Pablo Diego José Francisco-fotos. de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso[1] (Málaga, España; 25 de octubre de 1881 — Mougins, Francia; 8 de abril de 1973), conocido como Pablo Picasso, fue un pintor y escultor español, creador, junto con Georges Braque y Juan Gris, del movimiento cubista.
Considerado uno de los mayores artistas del siglo XX, participó desde la génesis en muchos movimientos artísticos que se propagaron por el mundo y ejercieron una gran influencia en otros grandes artistas de su tiempo. Incansable y prolífico, pintó más de dos mil obras, presentes en museos y colecciones de toda Europa y del mundo. Además, abordó otros géneros como el dibujo, el grabado, la ilustración de libros, la escultura, la cerámica y el diseño de escenografía y vestuario para montajes teatrales.
En lo político, Picasso se declaraba pacifista y comunista. Fue miembro del Partido Comunista Francés hasta su muerte,[2] el 8 de abril de 1973 en Notre-Dame-de-Vie (Mougins, Francia) a los 91 años. Está enterrado en el parque del castillo de Vauvenargues (Bouches-du-Rhone).
Infancia
De su padre se sabe que quiso ser artista y fue profesor de dibujo en la escuela de Málaga llamada San Telmo. De la madre se conoce poco; al parecer era de una personalidad más fuerte que la de su marido, y Picasso tuvo siempre hacia ella mayor respeto y ternura, lo que algunos creen ver en el retrato que le dibujó en 1923.[4] Picasso empezó a pintar desde edad temprana. En 1889, a los ocho años, tras una corrida de toros y bajo la dirección de su padre pintó El pequeño picador, su primera pintura al óleo,[5] [6] de la que siempre se negó a separarse.
En 1891, la familia abandonó Málaga, cuando el padre fue nombrado profesor en el Instituto de La Coruña. Allí, Pablo trabajó en sus dibujos y mostró una fuerte confianza en sí y en sus dotes; tenía diez años. Sus primeros trabajos, de un realismo vigoroso y casi feroz, mostraban una temprana predilección por los personajes populares.[4]
El de 1895 fue un año de sucesos importantes en su infancia; en enero, falleció su hermana Concepción, y en septiembre su padre obtuvo una cátedra en la Lonja, Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, donde el joven Pablo fue admitido como alumno y cursó estudios durante dos años, lo que le condujo a pintar, quizás por complacer a su padre, una serie de cuadros en los que el academicismo sentimental del estilo sorprendía tras la vitalidad de los retratos que había realizado en La Coruña.[4]
Estudiante brillante y precoz, Picasso superó en un solo día, a la edad de catorce años, el examen de ingreso en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, y se le permitió saltarse las dos primeras clases. De acuerdo con una de las muchas leyendas sobre el artista, su padre, tras reconocer el extraordinario talento de su hijo al contemplar sus primeros trabajos infantiles, le entregó sus pinceles y su paleta y prometió no volver a pintar en su vida.[4]
"A diferencia de la música, no hay niños prodigios en la pintura. Lo que la gente percibe como genio prematuro es el genio de la infancia. No desaparece gradualmente a medida que envejece. Es posible que ese niño se convierta en un verdadero pintor un día, quizás incluso un gran pintor. Pero tendría que empezar desde el principio. Por lo tanto, por lo que a mí respecta, yo no era un genio. Mis primeros dibujos nunca se han mostrado en una exposición de dibujos infantiles. Me faltaba la torpeza de un niño, su ingenuidad. He hecho dibujos académicos a la edad de siete años, con una precisión de la que me asusto'".En 1911 durante su estadía en la ciudad de París, Picasso formó parte de un círculo de amigos distinguidos en los barrios de Montmartre y Montparnasse, ellos eran André Breton, poeta; Guillaume Apollinaire, el escritor; Alfred Jarry; y Gertrude Stein. Apollinaire fue arrestado bajo sospecha de haber robado la Mona Lisa en el Louvre, y ser parte de una banda internacional. Apollinaire señaló a su amigo Picasso, que también fue llevado a un interrogatorio, pero ambos fueron exonerados más tarde.[7]Picasso
Primeras pinturas
En septiembre, marchó a Madrid para iniciar estudios en la Academia de San Fernando,[11] pero pronto abandonó la Academia: la atmósfera intelectual de la capital, impermeable al modernismo catalán que Picasso intentaba introducir (fundó una pequeña revista en 1901, Arte Joven, que tuvo una existencia bastante breve) no le convencía. No obstante, aprovechó sus frecuentes visitas al Museo del Prado para conocer mejor la obra de El Greco, que era vindicada por artistas y estudiosos de finales del siglo XIX.[12]
