Al ritmo de Maljkovic,.
España perdió ante una
hipermotivada Eslovenia en un partido en el que no encontró la
regularidad y falló en defensa en una floja segunda parte,.
Hubo un tiempo en el que Bozidar Maljkovic era capaz de
manejar a su antojo el baloncesto europeo y de imponer a los demás la
forma jugar que más convenía a sus equipos. Lo hizo primero con el
estilo vivo, vibrante y repleto de talento de la Jugoplastika Split de
Kukoc, Radja, Tabak o Savic, en la que apostaba por potenciar la calidad
y castigar al rival con una ofensiva de múltiples variantes, no carente
de orden. Y cambió radicalmente el modelo poco después, cuando hizo
campeón continental a un Limoges con escaso talento pero una fe
inquebrantable en su entrenador, que basaba su éxito en arrastrar a la
desesperación a su adversario mediante múltiples trampas y una defensa
repleta de afiladas aristas, generar marcadores inferiores a los 60
puntos y fiar la suerte anotadora al genio del estadounidense Michael
Young. Durante un tiempo, todos se apuntaron al efectivo feísmo de
'Boza'.
Con Eslovenia, que busca su primera medalla en un
campeonato, el veterano técnico ha pretendido crear un híbrido entre los
croatas y los franceses, intentando correr hacia el aro contrario de la
mano del base de los Suns Dragic pero alargando las posesiones en el
juego estático para obtener un tanteo corto que le permita ser
competitivo con las grandes selecciones. Y en Europa, mientras no se
demuestre lo contrario, España es la más grande.
Ante 'La Roja', en un Celje Arena repleto, eufórico y
volcado en animar a su equipo nacional, Maljkovic se esmeró en
transmitir a sus pupilos la necesidad de gobernar el tiempo del partido,
apurar la cuenta de 24 segundos y controlar las pulsaciones al máximo
para frenar el ritmo frenético que es capaz de imprimir el equipo
español, con contraataques vertiginosos y transiciones veloces
finalizadas eficazmente en superioridad. Además, trató de ensuciar el
juego de Marc Gasol con defensas duras, ayudas, y cargas constantes
contra el pívot catalán en cada rebote.
Pero hasta en esas circunstancias los bicampeones se mueven
bien. Ya lo advirtió Juan Antonio Orenga instantes antes del choque más
importante de la primera fase, ya que la victoria contará probablemente
para la segunda ronda, que sus hombres están acostumbrados a este tipo
de ambientes hostiles y se sienten cómodos en ellos. De hecho, ya es una
tradición que España se enfrente a los anfitriones en los últimos
torneos.
No fue sin embargo un choque como el de Croacia en el
estreno y no mostró una imagen de equipo sólido, sin alardes. La
selección estuvo aguerrida en defensa en la primera mitad, pero no en la
segunda parte, cuando recibió un parcial de 53-36, y le faltó
efectividad y cierta claridad en ataque, pese a estar nuevamente
liderada por el '13'.
Lo de Marc -17 puntos y siete rebotes- es digno de
admiración. Recibió golpes, agarrones y mandobles que sacarían de quicio
a cualquiera. Ni una mala cara. Se dedicó a dar la réplica mostrándose
como el más dominante sobre la cancha. Infranqueable atrás, resolutivo
en campo contrario. El mayor problema de tener a un jugador tan especial
es la dependencia que genera. Apenas descansó y cuando lo hizo sus
compañeros lo notaron. Solo estuvo acompañado esta vez por Calderón (14
puntos), en su nuevo papel de sustituto de Juan Carlos Navarro.
Pese a que España dominó la primera mitad, aunque con
distancias que no se fueron más allá de los ocho puntos, Maljkovic logró
que el partido se moviera según sus previsiones. En un ambiente espeso,
de tirones y poco ritmo, el entrenador local sabía que Eslovenia iba a
tener su oportunidad. Y, poco antes del final del tercer cuarto, el
exmadridista Begic puso por delante a su equipo.
A partir de ahí, cada canasta se convirtió en un
sufrimiento y un triunfo, pero los eslovenos contaron con el extra de
motivación externa que no tenía España. Ese extra que suelta muñecas a
unos y encoge el brazo a otros. En los dos últimos minutos, los
eslovenos disfrutaron de la gloria mientras los españoles se entregaban.
Para ellos significaba un triunfo histórico (el segundo en catorce
partidos ante 'La Roja'), para los de Orenga, una derrota que no lleva a
nada y ya habitual antes de encarar la fase decisiva, cuando se juegan
las medallas, aquella en la que España no falla.
