La primavera es conocida
como la estación del amor. Se trata de la transición entre el
invierno y el verano, la época del
año que nos trae las flores y los colores. Por eso la primavera aparece siempre
como un sinónimo de vida y del renacer.
En el hemisferio sur, según la
astronomía, esta estación comienza con el equinoccio de
primavera (entre el 22 y el 23 de septiembre) y finaliza con el solsticio de
verano (el 21 de diciembre). En el hemisferio norte, en cambio,
la primavera comienza entre el 20 y el 21 de marzo y termina el 21 de junio.Más allá de la fecha indicada, esta estación es recibida con alegría en todo el mundo. Y los poetas, por supuesto, nunca fueron inmunes a sus encantos. Así, son muchos los poemas que fueron escritos en honor a la primavera.
El cubano José Martí es el autor de “Con la primavera”, que comienza con los siguientes versos:
Con la primavera
Viene la canción,
La tristeza dulce
Y el galante amor.
El uruguayo Juan Cunha, por su parte, escribió en “Vine para decir tu primavera”:
Vine para decir tu primavera
Digo para nombrar dulce tus aves
Por abrirte las flores que tú sabes
Para hacerte de todas la primavera
Ernestina de Champourcin fue directa y precisa, al titular un poema de su autoría simplemente como “Primavera”:
¡Toda la primavera dormía entre tus manos!
Iniciaste en un gesto la fiesta de las rosas
y erguiste, enajenada,
esa flecha de luz que impregna los caminos.
Por último, cabe destacar que la chilena Gabriela Mistral (la poetisa preferida de los lectores de Poemas del Alma), ha sido la creadora de “Doña Primavera”:
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
TÍTULO: ELEGANCIA AZÚCAR Y CASTA.
.Faena de Ponce, recital de Morante, cumbre de Luque. Esa
fue la secuencia de la tarde del cierre. Buena feria. Ya ven, esto es como
acaba, ...
Tres orejas y puerta grande para el joven sevillano que se
incorpora al grupo de las figuras en una tarde que arrancó mal y acabó en los
cielos del toreo
Faena de Ponce, sublime recital de Morante y cumbre de Luque en la
última corrida de Fallas
Faena de Ponce, recital de Morante, cumbre de Luque. Esa fue la
secuencia de la tarde del cierre. Buena feria. Ya ven, esto es como acaba, les
diría que son los inescrutables misterios del toreo. Las afiladas lanzas de los
pronósticos acabaron en dulces cañas del más azucarado toreo. Elegancia, azúcar
y casta, exactamente. Esa fue la escala de la última tarde, festejo que se paseo
por el abismo del fiasco y acabo en un recital tras otro. De la sima a la cima.
De un par de toros, pura ruina, capaces de acabar con la fe del más acérrimo a
la a la nobilísima obediencia del toro quinto que despertó la santa inspiración
de Morante; de la ruina, otra vez ruina, del toro sexto, a la bravura poderosa,
estaba de Dios que fuese así, del toro sobrero de Jandilla, vaya feria buena que
ha echado Borja, que saltó a la arena para abrochar el abono y aupar al joven
Luque a lo alto del escalafón, ¡Bienvenido al mundo de las figuras!.
Llevábamos dos toros de Juan Pedro, en realidad tres si contamos el
primer sobrero con el hierro de Parladé que hizo segundo bis y nadie daba un
duro por la tarde. Peor aún. La gente maldecía a los juampedros, al que los crió
y al que los eligió. Y no les faltaba razón, solo que el toreo no es ciencia
exacta ni hay reglas definitivas, afortunadamente, ni razones que impidan pasar
de la decepción al éxtasis. Y se pasó, se pasó. El clímax llegó con la faena de
Morante al quinto, una barbaridad, el toreo por vía de la inspiración, la
gracia, la compostura, la creatividad, en lo fundamental y en lo accesorio que
de pronto cuando el de la Puebla está en vena como lo estaba ayer, alcanza rango
de fundamental. El toreo con una velocidad menos, transformación e
ensimismamiento, el mentón en el pecho, las muñecas sueltas, miel, para volar
los engaños, la cintura a compás y la imaginación desbocada. Cosa de los ángeles
sin querer ponerme cursi. En realidad quiero decir que esas cosas que se le
ocurren a Morante no son de este mundo ni está al alcance de los mortales ni
siquiera ¡qué monstruosidad! llega a ser comprensible para todos, ahí tienen a
don Amado Martínez que no entendió aquello o se agarró a la contabilidad para
valorar lo que era pura espiritualidad. Seguramente no había mayoría aritmética
de pañuelos, los debió contar, seguro, eso es fácil, uno, dos, tres. pero han de
saber que en situaciones así debe imponerse el sentimiento a la letra y si las
cuentas de la primera oreja no salen, con no darle esa primera y sacar el
pañuelo de la segunda se ahorra uno el bochorno de que te echen en cara no haber
premiado semejante obra de arte. En cualquier caso a tomar viento las orejas,
aquella pieza de la más pura orfebrería torera, quedará en la memoria de los que
sean capaces de sentir el buen toreo. Los demás a contar pañuelos.
