En
la vida hay cosas más importantes que el dinero. La prioridad es un
proyecto de futuro, estar en el mejor club del mundo». Un año después ...
«El dinero no es lo más importante», afirma el astro portugués tras prolongar su contrato con el Madrid hasta 2018
Con una ficha anual cercana a 20
millones de euros, transforma su tristeza en una «inmensa felicidad» y
supera a Ibrahimovic como el jugador mejor pagado del mundo,.
«Vemos en él la continuidad de esa
dinastía de gigantes únicos capaces de marcar el destino de la
historia», enfatiza Florentino Pérez tras sellar una de sus
negociaciones más difíciles,.
«En la vida hay cosas más importantes que el dinero. La
prioridad es un proyecto de futuro, estar en el mejor club del mundo».
Un año después de declararse triste en el Real Madrid, -foto-Cristiano Ronaldo
firmó el contrato de su vida con el distinguido club de Concha Espina.
Prolongó su vínculo tres años más, hasta el verano de 2018, y se
convirtió en el futbolista mejor pagado del mundo, con una
estratosférica ficha anual próxima 20 millones de euros, por encima de
los 17 ‘kilos’ que percibe el sueco Zlatan Ibrahimovic en el París Saint
Germain, ese nuevo rico de Europa que también flirteó con el astro de
Madeira, el único jugador capaz de discutirle cada año a Messi la
condición de número uno del planeta. Eto’o cobraba ese dineral
escandaloso, pero renunció a parte de sus emolumentos al dejar el Anzhi
ruso para volver competir a un alto nivel con el Chelsea de Mourinho.
Como estaba previsto, Florentino Pérez escenificó una
renovación galáctico días después de presentar en sociedad a Gareth Bale
y antes de la asamblea de socios del 22 de septiembre. Aunque el galés
sea el fichaje más caro de la historia, ya que según insisten en el
Reino Unido se cerró en torno a 100 millones, seis más de lo que costó
Cristiano en 2004, el portugués ya no tiene motivos para sufrir celos o
infelicidad. Todo lo contrario. Con chaqueta, corbata y unas modernas
gafas de pasta para ver bien de cerca el documento que firmaba, Ronaldo
se mostró pletórico. «Me encuentro extremadamente feliz. Acabaré con 33
años y puede ser el final de carrera en esta casa. Con eso está todo
dicho». «Voy a continuar con trabajo y espíritu de sacrificio en todos
los partidos. Voy a dar lo mejor de mí», prometió.
Ofertas mareantes
Cristiano ha recibido en los últimos meses diferentes
ofertas que le invitaban a terminar su contrato con el Madrid para
quedarse libre y cobrar él mismo una prima por el traspaso en 2015. Se
llegó a publicar que el PSG llegó a ofrecerle 20 millones de sueldo
neto, más un plus de 80 millones. Y el Manchester United le habló de 17
millones, más 50 como incentivo. Le entregaron los documentos para que
los firmase, pero el luso esperó. Florentino Pérez delegó las
negociaciones en José Ángel Sánchez, director general corporativo del
club que también fue quien negoció la contratación de Cristiano hace
cuatro años. Desde que el presidente le avisó de que no se podían
permitir el lujo de no renovarle, Sánchez fue subiendo las ofertas a
Jorge Mendes.
Cristiano reconoce que el proceso fue «muy largo» para
afición y prensa pero no para él. Según dijo, se forjó a final de la
pasada temporada, cuando Florentino y él se dieron la palabra. De esa
tristeza de la que habló después de un partido ante el Granada y que
meses después le afeó José Mourinho, solo queda ya el reconocimiento del
error. Tras una duda inicial, Ronaldo fue explícito al responder a la
pregunta de si alguna vez se planteó salir del Real Madrid. «No lo
pensé, o a lo mejor sí, pero no fue algo que me despertara por las
noches. No era algo que quería. Deseaba seguir en el mejor club del
mundo. Me gusta estar en el top y el Real Madrid es el top donde estar
muchos años». Antes de viajar con sus compañeros a Estambul, donde los
merengues debutan el martes en ‘Champions’ ante el Galatasaray, Ronaldo
evitó referirse a la salida de Özil, alabó la calidad de la plantilla y
se ilusionó con la ‘Décima’. «Ojalá llegue este año, hay grandes
entrenadores, un gran entrenador...».
