TÍTULO. HAMILTON Y MERCEDES MEZCLAN BIEN.
Corre el champán en Spa por el campamento de Mercedes con
la moderación debida. Ni dramas perpetuos en las malas ni vuelos
estratosféricos en las buenas. Visten un terno de plata y verde los
pasajeros de la escudería y, alemanes ellos, no dan un paso en falso si
las cuentas no les cuadran. Dos y dos deben sumar cuatro. Mercedes está
poniendo los cimientos de un futuro que se vislumbra potente para la
marca. Hamilton ha contribuido decisivamente a apuntalar un proyecto que
se mide en millones de euros y en fichajes de ingenieros galácticos. Es
el nuevo rico, el rival de todos que se anuncia para el final de
temporada y en la panorámica de 2014.
Lewis Hamilton volvió a situarse en un lugar conocido, la
primera línea de la parrilla en un gran premio de fórmula 1. En el
circuito de Spa-Francorchamps consiguió su cuarto botín consecutivo,
cuarta 'pole' en fila para un equipo en estado de gracia. Es la séptima
de los alemanes en once carreras, lo que da buena muestra de su
potencial. Fue una clasificación frenética por la lluvia, que jugó al
escondite en las Árdenas. Fernando Alonso no gestionó bien con Ferrari
las circunstancias del día. Saldrá noveno, justo por delante de su
compañero Massa.
«Cómo no van a crecer si han fichado a los ingenieros que
han construido todos los coches en la fórmula 1 en los últimos años», se
escucha por el 'paddock' belga en referencia a la escudería que está en
boca de todos. Mercedes era un equipo inestable y excesivo. Conseguía
'poles' los sábados y machacaba los neumáticos los domingos, sin opción a
nada. Siempre había un rival que adelantaba a sus coches por su
tendencia natural a cambiar ruedas en el garaje.
Todo cambió en la primavera, después de un test clandestino
con las ruedas Pirelli que provocaron una revuelta general y unos
entrenamientos de tres días en verano para todos los demás equipos en
aras de la igualdad. Mercedes parece haber sacado el máximo provecho de
aquella circunstancia y ahora se maneja con soltura en lo alto del
escalafón.
Los progresos se plasmaron, polémicas al margen, en la
última carrera, Hungría, a finales de julio antes de las vacaciones.
Hamilton consiguió su primera victoria con Mercedes en unas condiciones
teóricamente adversas: un circuito muy lento y caluroso que podía
devorar las ruedas. Nada de esto sucedió. El inglés mantuvo un ritmo
infernal y espantó todos los fantasmas relativos a las gomas. Mercedes
ya no sufre. Es la alternativa.
Ross Brawn, el artífice de los éxitos de Schumacher en
Ferrari y del Mundial que ganó Button con Brawn GP, fichó a Hamilton el
pasado invierno con la idea de reflotar la nave. El piloto fue el faro
visible, pero por detrás se coció una revolución ideológica. La mayoría
de los ingenieros con pedigrí de la fórmula 1 han acabado en Mercedes.
Brawn contrató a Aldo Costa (ex Ferrari), Bob Bell (ex Lotus-Renault) y
Geoff Willis (ex HRT). La gota que colmó el vaso fue la llegada de Paddy
Lowe, ex director técnico de McLaren, hombre fuerte y número dos en la
sede de Woking. Los estrategas del diseño de las principales escuderías
trabajan ahora para Mercedes. Y Lowe se prepara para tomar el relevo de
Brawn, quien ha deslizado que no quiere seguir el año que viene.
Agua y estrés
En la clasificación de ayer, la ronda inaugural fue una
secuencia de estrés por las cuatro gotas que cayeron en la pista. Turno
para los tácticos y la combinación de ruedas en el habitual dilema entre
neumáticos de lluvia o de seco. Se puso el 'paddock' de los nervios con
la elección adecuada y el resultado de los veinte minutos de
cronometrada fue una sorpresa morrocotuda. Triunfaron los modestos. Van
der Garde (Caterham) logró el tercer mejor tiempo y los dos Marussia
(Chilton y Bianchi) cruzaron la frontera. Fernando Alonso paró el crono
en 2.00:190, el más rápido de todos.
El español también mostró buenas sensaciones en la Q2. Se
secó el asfalto y los pilotos recortaron diez segundos al cronómetro.
Alonso selló un tiempo potente, 1.48:309, por detrás de Kimi Raikkonen.
Tuvo problemas Hamilton, eterno candidato a la pole y que sufrió colgado
del alambre, décimo en esta ronda.
Todo lo que alentaba un sábado dichoso para Alonso se
convtirtió en decepción unos minutos después. El español calibró su
momento, pero se salió de la pista cuando todos los favoritos se jugaban
la pole y acabó noveno. Durante muchos minutos Paul di Resta soñó con
el primer puesto, pero a la hora de la verdad y con la pista cambiante
(del diluvio al seco), Hamilton mostró lo que es: un piloto superior.
