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Ai Weiwei es, sin duda, uno de los nombres más relevantes del panorama del arte actual. Su fama se debe tanto a su obra, en especial por su instalación 'Sunflowers Seeds' y su participación en el estadio 'Nido de pájaro' de Herzog & De Meuron, para los Juegos Olímpicos de Pekín, como a la persecución que sufre por las autoridades de la República Popular, una potencia económica cuya evolución en materia de derechos humanos Occidente sigue con evidente interés.
Su obra se puede ver desde ayer y por primera vez en un museo español, en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla. La exposición, que se titula 'Resistencia y Tradición', ofrece una oportunidad única de acercarse a un trabajo apasionante, que parte de las raíces populares de la cultura china para elevar un grito contra su perversión y su decadencia. Se trata de una obra variada en soportes, lenguajes y estilos, que se sirve tanto de las técnicas ancestrales de la porcelana como de las nuevas tecnologías, con el fin de expresar la inquietud de su tiempo: del caolín al blog pasando por la fotografía y los vídeos, todos los soportes sirven para construir un discurso propio en el que la poesía y la política se encuentran y conviven con su preocupación por la confusión entre lo verdadero y lo falso.
Abre el recorrido la conocida 'Sunflower Seeds', las pipas de girasol que estuvieron en la Tate Modern en 2009. Ha venido aproximadamente la mitad de las diez toneladas de piezas de la obra original, propiedad de un coleccionista danés, y los comisarios han optado por que no puedan ser pisadas, tanto para evitar el deterioro como la emisión de caolín, que puede dañar la salud. Se trata de una obra puramente conceptual, en su línea 'ready made', con la que Ai Weiwei pone de relieve el contraste de la producción en masa que su país ha implantado con la tradición artesanal más antigua: cada una de las pipas es una pieza única, pintada a mano por artesanos de la región de Jingdezhen. Aluden a una imagen de la revolución china, en la que Mao era el sol y el pueblo girasoles que se movían en su dirección.
Aunque quizás la estrella de la exposición sea una espectacular instalación titulada 'Descending Light', una gran lámpara de estilo 'chandelier' con varios aros concéntricos dorados y millares de piezas de cristal rojo, desplomada sobre el suelo, con la que Ai Weiwei alude a la decadencia del enorme y aparatoso Partido Comunista Chino. Los trabajos en cerámica ocupan buena parte de la selección de obras de esta muestra, como 'Ghost Gu Coming Down the Mountain', 'Pillar', o 'Colored vases', con las que quiere defender la tradición de su país y denunciar cómo se está perdiendo a pasos agigantados piezas de gran valor, en buena parte vendidas a coleccionistas extranjeros a precios de ganga. De ahí también su célebre políptico fotográfico 'Dropping a Han Dynasty Urn', donde aparece rompiendo una vasija antigua. La muestra incluye también piezas audiovisuales, como la entrevista en la que cuenta el proceso de producción de sus «Sunflower Sedds» y el documental que presentó a la Documenta de Kassel en 2007, 'Fairytale'.
El blog como obra de arte
Especial interés tiene '258 Fake', fotografías procedentes de su blog, que tuvo activo desde 2005 hasta que en 2009 se lo cerró la censura china. Fotos de animales, de su estudio, de sus proyectos arquitectónicos, de periodistas que le entrevistaron, porque solo admite entrevistas en directo, y de platos de comida, muchos de ellos claramente españoles, como platos de chorizo o de paella, y fotos personales que obedecen a su criterio original: para Ai Weiwei el blog es para el artista actual como el bloc de notas de antes. La muestra incluye también una selección de textos de la desaparecida bitácora. Ahora mantiene su actividad por Twitter, pero solo en chino.
La presentación de la muestra, que estuvo a cargo del consejero andaluz de Cultura, Luciano Alonso, contó con una sorpresa de última hora: un vídeo del artista en el que afirma que no le han dejado salir del país para asistir a la inauguración y desea a los visitantes que la disfruten.
TÍTULO: CADA PIEL QUE SALE DE ESTE CENTRO ESTÁ CONTROLADA,.
