martes, 25 de junio de 2013

FERRERA, EL JULI Y MANZANARES, EL el triunfo de tres estilos diferentes,/ . EL CICLON NARRATIVO DE JOEL DICKER,.

TÍTULO: FERRERA, EL JULI Y MANZANARES, EL el triunfo de tres estilos diferentes,.

Qué.es
  1. Ferrera, El Juli y Manzanares, el triunfo de tres estilos diferentes

    Con la llegada de tres figuras, los tendidos presentaron el aceptable aspecto que venía siendo usual en la desmesurada plaza pacense.
     
    Con la llegada de tres figuras, los tendidos presentaron el aceptable aspecto que venía siendo usual en la desmesurada plaza pacense. Con la entrada de ayer, en muchas otras habrían puesto el cartel de no hay billetes. Así, que no nos empeñemos: el público quiere figuras, y los experimentos los dejan para las plazas de temporada o abonos descomunales. Esto es lo que hay.
    Se acartelaban ayer en la feria pacense tres toreros de los que copan los puestos cimeros del escalafón casi todas las temporadas. Cada uno con su estilo, sus defectos y sus virtudes pero ahí están. Ese lugar no se lo han regalado.
    Aunque con dos hierros diferentes - Garcigrande y Domingo Hernández- son la misma cosa y del mismo propietario.
    El ganadero salmantino envió a Badajoz un encierro de correcta presentación y que con matices colaboraron al triunfo de los matadores que hicieron el paseíllo: Ferrera, El Juli y Manzanares, tres estilos de toreo bastante diferentes.
    Les faltó algo de motor y entrega a la mayoría de los toros aunque no presentaron excesivas complicaciones.
    Ferrera tuvo un primer enemigo que tomó bien el capote y al que llevó hasta medios. Hubo un gran quite por tafalleras y tapatías en los medios. Tuvo muchos pies en banderillas, tercio de gran vistosidad por parte del pacense.
    Repitió el toro en la muleta a media altura, llevándolo largo sin obligarlo por abajo con la derecha. La seguía bien el toro y el torero le daba mucho sitio. Sobre la izquierda surgieron los naturales limpios y con gusto, las series muy ligadas, el mando muy largo. Pronto se puso mirón, y aunque fijo, no acababa de entregarse, momento en que Ferrera optó por acortar distancias sobre la derecha para completar una faena bien construida ante un ejemplar que no permitió descuidos y que, al final, cantó la gallina huyendo del engaño. Estocada algo desprendida y dos orejas. Su segundo levaba el hierro de Domingo Hernández, toro acodado de pitones y enmorrillado que no se entregó al capote, echando las manos por delante. Lució Ferrera en el quite de chicuelinas, de manos bajas y mucho más en el variadísimo tercio de banderillas.
    En medios comenzó su faena de muleta al fijo ejemplar, al que pudo llevar con facilidad en los primeros muletazos sobre la derecha. Luego el toro cambió, tomaba los dos primeros muletazos y buscaba la torero en los siguientes. Acortó terrenos Antonio con la zurda pero el toro se puso tardón, apagándose, protestando y sin entrega. Le exprimió el torero más de lo poco que tenía. Tras un pinchazo y estocada le concedieron una oreja por su entrega, en una faena en que siempre estuvieron el el ruedo la muleta y el capote del torero, como un espectador más.
    Escurrido de carnes fue el segundo, de escaso recorrido, justo de fuerzas y protestón. Lo brindo El Juli a su peón Luis García, 'Niño de Leganés', espectador obligado por una lesión.
    Al tercer muletazo de tanteo, el toro zancadilleó a Julián y lo tiró al suelo, fue a buscarlo y se encontró con un torero que se incorporaba y, de rodillas, le enjaretó una tanda de redondos superior.
    A partir de ahí, tuvo que provocar mucho las embestidas del toro. Le bajó al mano con la izquierda. Cada muletazo era un esfuerzo inmenso ante un toro remiso a embestir. Lo probó en todos los terrenos, se metió entre pitones literalmente para intentar sacarle algo, pero es casi imposible resucitar a un muerto. Tras aquel desaforado esfuerzo, no se mereció el mal fario que tuvo con la espada. Cerrada y merecidísima ovación.
    Bien presentado el quinto que se desplazó mucho en el capote que le ofreció Julian por verónicas y delantales. En el quite se decidió por las chicuelinas y una larga de cierra.
    Lo brindó al público y, sin tanteos, se puso a torear esperando al toro en los medios, bajándole la mano y aprovechando el viaje. Le dio mucho sitio y se le puso algo protestón el de Garcigrande.
    Poco a poco, y sobre la mano izquierda, lo fue metiendo en la muleta y quitándole las manías de derrotar hasta hacer que siguiera el engaño con la cara baja, aunque con escaso recorrido. Lo llevó suave y sin molestar. Fue a mejor el toro. Acabó metiéndose en terrenos casi temerarios. Fue faena de oficio y cabeza, de distancias y ritmo, de un figurón que no se deja nada en el tintero. Mató de media fulminante y le concedieron dos orejas.
    Con distancia Manzanares
    Tenía cuajo el tercero que empujó con todo en el capote y se fue suelto. Del mismo modo llegaría al caballo, lo picaron mal, recargó y salió huyendo. Luis Blázquez colocó dos buenos pares.
    Repitió con ganas al inicio de faena. Se distanció mucho Manzanares y logró dos series muy ligadas sobre la mano derecha. Faena en los medios a toro mansito pero encastado, que tuvo el defecto de escarbar mucho antes de las embestidas. Era como un arco: primero se tensaba y encogía para luego salir disparado hacia la muleta con saña y sin descanso, sin que el alicantino fuera capaz de domeñar aquellas embestidas sobre todo mediada la faena. Citó a matar en la suerte de recibir a un toro encogido que evidentemente no ayudó. Pinchó. Luego agarró una estocada desprendida. Una oreja le dieron
    Tampoco se estiro de capa en el sexto que cabeceó en el peto y esperó en banderillas, donde Juan José Trujillo saludó tras parear con apuros y tener dos buenos quites por parte de El Juli.
    Hubo cadencia en las series sobre la izquierda. Tenía fijeza el toro y el torero, estaba casi más pendiente de componer la figura que de profundizar en los muletazos. Le dio mucho sitio entre tandas en un toro que fue a más en su lidia y el torero debió estar mejor. Faena con compostura y plasticidad pero escasa de hondura. Ahora, si mató a recibir. Le dieron otra oreja.
    De blanco y oro, Ferrera, catafalco y plata, El Juli, y morado y oro, Manzanares brillaban cuando salían a hombros de la plaza.
    Mientras tanto, el buenazo de Pedro Hernández seguía pensando a hombros de quien estaría su cartera, a la que unos figuras de lo ajeno le habían hecho la faena de cambiársela de bolsillo. Anden atentos.