Desde 1898 firmó sus obras como «Pablo Ruiz Picasso», luego como «Pablo R. Picasso», y sólo como «Picasso» desde 1901. El cambio no parece implicar un rechazo de la figura paterna; antes bien obedecía al deseo de Picasso de distinguirse como personaje, iniciado por sus amigos catalanes, que tomaron la costumbre de llamarlo por el apellido materno, mucho menos corriente que el Ruiz paterno.[13]
Volvió a Barcelona en junio de 1898, enfermo de escarlatina y se trasladó a Horta de Ebro (actual Horta de San Juan), el pueblo de su amigo Manuel Pallarés, situado al sur del Ebro cerca de la ciudad de Gandesa (Terra Alta, Tarragona). En esta estancia, Picasso se reencontró con las raíces primordiales del país y con un cierto retorno a la naturaleza, más en consonancia con el ideario modernista, lo que constituyó uno de los primeros episodios «primitivistas» de su carrera.[14]
Abandonado el propósito de vivir en Madrid para dedicarse a copiar a los grandes maestros, en febrero de 1899 estaba de vuelta en Barcelona,[15] donde comenzó a frecuentar la cervecería Els Quatre Gats, insignia de la bohemia modernista y lugar en el que realizó su primera exposición individual e hizo amistad con Jaime Sabartés y Carlos Casagemas. En este ambiente Picasso entró en contacto con el pensamiento anarquista, implantado en Barcelona. La miseria reinante en los barrios bajos de Barcelona, los soldados enfermos y heridos que volvían a España tras la desastrosa Guerra de Cuba, crearon un caldo de cultivo de violencia social que sin duda marcó, a un nivel individual y moral más que puramente político, la sensibilidad de Picasso, y que pueden ser apreciados en ciertos dibujos realizados entre 1897 y 1901: El prisionero, Un miting anarquista.[16] [17]
En octubre de 1900 visitó París con Casagemas para asistir a la Exposición Universal, donde se exhibía una obra suya, Últimos momentos, actualmente desaparecida.[18] En París se instaló en el estudio de Isidre Nonell, artista catalán que Picasso conocía del grupo Els Quatre Gats influenciado por el impresionismo y que reflejaba la situación social catalana de principios de siglo mediante retratos de personajes marginados y miserables. La obra de Nonell, junto a la de Toulouse-Lautrec, influyeron en gran medida en el estilo de Picasso de esta época, lo que puede apreciarse en obras como La espera (Margot), Bailarina enana y El final del número, ambas de 1901.[19] [17] También conoció al que sería su primer marchante, Pere Mañach (quien le ofreció 150 francos mensuales por toda su obra de un año) y entró en contacto con la galerista Berthe Weill. Regresó a Barcelona el 20 o 23 de diciembre (según distintas fuentes) con Casagemas, al que Picasso llevó consigo a celebrar el fin de año en Málaga.[18]
Entre Barcelona y París. El período azul
El entierro de Casagemas
Entre Barcelona y París
Picasso era un trabajador infatigable. A finales de abril de 1901 regresó a Barcelona, donde exponía Mujer en azul (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid)[23] en la Exposición General de Bellas Artes y luego en mayo volvió a París, donde se estableció en el número 130 del bulevar de Clichy, en el lugar en que Casagemas había tenido su estudio. Entre junio y julio del mismo año, Picasso e Iturrino realizaron una exposición en la galería de Vollard en París.[24] Sin dinero ni trabajo, en junio conoció al poeta Max Jacob, con el que mantendría una cercana relación hasta la muerte de Jacob en 1944. El poeta recordaría más tarde que descubrió la obra de Picasso y, siendo crítico de arte, expresó su admiración por el talento del pintor. Poco después recibió una invitación de Mañach para presentarle a su joven representado (Picasso tenía por entonces unos dieciocho años); que estuvieron todo el día viendo la ingente obra de Picasso, quien por aquella época pintaba uno o dos cuadros por noche, y los vendía por ciento cincuenta francos en la Rue Laffite.[25] Durante el otoño pintó Los dos saltimbanquis (arlequín y su compañera) (Museo de Bellas Artes Pushkin, Moscú),[26] Arlequín apoyado (MoMA, Nueva York)[27] y acabó El entierro de Casagemas. En invierno pintó una serie de retratos en azul; el Retrato de Jaime Sabartés (Museu Picasso, Barcelona),[28] el Retrato de Mateu Fernández de Soto (Museo Picasso, Málaga)[29] y el Autorretrato azul (Museo Picasso, París).[30]A finales de enero de 1902 rompió su acuerdo con Mañach, y tras la liquidación correspondiente volvió a Barcelona. Empezó a trabajar en el estudio de Ángel Fernández de Soto, en el número 6 de la calle Nou de la Rambla, donde durante la primavera el color azul empezó a dominar su obra. Con Fernández de Soto visitó los burdeles de Barcelona, lo que quedó reflejado en una serie de dibujos eróticos entre los que se encuentra un Autorretrato con desnudo (colección privada, Alemania); un dibujo a la tinta y acuarela de Ángel Fernández de Soto con una mujer[31] y La macarra (composición alegórica),[32] propiedad del Museo Picasso de Barcelona.
