teatro y, como buena defensora de la moral, cuando usted empezó a viajar le puso una 'carabina' que dormía siempre a su lado. A.B. ¡Qué horror! Se llamaba Angelina. Recuerdo que me decía que, cuando ganara más dinero, me tenía que comprar un apartamento para vivir en él las dos y que ella se encargaría de limpiarlo. XL. A lo mejor es que estaba enamorada de usted... A.B. Pues yo creo que sí, porque era muy hombruna y cada vez que venía alguien a mi cuarto se ponía furiosa. Una vez entró un compañero a pedirme un cepillo y le dio una rabia horrible; me dijo que seguro que también venía a verme cuando ella no estaba. Me entró tal coraje que le pegué una patada tan fuerte que se me rompió el tacón del zapato. ¡Se lo había ganado! Era un espanto. Era muy mala persona. Además, en la Compañía Lope de Vega se creían que... mmmm, ¡en fin! XL. ¿Que era su pareja...? A.B. ¡Pues sí! Cuando me enteré de lo que se comentaba, le dije que se tenía que marchar. Por la tarde fuimos a la Feria de Córdoba y yo que no bebo nada levanté un vaso de vino y dije: «Brindo por la libertad». Ella se enfadó, me dio un manotazo y me tiró el vaso de vino por la cara. Yo salí corriendo. Al final le saqué un billete y se fue. Esa noche dormí estupendamente. Fue el primer día de mi liberación. XL. En ese viaje, ¿Paco Rabal dio el primer paso? A.B. Sí. Aquella tarde de la feria, cuando regresé al grupo, Paco me cogió la mano y me dijo: «¿Bailas?». Y bailamos toda la noche. En el autobús de Córdoba a Algeciras se me declaró. XL. ¿Ha sido el único varón que ha 'conocido'? A.B. Antes tuve un noviete, un chico de Manresa, pero no me decidí. 'Conocer' como se debe 'conocer' [se ríe] solo a Paco. Fue y ha sido el único. XL. Y, con las que le ha hecho, ¿nunca tuvo tentaciones de comparar usted también? A.B. ¡Pues no! Ni en los malos momentos me ha gustado otro hombre. No he sido coqueta. Además, seguro que Paco no me habría perdonado una infidelidad; me hubiera dejado. XL. Cuenta que, cuando se casaron, con ustedes vivían la abuela de Paco, el padre de Paco, la tía de Paco, el hijo de la tía de Paco... ¿Es usted santa? A.B. Paco me puso esa condición al casarnos: teníamos que vivir con ellos porque él se había hecho responsable de todos. Mi madre estaba negra, pero yo acepté. El padre de Paco tenía silicosis y estaba enfermo y viudo. La tía era madre soltera y cuidaba de la abuela, que era buenísima. La hermana de Paco tenía diez años menos que él y estaba estudiando... Eran gente buena. XL. ¿Por eso dejó usted los escenarios? A.B. Claro, cuando vinieron los niños y Paco estaba todo el día de viaje, trabajando, alguien tenía que quedarse al frente de todo. XL. Mil veces ha contado la cantidad de noches que Paco no volvía a casa... y la cantidad de veces que se lo ha perdonado todo. ¿Sus hijos nunca le dijeron que no aguantara tanto? A.B. No, porque adoraban a su padre. Una vez estuve a punto de quejarme de algo muy gordo delante de mi hija y ella me cortó y me dijo: «Papá nunca habla mal de ti». Ellos sabían cómo era su padre: un hombre cariñoso, bueno... A ellos les disgusta que la gente diga que su padre era mujeriego. XL. ¿Y su hijo? A.B. Bueno, él como es hombre lo comprende y lo disculpa. XL. ¿Qué tal les ha ido a ellos en sus matrimonios? A.B. A Teresa, muy bien. Se casó, tiene dos hijos y sigue con su marido. Mi hijo ya es otra cosa [sonríe]. Se casó primero con Silvia Cerezales, la hija de Carmen Laforet, con quien tuvo dos hijos Liberto y Candela, y se separó. Luego se volvió a casar con un encanto de chica, Bárbara Aranguren, con la que tuvo otro hijo, Nander, y también se separó. Bárbara es una hija de las Zunzunegui, una chica adorable. Yo no sé por qué se separó de ella... XL. ¿A lo mejor porque Benito ha salido un poco a su padre? A.B. Creo que sí. Ha hecho lo mismo que su padre, la verdad. Bárbara me dijo un día: «A tu hijo lo quiero por el hijo que me ha dado». Yo quiero mucho a todas las nueras y las sigo viendo. XL. La veo 'muy duquesa de Alba' con sus exnueras... A.B. Ja, ja, ja... Puede ser. Además, somos de la misma edad. La diferencia es que la duquesa de Alba ha sido más 'noviera' que yo. XL. ¿Cree que Paco Rabal ha dejado más hijos por el mundo? A.B. Mmmm... No pondría yo la mano en el fuego, no. XL. ¿Es que algo ha oído o le consta? A.B. Me consta algo. XL. Una vez dijo que a Paco le había perdonado todo menos una cosa que no le iba a perdonar nunca. ¿Es esta? A.B. Sí. No quiero hablar de este tema porque me duele. Me enteré cuando había pasado todo. Menos mal, porque si me entero entonces, yo me voy. XL. ¿Nunca ha querido seguir ese tema? ¿Conocer? A.B. ¡Para qué! Lo sé. Paco en un momento de sinceridad me lo contó. XL. Le contó que tenía un hijo y que... A.B. No, eso no me lo dijo, pero yo