domingo, 10 de marzo de 2013

UN CONCLAVE DIVIDIDO ENTRE LIMPIAR O CALLAR,./ UNA PELÍCULA GAY DE CULTO,.

TÍTULO: UN CONCLAVE DIVIDIDO ENTRE LIMPIAR O CALLAR,.



  1. Un cónclave dividido entre limpiar o callar

    En 1922, tras la muerte de Benedicto XV después de ocho años, se celebró el cónclave más largo del último siglo, cinco días, muy peleado, ...foto,.

    En 1922, tras la muerte de Benedicto XV después de ocho años, se celebró el cónclave más largo del último siglo, cinco días, muy peleado, en el que por primera vez en 400 años se intentó elegir un Pontífice no italiano. Aunque decidieron empezar sin esperar a los cuatro cardenales americanos que por primera vez querían participar. Pero iban en barco y no les dio tiempo, solo había diez días de margen. Cuando sus eminencias de Boston, Filadelfia, Quebec y Río de Janeiro desembarcaron se encontraron ya con un Papa, Pío XI. Que luego decidió ampliar el plazo de espera de los cardenales. Nada es nuevo en la historia de la Iglesia y no hay que asustarse. El cónclave que comienza pasado mañana, tras casi ocho años de Benedicto XVI, también se presenta muy dividido, quizá sea largo y dé el primer Papa no europeo. Aunque no ha habido manera de dejar fuera a los americanos, porque existe el avión, la Curia les ha impuesto el silencio y ha querido adelantar la elección para no dejar tiempo a los demás de organizarse.
    El grupo de 11 cardenales de Estados Unidos, el segundo más numeroso tras los italianos (28), ha sido el gran protagonista del precónclave y ha terminado por marcar la agenda, para desesperación del 'partido romano' que quería seguir simulando que todo va de maravilla. Por eso la Curia prohibió el miércoles, después de tres días de congregaciones generales de cardenales, sus insólitas ruedas de prensa.
    Preparación
    Eran auténticas bocanadas de oxígeno en un ambiente esclerotizado: exigían transparencia, información sobre los escándalos del Vaticano, de 'Vatileaks' al banco IOR, limpieza de gente impresentable, mano dura con la pederastia y una reforma del kafkiano gobierno de la Iglesia. Encima uno de ellos era un capuchino con sandalias, Sean O'Malley, cardenal de Boston. O'Malley es uno de los papables más en boga, pero es que los norteamericanos tienen más, y todos muy válidos. De ahí las posibilidades de un Papa no europeo. Por ejemplo el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, un hombre simpático y arrebatador, aunque ha gestionado de forma discutible casos de curas pederastas: 20.000 dólares para que colgaran los hábitos y desaparecieran.
    Y también está el de Washington, Donald Wuerl. Todos tienen en común una sólida preparación, amplia experiencia pastoral y sobre todo un carácter enérgico, en una Iglesia que ha debido afrontar en primera línea el escándalo de la pederastia. En un cónclave con una media de 72 años nadie exhibe vitalidad y una fe contagiosa como ellos. Tras un Papa que lo deja por falta de fuerzas parece lo mejor. En torno a ellos se ha aglutinado el bloque del cambio, con latinoamericanos, figuras europeas como Kasper y el resto de los alemanes, o el austriaco Schonborn. Este sector también apoyaría al canadiense Marc Ouellet. No obstante en estos días la prensa italiana asegura que el 'lobby' norteamericano se estaría compactando a favor del italiano Angelo Scola, otro de los grandes favoritos.
    Del otro lado, en el 'partido romano', curial e italiano se ha trabajado al estilo del 'Gattopardo', fingiendo que cambia todo para que no cambie nada, la candidatura del brasileño Pedro Odilo Scherer. Apuestan por un no europeo para dar la señal de que asumen una nueva fase, pero esperan poder plegarla a sus intereses. Scherer, en realidad, es gris y curtido en la Curia y la idea es colocarle un secretario de Estado italiano que maneje los hilos. Según los expertos, el primer choque en las votaciones sería entre Scola y Scherer. Lo que pase luego es muy incierto.
    Sobre todo porque es más misterioso lo que se trama en el bando de la Curia y no han trascendido más nombres, aunque en los últimos días ha salido el de Ranjith, cardenal de Sri Lanka, pero no parece convincente. Se citan otros aspirantes que el 'partido romano' aceptaría como solución de consenso: aparece como segunda opción las quinielas el húngaro Erdo, y le siguen el mexicano Robles, el francés Vingt-Trois y el brasileño Braz de Aviz.
    Pero la división es patente y será arduo encontrar puntos de contacto, por eso se teme un cónclave largo, al menos de dos o tres días. Tampoco es nuevo, siempre hay dos bandos. En el XIX eran conservadores y liberales, que tras el Concilio Vaticano II fueron tradicionalistas y progresistas. La Iglesia católica vive en una tensión constante entre avanzar o esperar acontecimientos. Los bloques tradicionales ya no existen, como se vio en el último cónclave de 2005, con un tímido grupo de supervivientes progesistas en torno al cardenal Martini.
    Máscaras
    Ahora se puede hablar de inmovilistas y reformistas, o de quienes quieren continuar la línea de limpieza interna de Ratzinger y los que se oponen a ella, la batalla latente que ha dominado el pontificado. Pro-Ratzinger y anti-Ratzinger. Más claro: los que quieren limpiar y cambiar y los que prefieren tapar y seguir igual. Se niega incluso que exista tal división, pero han saltado las máscaras.
    La última entrevista de un cardenal estadounidense tras la ley del silencio habla claro. El cardenal de Chicago, Francis George, dijo esto: «Todos conocen el terrible caso del padre Maciel. Ciertamente tenemos que considerar quién ha estado involucrado. Aunque de buena fe estuvieran convencidos de que Maciel era un hombre de Dios, esto ahora es de dominio público. La gente sabe quién ha estado asociado a él. Y esto podría dar la sensación de que no es la dirección a tomar». Esto es un bombazo para la hipocresía imperante en el Vaticano, donde nunca se han hecho cuentas con quienes frenaron desde los setenta en las altas esferas las denuncias contra Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo que resultó ser pederasta y bígamo.
    El cardenal George no dio nombres, pero lo sabe todo el mundo. El círculo de poder más cercano a Juan Pablo II es el responsable. Angelo Sodano era el secretario de Estado y su 'número dos' era el argentino Leonardo Sandri. Ahora lidera este bando su sucesor en la secretaría de Estado, Tarcisio Bertone, que ha frenado, entre otras cosas, la operación de limpieza del IOR, el polémico banco vaticano. En este choque frontal que puede anular los candidatos de primera fila de cada bando es posible que se abra paso un nombre de consenso, pero en este confuso escenario ahora no se adivina y, por tanto, sería una sorpresa.