El mundo animal genera diferentes puestos de trabajo de una forma directa o indirecta. Uno de ello es el del pielero, un oficio que, poco a ...
El mundo animal genera diferentes puestos de trabajo de una forma directa o indirecta. Uno de ello es el del pielero, un oficio que, poco a poco, se va perdiendo en la región. Uno de ellos está asentado en Trujillo. Se trata de Juan Carlos García, natural de Madroñera. Es la cuarta generación de este oficio. Ya su bisabuelo se dedicaba a ello. Continuó su abuelo y su padre. Es un trabajo que lo ha vivido desde pequeño. Aunque comenzó sus estudios en Empresariales, decidió decantarse por las pieles. De esos comienzos, ya han pasado unos 30 años. Los conocimientos que adquirió en la Universidad, los aplicó a su negocio.
-¿Cómo es su trabajo?
-Yo me dedico a recoger las pieles de los mataderos de Trujillo y Villanueva de la Serena, donde se centra una importante producción de cordero. Pertenecen a Oviso. Vende su producción tanto al mercado nacional como al internacional. También voy al matadero de Cáceres que produce cordero y vacuno. Una vez que recojo esas pieles, las clasifico y se hace un trabajo de conservación. De aquí, se envían en camiones a grandes almacenes, principalmente de Madrid, Castilla La Mancha y Valencia. Una vez allí, gran parte del género se exporta a Turquía y China, que es donde se realiza el proceso de curtición. En España ya casi no quedan curtidores.
-Por tanto, ¿Es un servicio que ofrece a los mataderos?
>-Así es. Yo tengo un acuerdo con las cooperativas ganaderas, propietarias de esos mataderos. En este caso, la principal es Oviso, que es la que comercializa la piel. Mi empresa la clasifica y conservar. Presto un servicio para que se pueda comercializarla.
-¿Cómo era antes este trabajo?
-Antes era muy diferente. Todavía recuerdo, con mi padre, cuando se iba de pueblo en pueblo para recoger las pieles en las carnicerías. Nosotros comprábamos, las conservábamos y las comercializábamos. Era una labor bonita por el trato que se tenía con el resto de profesionales que intervienen en este proceso. También es verdad que era una labor más complicada. Ahora, tan solo somos una empresa de servicio. Se tiene menos riesgos, puesto que los ingresos son fijos. Por el contrario, hay menos contactos con otros agentes. Eso sí, seguimos en contacto con las pieles, que es lo que a mi me gusta, lo que llevo viendo de pequeño y, por ahora, da para vivir. Podemos pagar los gatos y conseguir unos sueldos.
-Es un labor poco conocida.
-Es cierto. Antes había un pielero en cada pueblo. Sin embargo, cada vez somos menos. Si no recuerdo mal, en la provincia de Badajoz son tres y en Cáceres estamos cuatro. Además de mi empresa, hay profesionales en Navalmoral de la Mata, Jaraíz de la Vera y Moraleja. Es un negocio que está decayendo. Con el tiempo, opino que terminará una empresa cubriendo toda Extremadura.
-Su empresa estaba situada en Madroñera. Sin embargo, se trasladó a una nave en la ciudad de Trujillo, ¿Por qué?
-Hace diez años hice este cambio. Los motivos son logísticos. Ahora estoy al lado de uno de los mataderos principales. Además, estoy mejor comunicado en carretera tanto para Cáceres como para Villanueva. El acceso a los camiones es mejor. Antes tenía que hacer muchos viajes a Trujillo. Por tanto, decidí cambiarme. Esto también supone un ahorro.
-Cuando se habla del mundo animal siempre se habla de sanidad ¿En las pieles también?
-Por supuesto. Recuerdo que en los mataderos hay un veterinario supervisando ese trabajo. Cada piel que sale de este centro está totalmente controlada. Además, tiene su sello y una certificación para evitar cualquier tipo de enfermedad. Todo está muy controlado. Ahora, hago casi más trabajo en la oficina que en la supervisión de las pieles. Se hace un riguroso seguimiento para evitar cualquier problema.
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