De esa fecha data un Retrato de Germaine[33] que Acquavella Galleries adquirió por 18,6 millones de dólares en una subasta de Christie's en 2006.[34] En diciembre de 1902 se mudó un tiempo al apartamento de Max Jacob en el número 87 del bulevar Voltaire; la habitación sólo disponía de una cama, por lo que Picasso trabajaba de noche y dormía de día, mientras Jacob trabajaba. En este tiempo no podía comprar lienzo, y debía limitarse a dibujar.[35]
La vida
En enero de 1903 Picasso volvió a Barcelona. En primavera comenzó el cuadro La vida (Cleveland Museum of Fine Arts),[36] uno de los mayores y más complejos lienzos de su época azul, considerado su trabajo más importante de estos años, obra de un simbolismo inusualmente oscuro en sus primeras obras y sujeto a múltiples interpretaciones académicas, sobre las cuales el artista nunca se pronunció. Picasso realizó cuatro bocetos preparatorios para el cuadro, variando la composición de las figuras al menos dos veces; cabe destacar que la figura masculina, que empezó siendo un autorretrato, acabó siendo una representación de su amigo Carlos Casagemas.[37] La Vida resume la mayor parte de los temas y la atmósfera de la época azul: el pesimismo nihilista desarrollado en su época de formación en Barcelona, recrudecido bajo las dificultades materiales que sufre en la época. «Cree que el Arte es hijo de la Tristeza y del Dolor», decía su amigo Jaime Sabartés.[38] La soledad de los niños, la miseria de pobres, mendigos y ciegos son a menudo descritos en los cuadros de ese momento: Las dos hermanas (Museo del Hermitage, San Petersburgo),[39] Pobres a orillas del mar (Galería Nacional de Arte, Washington D.C.),[40] El viejo guitarrista ciego (Instituto de Arte de Chicago),[41] El asceta (Barnes Foundation, Filadelfia),[42] y La Celestina (Carlota Valdivia) (Museo Picasso, París)[43] se cuentan entre las primeras obras maestras de Picasso.Hacia finales de 1903 Picasso empezó a pensar que sólo estableciéndose permanentemente en Francia su reputación superaría las fronteras de España. Se trasladó al estudio del escultor Pablo Gargallo (1881-1934), quien en aquel momento se encontraba en París, en el número 28 del Carrer del Comerç de Barcelona,[44] donde finalizó La Celestina (Carlota Valdivia) y comenzó un nuevo Retrato de Jaime Sabartés (Kunsternes Museum, Oslo)[45] que finalizó en la primavera de 1904.[46]
París, Bateau Lavoir. El período rosa
La belle Fernande
La bohemia del Lapin Agile
En octubre de 1904 Picasso conoció al poeta André Salmon, y también a Guillaume Apollinaire, poeta y escritor precursor del surrealismo, con los que estableció una relación muy cercana. Picasso se convirtió en un asiduo del cabaret Lapin Agile (el «Conejo ágil») y del Cirque Medrano. Desde que se instaló en Montmartre, la paleta y los temas de Picasso empezaron a cambiar; la pobreza y dureza de la vida de los artistas de circo y saltimbanquis aportaron un nuevo lirismo a sus cuadros en el paso de la época azul a la denominada época rosa. La época rosa se distingue por sus colores pastel y tonos cálidos, de líneas suaves y delicadas; con un especial énfasis sobre la línea y el dibujo, más que sobre el color, continuó trabajando las figuras con proporciones alargadas que recuerdan su admiración por El Greco, como en El actor (MoMA, Nueva York)[49] o en la acuarela El loco (Museo Picasso, Barcelona),[50] un recurso a fórmulas manieristas del que se ha señalado que Picasso hizo uso constante a lo largo de su carrera.[51] Los temas que trataba eran la alegría y la inquietud existencial; como en la época azul, subyace un toque de melancolía, pero en ese momento dominada por el afecto, con muchas referencias al mundo del zoológico y del circo. Pintó máscaras, arlequines, domadores y payasos; también es la época de las maternidades rosas. Obras representativas de esta época son Acróbata con balón (Muchacha con balón) (Pushkin State Museum of Fine Arts, Moscú),[52] La familia de saltimbanquis (Galería Nacional de Arte de Washington),[53] Acróbata y joven arlequín (Barnes Foundation, Filadelfia)[54] y Familia de acróbatas con mono (Göteborgs Kunstmuseum, Gotemburgo).[55]La familia de saltimbanquis
En la primavera del mismo año pintó una de sus principales obras de ese año, La familia de saltimbanquis,[53] una clara evolución hacia la época rosa; un paisaje desnudo y desdibujado en el que se enmarcan aisladas las bien dibujadas y estilizadas figuras de los titiriteros, personajes marginales cuya vida solitaria impresionaba a Picasso.[57] Una tarde, tras abandonar el Cirque Médrano con Max Jacob, decidió modelar su cabeza en barro, y conforme trabajaba la pieza en los siguientes días, añadió el sombrero y cascabeles de un bufón, al estilo de los personajes circenses. La pieza fue llamada El loco (cabeza de arlequín) (Museo Picasso, París),[58] que el galerista Ambroise Vollard consiguió que fuera fundida en bronce.[59]-ETC,.
