Rebajar el currículum, ¿devaluarse o adaptarse?
La
crisis y el elevado paro unido a la sobrecualificación de los jóvenes
españoles forman un cóctel que está provocando un efecto paradójico ...
La crisis y el elevado paro unido a la sobrecualificación
de los jóvenes españoles forman un cóctel que está provocando un efecto
paradójico a la hora de buscar empleo: rebajar el currículum vitae.
Licenciados que eliminan sus títulos o másteres. Universitarios que
reducen su dominio de varios idiomas, o directamente los suprimen.
Experiencias laborales omitidas para optar a determinados trabajos. Para
algunos supone una degradación. Para otros una estrategia más a la hora
de lograr un empleo. ¿Son currículos devaluados o adaptados a las
necesidades?
Según una encuesta realizada por la empresa de trabajo
temporal Adecco entre el 5% y el 10% de los candidatos a un empleo
omiten información de su currículum para no ser descartados en procesos
de selección para puestos de menor cualificación. Esta práctica, aunque
todavía minoritaria, empieza a extenderse sobre todo entre los más
jóvenes, desesperados por la falta de oportunidades laborales
relacionadas con su formación. De hecho, España es el país de la UE con
más trabajadores sobrecualificados. Suponen un 31% frente a un 19% de la
media comunitaria, según datos de Eurostat. En Alemania y Reino Unido
representan un 20% y en Francia, el 19%.
«Ahora interesa tener poca cualificación para pagar acorde
con lo que un empresario considera lo justo», asegura María, una joven
licenciada en Producción Audiovisual, Publicidad y Relaciones Públicas.
Reconoce que maneja distintos currículos en función de la oferta de
trabajo. «No he tenido que rebajarlo pero sí adaptarlo al trabajo que
buscas. No es lo mismo el currículum que presento a una empresa
audiovisual que el currículum estándar para un trabajo que no se
corresponde con mi formación», reconoce. En el primero, asegura, no
incluye los trabajos de verano que sí forman parte del segundo, «donde
interesa mostrar tu versatilidad y adaptación».
Y es que la clave está, según los expertos, en adaptar el
currículum, no rebajarlo, que tiene efectos perniciosos. «A medio y
largo plazo puede provocar que el trabajador se sienta infravalorado,
dando lugar a frustración y falta de motivación», explican desde Adecco.
Además, tampoco es positivo para la empresa. La sobrecualificación de
un trabajador suele ser sinónimo de temporalidad. Es decir, en cuanto el
empleado encuentre una oportunidad laboral acorde a su formación,
trayectoria profesional y responsabilidades, abandonará la empresa. Los
sindicatos también se oponen con rotundidad a esta práctica. Desde CCOO
lo califican como «un retroceso en materia laboral» y una «degradación
para la persona».
Resultados dudosos
La pregunta es: ¿da resultado rebajarse el currículum?
Álvaro es funcionario y explica cómo en la administración hay gente que
se ha formado mucho y se queda limitada en sus puestos. «Un amigo omitió
que era titulado en Química y que hablaba inglés. No le dio resultado»,
explica. «Es dramático, una tragedia tener que quitarte formación»,
añade.
«Ahora piden gente con mucha cualificación en un bar.
Quieren personal que tenga experiencia de meses. Y yo no tengo esa
experiencia. Tendría que llegar a inventarme el currículum», lamenta
Sonia. Es arquitecta en paro y reconoce la dificultad de encontrar un
empleo para quienes tienen mayor formación. «Los titulados nos hemos
dedicado más a estudiar y no a trabajar temporalmente».
Claro que no todos están dispuestos a eliminar lo que tanto
esfuerzo les ha costado. «Antes que rebajar la cualificación preferiría
irme fuera», confiesa Inés, licenciada en Publicidad y que, como tantos
jóvenes españoles, ha tenido empleos en nada relacionados a su
formación, como camarera o azafata. Y es que la emigración vuelve a ser
la única salida cada vez para más personas. Así lo hicieron 114.413
españoles durante 2012.