sé que existe. XL. ¿Y no lo conoce? A.B. No. XL. ¿Y sus hijos tampoco? A.B. No lo sé. XL. Dos o tres veces tomó la decisión de abandonarlo. ¿Qué le hizo dar marcha atrás? A.B. La primera vez que me decidí mis hijos ya eran mayorcitos y les dije que iba a dejar a su padre y que si querían venirse conmigo no les iba a faltar de nada. Aquella vez fui al hotel Hilton, porque sabía que estaba allí. Pensé que si tenía algo esa noche, de paso, me enteraba. Fui en un taxi, al que pedí que me esperara en la puerta del hotel. Pregunté el número de su habitación y me lo dijeron. Cuando subí, me crucé con una camarera en el pasillo a la que pedí que me abriera la habitación de mi marido, que tenía que dejarle unas cosas. Y me la abrió. Cuando entré lo vi completamente dormido, vestido, encima de la cama... Estaba solo, lo vi mal, era cuestión de bebida. Le dejé una nota: «Como no quieres venir a casa, yo me voy. Aquí te dejo las llaves de todas las casas». Cerré la puerta y me marché. Subí de nuevo al taxi y empecé a llorar y el taxista me preguntó. Le conté que acababa de dejar a mi marido. Entonces, me dijo: «¡No lo haga, señora! Yo la llevo donde usted quiera. Si quiere le doy mil vueltas por Madrid hasta que se canse, pero no lo haga». Entonces recapacité, volví al hotel y le pedí a un botones que subiera a la habitación de Paco y me trajera la nota y las llaves. Y el muchacho lo hizo, porque vio que tenía los ojos hinchados de llorar y comprendió lo que pasaba. XL. Y lo esperó en casa... A.B. ¡Pues sí! Me hice la siguiente composición: «Si Paco estuviera enfermo, lo curaría, ¿verdad? Pues, para mí, Paco tiene una pulmonía y lo tengo que curar». Y lo hice. Fui a médicos muy buenos para lograr que dejara el alcohol, porque el alcohol lo lleva todo... A veces pienso que si hubiera sido más severa... XL. ¡Se habría separado él! A.B. No lo sé. Sé que hice lo correcto porque me dio pena. Pensé: no tiene a nadie, no tiene madre ni padre, tiene hermanos pero cada uno hace su vida, me tiene a mí solamente. Era la única persona que estaba a su lado. XL. En cierta ocasión, Paco Rabal dijo de usted: «Asunción, al principio, fue mi amante; luego, mi hermana; y, después, mi madre». A.B. Sí. Quizá es que yo no fui buena amante... ¡Digo yo!, no lo sé. ¡Hay mujeres que tienen un atractivo...! ¿Comprendes? Yo, en este sentido, no sabía nada de nada. Además, en aquella época los hombres eran distintos: se iban con unas y con otras pero luego, en su casa, que nadie tocara nada. XL. ¡Hombre! No todos se iban tanto de juerga. A.B. [Musita]. Yo procuraba que en casa él estuviera bien, que lo tuviera todo. Hice lo que sentía. Si no lo hubiera sentido así, me hubiera ido porque yo he sido libre desde que era niña. XL. ¿Hay algún día que pase sin hablar de él? A.B. ¡Pues no! [sonríe]. Hablo con él cuando estoy apurada. Le digo: «Paco, ayúdame que estoy aquí sola». No contesta, claro, pero me ha ayudado mucho. Todo lo bueno que me está pasando ahora es por él. XL. Un inciso. ¿Es verdad que fue al programa de Anne Germain para que la pusiera en contacto con él? A.B. [Se ríe a carcajadas]. Fui porque, como me pagaban, pensé: con lo que gane les compro unos juguetes a los niños. ¡Ay, Dios mío! ¡Qué cosas me dijo! Contaba que lo veía en el cielo rodeado de ángeles. ¿¡Paco con los ángeles...!? [se carcajea]. Esa señora se tenía que haber enterado antes de quién era él. Paco no creía en el cielo ni en el infierno. Además, antes hubiera preferido ir al infierno con los borrachos y las putas. XL. Reconozca que, desde que Paco no está, parece como si viviera una segunda juventud: teatro, series... A.B. Yo no puedo vivir sin su sombra, porque he sido muy feliz y me ha dado cosas muy bonitas. Pero la pena se lleva dentro, no quiero que salga, no quiero dar pena a los demás. He vuelto al trabajo y la verdad es que sí, me he sentido joven de repente. Voy a la peluquería, me compro trajes nuevos que antes no me hubiera puesto, me cuido más... Y no paran de ofrecerme papelitos por aquí, otra cosita por allá... En julio empiezo a ensayar otra obra. Me divierto mucho y, si pagan, también viene muy bien. XL. Entonces, ¿no hablamos de jubilación? A.B. ¡Noooo! No me quiero jubilar. En noviembre cumplo 88 años, me quedan dos para los 90. Todo lo que he hecho en la vida lo volvería a hacer. En la vida, unos sufren por una cosa y otros, por otra; nadie se va de rositas. No creo en el cielo ni en el infierno, sé que no hay otra vida. Yo siento a Paco en el aire, no sé dónde está, pero lo siento. Trascendemos y nos perpetuamos a través de nuestros hijos, de los nietos... Me queda ya poco por hacer, pero me voy a ir muy contenta, porque he sido muy feliz.
Asunción Balaguer, con su entonces novio, Paco Rabal, a principios de los años 50.

