El Boss se va de una Asturias rendida a sus pies,.
El músico norteamericano, que ayer ofreció en El Molinón un espectáculo infatigable y exultante de más de 180 minutos, se despidió a primera hora de la tarde en el aeropuerto asturiano
Springsteen firmó camisetas, autógrafos y se sacó fotos con varios de sus fieles, que aprovecharon las horas de espera para comentar detalles del concierto de anoche en El Molinón. La madre del artista llegó incluso a acercarse a dos madrileños (Isabel García y Héctor Ortín) que habían acudido a las puertas del hotel en compañía de sus dos mellizos, de ocho meses de edad. "Le gustaron los niños y le enseñamos una foto en la que estaban vestidos con dos petos que ponían Bruce Springsteen y la reprodujo con el móvil", contaban satisfechos estos turistas.
Tras este encuentro, Springsteen salió hacia el Aeropuerto de Asturias. Los músicos de su gran banda fueron los primeros en llegar. Media hora después, lo hizo el astro de Nueva Jersey que, tras despedirse a pie de pista del personal del aeródromo, se subió a un avión en el que descansará satisfecho tras el enorme concierto ofrecido ayer en El Molinón.
Tres veces Jefe
Bruce Springsteen, «The Boss», selló ayer en Gijón una relación épica con El Molinón, un recinto que ha visitado tres veces en las últimas tres décadas y del que siempre ha salido a hombros. Así sucedió en 1993, en 2003 y ayer no fue ninguna excepción. Ante casi 31.000 espectadores y a lo largo de más de tres horas de concierto, Springsteen y su «E Street Band» ofreció un espectáculo infatigable y exultante, en el que no faltaron los clásicos de cuatro décadas de carrera, las versiones ni alguna joya escondida.
Y eso que «The Boss» se hizo esperar ante un público que le esperaba desde las nueve. Aunque la media hora de retraso quedó eclipsada muy rápidamente por la devoción del Jefe con su público. Tras arrancar con «My love will not let you down» y al poco de enlazar las primeras estrofas de «Out in the street», Bruce Springsteen ya estaba paseándose delante de esa primera fila de seguidores que le pasan sugerencias en sus carteles y luchan por estrecharle la mano. Springsteen fue generoso e interpretó hasta tres peticiones seguidas del público: «Better days», «Ain't good enough for you» y una muy celebrada versión de «Travelin band» -buen gusto en Gijón.
Después, Bruce regresó a su último disco, el que da título a la gira, y lo hizo con la canción homónima: «Wrecking Ball». Ahí el de New Jersey habla de crisis y problemas, una posición comprometida que ha sido constante en su carrera. Ayer por la noche también hubo lugar para ese tipo de lucha. Tras «Death to my hometown» y una larguísima «Spirit in the night» que introdujo con presentación de predicador gospel sostenido por el órgano Hammond, Bruce presentó «Jack of all trades» con un pequeño mitin en castellano, arrodillado y esforzado en pronunciar cada sílaba como si le fuera la vida en ello: «Corren malos tiempos. En América, en España, en Gijón. Espero que vengan tiempos mejores».
Dando paso casi a otro capítulo de la noche, salió un clásico, «The River». Versión muy aplaudida e interpretada al borde de la emoción, con esos instantes de armónica y nostalgia tan suyos. Y enlazó con «Atlantic City». «You can look (but you better not touch)» y «Darlington County» avanzaron en un repertorio que culminó, tras una larga introducción de guitarras entrelazadas y piano recogido, en la popularísima «Because the night».
TÍTULO: SALUD, FIEBRE DEL SABADO NOCHE,.
Los adolescentes beben demasiado. El consumo de alcohol aumenta a
la vez que desciende la edad de inicio, que actualmente está en los 13,7
años. ¿Por qué se emborrachan? ¿Por qué algunos llegan,
incluso, al coma etílico? Cuando esta situación se repite, ¿podríamos
pensar que ese adolescente ha sido abandonado por la tutela paterna? ¿Es
un síntoma de lo difícil que a esta generación le está resultando
crecer? ¿Beben hasta casi morir porque no pueden sostener su
vida? La propuesta del delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre
Drogas de multar a los padres de adolescentes reincidentes en coma
etílico ha puesto el punto de mira sobre un tema importante.
