The Doors, la banda que rivalizó con Jefferson Airplane o
Grateful Dead por el trono del rock psicodélico en los lisérgicos
sesenta, anunciaba su disolución. Habían transcurrido apenas dos años
del trágico deceso de su vocalista, Jim Morrison, uno de los mayores
mitos musicales del siglo XX, sin cuya magnética presencia cualquier
intento de supervivencia estaba condenado al fracaso. Bien lo sabían Ray
Manzarek, Robby Krieger y John Densmore. Mas hay realidades que cuesta
aceptar, sobre todo cuando los pies, lejos de tocar el suelo, cabalgan
las traicioneras olas del éxito. Así que los viejos compañeros de
fatigas del 'Rey Lagarto' siguieron adelante. El resultado: dos discos,
'Other voices' y 'Full circle', que no sirvieron sino para constatar la
imposibilidad de mantener vivo el espíritu que había enfervorizado a una
generación. Únicamente quedaba escribir el epitafio y mimar un legado
que habría de darles pingües beneficios en las décadas siguientes.
Atrás quedaban ocho años gloriosos y turbulentos, producto
inevitable de un genio dionisíaco que iluminó con su talento a una
juventud ávida de guías que abriesen nuevos horizontes pero que, incapaz
de domeñar a sus demonios, acabó devorado por ellos.
Canciones escritas bajo el influjo de las musas y las
drogas convertidas en himnos inmortales, conciertos apoteósicos que
atestiguaban la hermandad entre una banda en permanente estado de gracia
y un público obnubilado, ventas arrolladoras que hacían las delicias de
su productor. Era el luminoso rostro del ascenso de un grupo gestado a
partir del encuentro entre dos viejos compañeros de estudios, Morrison y
Manzarek, a quienes no tardarían en unirse Krieger y Densmore, y que
adoptaría su nombre artístico de un verso del poeta William Blake.
Éxito
Bajo el paraguas de Elektra Records, The Doors facturaba su
primer disco en 1967, un trabajo homónimo en el que sobresalía 'Light
my fire', tema que les catapultaría a lo más alto y que motivaría las
iras del presentador Ed Sullivan después de que Morrison obviara, bien
por olvido bien por su carácter insumiso, su petición de alterar la
letra en la única aparición que hicieron en su programa para no sulfurar
las mentes biempensantes. También 'Break on through (to the other
side)', censurada por la discográfica al igual que 'The End', otro de
los cortes estrella del álbum.
Le seguiría, meses después, 'Strange days', cuya calidad,
como la de los buenos vinos, mejoró con el tiempo. 'Love me two times',
'People are strange', 'When the music's over' y, sobre todo, 'Moonlight
drive', eran las joyas del que probablemente sea el mejor trabajo de los
californianos.
'Waiting for the sun' (1968), que les proporcionaría su
segundo número uno en las listas de ventas estadounidenses merced al
corte 'Hello, I Love You' y con el que se embarcarían en su primera gira
por Europa; 'The Soft Parade' (1969), que marcaría un giro hacia temas
más comerciales como 'Touch me' y una notable presencia de arreglos
metaleros que no muy bien acogida por los puristas de su sonido clásico;
'Morrison Hotel' (1970), con canciones mucho más luminosas de las
habituales en su repertorio; y 'L.A. Woman' (1971), con un 'Riders on
the storm' que perduraría décadas en las emisoras de radio, completarían
la trayectoria discográfica de una banda catapultada por el poder de
atracción de su 'frotman', la pericia al teclado de Manzarek y unas
letras impregnadas del poético aliento de los maestros a los que
Morrison leyó con fruición.
Ocaso
Pero como otras muchas historias, ésta tiene también su
reverso amargo. Morrison, tan extraordinario como irreverente, puso en
jaque al grupo en varias ocasiones. El cénit de su rebeldía llegó en la
primavera de 1969 cuando en un concierto en el Dinner Key Auditorium de
Coconut Grove, en Miami (Florida) se bajó la bragueta y simuló una
masturbación mientras profería insultos a un público escandalizado.
Soplaban vientos conservadores en Washington que chocaban con el grito
de libertad que resonaba en otras partes del país y que tendría en el
Festival de Woodstock su máximo exponente. El cantante fue acusado de
seis delitos por su obscena conducta. Condenado por exhibicionismo y
empleo de un lenguaje ofensivo en público, afrontó seis meses de cárcel y
una multa de 500 dólares.
