miércoles, 28 de agosto de 2013

ALONSO SUJETA A UN VETTEL INSUPERABLE./ UN BINOMIO INVECINBLE. MOTOS.


TÍTULO. ALONSO SUJETA A UN VETTEL INSUPERABLE.
Es esa sensación que queda cuando los adversarios se miden a Messi o Cristiano Ronaldo y no pueden dejar de felicitarse por haber perdido 1-0 y gracias. Algo de eso experimentó Fernando Alonso en el inigualable circuito de Spa, un escenario que venera la tradición y la vieja escuela. Fue el único capaz de discutir la supremacía de Sebastian Vettel, el triple campeón mundial que enfila su cuarta coronación consecutiva si el español o Hamilton no lo remedian. Lo hizo a bordo de un Ferrari rehabilitado para la ocasión, un coche potente a la altura del prestigio de la marca que permitió a Alonso culminar otra remontada en el podio. Salió noveno y acabó segundo adelantando a todos sus oponentes en la pista. Pero el problema es Vettel y su Red Bull inalcanzable hasta la fecha. Ganó de nuevo el germano, su quinta pieza del año, y eleva la ventaja en el Mundial 46 puntos.
La cita de las Árdenas decreta un veredicto evidente a ocho pruebas de la finalización: Vettel dispone de todas las herramientas para vencer de nuevo, pero Ferrari ha robustecido las prestaciones de su coche y esto en manos de Alonso es una garantía de progreso. El título es ahora una disputa entre tres, Vettel, Alonso y Hamilton. La peor noticia para Alonso durante el fin de semana fue una frase de Helmut Marko, el ideólogo de Red Bull: «Llevaremos piezas nuevas a todas las carreras que faltan». Quedan ocho y ayer se apreció en el trazado belga que Red Bull y Vettel caminan varias leguas por delante.
Alonso saboreó la dulce sensación de un coche rejuvenecido. El asturiano perpetró una salida fabulosa con el Ferrari, el coche que mejor se pone en marcha de la parrilla y el que más posiciones ha conquistado este curso. Lo hice de cine el español al volante, esquivando enemigos menos despiertos y entrando por dentro en la primera curva, La Source. De ahí salió escopetado gracias al poder de reacción del Ferrari y se colocó quinto. Lo hizo genial. Cuatro escalones en cuatrocientos metros.
Al tiempo que Alonso exponía las nuevas condiciones del juego, con el Ferrari remozado, más veloz que antes, Sebastian Vettel daba cuenta de Lewis Hamilton y, como siempre, se instalaba primero y ponía un desierto de distancia entre él y el resto.
El español adelantó a Button, se quitó de encima a Rosberg y atrapó el podio en seis vueltas. Desembarcó en el lugar que le corresponde, el escalafón de gobierno junto a Vettel y Hamilton. Durante muchos minutos, el Ferrari fue el coche más rápido, aunque no lo bastante como para merendarse al Red Bull. Ni las ruedas ni la tradicional lluvia de Spa desnivelaron el equilibrio de fuerzas, reducido esta vez al hombre y la máquina. Alonso también apartó de su camino a Hamilton sin contemplaciones. Hamilton y su Mercedes no estaban a la altura.
El día se cruzó para uno de los candidatos con pedigrí. Raikkonen salió mal, circuló siempre a contrapié y terminó por abandonar por un problema con los frenos. Punto final al récord: 27 carreras consecutivas consiguiendo puntos. A efectos de clasificación la carrera se terminó en la vuelta 15, después de que Alonso derrotase a Hamilton en su pelea privada. Webber no pudo con Rosberg, Massa no pudo con Button y el asunto quedó resuelto con la quinta victoria de Vettel este año y la evidencia de un Ferrari rehabilitado.

TÍTULO. UN BINOMIO INVECINBLE. MOTOS.

