La
revista XL Semanal, que entrega gratis Diario LA RIOJA, con su ejemplar del
domingo ofrece un especial moda ¡Por fin primavera!, donde
...
Córdoba
Nacen las flores de la primavera
Las cofradías ultiman los preparativos del Domingo de Ramos con la esperanza de ver un sol ausente casi toda la Cuaresma
La primavera floreció a la fuerza y venía en cajas. No olía como
olían antes las flores que crecían en los huertos y el campo con el descaro de
las plantas silvestres, pero sí que daban la fragancia suave y pura de lo
fresco. La primavera venía en las cajas y quería como tomarse la revancha de
esta Cuaresma raquítica y cicatera, donde para encontrar alguna señal había que
arañarle una luz a las nubes, donde apenas había una mañana radiante que después
se volvía fría, un atardecer casi clandestino entre las nubes y el aire de un
invierno que no terminaba.
La primavera venía en cajas y tenía todavía en los oídos el eco del
rezo de los via crucis en las iglesias, y en la lozanía de los tallos que
después se cortarían estaba el verdor de los esfuerzos que habían subido a las
imágenes a los pasos en los que ya esperaban, y en la delicadeza de los pétalos
que después se dispondrían en geométrica proporción o en tupida alfombra estaba
la ilusión, intacta en el horizonte de quien sabe que ahora no hay prórrogas ni
nuevas esperas, que hoy amanecerá la ciudad en nazareno y no se dormirá sin que
el suelo milenario haya recibido la caricia de la cera en varios colores
distintos.
Sí, la primavera venía, aunque esta vez no la habían anunciado los
azahares, como ángeles gloriosos tocando las trompetas, y tampoco la luz había
dado pie a demasiados matices en unas tardes en las que había que huir del frío
y del agua. La primavera llegaba en cajas, y las casas de hermandad se llenaban
del despertar con que llega siempre la estación más hermosa del año. Las
conversaciones se hacían en un tono más alto, las risas prendían con más
facilidad, y hasta había quien se desprendía de las prendas de abrigo porque el
esfuerzo bien precisa moverse bien.
Allí estaba la primavera, anunciada el día antes por la veneración a
la Virgen de los Dolores, verdadera embajadora de la Semana Santa, y también por
los muchos via crucis que se tenían que vivir en las calles y que se dieron en
los templos.
Ya estaba en las iglesias la primavera, y llegaba en cajas, y el
esfuerzo ya pintaba que llegaba el calor y que el sol estaba a punto de premiar
a quienes se subían a las escaleras para que los pasos, además de altares
públicos, reflejasen lo efímero de la fiesta, la flor que es muy bella y
deslumbra durante horas pero está destinada a marchitarse y a no dejar más que
un recuerdo de estética y de olor en la memoria. La cera, ya dispuesta, que
tiene que arder hasta consumirse y que sólo empieza a tener sentido cuando
tiembla la llama y dora el rostro de aquella imagen a la que ilumina.
Llegó la primavera en cajas y a través del trabajo comenzó a
florecer, primero encañándose para poder fijarse, y luego por fin sobre los
pasos, y conforme avanzaba la tarde, se sabía que no habría más esperas, que era
la definitiva y que por mucho que se hubiesen visto fotografías de palios
perfectos y de pasos a los que parecía no faltarles nada, ahora sí que no se
necesita nada para que estén en la calle.
Lo sabían quienes pasaron el día trabajando con las flores, desde la
tranquila paciencia de quien tenía que alfombrar de claveles rojos o de iris
morados un monte calvario, y donde los colores van ganando terreno a la
estructura interna hasta convertirlo en un tapiz lleno de belleza, hasta la
precisión de quienes tenían que hacer la geometría de las jarras florales de un
paso de palio.
Llegó la primavera por fin a la ciudad, y a falta de una tibieza en
el aire que siempre la anuncia y la presiente, y que no se recordaba más que de
dulces atardeceres de enero y de ciertos días de marzo, se fue anunciando como
un latido, que muchos sintieron sin siquiera tener que mirar el calendario y
saber que era 23 de marzo y que no sólo la posición del sol lo decía.
Quizá fuese el influjo de la luna, o tal vez un presentimiento íntimo
de que algo estaba pasando, y desde luego que no tenía que ver con los
calendarios convencionales ni con el anuncio de las vacaciones de los niños. La
primavera había llegado, aunque las únicas flores que la anunciaran fueron las
que llegaron en cajas y embaladas para empzar a disponerse en los primeros
pasos, los que ya tiemblan de impaciencia en las iglesias antes de escuchar los
primeros golpes con los que se moverán.
Impaciencia
Nació la primavera y nació como nace todo lo de la naturaleza, a su
debido momento y con un ritmo y una cadencia que los hombres no siempre
comprenden, y aunque no fuera posible verla para todos, hoy será ya tan hermosa
y fragente como una flor que ha crecido en la tierra y se muestra tal y como
es.