A ese toro Morante lo toreo con insistencia, hasta una decena de
verónicas de salida ganándole terreno para rematar en la boca de riego con una
media extraordinaria. Quitó por lances, le replicó Luque por finas y ajustadas
gaoneras y le contrareplicó Morante con un manojo de chicuelinas plenas de
gracia y ajuste. Y todo seguido los estatuarios de arranque y el desiderátum que
les he contado. Faena tan intensa como extensa, esa fue otra de las
peculiaridades del Morante de ayer, él tan dado a la brevedad se explayó hasta
el mismísimo aviso. Luego lo mató de media y dos golpes de descabello, detalle
que no sé si a aquellas alturas importaba mucho.
Hasta valió la pena haber aguantado las primeras y ruinosas
apariciones de los juampedros, ni Ponce ni Morante tuvieron opciones en sus
primeros. Si al final aparece uno como ese quinto capaz de inspirar al artista
lo damos todo por bien sufrido. En realidad el tercero y el cuarto, sin fuerza
pero con clase ya habían permitido recuperar el buen tono de la tarde.
Luque venía con el celo de los toreros jóvenes que ya se sienten
fuertes y a punto para dar el zarpazo. Le replicó con desparpajo a Morante en la
capa. No es la primera vez ni seguramente sea la última porque él también es de
los pocos elegidos que manejan la capichuela con soltura y gracia. Poca tela y
mucho ajuste. Su estado de ánimo ya lo mostró en su primero, un colorado
precioso y recortado, tan noble como justo de fuerzas al que hizo el toreo con
cadencia y el mejor ritmo, con gusto y suficiencia, logró que no se le
desbocasen los caballos de la juventud y todo surgió elegante y torero, con
argumento y pausa. Lo mató de gran estocada y la muerte lenta y espectacular del
toro puso en sus manos la primera oreja de la tarde.
Lo grande vino en el toro que cerraba plaza. Se fue para atrás un
juampedro birrioso y apareció un jandilla entero y fuerte y con él otra versión
de Luque, esta más capaz, más dura, la necesaria para ir sometiendo al jandilla
y acabar toreándole con profundidad sobre la mano derecha, reunido, enfajado
decían mis mayores, descargado sobre los talones y al final ese toreo
filigranero de las luquecinas, muleta del revés, los pies asentados, los cambios
de mano por la espalda y la locura del público.
Volvió a matar con espectacular contundencia y esta vez cuentas
presidenciales y méritos coincidieron y hubo doble trofeo.
Ponce inhabilitado por el espantajo que abrió plaza y zaherido por
los aficionados en su derecho de exigir, le hizo faena elegante y suave al
cuarto, toro de buena clase y no sobrada emoción.
Lo midió a la perfección, lo templó y le sacó lo que parecía tener y
una cuarta más. Todo arrancó con un templado toreo de capa, quite incluido, se
prolongó en una faena poncista, de relajo y buen gusto y se remató con varios
pinchazos que redujeron el premio a una cerrada ovación. Con el honor a salvo y
el disgusto a flor de piel abandonó la plaza entre aplausos y algún pito.
La banda por fin sonó como le corresponde a una plaza y a una tierra
como la nuestra, con categoría y oportunidad; que el público, maravillosa
metamorfosis, vibró con el mejor toreo para desdecir a aquellos que solo le
señalan en las tardes de fiesta y desafuero; que al final los nubarrones de la
crisis fueron menos de los que se temían; me quedo con el espectáculo y la dulce
resaca de una tarde como la del cierre en la que reinó el mejor toreo.
TÍTULO: EL MAGO DE LOS SUEÑOS EL HORMIGUERO JORGE LUENGO,.
¿Qué es la magia para Jorge Luengo?
Para mí la magia es un arte cuyo objetivo es ilusionar y hacer soñar a las personas. Creo que, como todas las artes, éste es su objetivo, aunque la magia es un mucho más efímera.
¿Cómo se hace uno mago?
Uno se hace mago día a día, creyendo en lo que hace e intentando cumplir los sueños. Es una tarea que requiere 24 horas al día, pero me encanta lo que hago y no me canso de pensar y diseñar nuevas ilusiones para no dejar nunca de innovar y sorprender.
Durante este tiempo has realizado galas y espectáculos por todo el mundo en lugares como el Museo del Louvre de París, y para artistas como Alejandro Sanz o Cristiano Ronaldo o para la Familia Real española. Cuéntanos alguna anécdota.
Muchas son las anécdotas que podría contar con personajes conocidos. Una de las cosas que me causó mucha sorpresa, al tiempo que satisfacción, fue que después de hacer un número con Cristiano Ronaldo, en camerinos me pidió una carta dedicada para su sobrino, ya que le encanta la magia. Es una situación tan inesperada como la que me sucedió al compartir escenario con Joaquín Sabina, quien me comentó que no creía en la magia, pero que, después de verme, su opinión había cambiado por completo.
¿Cuál es tu número de magia preferido y cuál suele gustar más al público?
Mi número preferido siempre es aquel que tengo entre manos. Respecto al que le suele gustar más al público, tengo que decir que depende, a los niños les suelen gustar más los números con animales, a los hombres los de cartas y a las mujeres los musicales. Como bien se dice, para gustos los colores.
¿Te llevas el trabajo a casa y haces magia para llegar a fin de mes o para ligar?
Para ligar nunca lo he hecho, y para llegar a fin de mes pues, con la que está cayendo, no digo que no, casi como cualquier persona.
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