¿Quiénes son los responsables? ¿Los chavales, los padres, o una sociedad que no les deja sentirse útiles? ¿Se les hace insoportable añadir a la crisis normal de su edad la de una estructura social que les plantea un futuro demasiado incierto?
Etapa de conflictos
La bebida desinhibe y da valor para hacer lo que no se haría sin sus efectos; sirve para verse distinto, más lanzado y locuaz, menos tímido. Cuando se les pregunta por qué beben, responden: “Me siento más animado, alegre y hablador”. Se refieren a obstáculos por salvar y a la expectativa de encontrar fuerzas.
La propuesta del Plan Nacional sobre Drogas señala por primera vez a los padres como responsables de lo que hacen esos chicos difíciles y rebeldes, a los que se mira con cierto recelo y a los que se acusa, a veces, de tenerlo “todo”. Y, sin embargo, parece que les falta lo fundamental, el deseo de vivir, ya que se “matan” a beber.
Con esta llamada de atención a los padres, a los chavales no se les mira como adultos irresponsables sino como hijos de una composición familiar que a veces falla y que no sabe contenerlos lo suficiente para que no se dañen a sí mismos en una etapa plagada de conflictos que tienen que superar.
El adolescente se enfrenta a un proceso de cambio en el que se desprende de caracteres infantiles para construir una identidad adulta. La ansiedad, la incomodidad psíquica o física, y la incertidumbre sobre el futuro desaparecen o se atenúan con el alcohol. La sexualidad presiona al adolescente desde dentro hacia fuera. Las angustias y conflictos para acercarse al otro se sortean mejor cuando la exigencia interna desciende por los efectos de la bebida. Se aturden para esquivar los límites y aristas de la realidad, para soportar la fragilidad del amor, la imperfección de los padres, las dificultades para lograr su deseo y aliviar el dolor que la existencia les causa. Carecen de capacidad para la frustración en una sociedad que valora más lo que se tiene que lo que se es, y que propone conseguirlo todo rápido. ¿Qué van a conseguir y cuándo?
La coherencia necesaria
Los padres somos responsables de los recursos emocionales y educativos que damos a los hijos en la primera infancia. Si estos han sido buenos, la adolescencia no será demasiado complicada. No somos culpables de lo que les sucede porque nosotros también somos víctimas, al igual que ellos, de la educación emocional recibida: una educación que, en gran medida, es inconsciente e incontrolable.
No es raro que se niegue el problema con la idea de que se resolverá solo, lo que constituye un modo de aplazarlo. Tampoco es raro que los padres se culpen entre sí: que si la madre lo mima demasiado, que si el padre no sabe hablar con él... Estas peleas siempre se producen para ocultar problemas propios, producidos por dificultades no resueltas, y que son evocadas por los problemas de los hijos.
Mientras los padres no hayan podido resolver algunos conflictos inconscientes, que proceden de su propia educación, estos les vendrán devueltos en las dificultades de sus hijos. La angustia aparece porque los padres deben enfrentarse no solo a los problemas de sus hijos, sino a los de su propia historia. Por lo tanto, nof deberían culparse, sino reflexionar. Si nuestros hijos tienen conflictos es porque nosotros los tuvimos en su día, aunque ahora no lo recordemos.
¿Qué tenemos que hacer si sospechamos que nuestro hijo bebe? En principio, no mantener posiciones equívocas, como condenar el alcohol mientras nosotros, los adultos, nos permitimos beber. Conviene escucharles para saber qué les ocurre y cómo se sienten. Es bueno hablar con ellos y saber qué relación tienen con el alcohol y con sus formas de diversión y no negar lo que sucede, pensando que se les pasará.
Este asunto forma parte de la tarea educativa, y los padres deben tener información que les permita, si es necesario, pedir ayuda a un profesional. Enfrentarse a ellos de forma excesivamente autoritaria tampoco da buenos resultados, pues arruina la posibilidad de dialogar.
El estado psicológico anterior a la adolescencia condicionará su encuentro con el alcohol. No es frecuente que un chico formado en el respeto a su persona y en un ambiente de libertad, pero contenido por límites, caiga en el consumo excesivo. Françoise Dolto, psicoanalista especialista en infancia y adolescencia, dice que con la droga el deseo de vivir queda enterrado y el adolescente regresa al estado de bebé saciado, perdiendo la consciencia del propio sexo y de la identidad.