Números de ensueño
El presidente compareció como un niño con zapatos nuevos.
No cabía de gozo. Se había quitado un peso de encima al asegurarse la
continuidad de uno de los jugadores más determinantes en la historia del
Real Madrid, de un futbolista que ha madurado en el Bernabéu, que ya
ejerce casi de capitán y fue capaz de encararse con Mourinho. Según
diversos analistas, renovar a Cristiano supone el mejor fichaje que
podía hacer el Madrid. Florentino preparó un discurso de poco menos de
cuatro minutos con tanto halago que se hizo empalagoso. Todo fueron
parabienes a la hora de festejar que «hiciera realidad el deseo de todos
los madridistas». Sobre todas las cosas, de Cristiano alabó su «entrega
máxima, profesionalidad sin límites, sacrificio constante, un altísimo
nivel de autoexigencia y un grandísimo talento». «Sus números son
apabullantes. Lleva 203 partidos como Madridista y ha marcado 204 goles.
No hay precedentes tan espectaculares pero para él, como para el
Madrid, nunca hay victorias suficientes», insistió.
«El club más grande de la historia se ha construido gracias
a hombres como Cristiano que no están dispuestos a rendirse jamás y no
creen en los límites. Cristiano es la gran pasión de nuestros
seguidores. Él es capaz de hacer realidad sus sueños de fútbol. El mejor
jugador del mundo sabe que esta es y será su casa para siempre»,
manifestó el alto dirigente después de advertir en Ronaldo la
continuidad de esa «dinastía de gigantes únicos capaces de marcar el
destino de la historia». «Fui testigo hace poco de cómo Di Stéfano le
decía a Cristiano con orgullo:tú tiras las faltas como las tiraba yo».
Palabras mayores.
El asombroso salto del abuelo
Horner rompe los registros de longevidad al ganar la Vuelta con casi 42 años, lo que genera admiración y dudas
El ciclismo reciente está lleno de fotos inservibles, las
de Armstrong, Landis, Pantani, Ullrich, Heras... Todos juraron un día su
inocencia; la mayoría confesaron luego, a regañadientes, su culpa. Por
ellos, por los pecados de su generación y las anteriores, pagan sus
herederos. La mancha negra impresa en el código genético de este
fantástico deporte. Ahora -vuelven a jurar-, el ciclismo está cambiando.
Ha empezado a abrir las ventanas. Que entre aire puro, sin oxígeno
embotellado en jeringuillas de EPO y otras inicales tóxicas.
Pero, claro, tras décadas de juramentos en falso, el
público se resiste a la euforia. Aplaude el fantástico duelo entre
Horner y Nibali en el Angliru y, cuando vuelve a casa, reza para que, al
fin, el ciclismo se suelte esas cadenas. Aquí, y aún será así un
tiempo, el que gana es sospechoso. Ya sea nuevo, como Froome, o viejo,
como Horner, magnífico vencedor por delante de Nibali y Valverde en la
Vuelta a España que ayer concluyó en Madrid con victoria al sprint de
Matthews. La gesta de Horner no es la victoria, sino la edad: lograrla a
punto de cumplir 42 años es un hito en la historia del deporte. Y hace
mucho ya que las hazañas generan miedo al escándalo. Con eso cargará
Horner. Es la tasa del ciclismo, la cruz, por haber sacado tantas fotos
luego veladas.
En el pasado Tour, Froome asumió triste ese legado.
«Después de todo lo que ha pasado entiendo que la gente no crea»,
declaró. Le dolían las dudas. «Este ciclismo ya no es el mismo», claman
en el pelotón. «Ya no hay exhibiciones, ni equipos todopoderosos, ni
corredores que ganan dos vueltas el mismo año», insisten. Pero también
quedan restos del pasado. Así lo explica un viejo ciclista: «Algunos
siguen debajo del agua, agachados, esperando para respirar a que baje la
marea en lugar de levantarse, sacar la cabeza y coger aire puro». La
eclosión del ciclismo francés, con jóvenes talentos como Barguil,
Geniez, Pinot o Elissonde, es para muchos la prueba del algodón de que
el pelotón se ha saneado. Francia, tras el 'caso Festina' (1998),
ventiló su trastienda. Tachó al dopaje de enfermedad y amputó los
miembros podridos. Por eso, que los ciclistas franceses vuelvan a
despuntar parace un síntoma de salud.