Lo verán quienes madruguen y busquen en la mañana una luz distinta,
un sol que se acerca en perpendicular desde el este para decir que por allí
tiene que venir la Semana Santa. Ya no es el sol del invierno que viene a
alegrar un poco las jornadas cortas, ya es un sol que se queda, y que aunque
pelee con nubes y digan que esta Semana Santa se va a vender caro, volverá a
cumplir con su cita de anunciar, presos sus rayos en las piedras de la vieja
iglesia.
Es ese sol, aunque se haya filtrado con las nubes y haya peleado a
brazo partido con los chaparrones y hasta con las tormentas, el que ha hecho
crecer con su propio crecimiento a la Semana Santa que hoy se verá en las
calles, el que con su avance ganándole tiempo a la noche hizo primero germinar,
luego empezar a crecer en el interior de la tierra y más tarde florecer a las
cofradías que ayer recibían la primavera en cajas y que se empeñaban en hacer
que estallara. Cuando haya amanecido y vaya brillando en los cuartos de quienes
tienen planchadas las túnicas y dispuestas, en los costales que ya añoran el
sudor y en las palmas que hoy saldrán a las calles para recordar la llegada de
Jesús a Jerusalén, será el sol otra vez quien diga que en Córdoba es por fin
Domingo de Ramos.
TÍTULO: DESAYUNO DE DOMINGO CON MARTINA KLEIN, DEPORTE MODA, UN CUERPO 10 SIN PERDER LA SONRISA,,
Entrevista a Martina Klein |
Entrevista muy intima con la modelo, presentadora de televisión y humorista
Martina Klein, esta argentina quedes de hace muchos años reside
en España ha sido protagonista de multitud,.
LA ENTREVISTA
Martina Klein: “Nunca me compraría un yate”
Martina Klein es una de nuestras mejores modelos. Aunque
nació en Argentina, vive en España desde su adolescencia. Primero estuvo en
Barcelona – allí residen sus padres -, y su relación con el cantante y
compositor, Alex de la Nuez, la llevó a Madrid. La modelo
siempre que puede visita a sus padres, sobre todo para que puedan disfrutar su
hijo de tres años. Tras la maternidad, Martina elige muchos sus trabajos. No ha
vuelto a desfilar en Cibeles porque está en contra de las actuales medidas de
pesaje. Dice que quiere volver a ser madre, pero que esperará un poco porque
quiere que su hijo también participe en la decisión de tener un hermano.
Descríbase en dos o tres adjetivos: Extrovertida, payasa y responsable. Qué no le gustaría que dijeran de usted: Que soy mala gente. Un momento literario memorable: Juan José Millás escribió un cuento en el que soy la protagonista Un momento deportivo inolvidable: Participé en el desfile inaugural de los Juegos Paralímpicos de Barcelona. Los deportistas sí que eran un ejemplo de superación. Y un momento cinematográfico: El parto de mi hijo Pablo, que filmó mi chico Alex. La experiencia más maravillosa. Cada vez que la veo no paro de llorar. El libro que marcó tu vida: La hija el espantapájaros, de María Gripe. Es una novela juvenil. La gané en un concurso de poesía y fue la primera que leí. Relee los libros: Sí, algunos. Pero me inquieta quitarle tiempo a todos los que aún no he leído. Qué le gusta hacer cuando no trabaja: Estar con mi familia, quedar con mis amigas y salir a bailar de vez en cuando música ochentera. Si le tocara la bonoloto qué es lo que nunca haría: Comprarme un yate. Y lo que sí: Nada distinto. A mí ya me ha tocado la lotería. Suele poner excusas cuando no tiene ganas de ir a un sitio: Sí, prefiero una historia bien contada que un no a secas. La bola más increíble –por disparatada- que ha contado: No suelo contar ninguna. La película que nunca olvida: En el laberinto, Dirty Dancing, Cinema Paradiso, El Postino, Amilie… Cada una llegó en un momento distinto y me marcó a su manera. Un pequeño placer en su profesión: Disfrutar del verano cuando en casa es invierno. ¿Y fuera de él?: Cantar canciones de toda la vida con Alex a la guitarra. De no ser lo que es qué le hubiese gustado ser: Interiorista. ¿A quién y qué envidia?: .A quien es talentoso en su trabajo y disfruta con él. ¿A quién y qué detesta?: La intolerancia y a quien la ejerce. No se quisiera morir sin: Ver a mi hijo ser un hombre integro y feliz. Sueño recurrente: Sé volar y vuelo. El mejor olor: El cuello de Pablito. El mejor sabor: El del trabajo bien hecho. El mejor sonido: Una llamada que estás esperando. El mejor color: El del mar en Formentera. ¿Qué hacia el día que se casaron los Príncipes de Asturias?: Nada en particular. Verlo por la tele. ¿Dónde estaba el día que cayeron las Torres Gemelas?: Delante de las Torres Gemelas con un ataque de pánico. La noticia que más ilusión le haría ver en un periódico: Los países ricos deciden ayudar de verdad a los pobres, pero no vendiéndoles armas, sino dejándoles desarrollarse. Y la que más le ha impresionado últimamente: La multa abusiva a una madre soltera americana de treinta años por compartir canciones en Internet. ¿Suele llorar con las películas?: Sí y me encanta. ¿Cuándo y por qué tuvo un ataque de risa incontrolado?: Hace poco comiendo con tres amigas, cada cual más graciosa, hablando de hombres, por supuesto. ¿Qué le hace pasar vergüenza?: Contemplar como alguien arrogante se llena la boca de perlas. |
Su desayuno de domingo: «Un zumo, un yogur... Y si el partido es por la mañana, nada. Una costumbre mala, lo sé, pero nunca me ha gustado jugar con el estómago lleno. Quizá por los nervios»,.