¿Prohibir o pactar?
La estrategia global contra el alcohol comienza en la familia, pero continúa más allá de ella. No se frena con prohibiciones sino con prevención. Los chicos no reaccionan frente a sermones paternalistas. La única prohibición necesaria recogida por la ley es impedir a establecimientos vender alcohol a menores de 16 años. ¿Se cumple? Hay que poner los medios para ello y tiene que extenderse a la publicidad.
Como padres tenemos que contribuir a la construcción de su identidad, para facilitar el acceso a una solidez interior. Así quedará más libre de la influencia de sustancias nocivas y encontrará otras motivaciones para su ocio. Ni la presión de los amigos será determinante para el joven que madura, pues concede la justa importancia a la opinión de los demás y no se deja dirigir por ellos de manera absoluta.
¿Cómo se promueve el proceso de maduración de un hijo? Hay que facilitar la toma de decisiones y de responsabilidades junto a normas claras que serán mejor aceptadas si se pactan previamente. El adolescente siente la necesidad de responder a la confianza depositada en él y su lógica inconsciente por el apoyo recibido le hará parar a tiempo.
La mirada psicológica
Los padres tendrían que predicar con el ejemplo. Si no, no disponen de autoridad para ejercer su función y para contener a sus hijos. Los adolescentes se emborrachan cuando los soportes para identificarse son poco sólidos o no existen, o cuando el vacío de un presente sin futuro cierto les enfrenta a la angustia o a la desesperanza.
La prohibición no resuelve el problema si no va acompañada de una educación que incluya reglas que enseñen a soportar la frustración emocional. No solo son los padres los responsables, sino un sistema social que se haga cargo de un problema grave y generalizado. Los jóvenes dañados no pueden ser el futuro de ningún país.
La noticia
Multa para los padres
¿Quiénes son los responsables? ¿Los chavales, los padres, o una sociedad que no les deja sentirse útiles? ¿Se les hace insoportable añadir a la crisis normal de su edad la de una estructura social que les plantea un futuro demasiado incierto?
Etapa de conflictos
La bebida desinhibe y da valor para hacer lo que no se haría sin sus efectos; sirve para verse distinto, más lanzado y locuaz, menos tímido. Cuando se les pregunta por qué beben, responden: “Me siento más animado, alegre y hablador”. Se refieren a obstáculos por salvar y a la expectativa de encontrar fuerzas.
La propuesta del Plan Nacional sobre Drogas señala por primera vez a los padres como responsables de lo que hacen esos chicos difíciles y rebeldes, a los que se mira con cierto recelo y a los que se acusa, a veces, de tenerlo “todo”. Y, sin embargo, parece que les falta lo fundamental, el deseo de vivir, ya que se “matan” a beber.
Con esta llamada de atención a los padres, a los chavales no se les mira como adultos irresponsables sino como hijos de una composición familiar que a veces falla y que no sabe contenerlos lo suficiente para que no se dañen a sí mismos en una etapa plagada de conflictos que tienen que superar.
El adolescente se enfrenta a un proceso de cambio en el que se desprende de caracteres infantiles para construir una identidad adulta. La ansiedad, la incomodidad psíquica o física, y la incertidumbre sobre el futuro desaparecen o se atenúan con el alcohol. La sexualidad presiona al adolescente desde dentro hacia fuera. Las angustias y conflictos para acercarse al otro se sortean mejor cuando la exigencia interna desciende por los efectos de la bebida. Se aturden para esquivar los límites y aristas de la realidad, para soportar la fragilidad del amor, la imperfección de los padres, las dificultades para lograr su deseo y aliviar el dolor que la existencia les causa. Carecen de capacidad para la frustración en una sociedad que valora más lo que se tiene que lo que se es, y que propone conseguirlo todo rápido. ¿Qué van a conseguir y cuándo?
La coherencia necesaria
Los padres somos responsables de los recursos emocionales y educativos que damos a los hijos en la primera infancia. Si estos han sido buenos, la adolescencia no será demasiado complicada. No somos culpables de lo que les sucede porque nosotros también somos víctimas, al igual que ellos, de la educación emocional recibida: una educación que, en gran medida, es inconsciente e incontrolable.
