«Hoy es 8 de agosto, un día señalado pero no diferente a
cualquier otro desde aquel 2009. Se hace muy difícil. ¡Dani, te echo de
menos, amigo!». Este es el emotivo recuerdo a Dani Jarque-foto-, cuatro años
después de la muerte del capitán del Espanyol, que Andrés Iniesta le
tributó ayer en su cuenta personal de la red social Twitter. Es uno más
de los detalles con los que el jugador del Barcelona mantiene
constantemente viva la memoria de su amigo desde que falleciera de forma
súbita, a los 26 años, en su habitación mientras hablaba con su novia
durante la concentración de pretemporada que estaba llevando a cabo el
conjunto blanquiazul en Italia.
Iniesta ya unió el nombre de Jarque al momento más
importante de la historia del fútbol español, cuando, tras marcar el gol
que dio el título mundial a 'La Roja', se quitó la elástica azul para
mostrar una camiseta blanca en la que había escrito 'Dani Jarque siempre
con nosotros'. El centrocampista se había preparado para ceder el
protagonismo a su camarada desaparecido en el instante que todo el mundo
sueña con vivir.
Desde entonces, la hinchada perica, la eterna rival, le
venera por un gesto inmaculado en el que Iniesta solo pensaba en su
amigo. Los más de seis millones y medio de seguidores con los que cuenta
el de Fuentealbilla pudieron leer desde primera hora de la mañana el
mensaje del culé, inmerso en plena gira asiática con su equipo, en el
aniversario de la desaparición de Jarque.
No fue el único que se acordó del jugador barcelonés en
este triste aniversario. De hecho, el nombre del ya eterno '21' del
Espanyol se mantuvo como 'trending topic' en la red social durante todo
el día y excompañeros como Verdú, Javi Chica o Coro, también le
rindieron su particular homenaje.
La puerta 21 del Estadio Cornellà-El Prat y la estatua con
la figura del jugador se volvieron ayer a convertir en un lugar de
peregrinación de aficionados, jugadores de la primera plantilla y
directivos para dejar flores, velas, fotos y recuerdos con el fin de
seguir mostrando sus respetos a su eterno capitán.
TÍTULO; MENDOZA CRITICA LA DEJADEZ INSTITUCIONAL Y EXPOLIO Y ASALTO INJUSTIFICADO A LOS CREADORES,.
Eduardo Mendoza pensaba que iba a entablar «un diálogo íntimo con siete u ocho alumnos», pero su curso en la Universidad Internacional ,.
Eduardo Mendoza pensaba que iba a entablar «un diálogo
íntimo con siete u ocho alumnos», pero su curso en la Universidad
Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) ha desbordado todas las
expectativas. La actividad se ha trasladado al Paraninfo para dar cabida
a los más de doscientos alumnos entregados y deseosos de que el autor
de 'La verdad sobre el caso Savolta' les explique 'Los libros que hay
que leer', el título del curso que imparte. Con muchas preguntas,
algunas respuestas, y escasas certezas ha forjado su material lectivo y
reflexivo Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943). Una «selección de libros,
un surtido» que va de Voltaire a Goethe, de Kafka a Primo Levi, que
aguarda en la maleta lectora del narrador.
El universo literario que construye Mendoza es un
«recorrido diverso», con viajes de ida y vuelta, que le permite jugar
con mitos y transgresiones, mientras reserva para el final un lugar para
«los olvidados que, en muchos casos, son más importantes que los que yo
he seleccionado». A su entender, «tanto monta 'El Quijote' como una
novela de Agatha Christie si todo forma parte de una dieta equilibrada,
tras esta selección un poco inusual».
El escritor, en un encuentro previo con los periodistas, se
preguntó «por qué la cultura ha de ser gratuita. No sé porque esto no
se aplica al jamón y a la merluza; el hecho es que esto se predica para
el trabajo de unas personas y no de otras».
Tópicos
Mendoza reclamó que «las instituciones se dediquen a
proteger la creación y no tanto a fomentar la lectura». El narrador dijo
que practicar la lectura es una decisión individual, «no hay que
favorecerla tanto; si el ciudadano no quiere leer y ser un burro toda su
vida es su derecho». Ante sus alumnos también ironizó sobre los tópicos
con relación al sistema educativo y la lectura. «Aunque como me ha
sucedido otras veces y haya profesores que me darán puñetazos, tengo que
volver a decir que a los alumnos no hay que instigarles a leer, sino
obligarles a palos», dijo despertando las carcajadas de su audiencia.
Y luego ante los alumnos, insistente, no tardó en hacer
referencia a la «dejadez institucional» a la hora del fomento de la
creación, «ante los asaltos injustificados al arte; se debería impedir
cualquier forma de expolio». En referencia a los contrastes y
convivencias entre distintas formas de soportes y lecturas, entre el
libro físico y los digitales, Mendoza apuntó que «una cosa no va a
acabar con la otra y ambos formatos no tienen que ser enemigos». Los
ciudadanos, en su opinión, deberían «utilizar todos los medios a su
alcance de acuerdo con las circunstancias y los gustos personales». En
su caso, confesó, «siempre llevo un e-book con una gran colección de
libros porque viajo mucho, soy de naturaleza trashumante, y este formato
me permite estar en todo momento en contacto con la literatura».
Otra cosa, dijo, «son sus consecuencias en la industria»,
ya que el libro en papel se grava con el IVA reducido (4%) y los
electrónicos con el máximo (21%).
El autor de 'Una comedia ligera' volvía al lugar del
crimen. Hace más de quince años provocaba desde las aulas del palacio de
la Magdalena un encendido y polémico debate al asegurar que un
determinado tipo de novela había fenecido. Ayer se ratificaba: «Hay un
agotamiento del modelo de novela y el tiempo me ha dado la razón. Dije
que ese modelo había terminado su ciclo y que seguiría por inercia
durante mucho tiempo».
Mendoza cita a menudo a Goethe, «un hombre claro y clave
pero un poco tonto» del que le atrae, además, ese juego literario de
anécdotas y referencias al «mezclar la filosofía con los líos de
faldas». De su «visión de conjunto» nace un trayecto de lecturas que
oscila entre la Biblia y Agatha Christie, «entre la trascendencia y la
banalidad», entre Sófocles y Borges, entre Cornelio Tácito y Calderón.
De la aventura de la imaginación a las voces de ultramar, caso de Juan
Rulfo y Gabriel García Márquez.
La esencia de la identidad literaria supone «constituir un
relato de lo que somos no como personas aisladas -que eso es muy
pequeñito- sino como parte de una historia que desconocemos, de una
sociedad en la que estamos a disgusto, o de un país que no entendemos».
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