TÍTULO: EN PRIMER
PLANO, LA FRANCOTIRADORA DE ALEPO, CUANDO ALGUNO SE ATREVE A SALIR DISPARO.
La francotiradora de Alepo: «Cuando alguno se atreve a salir, disparo»
Un día llegó a casa y la encontró
reducida a escombros. Sus dos hijos habían desaparecido. Así fue como
Fátima cogió su fusil. La profesora de inglés se convirtió en
francotiradora contra los soldados de Bachar el Asad. Se hace llamar
Guevara, se mueve por las calles más peligrosas de Alepo y ella misma se
ha convertido en un peligro.
Hace menos de un año, a estas horas del día, estaría saludando a los niños de su clase con un «good morning, children». Ahora está escondida en una casa abandonada, con el dedo curvado sobre el gatillo de su rifle de precisión, mirando a través del teleobjetivo y acechando a su siguiente víctima.
En aquellos viejos tiempos todavía se llamaba Fátima, trabajaba como profesora de inglés y era madre de dos hijos: un niño y una niña. Hoy teme que estén muertos. Se ha unido a un grupo de combatientes contra el dictador sirio El Asad y usa el alias de Guevara, el apellido del Che, el célebre guerrillero. Muchos habitantes de Alepo se refieren a ella simplemente como «la francotiradora».Sus camaradas han abierto un agujero del tamaño de un puño en la pared de cemento de la casa en la que se oculta. A través de él vigila el territorio enemigo. En el edificio de viviendas situado a apenas 200 metros se han atrincherado soldados del Gobierno.
«Mi tarea es mantener nuestras líneas», dice la tiradora, de 36 años. «Cuando alguno se atreve a salir, disparo». Añade que, como mujer, es la más idónea para este trabajo: «Hace falta precisión y paciencia».De vuelta a la base del grupo rebelde, una casa situada a unos pocos cientos de metros del frente, Guevara se quita su chaqueta de combate, se pone un abrigo negro con bordados, guarda una pistola en el bolso y sirve el té. Lleva el pañuelo firmemente enrollado sobre la cabeza, las cejas perfiladas y un maquillaje cuidado. Los jóvenes combatientes de su unidad, algunos de tan solo 16 años, le muestran un gran respeto. Una severa mirada suya basta para acabar con las bromas y las risas en la habitación. Primero fue una más de los miles de manifestantes pacíficos que se echaron a las calles en marzo de 2011 pidiendo reformas, cuenta Guevara. Llevaba ya un tiempo colaborando con un periódico clandestino. Cuando las protestas fueron transformándose en un enfrentamiento armado, empezó como voluntaria llevando medicamentos y suministros a los combatientes rebeldes. Su matrimonio se rompió por diferencias políticas: «Mi marido no era un auténtico revolucionario. Tenía miedo de luchar. Por eso pedí el divorcio».
El año pasado fue detenida e interrogada por la Policía. Cuando volvió a su casa, vio que las milicias gubernamentales la habían quemado hasta los cimientos. Sus hijos Wael y Maya, de diez y siete años, habían desaparecido. Guevara no pudo encontrarlos por ningún sitio. Ya no cree que sigan vivos. No le han quedado siquiera unas fotos de ellos. «Mi hijo siempre tenía miedo cuando caían las bombas. Yo le prometía que lucharía por un futuro seguro para él», dice Guevara. «Ahora, lo único que prometo es que vengaré a mis hijos».
A los dos meses de la desaparición de los niños, la revolucionaria se unió a la unidad de combate de la que forma parte, integrada por una treintena de hombres. El comandante se convirtió en su nueva pareja. Fue él quien le enseñó a manejar el rifle. «Matar a un soldado te hace sentir bien», dice Guevara. «Siempre que alcanzo a alguno, grito: ¡Sí!». Y alza un puño en señal de triunfo.