Lejos quedan los tiempos en los que la práctica más
generalizada a la hora de buscar un empleo era engordar los currículos.
Ahora la desesperación obliga a lo contrario. «Lo vería una opción si no
encuentras trabajo de lo tuyo y hay que agarrarse a un clavo ardiente»,
reconoce Marta, licenciada en Turismo. Aunque el riesgo de este modelo
lo explica con resignación María -licenciada en Producción Audiovisual-:
«Al final lo que vamos a tener es una España llena de estudiantes
treintañeros que su primera oportunidad laboral seria la tendrán con 30
años».
TÍTULO: UN LIBRO ES PRODUCTO DE UN LUJO PARA UN PRECARIO,.
Diplomado en Turismo, máster en creación literaria y cursos de periodismo narrativo. Pese a esa formación Javier López Menacho (Jeréz de ..
Diplomado en Turismo, máster en creación literaria y cursos
de periodismo narrativo. Pese a esa formación Javier López Menacho
(Jeréz de la Frontera, 1982) tiene que seguir desempeñando trabajos
'basura'. De su necesidad de desahogarse nace 'Yo, precario', un libro
donde denuncia con mucho sentido del humor e ironía la injusticia
laboral a través de cuatro infraempleos que van desde ser una mascota de
chocolatina, a auditar máquinas expendedoras de tabaco, promocionar una
empresa de telefonía o 'speaker' en una sala de cine de los partidos de
la selección en la última Eurocopa. Todo ello por un sueldo de entre
4,5 euros y 6 euros la hora. «Eso no te da para vivir. Tengo formación
para tener algún empleo estable», explica. De momento, su via crucis
particular prepara ya la segunda edición.
PREGUNTA.: ¿Por qué escribir este libro?
RESPUESTA.: Como catarsis personal. Estaba pasando una
época muy mala. Con trabajos como de chocolatina gigante, de 'speaker'. Y
se me ocurrió que la única salida de una experiencia que me estaba
minando la moral era escribir sobre ello. Digo lo que veo, pero no tengo
que juzgarlo a cada rato. Ya hay un lector que lo va a leer. Le
muestras la realidad y él va a extraer lo que hay en esa realidad
injusta que vivimos algunos jóvenes españoles.
P.: El libro derrocha humor e ironía, pero esconde una dura denuncia.
R.: No quería que fuese un panfleto ideológico. Que
estuviese todo el tiempo diciendo 'qué sociedad más injusta o que
político más mísero'. Sino cómo se vive un día dentro de una
chocolatina.
P.: Aunque describe cuatro trabajos precarios, intenta extraer lo positivo también de esos empleos.
R.: La gente lee el libro y me dicen que extraen una
lectura positiva. Hay gente, otros trabajadores precarios, que me han
escrito diciendo que el libro les da esperanza. Yo lo primero que hago
es agradecerles que se compren un libro. Porque un libro para un
precario es un producto de lujo. Luego hay mucha gente que me dice que
se siente identificada.
P.: Trabajó como chocolatina gigante con los niños como aliados.
R.: A mí los niños me liberaron de estar mal esa época. Los
niños tienen la esencia básica de un ser humano. Están llenos de
emociones primarias: alegrías, besos, enfados... Y estar en un universo
ajeno al mercado laboral que te mina la moral, me rescató.
P.: Los empleos que describe la gente los consideraría denigrantes.
R.: Mi padre me dijo que el trabajo de mascota era
denigrante y abusaba de mi integridad. Le dije que no. Que ningún
precario me parece indigno. Los indignos son los señores que están en
una oficina grande haciendo los ERE en empresas con superávit.
P.: ¿No sintió vergüenza desempeñando alguno de esos trabajos 'basura'?