No es raro que se niegue el problema con la idea de que se resolverá solo, lo que constituye un modo de aplazarlo. Tampoco es raro que los padres se culpen entre sí: que si la madre lo mima demasiado, que si el padre no sabe hablar con él... Estas peleas siempre se producen para ocultar problemas propios, producidos por dificultades no resueltas, y que son evocadas por los problemas de los hijos.
Mientras los padres no hayan podido resolver algunos conflictos inconscientes, que proceden de su propia educación, estos les vendrán devueltos en las dificultades de sus hijos. La angustia aparece porque los padres deben enfrentarse no solo a los problemas de sus hijos, sino a los de su propia historia. Por lo tanto, nof deberían culparse, sino reflexionar. Si nuestros hijos tienen conflictos es porque nosotros los tuvimos en su día, aunque ahora no lo recordemos.
¿Qué tenemos que hacer si sospechamos que nuestro hijo bebe? En principio, no mantener posiciones equívocas, como condenar el alcohol mientras nosotros, los adultos, nos permitimos beber. Conviene escucharles para saber qué les ocurre y cómo se sienten. Es bueno hablar con ellos y saber qué relación tienen con el alcohol y con sus formas de diversión y no negar lo que sucede, pensando que se les pasará.
Este asunto forma parte de la tarea educativa, y los padres deben tener información que les permita, si es necesario, pedir ayuda a un profesional. Enfrentarse a ellos de forma excesivamente autoritaria tampoco da buenos resultados, pues arruina la posibilidad de dialogar.
El estado psicológico anterior a la adolescencia condicionará su encuentro con el alcohol. No es frecuente que un chico formado en el respeto a su persona y en un ambiente de libertad, pero contenido por límites, caiga en el consumo excesivo. Françoise Dolto, psicoanalista especialista en infancia y adolescencia, dice que con la droga el deseo de vivir queda enterrado y el adolescente regresa al estado de bebé saciado, perdiendo la consciencia del propio sexo y de la identidad.
¿Prohibir o pactar?
La estrategia global contra el alcohol comienza en la familia, pero continúa más allá de ella. No se frena con prohibiciones sino con prevención. Los chicos no reaccionan frente a sermones paternalistas. La única prohibición necesaria recogida por la ley es impedir a establecimientos vender alcohol a menores de 16 años. ¿Se cumple? Hay que poner los medios para ello y tiene que extenderse a la publicidad.
Como padres tenemos que contribuir a la construcción de su identidad, para facilitar el acceso a una solidez interior. Así quedará más libre de la influencia de sustancias nocivas y encontrará otras motivaciones para su ocio. Ni la presión de los amigos será determinante para el joven que madura, pues concede la justa importancia a la opinión de los demás y no se deja dirigir por ellos de manera absoluta.
¿Cómo se promueve el proceso de maduración de un hijo? Hay que facilitar la toma de decisiones y de responsabilidades junto a normas claras que serán mejor aceptadas si se pactan previamente. El adolescente siente la necesidad de responder a la confianza depositada en él y su lógica inconsciente por el apoyo recibido le hará parar a tiempo.
La mirada psicológica
Los padres tendrían que predicar con el ejemplo. Si no, no disponen de autoridad para ejercer su función y para contener a sus hijos. Los adolescentes se emborrachan cuando los soportes para identificarse son poco sólidos o no existen, o cuando el vacío de un presente sin futuro cierto les enfrenta a la angustia o a la desesperanza.
La prohibición no resuelve el problema si no va acompañada de una educación que incluya reglas que enseñen a soportar la frustración emocional. No solo son los padres los responsables, sino un sistema social que se haga cargo de un problema grave y generalizado. Los jóvenes dañados no pueden ser el futuro de ningún país.
La noticia
Multa para los padres
- El delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Francisco Babín, propuso que los padres puedan ser multados si sus hijos menores repitan ingresos en Urgencias con una intoxicación etílica. El objetivo no es penalizar a los adolescentes, sino la falta de atención en el cuidado que los padres muestran al dejar que los hechos se repitan.
- Cada mes, 300 menores son atendidos en Urgencias por este motivo. El 44% de los padres dicen que no saben si sus hijos beben en exceso y hay otro 25% que les permite tomar alcohol antes de los 15 años.
- Los pediatras de Urgencias denuncian comas etílicos con solo 11 años o consumos peligrosos como alcohol impregnado en tampones o aplicado en los ojos para que se absorba antes y no deje olor en el aliento.
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