TÍTULO: EL HORMIGUERO FERRÁN ADRIÁ PARA EN CÁCERES,.
Durante un tiempo de su vida, aproximadamente en la adolescencia,
Ferrán Adriá se fue a la cama cada noche convencido de que era Johan
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Durante un tiempo de su vida, aproximadamente en la adolescencia,
Ferrán Adriá se fue a la cama cada noche convencido de que era Johan Cruyff.
Pero alguien que le quería bien le hizo ver que «daría, como mucho, para jugar
en Segunda B». Y el joven Adriá tiró por otro camino. El que quiso la suerte.
«Soy cocinero por azar».
Las dos confesiones las hizo Ferrán Adría ayer en Cáceres, durante
una conferencia en el paraninfo de la facultad de Filosofía y Letras, dentro de
la gira patrocinada por Telefónica que le lleva por quince universidades
españolas. Pantalón, camiseta y chaqueta negras, zapatillas Nike. Hace tiempo
que traspasó las fronteras de la gastronomía. Da clases en Harvard, conferencias
por medio mundo y le han situado entre las personas más influyentes del orbe.
Esto explica que las trescientas plazas para acudir a su charla de Cáceres se
agotaran el día que se anunció su visita.
La conferencia duró casi tres horas. Dedicó bastante tiempo a
explicar El Bulli Foundation y BulliPedia, los dos proyectos en los que anda
inmerso tras cerrar el restaurante que le ha dado fama planetaria. Tuvo tiempo
también para desgranar su visión de la gastronomía, y eso incluyó referencias al
Neolítico, a los egipcios, a la diferencia entre un jugo y un zumo, y hasta al
sexo de los pollos.
Pero antes de todo eso, Ferrán Adriá contó su vida. Y ahí dio gusto
escucharle. Llegó a El Bulli con 22 años, seducido más que nada por lo divertido
que sonaba trabajar en un sitio tan animado como la Costa Brava. «Me nombraron
jefe de cocina no porque hubieran detectado que tenía talento, sino como una
solución puente, mientras buscaban a un jefe de cocina nuevo», contó ayer. Al
poco, El Bulli perdió la estrella Michelín que tenía. Pero él se empecinó en esa
cocina innovadora, mezcla de la 'nouvelle cuisine' francesa, la gastronomía del
norte español y la catalana. Durante años, invirtió 250.000 euros anuales -el
diez por ciento del presupuesto- en I+D culinaria. Y renunció a ser
multimillonario. «En El Bulli hemos dejado de ganar millones de euros por seguir
en la vanguardia», aseguró.
Lo contó todo de pie, con un micrófono de petaca. Y fue dejando
perlas. «Para ser innovador hay que arruinarse una vez en la vida», dijo. Y
aseguró que durante catorce años, él ganó «lo que hoy equivale a 1.500 euros al
mes». «No busques el éxito, busca la felicidad», defendió como eslogan. Advirtió
que no le gusta dar consejos, y que por eso sólo daba uno: «No hagáis ningún
proyecto si no tenéis pasión». «No hay receta para ser innovador, cada uno debe
buscar la suya», proclamó Adriá, que antes de la charla, concedió una entrevista
a HOY en la que habló de Extremadura. «Tiene que ser una región de cocina
tradicional y Atrio, las dos cosas, lo importante es la calidad». Amigo «desde
hace treinta años» de Toño Pérez y José Polo, los dueños del restaurante y hotel
de Cáceres, el chef catalán durmió en él el martes. «El proyecto de Atrio
-añade- es para Extremadura, no para ellos, se me escapa cómo pueden ponérsele
pegas a un proyecto así». «Yo, si fuera extremeño -añade- me sentiría muy
orgulloso de Atrio. No hay en el mundo sitios como Atrio. Y no hay que olvidar
que en el mundo actual, Cáceres compite con Pekín».
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