R.: Sí. Estaba en un centro comercial trabajando como
chocolatina y en un descanso supe que un amigo mío iba a pasarse por
ahí. Y sentí una vergüenza tremenda de que un amigo me viera. Pero
claro, el amigo no me veía porque estaba metido en una chocolatina
gigante. Luego me dí cuenta que no había que avergonzarse de eso.
P.: En un momento del libro cuenta cómo un indigente lograba más dinero que usted.
R.: Es verdad. Yo cobraba 4,5 euros por hora. Y además
tenía que ir a Terrasa en tren, cuyo precio del billete había subido y
me costaba siete euros ida y vuelta. Y veía al indigente que le daban
más dinero que a mí a la hora. En un principio sentí envidia. Y luego
sentí vergüenza de sentir envidia de un indigente.
P.: También cuenta el conflicto que le supuso trabajar en unas empresas de las que critica su política económica y laboral
R.: Trabajé para la empresa de telefonía con las tarifas
más caras de Europa. Y no me quedo más remedio que trabajar para ellos.
Entonces yo era el antipromotor. Le decía al cliente que buscara en
otras compañías más opciones que les saldrían mejor. Seguramente me
hubiera costado el empleo si me vieran, pero me sentía en la obligación
moral de hacerlo.
P.: Cuando trabajó de 'speaker' de la selección su trabajo y el de otras personas dependía del azar del fútbol
R.: Cobraba 50 euros el partido, que no está nada mal. Pero
dependía de que España siguiera ganando. Tengo una habitación de 250
euros al mes. Y el máximo de partidos de España en una Eurocopa son 6,
los 300 euros. Esperaba que España llegara a la final, luego me daba
igual que la ganara o la perdiera. Por suerte, he coincidido en una
época en la que están los mejores en la selección. Y me dije, sería un
buen final para el libro que España ganara. Porque quería un final
esperanzador.
P.: ¿Qué otros trabajos precarios raros ha tenido?
R.: Para controlar el fraude en el metro. Me sentaba en un
escalón y con un contador. Con cada uno que se colaba hacía clic y ya
está. No los paraba ni nada. Contaba cuánta gente se colaba al día y la
empresa hacía un estudio de mercado y allí era dónde situaba a los
agentes de seguridad.
También tengo la posibilidad de ser cliente secreto. Ir a
una librería y preguntar qué libro me recomiendan y se hace un estudio
de mercado con lo que te recomiendan. Son empleos que no se ven a simple
vista, pero que están ahí y que cogen a gente que tiene necesidad.
P.: ¿Cree que esta es una generación perdida?
R.: Es muy injusto decirle a un joven que es una generación
perdida. Porque hay mucha gente con capacidad de hacer cosas. Lo que sí
es verdad, es que los políticos y los mecanismos sociales no están
aprovechando a la gente que se está yendo de España y que podrían hacer
que este país fuera más próspero. No tienen opciones de desarrollar el
talento que tienen.
P.: ¿Le gustaría que su libro lo leyera un político o un directivo de una gran empresa?
R.: El testimonio de este libro -no porque sea mío- se lo
tienen que leer gente que está en un despacho con sus amigos diciendo
'vamos a hacer un ERE' aunque tengamos beneficios para ganar más dinero.
Si fuera uno de esos se me caería la cara de vergüenza y en el fin de
mis días me sentiría muy mal por pensar solo en enriquecerme.
P.: ¿Este libro le abrirá o cerrará puertas?
R.: Habrá muchas empresas que lo vean y no me contraten.
Porque denuncio unos entresijos que son muy duros y que nadie quiere
mostrar. Pero también tengo la esperanza de que llegue alguien y diga
'me gusta tu libro y escribes muy bien. Hazme una columnita'.
P.: ¿Qué le diría a un joven con un trabajo precario?
R.: No tengo ningún consejo que dar porque soy un precario
más. Lo único que se me ocurre decir es que juntos se pueden cambiar
cosas. Pero hay que salir a la calle a protestar. Quedándote en el salón
de tu casa fustigándote lo único que vas a conseguir es deprimirte.
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