Cuando Guevara habla del régimen de El Asad, lo hace con tono grave y gestos secos, cargada de odio. Pero, al caer la tarde, esa dureza se deja vencer momentáneamente por la tristeza. La joven madre mira en el portátil algunos vídeos de uno de sus camaradas y los ojos se le llenan de lágrimas. Lo abatieron esta mañana, y otros dos miembros del grupo cayeron a principios de semana. Uno de los breves vídeos muestra al joven de 19 años quemando una bandera siria. «Muchas noches confiesa Guevara, me despierto llorando». Asegura que ha visto más de cien cadáveres a lo largo del último mes. Y una bomba estuvo cerca de acabar con su vida.
En los barrios de la ciudad controlados por la oposición se ha empezado a mover un nuevo enemigo para la combatiente Guevara. Se autodenomina frente Yabat el Nusra. Este grupo yihadista quiere hacer de Siria un estricto estado islámico regido por la sharia, la ley islámica. En una sociedad como esa, no habría sitio para las mujeres emancipadas.«Esa gente me ataca los nervios dice la rebelde. Uno de ellos incluso quiso prohibirme llevar vaqueros y maquillaje. Pero tampoco podrán parar nuestra revolución».Y, tras decir esto, Guevara se sube al coche que la lleva de nuevo al frente.
TÍTULO; A QUEMARROPA, MÓNICA BELLUCCI, NI CONTIGO NI SIN TI,.
GENTE,.
Ni contigo ni sin ti,.
Monica Bellucci anuncia su
separación de Vincent Cassel tras 14 años de matrimonio y la prensa
inglesa 'reconcilia' a Sarah Ferguson y el príncipe Andrés a los 17 años
de su divorcio,.
No creían en la fidelidad ni se necesitaban el uno al
otro... Con estos ingredientes podría decirse que Monica Bellucci y
Vincent Cassel lo tenían todo para asegurarse un matrimonio largo y
duradero en el mundo del celuloide. Indestructible, incluso. Sin
embargo, les ha faltado un pequeño detalle: confiar demasiado en el
amor. «Creo en el amor», proclamaba la Bellucci en una entrevista
reciente... Y, claro, ante tanta expectativa, después de catorce años
casada, se ha separado. La actriz italiana, de 48 años, y el actor
francés, de 46, formaban una de esas parejas capaces de hacernos soñar
con el espejismo de la felicidad conyugal más allá de la fama y de los
flashes. Hasta ayer. Los publicistas de Monica (esa mezcla de portavoces
y apologistas que hablan por boca de las estrellas) anunciaron la
ruptura; sin mencionar las causas y dejando la puerta abierta a todo
tipo de especulaciones. Ella siempre ha sido un bellezón, un objeto de
deseo más o menos oscuro para gran parte del público masculino. Él, un
feo resultón, de pronunciada mandíbula y mirada turbia, de esos que nos
gustan a las que nos empalaga Brad Pitt. Juntos componían un dúo dispar,
pero aparentemente complementario.
Cassel y Bellucci se conocieron en 1996 durante el rodaje
de 'L'appartement' y se casaron en 1999. La suya nunca fue una historia
de amor lineal, sino más bien en zig-zag porque sufrió muchos altibajos.
Tienen en común dos niñas, Deva y Léonie, de nueve y tres años. Rehén
de su rutilante belleza, por la que le preguntan en cada entrevista y de
la que siempre intenta defenderse con sesudos argumentos, partidaria de
la arruga y enemiga declarada del bótox, la actriz, que el 30 de
septiembre cumplirá 49, asegura sentirse por fin liberada gracias a
haber llegado a una edad en la que «hay otras cosas mucho más
importantes que el físico». Es probable que muchos de sus fervientes
admiradores no compartan esa opinión. Por ella, más de uno se habría
partido la cara con media Sicilia al verla sufrir en 'Malena' o habría
aprendido gustoso arameo al contemplarla como la María Magdalena de 'La
Pasión de Cristo' dirigida por Mel Gibson.