Una fianza de 50.000 dólares evitó la prisión, pero no la
cancelación de sus actuaciones por parte de unos promotores
aterrorizados ante una repetición del escandaloso episodio. Solo la
menos remilgada Nueva Orleans osó acoger a The Doors en el último
concierto de Morrison en territorio estadounidense. A partir de entonces
sentaría sus posaderas en la más liberal Francia, cuna de otros poetas
malditos como Paul Verlaine o Arthur Rimbaud con quienes mantuvo una
conexión más intensa que con otras estrellas de la música. En la bañera
de su piso del barrio parisino de Le Marais, apareció su cadáver el 3 de
julio de 1971 en circunstancias nunca esclarecidas. El final de The
Doors era solo cuestión de tiempo.
El joven Jesús Sánchez Mateos, natural de Huertas de
Ánimas, estudió Empresariales. Llevaba un año y medio desempleado antes
de comenzar a trabajar en su actual empresa, Covex. Está dedicada a
productos zoosanitario para la medicina del mundo del ganado, así como
para perros y gatos. Tras hacer una entrevista en Cáceres, tuvo la
suerte de conseguir el puesto de trabajo. Ahora lleva Covex Trujillo. Se
muestra contento con la labor desarrollada y con el contacto con la
clientela. Aunque su padre tiene ganado, reconoce que no sabía mucho de
este mundo. Sin embargo, a lo largo de estos meses, poco a poco, va
conociendo que es un mercado «complicado». Ha conseguido adaptarse a
este sector.
-¿Cómo ha sido esa adaptación al puesto de trabajo?
-Estuve con un compañero un mes, en la tienda de Covex en
Cáceres. A partir de ahí, con el contacto con los ganaderos y por la
inquietud personal, he ido aprendiendo. Se pasan algunas horas solo. Yo
las utilizo para ir adquiriendo algunos conocimientos. Una vez que ya lo
tienes asimilado, es 'sota, caballo y rey'. Ya sabes qué productos se
venden en las distintas épocas del año. Eso si, siempre quedan por
aprender cosas.
-¿Qué productos se venden más?
-Son los relacionados con los sectores ovino y vacuno. El
mundo del porcino está muy decaído y cada vez va a menos. El sector
equino cuesta mucho mantenerlo. Es caro tener un caballo. Por ello, sus
propietarios no siempre tiran por los productos sanitarios.
-¿Invierten los ganaderos en productos zoosanitarios?
-Yo creo que si, aunque, sin duda, se puede mejorar. Se
podrían llevar a cabo más programas de desparasitación y de vacunación.
La inversión en este tipo de productos sanitarios depende de los precios
de venta. Cuanto más alto están los precios del cordero y del ternero,
más se invierte. Si los precios caen, también caen esta inversión
sanitaria. También influye el precio del pienso y de la lluvia. Hay que
tener en cuenta que esto es una cadena. Cuando a los ganaderos les va
bien, a nosotros también. Si tienen que invertir en pozos o en otras
cosas, no vienen a nosotros. Sí es cierto que, en ocasiones, los
ganaderos se quejan de los precios de estos productos sanitarios. Si
embargo, el gasto viene siendo un 3 o un 4 por ciento de la producción
del animal.
Prevención
-Suponemos que esa inversión es importante.
-Sin duda. Si se lleva un programa sanitario preventivo
adecuado siempre será mucho mejor e, incluso más barato, que cuando hay
que aplicar otro tipo de tratamientos y productos por determinadas
enfermedades que, en ocasiones, causan la muerte de los animales.
Intentamos que apliquen este principio los ganaderos. Seguro que les irá
mejor. Lo suelen comprender, aunque no siempre. Incido en la
importancia de la prevención. Sin embargo, se invierte más en los
tratamientos.
-¿Qué tipo de clientela tiene?
-La mayoría son personas mayores. Hay pocos ganaderos
jóvenes. Toda la gente sabe que el campo es un mundo difícil y más para
los jóvenes. Además, supone una gran inversión. Todo se complica si hay
que alquilar una finca. Es cierto que están las subvenciones, pero
suelen tardar en llegar.
-¿Saben los ganaderos lo que quieren o se dejan aconsejar?
-Los más experimentados cogen el producto que quieren
directamente, sin decirles yo nada. Si me preguntan, les intento ayudar y
aconsejar en la medida de mis conocimientos y de la experiencia que
tengo. Eso si, matizo que yo no soy veterinario. Por tanto, si veo que
son problemas graves, les digo que consulten con sus veterinarios.
También cabe la posibilidad de consultar a mi jefe, que es veterinario.
Es importante que hablen con las personas expertas porque los ganaderos
se juegan su dinero. No se trata de vender por vender, sino de que se
lleven lo que mejor se ajusta a sus necesidades.
-¿Lo mejor del trabajo?
Es una satisfacción poder resolver los problemas y poder
ayudar a una persona. También me gusta el trato que se tiene con la
clientela. Esto es un negocio, pero es importante que el cliente quede
satisfecho.
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