Saldrá primero por delante de los Red Bull de Vettel y Webber en el
circuito que se le ha cruzado desde tiempo inmemorial a Fernando Alonso.
TÍTULO: (Tercera División Grupo 14) CASTUERA-2- JEREZ-1-
UN
GRAN PARTIDO REALIZADO DEL CASTUERA CON LA GRAN ESTRELLA DEL PORTERO QUE PARO
DOS PENALTIS PARA GANAR EL PRIMER PARTIDO,etc,.
TÍTULO: TOROS SE DESTAPA ALBERTO AGUILAR EN BILBAO.
No seis toros sino nueve. Fue corrida de tres sobreros y
por eso mismo extenuante. Más de dos horas y media, tarde de plomizos
cielos, la sexta de la semana, la resaca del sábado, puente festivo.
Poca gente en la plaza. No se esperaba mucha más.
Era tarde de dos debutantes en Bilbao. De un lado, la
ganadería, de Adelaida Rodríguez, con corrida completa que se torció más
de lo previsto. Por flojera o falta de motor, y no por otra razón. De
Adelaida se había visto en Bilbao algún sobrero encastado y guerrero.
Novedad absoluta era Alberto Aguilar, madrileño de Fuencarral, que lleva
cuatro o cinco temporadas batiéndose el cobre, primero en la Francia
del circuito torista y luego aquí, sin dejarse escapar ni una de las
bazas francesas.
Torero de acento épico, porque es de corta estatura, y eso
es parte de la emoción, y porque se atreve con lo que sea. Por ejemplo,
con un sobrero de casi 700 kilos del Puerto de San Lorenzo que, quinto
tris de esta corrida en que se abrió hasta nueve veces la puerta del
toril, parecía repescado de alguna que otra circense batalla.
Un torero muy de escuela, de la de Madrid. Pero no solo de
escuela, porque la escuela sola no da tanta listeza, ni tanto celo, ni
tanta ambición. Las tres cosas tiene Alberto. Su seña de identidad. Vino
a Bilbao tapado y salió de esta corrida de nueve toros más que
descubierto. Toreó los dos toros que mató a estoque, pero tuvo que
ponerse delante de cinco. De cinco propios. Y de los dos del lote de
Javier Castaño, primero y cuarto de festejo. Con esos dos quitó en su
turno.
Y, en fin, el corazón en pálpito tranquilo para ponerse
Alberto sin aflicción delante de cinco toros . Los que se soltaron para
él. El segundo de los seis de Adelaida, el mejor hecho de la corrida,
con sus dos puntas afiladísimas, acucharado, que se empleó con fijeza en
una primera vara pero perdió las manos bajo el peto, cobró luego un
picotazo trasero y volvió a perderlas, y entonces fue devuelto.
Alberto anduvo fino lidiando al toro: dos lances para
dejarlo en suerte, y ni uno más. No llegó a caerse el toro, pero se curó
en salud el palco. Se corrió turno y, en lugar del sobrero, se soltó el
quinto de sorteo. Otro toro bien hecho. Suavón y frío, las fuerzas
justitas, bueno el son. Se puso a chispear, se distrajo la gente
buscando el abrigo cubierto de las galerías de Vista Alegre.
Bien aquilatada la faena de Alberto. De tandas cortas, como
conviene cuando el toro está en el alambre, pero de menos a más las
dosis. La cuarta tanda fue ya de cuatro ligados y el de pecho. En la
quinta, se descaró Alberto. Con la zurda, que es su mano látigo. Suelto,
alegre, confiado. El toro en la mano. Música. Una tanda de costadillo
antes de cuadrar. Una estocada caída, otra trasera, un descabello, un
aviso y una ovación no mendigada sino de las que se recogen desde los
medios.
Y tres toros más. De quinto, el sobrero de Adelaida,
playero, con pies para estirarse y galopar, abanto, grave flojera.
Devuelto tras la segunda vara, que lo dejó tocado. Un segundo sobrero en
la nómina. De Puerto de San Lorenzo. No más pesado que cualquiera de
los de Adelaida pero mucho más cuajado. Lo toreó de capa Alberto con
buen aire. Al toro empezaron a patinarle las manos enseguida, empujó en
una vara pero se derrumbó en costalada al salir de ella. Una protesta
agria, un segundo puyazo simulado y el pañuelo verde asomó por tercera
vez. Ya no llovía. Al tercer sobrero, fuera de programa, le dieron 676
kilos. Más de diez veces el peso del propio Alberto. No le temblaron al
torero las piernas ni las manos ni las ideas.
La pelea de David y Goliat. No de otra manera. Puesto
delante del toro, Alberto parecía oculto por su sombra. Frente a frente
montaban casi lo mismo. El hombre y la bestia. Un circular antológico,
un cambio de mano, tres genuflexos por abajo, el cambiado de remate y,
cuadrado casi solo el toro, la espada entera por arriba no se sabe ni
cómo. Cara la oreja. Un clamor. Las ocho y media de la tarde noche.
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