    TÍTULO: UNA PELÍCULA GAY DE CULTO,.

    Una película gay de culto

    Atención, llega cine gay a las pantallas comerciales españolas. ¡Milagro! Poco acostumbrados a que aterrice en las salas convencionales ...

    Atención, llega cine gay a las pantallas comerciales españolas. ¡Milagro! Poco acostumbrados a que aterrice en las salas convencionales películas donde el clásico chico conoce chica se transforma en chico conoce chico, o chica conoce chica, el estreno de 'Weekend' (Andrew Haigh, 2011), suena a acontecimiento. En efecto, se acaba de estrenar el romance de fin de semana de dos jóvenes de Nottingham, que se convirtió hace dos años ya (sí, una vez más España vive en el retraso) en un film de culto, no solo para el público gay sino para público y crítica anglosajón de cualquier orientación sexual: 'The New York Times' y 'The Guardian' la han alabado, entre muchos otros, y el film se ganó un buen puñado de premios allá por 2011. Como dijo su director, el británico Andrew Haigh, en su momento: «Los gays irán a verla porque es una película gay, los heterosexuales no irán a verla por el mismo motivo». Craso error. La película desafía justamente ese prejuicio, proponiendo a base de honestidad, una brillante sintonía química entre los actores (Tom Cullen y Chris New) buenos diálogos y un uso inteligente y sensible de la elipsis, la universalidad de los misterios de la atracción y el amor.
    Ahora bien, 'Weekend' no es exactamente una excepción: en las últimas décadas películas como la también británica 'Beautiful Things' (1996) o en España 'Habitación en Roma' (2010), de Julio Medem, han explorado en clave realista y desde la producción independiente, los orígenes de un romance entre personas del mismo sexo, que, a las claras, y solo a excepción de las limitaciones de los prejuicios sociales, viene siendo lo mismo que entre personas de sexos diversos.
    No estamos tampoco frente a una película que recoja la tradición de cine homoerótico de vanguardia comandada por el británico Derek Jarman o el norteamericano Kenneth Anger, aunque 'Weekend' comparta con ambos la desinhibición y la reivindicación política del derecho a la orientación sexual. Pero, frente a las imaginerías abigarradas de Anger y Jarman, 'Weekend' propone un universo naturalista, que resulta en un drama romántico eficaz y honesto.
    La de Haigh se enlaza a cierta tradición de películas de romance de fin de semana: films que giran en torno a dos personas que se conocen en un espacio y tiempo limitados y comparten conversación, intimidad, sexo y los principios de eso que llamamos amor: desde 'Breve encuentro', de David Lean, a la ya mencionada 'Habitación en Roma' pasando por 'Antes del amanecer' (que pronto estrenará su tercera entrega 'Antes del anochecer' o 'Before Midnight'), o incluso, más alejada en su concepto pero afín, '9 songs', donde Michael Winterbottom describía una relación en 9 meses y 9 canciones. La segunda película de Andrew Haigh es además de una exploración de los misterios de la química y el amor, sin final feliz a lo Hollywood, un estudio sobre lo privado y lo público en la vida de las personas, lo que uno decide airear o esconder.
    Deseo y ternura
    'Weekend' cuenta el encuentro entre dos jóvenes británicos muy diferentes (también en la relación social con su homosexualidad), ambos con trabajos temporales e inclinación al uso lúdico del sexo y las drogas. Lo que podría haberse convertido en el clásico polvo de si te he visto no me acuerdo, va tornándose en una intimidad donde habita tanto el deseo y la ternura, como los miedos, las dudas y los fantasmas de relaciones pasadas, así como la certeza de una fecha de caducidad: Glenn se marchará del país dos días más tarde, lo que limita y engrandece la medida de ese amor en ciernes.
    Haigh, asistente de edición en superproducciones como 'Black Hawk derribado', 'Gladiator' o ¡'Manolete'!, no acaba de saber si es cine gay o no. «Está claro que es una película gay, pero al mismo tiempo eso podría limitar a mucha gente a ir a verla, y a mí mismo como director, porque aunque estoy orgulloso de hacer cine queer, tampoco quiero verme restringido por una etiqueta. Está en las manos del espectador decidirlo, supongo». Y probablemente, qué más da, si es una buena película.

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