Marc Márquez y Honda lograron algo más que una victoria y 25 puntos en el Gran Premio de la República Checa de MotoGP. Y no nos referimos al segundo puesto de Dani Pedrosa, sino a dejar a Jorge Lorenzo contrariado, exhausto y, lo que es más importante, derrotado. El líder del Mundial y el actual campeón del mundo se enfrentaron en un mano a mano apasionante, el mejor de la temporada. Pero fue desigual, y sería tan injusto no reconocerlo como no afrontar de forma frontal la nueva realidad que azota la categoría reina desde hace cuatro grandes premios: el binomio formado por Marc Márquez y Honda va convirtiéndose, paso a paso, en un monstruo inabordable, que convence al mundo de que su curso natural es el de marcar una nueva era en el motociclismo.
Es desigual porque Lorenzo tiene que recortar milésimas con inclinadas imposibles mientras que los pilotos Honda viven cómodamente en una moto que presumiblemente tiene un peor chasis pero que, sin embargo, en potencia y aceleración no encuentra rival.
Lorenzo es la imagen rabiosa de una derrota por aniquilamiento entre máquinas japonesas. La vara de medir al bicampeón no pueden ser Márquez y Pedrosa, tiene que ser su compañero de garaje. El mismo que carrera tras carrera se descuelga nada más comenzar y que acaba los grandes premios bastantes segundos más tarde. Ese que, lejos de ser un don nadie, se llama Valentino Rossi y lo ha sido todo en el deporte de las dos ruedas y ahora ve cómo sus grandes rivales llevan monturas de segunda fila o a lo más que aspiran es a recoger las migajas que dejan aquellos que sí luchan por la gloria.
Ahí está la verdadera referencia, y un agravio sonrojante para la marca de los diapasones. Comparar los ingenios de Nakamoto con monturas como la de Bautista o Bradl es hacerlo de mundos distintos, aunque también competitivos. Sin embargo, el material de Monster Tech3 es capaz de mirar a los ojos a cualquiera de sus 'hermanas mayores'.
Bandera blanca
El gran problema de Márquez es que no tiene con qué compararse, porque lo que sigue logrando es histórico, único, legendario. Se esperaba a un piloto con la sangre hirviendo, pero no con una cabeza tan gélida y calculadora. Lo tiene todo controlado, y es un novato. El '93' vio con tranquilidad una salida colosal de Lorenzo, y tanto él como Pedrosa fueron capaces de desembarazarse de Crutchlow y Bautista, que de presuntos invitados al banquete acabaron recogiendo los bártulos y marchándose por la puerta de atrás en menos de una recta. El inglés, orgulloso, buscó décimas que no existían y se marchó al suelo. El español, peleando contra su 'enemigo' Rossi, que le birló incluso la cuarta posición. Mientras, Jorge cogía un par de segundos por delante, y Márquez se llevaba a rueda a Pedrosa, el mismo que tanto se quejaba a principio de la temporada de ser el tutor involuntario de su compañero y que ahora tiene que conformarse con ir a su rebufo. Décima a décima la desventaja fue disminuyendo, pero Marc no tenía prisa. Se puso detrás de Lorenzo y esperó su momento.
Apareció una bandera blanca, la que permite a los pilotos cambiar de montura por la aparición de lluvia. Quedaban diez vueltas para el final y cundió el pánico. Solo fue una alarma, pero sirvió para activar el detonador dentro del corazón de Márquez.
La batalla fue impresionante. Lorenzo aguantó con el alma las constantes embestidas del de Cervera, que no cejó en su empeño hasta que, tras varios adelantamientos mutuos, consiguió a falta de cinco vueltas un pequeño colchón respecto al '99'. Ahí apareció otra bandera blanca, la de la rendición. Jorge no pudo con un golpe profundamente psicológico.
Pedrosa, que se había mantenido al margen de la épica, tiró de oportunismo para rebasar también a un toro que solo buscaba ya la barrera como refugio para intentar curar sus heridas. Fue el testigo de excepción de una batalla entre dos colosos, y el oportunista capaz de arañarle cuatro puntos más a Lorenzo y posicionarse como la gran alternativa al dominio de Márquez. Al menos, él también lleva una Honda para intentar combatir en igualdad de condiciones a una bestia que no para de crecer carrera a carrera. Su nombre es Marc Márquez, el hombre que ha vencido en las cuatro últimas carreras y que ya aprende y enseña a partes iguales.

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