A Bellucci la noticia de su separación le ha pillado 'En la
Vía Láctea' o para ser más precisos, 'Na mlecnom putu', que es el
título en serbio de la película que rueda actualmente a las órdenes de
Emir Kusturica. En ella encarna a una agente de inteligencia que en
plena guerra cambia de identidad y trata de obtener un pasaporte con
ayuda de un hombre que (ayayay...) acaba enamorándola. Al resto del
mundo, la noticia de la separación de Bellucci nos sorprendió cuando
todavía estábamos digiriendo otro bombazo informativo, pero en sentido
contrario: la 'contraseparación' de los duques de York. O sea, que Sarah
Ferguson y el príncipe Andrés no solo vuelven a estar juntos sino que
amenazan con casarse por segunda vez, como se ha hecho eco la prensa
británica. Llevaban 17 años separados, tres más que Monica y Vincent
casados. Y, como ellos, también tienen dos hijas, aunque bastante más
'talluditas'. Así que volviendo al principio... Tal vez los York no
crean en el amor ni en la fidelidad (lo segundo es evidente). Pero se
necesitan. Y eso enamora muchísimo: 'Por el interés te quiero Andrés',.
No creían en la fidelidad ni se necesitaban el uno al
otro... Con estos ingredientes podría decirse que Monica Bellucci y
Vincent Cassel lo tenían todo para asegurarse un matrimonio largo y
duradero en el mundo del celuloide. Indestructible, incluso. Sin
embargo, les ha faltado un pequeño detalle: confiar demasiado en el
amor. «Creo en el amor», proclamaba la Bellucci en una entrevista
reciente... Y, claro, ante tanta expectativa, después de catorce años
casada, se ha separado. La actriz italiana, de 48 años, y el actor
francés, de 46, formaban una de esas parejas capaces de hacernos soñar
con el espejismo de la felicidad conyugal más allá de la fama y de los
flashes. Hasta ayer. Los publicistas de Monica (esa mezcla de portavoces
y apologistas que hablan por boca de las estrellas) anunciaron la
ruptura; sin mencionar las causas y dejando la puerta abierta a todo
tipo de especulaciones. Ella siempre ha sido un bellezón, un objeto de
deseo más o menos oscuro para gran parte del público masculino. Él, un
feo resultón, de pronunciada mandíbula y mirada turbia, de esos que nos
gustan a las que nos empalaga Brad Pitt. Juntos componían un dúo dispar,
pero aparentemente complementario.
Cassel y Bellucci se conocieron en 1996 durante el rodaje
de 'L'appartement' y se casaron en 1999. La suya nunca fue una historia
de amor lineal, sino más bien en zig-zag porque sufrió muchos altibajos.
Tienen en común dos niñas, Deva y Léonie, de nueve y tres años. Rehén
de su rutilante belleza, por la que le preguntan en cada entrevista y de
la que siempre intenta defenderse con sesudos argumentos, partidaria de
la arruga y enemiga declarada del bótox, la actriz, que el 30 de
septiembre cumplirá 49, asegura sentirse por fin liberada gracias a
haber llegado a una edad en la que «hay otras cosas mucho más
importantes que el físico». Es probable que muchos de sus fervientes
admiradores no compartan esa opinión. Por ella, más de uno se habría
partido la cara con media Sicilia al verla sufrir en 'Malena' o habría
aprendido gustoso arameo al contemplarla como la María Magdalena de 'La
Pasión de Cristo' dirigida por Mel Gibson.
A Bellucci la noticia de su separación le ha pillado 'En la
Vía Láctea' o para ser más precisos, 'Na mlecnom putu', que es el
título en serbio de la película que rueda actualmente a las órdenes de
Emir Kusturica. En ella encarna a una agente de inteligencia que en
plena guerra cambia de identidad y trata de obtener un pasaporte con
ayuda de un hombre que (ayayay...) acaba enamorándola. Al resto del
mundo, la noticia de la separación de Bellucci nos sorprendió cuando
todavía estábamos digiriendo otro bombazo informativo, pero en sentido
contrario: la 'contraseparación' de los duques de York. O sea, que Sarah
Ferguson y el príncipe Andrés no solo vuelven a estar juntos sino que
amenazan con casarse por segunda vez, como se ha hecho eco la prensa
británica. Llevaban 17 años separados, tres más que Monica y Vincent
casados. Y, como ellos, también tienen dos hijas, aunque bastante más
'talluditas'. Así que volviendo al principio... Tal vez los York no
crean en el amor ni en la fidelidad (lo segundo es evidente). Pero se
necesitan. Y eso enamora muchísimo: 'Por el interés te quiero Andrés',.
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