TÍTULO: CAMINO DE KUMANO (II) EL LEÑADOR Y EL DEMONIO,.
(En la anterior entrega conté mi llegada a la región de Kumano, en Japón, donde existe un camino sagrado)
A la puerta de un albergue perdido en la montaña, la señora a la que llaman Demonio Femenino, vestida con un kimono negro, salió a recibirme. Me quité los zapatos, entré y descubrí que nunca conseguiría dormir con el frío que hacía. Solicité a la intérprete que pidiese algún tipo de estufa; la vieja japonesa, con mirada de desdén, dijo que necesitaba acostumbrarme al Shugendo.
-¿Shugendo?
Pero la mujer ya había desaparecido, dando instrucciones para que fuésemos a cenar enseguida. En menos de cinco minutos estábamos sentados alrededor de una especie de hoguera cavada en el suelo, con un calderón colgando del techo y pescados y asadores colocados alrededor. Justo después llegaron Katsura, mi guía, y el leñador.
-Él sabe todo sobre el camino -dijo Katsura-. Pregúntale lo que quieras.
-Antes de hablar, vamos a beber -dijo el leñador-. El sake en la cantidad adecuada ahuyenta a los malos espíritus.
-¿Ahuyenta a los malos espíritus?
-La bebida fermentada está viva, va de la juventud a la vejez. Cuando llega a la madurez, es capaz de destruir el Espíritu de la Inhibición, el Espíritu de la Falta de Relaciones Humanas, el Espíritu del Miedo y el Espíritu de la Ansiedad. Sin embargo, si se bebe más de la cuenta, la bebida se rebela y convoca al Espíritu de la Derrota y al de la Agresión. Todo es cuestión de conocer el punto que no debe sobrepasarse.
Bebemos sake y comemos los pescados que se asaban alrededor del fuego. La dueña de la posada se nos unió. Le pregunté por qué la llamaban Demonio Femenino.
-Porque nadie sabe dónde nací, de dónde vengo ni qué edad tengo. Decidí ser una mujer sin historia, ya que mi pasado solo me trajo dolor; dos bombas atómicas explotando en mi país, el fin de los valores morales y espirituales, el sufrimiento con las personas desaparecidas. Un buen día decidí comenzar una nueva vida; existen ciertas tragedias que no entenderemos nunca. Entonces, lo dejé todo y vine a parar a esta montaña. Ayudo a los peregrinos, cuido del albergue, vivo cada día como si fuese el último. Y me divierto al conocer todos los días a personas diferentes. Siempre conozco personas extrañas -como tú, por ejemplo-. Nunca había visto un brasileño en mi vida. Tampoco había visto ningún negro hasta 1985.
Bebemos más sake, el espíritu de la Falta de Relaciones Humanas parecía haber sido alejado. Hablé mucho de Brasil y empecé a sentirme extrañamente en casa.
-¿Por qué la gente venía hasta Kumano?- le pregunté al leñador.
-Para pedir algo, cumplir una promesa o para cambiar su vida. Los budistas recorrían los 99 lugares sagrados que están repartidos por aquí y los sintoístas visitaban los tres templos de la Madre Tierra. En el camino se encontraban con otras personas, compartían problemas y alegrías, rezaban juntos y terminaban entendiendo que no estaban solos en el mundo. Y practicaban Shugendo.
Recordé lo que el Demonio Femenino me había dicho y pedí que me explicase qué era aquello.
-Es difícil de explicar. Pero digamos que es una relación total con la naturaleza: de amor y de dolor.
-¿Dolor?
-Para dominar el alma, antes tienes que aprender a dominar el cuerpo. Y para hacerlo, no puedes temer el dolor.
Él me contó que, de vez en cuando, iba con un amigo a los precipicios cercanos, se ataba una cuerda a la cintura y se quedaba colgando. El amigo balanceaba la cuerda de manera que él se chocase varias veces contra las rocas; cuando sentía que estaba a punto de desmayarse, hacía una señal y era nuevamente izado.
-El hombre tiene que conocer la naturaleza en todos sus aspectos -dijo el leñador-.
Su generosidad y su inclemencia; solo de esta manera es capaz de enseñarnos lo que sabe y no apenas lo que queremos aprender.
Sentado alrededor de aquella hoguera, en un albergue en mitad de Japón, con el sake anulando las distancias y el Demonio Femenino sonriéndome (o riéndose de mí), entendí la verdad de las palabras del leñador: debía aprender lo que necesitaba y no lo que quería. En ese momento decidí que hallaría la manera de practicar Shugendo en el camino de Kumano. (Continuará...).
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