Hubo un tiempo en el que Bozidar Maljkovic era capaz de
manejar a su antojo el baloncesto europeo y de imponer a los demás la
forma jugar que más convenía a sus equipos. Lo hizo primero con el
estilo vivo, vibrante y repleto de talento de la Jugoplastika Split de
Kukoc, Radja, Tabak o Savic, en la que apostaba por potenciar la calidad
y castigar al rival con una ofensiva de múltiples variantes, no carente
de orden. Y cambió radicalmente el modelo poco después, cuando hizo
campeón continental a un Limoges con escaso talento pero una fe
inquebrantable en su entrenador, que basaba su éxito en arrastrar a la
desesperación a su adversario mediante múltiples trampas y una defensa
repleta de afiladas aristas, generar marcadores inferiores a los 60
puntos y fiar la suerte anotadora al genio del estadounidense Michael
Young. Durante un tiempo, todos se apuntaron al efectivo feísmo de
'Boza'.
Con Eslovenia, que busca su primera medalla en un
campeonato, el veterano técnico ha pretendido crear un híbrido entre los
croatas y los franceses, intentando correr hacia el aro contrario de la
mano del base de los Suns Dragic pero alargando las posesiones en el
juego estático para obtener un tanteo corto que le permita ser
competitivo con las grandes selecciones. Y en Europa, mientras no se
demuestre lo contrario, España es la más grande.
Ante 'La Roja', en un Celje Arena repleto, eufórico y
volcado en animar a su equipo nacional, Maljkovic se esmeró en
transmitir a sus pupilos la necesidad de gobernar el tiempo del partido,
apurar la cuenta de 24 segundos y controlar las pulsaciones al máximo
para frenar el ritmo frenético que es capaz de imprimir el equipo
español, con contraataques vertiginosos y transiciones veloces
finalizadas eficazmente en superioridad. Además, trató de ensuciar el
juego de Marc Gasol con defensas duras, ayudas, y cargas constantes
contra el pívot catalán en cada rebote.
Pero hasta en esas circunstancias los bicampeones se mueven
bien. Ya lo advirtió Juan Antonio Orenga instantes antes del choque más
importante de la primera fase, ya que la victoria contará probablemente
para la segunda ronda, que sus hombres están acostumbrados a este tipo
de ambientes hostiles y se sienten cómodos en ellos. De hecho, ya es una
tradición que España se enfrente a los anfitriones en los últimos
torneos.
No fue sin embargo un choque como el de Croacia en el
estreno y no mostró una imagen de equipo sólido, sin alardes. La
selección estuvo aguerrida en defensa en la primera mitad, pero no en la
segunda parte, cuando recibió un parcial de 53-36, y le faltó
efectividad y cierta claridad en ataque, pese a estar nuevamente
liderada por el '13'.
Lo de Marc -17 puntos y siete rebotes- es digno de
admiración. Recibió golpes, agarrones y mandobles que sacarían de quicio
a cualquiera. Ni una mala cara. Se dedicó a dar la réplica mostrándose
como el más dominante sobre la cancha. Infranqueable atrás, resolutivo
en campo contrario. El mayor problema de tener a un jugador tan especial
es la dependencia que genera. Apenas descansó y cuando lo hizo sus
compañeros lo notaron. Solo estuvo acompañado esta vez por Calderón (14
puntos), en su nuevo papel de sustituto de Juan Carlos Navarro.
Pese a que España dominó la primera mitad, aunque con
distancias que no se fueron más allá de los ocho puntos, Maljkovic logró
que el partido se moviera según sus previsiones. En un ambiente espeso,
de tirones y poco ritmo, el entrenador local sabía que Eslovenia iba a
tener su oportunidad. Y, poco antes del final del tercer cuarto, el
exmadridista Begic puso por delante a su equipo.
A partir de ahí, cada canasta se convirtió en un
sufrimiento y un triunfo, pero los eslovenos contaron con el extra de
motivación externa que no tenía España. Ese extra que suelta muñecas a
unos y encoge el brazo a otros. En los dos últimos minutos, los
eslovenos disfrutaron de la gloria mientras los españoles se entregaban.
Para ellos significaba un triunfo histórico (el segundo en catorce
partidos ante 'La Roja'), para los de Orenga, una derrota que no lleva a
nada y ya habitual antes de encarar la fase decisiva, cuando se juegan
las medallas, aquella en la que España no falla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario