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- TÍTULO: CONOCER, NEUROLOGIA,,HISTORIA, EL VISIONARIO HUNDIDO,.
- Isaac Peral, el visionario hundido. 01/09/2013 - 00:00 Carlos ... «El submarino de Isaac Peral pudo cambiar el rumbo de la historia. Quién sabe si Cuba y ...
Historia Isaac Peral, el visionario hundido
Inventó el submarino torpedero en 1888, décadas antes de que se convirtiera en la gran arma del siglo XX. Pero España despreció su hallazgo. Cuando se cumplen 125 años de la botadura de la gran creación de Isaac Peral, indagamos en la fascinante vida de este genio incomprendido.«Si España hubiese tenido un solo submarino de los inventados por Peral, yo no hubiese podido sostener el bloqueo ni 24 horas».
Así lo reconocía el almirante George Dewey, jefe de la Escuadra estadounidense que puso cerco a Santiago de Cuba y que aniquiló a la Armada española en la bahía de Manila (Filipinas) durante la guerra entre España y los Estados Unidos en 1898.
«El submarino de Isaac Peral pudo cambiar el rumbo de la historia. Quién sabe si Cuba y Filipinas hubieran seguido siendo españolas...», conjetura Diego Quevedo, alférez de navío destinado en el Museo Naval de Cartagena y experto en la figura del inventor cartagenero. El próximo domingo se cumplen 125 años de la botadura del mayor ingenio tecnológico que España dio al mundo en el siglo XIX: el primer submarino de propulsión eléctrica y capaz de lanzar torpedos, un novedoso buque que copiarían el resto de las flotas navales, con resultados devastadores en las dos guerras mundiales. Ese invento cambiaría para siempre la manera de combatir en el mar. Pero la miopía del almirantazgo y del Ministerio de Marina españoles para vislumbrar su potencial sellaron su desgraciada suerte.
El submarino fue botado en Cádiz el 8 de septiembre de 1888. Diez años más tarde, España perdió su doble estatus como potencia naval y colonial cuando fue barrida por la flota de Dewey con una facilidad insultante. Para entonces, tanto Isaac Peral como su submarino habían corrido una suerte paralela. El inventor había muerto en 1895 en Berlín, ciudad a la que había viajado para operarse de un cáncer de piel. Tenía 43 años y había renunciado a su sueño de seguir construyendo submarinos. Desmoralizado y harto de zancadillas, pidió la baja en la Armada, y esta ni siquiera le concedió una pensión. En cuanto a su submarino, se pudría literalmente en el arsenal gaditano de La Carraca, expoliado de sus elementos de valor y usado como retrete por el personal del astillero. En 1929 fue trasladado a Cartagena. Y ahora acaba de pasar por el taller para hacerle un lifting contra el óxido después de estar décadas a la intemperie.
Isaac Peral y Caballero nació en Cartagena (Murcia) en 1851, donde estaba destinado su padre, capitán de Infantería de Marina. A los ocho años presenció el embarque de un contingente de tropas rumbo a Marruecos, y el fervor patriótico le impresionó. Ingresó en la Marina a los 14 años. Navegó en 32 buques. De sus 25 años de servicio, 16 los pasó embarcado. Alcanzó el grado de teniente de navío. Pasó apreturas para mantener a su mujer y sus cinco hijos, sobre todo después de abandonar la carrera militar.
Fue un hombre de ciencia. Realizó cartas hidrográficas. Publicó trabajos sobre álgebra, geometría y huracanes. Cayó enfermo cuando un barbero le cortó por accidente una verruga en la sien y desde entonces se dedicó a la docencia. Era un pionero de la electricidad. La idea del submarino surgió en 1885, cuando la Marina Imperial alemana amenazó con bloquear islas españolas en el Pacífico. Peral pensó que un submarino torpedero podría contrarrestar la superioridad naval en superficie de las grandes potencias.
Consiguió que el Gobierno aceptase su proyecto, que resultó muy polémico y tuvo apasionados defensores y detractores. Él mismo diseñó los planos, aunque no era ingeniero naval; y sería también el comandante del sumergible, que tenía una dotación de 12 hombres. La construcción se realizó en Cádiz, donde el buque era visto con cierta guasa y fue bautizado como 'el cacharro' o 'el puro'. Costó 300.000 pesetas de la época, cuando el precio de un acorazado rondaba los 40 millones.
El día de la botadura la expectación era enorme. Y también el escepticismo. Un ingeniero pidió al general Montojo que prohibiese el acto. «Vamos a hacer el ridículo. En cuanto este barco caiga al agua, empezará a dar vueltas como una pelota», profetizó. Peral pintó una línea con yeso en el casco y aseguró que el agua no la rebasaría. Y así fue. La maniobra fue un éxito y comenzaron las pruebas de mar. En los meses siguientes el submarino realizó una inmersión, siguió el rumbo fijado, lanzó torpedos... Pero el Gobierno canceló el proyecto. «No pasa de ser una curiosidad técnica sin mayor trascendencia», dictaminó el informe que lo sentenciaba.
No solo eso, Peral fue arrestado por un incidente absurdo. Viajó con su mujer a la Exposición Universal de París. Tenía permiso del capitán general de Cádiz, pero no el del ministro de Marina. Pasó dos meses en una celda. Pero su fama ya era tal que el ministro se vio obligado a ponerlo en libertad sin cargos. «Ofrecí al Gobierno mis ideas y se me han inferido agravios que no creo haber merecido como premio a mis modestos, pero leales servicios», escribió Peral, dolido. Pidió la cuenta y pasó a la vida civil. «Los ingleses le pusieron un cheque en blanco para que trabajase para ellos, pero era un patriota y se negó», cuenta Quevedo. Siguió inventando: un proyector, una ametralladora eléctrica, un varadero múltiple... Y fundó una empresa para instalar alumbrado público en ciudades. Pero incluso entonces se topó con la incomprensión. «Quien pasee por la calle tendrá tremendos encontronazos con los malditos palos», publicó un periódico que veía las farolas no como un progreso, sino como un peligro público.
TÍTULO: CONOCER,ZOOM,. EN ALGUN MOMENTO SE PODRAN VER LOS SENTIMIENTOS,.
Una niña de unos ocho años me ha sorprendido en la playa enumerando los personajes ideados cuatro siglos antes por el gran escritor La ...Una niña de unos ocho años me ha sorprendido en la playa enumerando los personajes ideados cuatro siglos antes por el gran escritor La Fontaine en una de sus múltiples fábulas.
El primer encartado al que se dirigió el Jerarca del Cielo para saber como estaba fue el mono que pasaba por su lado. El mono no se quejaba y su respuesta mostraba, de alguna manera, que le sorprendía la imagen que tenían los demás de lo que le pasaba por dentro. No estaba para nada triste y no entendía por qué los otros veían un estado de cosas que no era el suyo.
El segundo encartado fue un oso que regresaba de un paraje cercano al Polo Norte. Tampoco le pasaba nada singular y no entendía muy bien por qué el Jerarca del Cielo se interesaba por su estado de salud. Él no veía nada extraño donde los demás parecían descubrir cosas nada anodinas.
Es curioso, pero le pasó lo mismo al lobo que acaba de engullir a una paloma de un corral vecino. Se trataba de un lobo al que jamás le había preocupado lo que le pasaba por dentro; su vida siempre tuvo que ver con lo que sus ojos veían y la cercanía de los ruidos que a veces le preocupaban.
Justamente, fue en el mismo corral donde el lobo había cometido una fechoría nada sorprendente, donde tuvo ocasión de presenciar al gallo del corral increpándolo mientras se comía a la gallina. Al gallo no solo no le pasaba nada, sino que ni siquiera el lobo le causaba la menor zozobra. Cuando el Jerarca del Cielo le preguntó sorprendido si le pasaba algo, el gallo le dijo con pelos y señales que no le pasaba nada.
La verdad es que cuando la niña parecía haber agotado los personajes de la fábula que no tenían ningún sentimiento de que, o bien les faltara estatura para lidiar con el resto de animales o bien olfato, o una visión solo dirigida a una parte del escenario, fue precisamente cuando el Jerarca del Cielo se dio cuenta de algo insólito: todos los animales que habían desfilado por aquel escenario estaban encantados de ser como eran porque, por algún motivo que ni él mismo entendía, desconocían absolutamente todo lo que les pasaba por dentro.
¿Por qué se da una coincidencia en la que caigo ahora se dijo a sí mismo el Jerarca del Cielo, entre lo que les pasa al resto de los animales y a los humanos? Ni la niña entendía ahora el sentido de la pregunta del Jerarca. Hizo falta que él explicara, con abundancia de detalles, que los humanos llevaban una mochila en la espalda donde habían guardado todos sus sentimientos y lo que les pasaba por dentro. Los humanos al igual que el resto de los animales, solo veían lo que les pasaba a los demás y, sobre todo, fuera de ellos mismos.
Hasta hace muy poco tiempo, éramos lo más parecido que puede haber a los crustáceos: del cuello para arriba éramos idénticos porque la mente estaba dentro y por lo tanto no la veíamos, no sabíamos nada de ella, y en el exterior estaba la calavera o la nuca para que todo el mundo la viera y comprendiera.
Como los animales, llevamos una 'mochila' en la espalda con todos los sentimientos y solo vemos lo que está delante nuestro. En los próximos veinte años todo esto va a cambiar radicalmente. Vamos a poder ver lo que todo el mundo lleva en la mochila y se lo vamos a poder contar para que se de cuenta. Por primera vez, vamos a saber lo que nos conviene y lo que es preciso olvidar para siempre. Dejaremos de ser mochileros.
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