TÍTULO: EN PRIMER PLANO LA INFANCIA ROBADA,.
 
12 de junio Día Mundial contra el trabajo infantil. Lainfancia robada
 
Pero ese niño que fabricaba globos durante doce horas al día para que ... no traía paz a mi corazón».el día mundial contra el trabajo infantil es un ... sigue robando la infancia de más de 250 millones de niños en el mundo, ...
 
En primer plano

12 de junio Día Mundial contra el trabajo infantil. Lainfancia robada

Unos 250 millones de niños en el planeta trabajan en condiciones de semiesclavitud. Hace 14 años, el fotorreportero G. M. B. Akash decidió no mirar a otro lado e implicarse en la lucha contra esta lacra. Esta es su historia y la de sus protagonistas.
Niños cortando piedras en Siliguri (India). (Foto: EFE). Conocer a un niño de nueve años que trabaja en una fábrica de globos puede cambiarte la vida. ¡una fábrica de globos! ¿qué niño no querría estar allí? podría ser casi un cuento... «Un cuento de terror. entrar en una de esas fábricas es un horror; bajar a uno de esos sótanos, guiarse en la oscuridad por las voces, respirar los productos químicos, los tintes y polvos de la estampación... Sientes escalofríos, a pesar de que enseguida estás sudando porque el calor es asfixiante», explica el fotógrafo G. M. B. Akash, de Bangladesh, que lleva catorce años denunciando con sus imágenes el trabajo infantil. Empezó con los ideales intactos y una frase de Helen Keller como motor espiritual para no venirse abajo: «No puedo hacerlo todo, pero puedo hacer algo». G. M. B. Akash se convirtió en un fotógrafo prestigioso, ganó el World Press, publica en los medios más importantes del mundo. Pero ese niño que fabricaba globos durante doce horas al día para que no falten globos en las fiestas de cumpleaños de nuestros hijos lo volvió del revés. Ese niño se llama Rokib y se metía en el bolsillo algunos globos que habían sido desechados por cualquier tara que impide su exportación y se los llevaba a su hermana pequeña. «Yo no tengo tiempo de jugar. Solo tengo tiempo para mantener a mis padres», le dijo al fotógrafo. Aquella confesión inocente y casual lo sumió en una crisis. «Empecé con la fotografía porque no podía permanecer mudo ante la opresión que divide a los seres humanos. Mi deber es ir al fondo de las cosas, incluida la pobreza, el sufrimiento y las privaciones con los que me encuentro a diario, porque el único pecado de un fotógrafo es volver la cabeza y mirar a otra parte. Pero después de hablar con ese niño pensé si mis fotos habían servido para cambiar en algo la vida de aquellos a los que había retratado». Y decidió buscarlos y comprobarlo por sí mismo. Akash se dedicó durante un año a indagar sobre la gente a la que había fotografiado. Encontró a algunos. Y llegó a una conclusión descorazonadora: «Ellos le habían dado sentido a mi vida, pero sus vidas no habían cambiado. Francamente, mis denuncias no habían servido para que sus vidas fueran mejores. Sé que mi tarea se limita a mostrar la realidad, pero esa regla sencilla no traía paz a mi corazón».el día mundial contra el trabajo infantil es un buen momento para preguntarnos, como G. M. B. Akash, cuál es el alcance real de lo que estamos haciendo. Y si podemos hacer algo más por erradicar esta lacra que sigue robando la infancia de más de 250 millones de niños en el mundo, muchos a tiempo completo, por lo que no van a la escuela, convirtiéndolos en autómatas, en esclavos o, en el mejor de los casos, en adultos prematuros y tristes.
En el caso paradigmático de Bangladesh son 7,5 millones de niños (uno de cada cuatro) los que se dejan las ganas de jugar en las fábricas de juguetes, de ladrillos, de baratijas, de cigarrillos, de ropa... Sus edades: entre 5 y 15 años. Los dueños de las fábricas prefieren niños porque los pueden intimidar más fácilmente y porque les pagan bastante menos: 8 euros al mes. El salario de un obrero adulto oscila entre 29 y 57 euros mensuales. Y estamos hablando del país con el sueldo mínimo más bajo del mundo. Por eso es tan atractivo para las multinacionales, sobre todo en la industria textil. La tragedia del edificio que se derrumbó en Daca en abril, con un balance de 1127 muertos (más de la mitad eran mujeres y niños, aunque según la versión oficial se trataba de los hijos de las trabajadoras que estaban en guarderías en el mismo edificio) y que albergaba cuatro fábricas que suministraban ropa a once grandes marcas, está demasiado reciente como para desentenderse de ella. El Gobierno español ha anunciado que pedirá a las multinacionales españolas que no empleen mano de obra infantil en terceros países. Algunas empresas han firmado un acuerdo para aumentar el número de auditorías, revisar que no haya trabajo infantil o forzado, revisar salarios, mejorar las condiciones de salubridad y seguridad y animar a organizarse a una masa laboral donde solo el uno por ciento de los trabajadores están sindicados. Las grandes firmas temen el coste en su reputación de este tipo de tragedias y padecen una cierta esquizofrenia: las tensiones entre los departamentos de responsabilidad social corporativa y los de compras están a la orden del día.
Al final, el consumidor tiene la palabra y puede ejercer presión. Pero la tentación de comprar muy barato ahoga las buenas intenciones. Además, falta por saber si serían tan buenas... «El asunto es muy complejo. Los patronos siempre me dicen lo mismo: que es mejor que los niños trabajen a que estén en la calle drogándose con pegamento», comenta Akash. Las ONG también están divididas. ¿Un boicot acabaría empeorando las condiciones de vida de aquellos a los que se pretende ayudar, pues es mejor ganar algo que nada? Pero un sindicato alemán hizo sus cálculos y mostró que el debate está viciado: duplicar el sueldo de las costureras del sudeste asiático solo incrementaría en 12 céntimos el precio de cada prenda. ¿Acaso es un coste inasumible por la industria? ¿O estamos hablando, lisa y llanamente, de avaricia?
La duda paraliza. Akash encontró su propia manera de salir de ese bloqueo. «Empecé a convivir con algunas de las familias a las que había fotografiado, a preocuparme personalmente por ellos. Empecé con la de Munna, un niño que trabajaba en una fábrica de rickshaws (una especie de bicitaxis arrastrados por personas). Hablé con el padre. Lo ayudé a montar un negocio con parte del dinero que ganó con las fotografías. Y conseguí sacar a Munna de la fábrica y que volviese al colegio. Conseguí, en fin, que las vidas de Munna y de su familia cambiasen». Desde entonces, Akash ha contribuido a financiar otra decena de pequeños proyectos: ayudar a una madre a montar su propio negocio de venta de saris, comprar una bicicleta a un joven para que pueda adquirir vegetales que luego vende en su pueblo... Cambios mínimos, pero que logran que los chicos puedan ir a la escuela. «Mire las fotos. ¿Dejaría que su hijo trabajase un solo día en un sitio como este? pregunta Akash. ¿No? Pues haga algo».

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