María Rodríguez (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1979) se hace
llamar La Mala Rodríguez, pero es buena. Muy buena. De las mejores en
su género. ¿Que cuál es su género? La palabra de la calle elevada a la
categoría de melodía. Pero de esas melodías que te atizan en toda la
jeta y te dejan noqueado. No intenten defenderse. Ella siempre gana.
– ¿Cuándo fue buena chica?
– ¡Siempre he sido buena!
– Con la publicación de ‘Bruja’, La Mala parece malísima. ¿De dónde sale la rabia que se atisba en canciones como ‘33’?
– Todo tiene su lado oscuro y es importante reconocerlo. Lo bueno es tener la luz y las tinieblas en equilibrio.
– Ese tema del que le hablaba, en concreto, parece un puñetazo en la mesa en toda regla...
– Yo creo que más bien es como una explosión que te deja toda la cara quemada (risas).
– ‘Te voy a follar sin deseo’, canta usted. ¿Eso cómo se come?
– Creo que es más importante coger todas las frases de la
canción en conjunto. El ‘quid’ del tema es el conjunto, que refleja el
caos y el menosprecio hacia la persona a la que me dirijo. Quiero hacer
reflexionar. Se puede hacer una lectura superficial o se puede ir más
allá. Lo que es incuestionable es que es una hostia bien gorda. Y
transmite, que es en lo que consiste el arte. El arte no tiene por qué
ser bonito. Tiene que tocar, excitar.
– ¿Qué le provoca deseo?
– ¡Muchas cosas! Pero el deseo hay que controlarlo.
– ¿Y qué le hace hervir la sangre?
– El abuso. No lo soporto.
– ¿Han intentado abusar de La Mala?
– Muchas veces, supongo. A distintos niveles.
– ¿En esta crisis, quién manda?
– La gente. Tú y yo. Nosotros.
– Le gusta leer sobre economía...
– Me gusta estar informada. Lo que creo es que los que
tienen el poder económico se han aprovechado del analfabetismo económico
del pueblo gracias a ese lenguaje cifrado que nadie es capaz de
entender. La gente desconecta, no se entera de nada y luego pasan las
cosas que pasan. Cuando juego a un juego, quiero conocer las reglas y
los trucos.
– Pero... ¿logra entenderlo?
– Claro, claro, ¡si la economía es una tontería!
– Mire, eso ha rimado. Oiga, ganó fama con aquel mítico
tema ‘Tengo un trato, lo mío pa’ mi saco’. ¿Qué hay en el saco tantos
años después?
– Mucha alegría y mucho amor. He perseverado yendo por el camino que he creído correcto y eso da mucha satisfacción.
– Hablemos de musas... ¿Haberlas haylas?
– La madre de todas las musas es la experiencia. Cuando
experimento encuentro mucha inspiración, encuentro lo que me hace
sentir, lo que me emociona...
– ¿Una palabra favorita?
– Coño. Es mi palabra. De ahí viene todo. (Risas)
– ¿Vinilo o Spotify?
– Yo soy de todo. Soy poli. ‘Poliloquesea’. Lo bueno es que hay muchas vías para disfrutar.
– ¿Para qué es muy mala?
– Para mantener el orden. Me cuesta mucho. También se me da
muy mal hacer de anfitriona. Creo que porque soy muy tímida. No valgo
para estar pendiente de que todo el mundo esté cómodo. ¡También soy
malísima para acordarme de fechas de cumpleaños! Y no me gusta nada mi
caligrafía...
– ¿Y qué se le da muy bien?
– Mis amigos. La relación de amistad es muy bonita. Me encanta cuidar de mis amigos y que ellos me cuiden. Lo valoro muchísimo.
– Entre el telediario y Los 40, ¿con qué se queda?
– Con ninguna de las dos cosas. Hace tiempo que no puedo
ver el telediario. Además, ¡lo ponen a la hora a la que la gente está
comiendo! ¿Para amargar la comida?
– Político es sinónimo de...
– Utopía. Cuando los griegos inventaron esa palabra, seguro que no pensaban en lo que hoy se ha convertido...
– ¿Le daría cobijo a Snowden?
– Uy, no. ¡Si no le conozco de nada y en mi casa somos muchos! Pero bueno, a una cena sí le invito...
– ¿Qué recortaría de la sociedad?
– Nada. A mí me gusta el libre albedrío. Eso sí, me jode el
clasismo y que se tenga que pagar por la educación. La canción ‘Ella’
habla de la educación.
– ¿Qué canción le hace llorar?
– ‘It never entered my mind’, de Miles Davis.
– ¿Y con cuál salta de alegría?
– Con ‘A tonga da mironga do kabulete’, de Toquinho y Vinicius.
–¿Qué ha aprendido?
– Este invierno, a patinar sobre hielo. ¡Pensaba que había nacido para eso!
– ¿Un maestro?
– El silencio.
TÍTULO: EN LAS FAUCES DE LA GRAN OLA,.
Se dibujan risas en algunos de los rostros de esas personas
que escapan de la gran ola embarrada que se cierne sobre ellos. La
curiosidad suele empujar al turista al borde de la imprudencia. La
ciudad de Hangzhou (sureste de China) recibe multitud de visitantes que
se acercan a las orillas del río Qiantang para recibir con la boca
abierta al 'bore' o 'macareo' más potente del mundo, fenómeno que se
produce en determinados ríos y estuarios cuando las mareas son más
vivas: una gran ola entra por el mar y remonta a contracorriente la
cuenca fluvial. Algunos incluso la surfean. Hay pocos lugares en el
mundo donde se dan las condiciones para el macareo, pero el río Qiantang
las tiene todas: la ola puede alcanzar hasta 9 metros de altura y
avanzar a 40 kilómetros por hora. Desde hace 2.000 años, la gente se
agolpa en sus riberas para estar ahí cuando aparece. A veces es mayor de
lo esperado, especialmente en esta época del año cuando las mareas son
más fuertes. Algunos son arrastrados por la fuerza del agua -aumentada
estos días por el tifón Trami- y resultan heridos. Ha habido muertos
también. Pero los turistas permanecen. Alguno, armado con paraguas,
intenta tapar el sol con un dedo.
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