    TÍTULO: EL CICLON NARRATIVO DE JOEL DICKER,.

    Para algunos toma el relevo del 'Millennium' de Stieg Larsson. Para otros empuña la antorcha de calidad que antes portaron Nabokov, Philip Roth o Hemingway. Todos coinciden en que Joël Dicker (Ginebra, 1985) es el último niño prodigio de la narrativa europea. Con apenas 25 años facturó un superventas que arrasó en Francia -más de 750.000 ejemplares y a un solo voto de ganar el Goncourt- y que extenderá ahora su onda expansiva por medio mundo y en una treintena larga de idiomas. Dicker es el autor de 'La verdad sobre el caso Harry Quebert', un novelón de casi setecientas páginas de esos que el lector se bebe agradecido, entusiasmado y sin desmayo. En España, y para toda América, lo publica Alfaguara, sello que pujó fuerte y se hizo con los derechos de este raro y apasionante 'thriller' al que la crítica gala colgó el marchamo de alta calidad y en el que el humor, la intriga y las piruetas argumentales se suceden sin tregua.
    Con un físico entre David Beckham y James Dean, una sonrisa tan franca como su mirada, un apasionado discurso y exquisitos modales, asegura Dicker que «soñaba desde niño» con el éxito del que disfruta ahora en plenitud. Con 28 años recién cumplidos, le parece «más propio de una estrella de rock, que es en realidad lo que quise ser». Explica que 'La verdad...' «es una novela de aprendizaje», una revisión del clásico dúo maestro-alumno armada con los mimbres de la intriga. Es un producto «extraño, difícil de definir incluso para mí», reconoce. Es una eficaz maquinaria narrativa que cautivó a sus editores suizos y franceses y que reventó las pujas en la feria de Fráncfort. La novela «a la americana» de un talento suizo que escribe de maravilla, que pronto veremos en el cine y que asegura «no haber escrito un novela policíaca, ya que no se centra en la investigación». «Un libro no es una ciencia y es imposible saber por qué triunfa, pero si sé que un libro no se puede hacer con el único objetivo de triunfar», anticipa.
    Su desafío narrativo comenzó como una novela de suspense «para acabar siendo un mezcla de géneros y estilos», según su autor. Salta con soltura de la alambicada redacción de los informes policiales, al registro periodístico de las entrevistas, informaciones y artículos de prensa que intercala, al diálogo inteligente y ágil o a la ortodoxia novelesca. Ha compuesto además una rica galería de casi una treintena de personajes que ofrecen distintos prismas de la misma y compleja realidad en la que se suceden los giros más inesperados y que amalgama el humor, «que es para mí una filosofía de vida».
    El protagonista es Marcus Goldman, alias 'el formidable', joven narrador que, como Dicker, ha pegado en su debut un campanazo que le hará millonario, pero que sucumbe al síndrome de la página en blanco ante su esperada segunda novela. Aterrorizado, recurre a su maestro y mentor Harry Quebert, profesor en una universidad de segunda de Nueva Inglaterra en la imaginaria ciudad de Aurora. En el momento de recibir a su pupilo, el profesor Quebert se convertirá en sospechoso del olvidado asesinato de Nola Kellergam, una 'Lolita' de quince años de la que el docente estuvo locamente enamorado. Su cadáver aparece treinta años después enterrado en el jardín de la casa de Quebert y junto al manuscrito que dio fama al prestigioso profesor y ahora presunto asesino.
    «Marcus y yo solo tenemos en común la edad y la determinación de ser escritor y el amor al deporte», concede Dicker, que persiguió el éxito «huyendo de la autoficción». Había publicado cinco novelas -«fracasos aleccionadores» dice- antes de tocar en la diana con esta. Estudió Derecho, pero desde la adolescencia tenía el empeño de convertirse en «estrella de rock, futbolista o escritor» y no fue capaz de encontrar atractivo alguno en el ejercicio de la abogacía. Embarcado en una séptima novela de la que no da pistas, asegura no padecer «la inseguridad» de su protagonista ante su futuro literario y estar «preparado para el fracaso».
     

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