Con Horner, el ciclismo vuelve al pasado. Tiene edad de
sobra para haber convivido y dejado atrás a varias camadas de
corredores. Empezó hace casi veinte años, en 1995, en el peculiar
pelotón estadounidense. En 1997 apareció en Europa, en La Française des
Jeux, un equipo francés abarrotado de fármacos. No triunfó. Y, ya en
2005, con 33 años, aprovechó su segunda oportunidad en el Saunier Duval,
una escuadra rota por los positivos de Riccó y Piepoli, eso sí, cuando
ya no estaba Horner con ellos. El ganador de esta Vuelta trabajó después
para Armstrong y otros en el RadioShack, a las órdenes de Bruyneel. A
Horner le pesa la memoria del ciclismo. Ha coincidido con demasiado
personajes sobre los que escribir entristece. El éxito tardío de Horner,
por todo esto, queda entre interrogaciones. Nadie ha hecho lo que él:
en el Tour, el más viejo en ganarlo fue Firmin Lambot, con 36 años en
1922; en el Giro, Magni, con 35 en 1955, y en la Vuelta, Rominger, con
33 en 1994. El salto de Horner es asombroso.
Una gran historia
Si en la justicia ordinaria existe el beneficio de la duda,
en el ciclismo planea el perjuicio de la duda. Es así. Quizá Horner no
lo merezca. Tiene una gran historia que contar. Estaba casi jubilado
unos meses antes de este triunfo. Había pasado por el quirófano por una
lesión de rodilla. Con 41 años eso era como el anuncio del cese. Estuvo
cinco meses sin correr. Y se presentó en Galicia, en la salida de esta
Vuelta, con apenas 14 días de competición, frente a los 60, por ejemplo,
de Nibali.
En la contrarreloj inicial, el Astana de Nibali batió por
diez segundos al RadioShack de Horner. Cancellara, la moto del
RadioShack, no pudo vestirse de líder. «No importa. Horner se va a
vestir mañana», desvelaron Zubeldia e Irizar, dos de sus compañeros.
Casi acertaron. Tardó un día más: en el Mirador de Lobeira, Horner se
convirtió en el líder más viejo de la historia de las grandes vueltas.
Acababa de empezar a saltar plusmarcas.
La Vuelta, una carrera arrinconada en el calendario y que
no es el objetivo principal de ninguna de las estrellas, está hecha para
ciclistas desesperados, para los que o no han tenido suerte en el resto
del año o han estado lesionados. Horner, nada más ver que no iba a
llegar a tiempo para disputar el Tour, se centró en la Vuelta. Nibali se
gastó primero en el Giro, y Valverde y 'Purito', en el Tour. El viejo
Horner tenía las piernas más jóvenes en la Vuelta. «Tengo la ilusión de
un chaval», declaró en el Mirador de Lobeira.
Pudo con Nibali en Peñas Blancas, le trituró -a él y a
todos- en Hazallanas, y le distanció en Peña Cabarga, en el Naranco y en
el Algliru. De pie y los demás sentados. Ha sido el mejor en la
montaña. Y en una edición tan desequilibrada, tan copada de cuestas,
Horner rentabilizó la presencia de solo una etapa contrarreloj
individual, la de Tarazona, donde Nibali le quitó minuto y medio. «En la
bici soy feliz. Tengo las mismas ganas que cuando corría gratis». Y
hasta se ha ofrecido para correr en el nuevo equipo de Alonso. Gratis
no. Por un millón de euros al año. Visto su rendimiento en la Vuelta, lo
vale. Es un abuelo de oro. El primer ciclista capaz de manejar la
máquina del tiempo y volver, ya con 41 años, a su mejor juventud. En ese
viaje, cosas del ciclismo, le acompañan las dos caras de la duda. Su
beneficio y su perjuicio.
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