domingo, 30 de diciembre de 2012

. TÍTULO: MÚSICA | 63 años después,. Valderrama y El Langui actualizan 'El emigrante' para los nuevos expatriados,./ Manuel Azaña Díaz -- fue un político y escritor español que desempeñó los cargos de presidente del Gobierno de España (1931-1933, 1936) y presidente de la Segunda República Española (1936-1939).


TÍTULO: MÚSICA | 63 años después,.

Valderrama y El Langui actualizan 'El emigrante' para los nuevos expatriados,.

  • El hijo de Juanito Valderrama y el rapero de La Excepción cantan juntos
  • Alejo Stivel (Tequila) es el productor de esta nueva versión
En 1949 Juanito Valderrama estrenó en Tánger una copla que empezaba así: "Tengo que hacer un rosario con tus dientes de marfil para que pueda besarlo cuando esté lejos de ti". El público estaba compuesto mayoritariamente por españoles expatriados en aquel protectorado internacional, cuya historia era similar a la del protagonista de aquella canción, llamada 'El emigrante', que pasó a convertirse desde entonces en el himno generacional de los que tuvieron que abandonar España.
Hoy el país vuelve a experimentar la sangría de la emigración, circunstancia que ha impulsado a Valderrama, hijo de Juanito y Dolores Abril, a volver a grabar la canción de su padre, incluyendo en ella la colaboración de El Langui, quien se marca un rap en esta versión producida por Alejo Stivel (Tequila' y que encabeza el repertorio del disco '10 años sin playback'.
El Langui, que lleva casi cuatro años sin poder publicar material propio ni con su grupo La Excepción ni en solitario debido a un proceso judicial que le enfrente con la discográfica Warner, explica que la incursión en terrenos copleros y flamencos ha sido natural: "Soy un gran admirador del flamenco, lo he 'mamao' desde chaval y creo que se fusiona muy bien con el 'hip hop'. Y me alegró que me llamase Juan, porque ésta es una canción importante, por lo que representó y por lo que sigue representando en este momento".

TÍTULO:  Manuel Azaña Díaz --

fue un político y escritor español que desempeñó los cargos de presidente del Gobierno de España (1931-1933, 1936) y presidente de la Segunda República Española (1936-1939).

Manuel Azaña Díaz2 (Alcalá de Henares, España, 10 de enero de 1880 - Montauban, Francia, 3 de noviembre de 1940) fue un político y escritor español que desempeñó los cargos de presidente del Gobierno de España (1931-1933, 1936) y presidente de la Segunda República Española (1936-1939).

Infancia y adolescencia

Manuel Azaña nació en una familia de sólida posición económica y con presencia en la política y la vida intelectual de Alcalá. Su padre era Esteban Azaña Catarinéu, propietario, y su madre María Josefina Díaz-Gallo Muguruza, ama de casa. El padre, de familia de notarios y secretarios de ayuntamiento, se dedicaba también a la política y llegó a ser alcalde del pueblo; escribió y publicó en 1882 y 1883 una Historia de Alcalá de Henares en dos volúmenes. En cuanto a la familia de su madre, se dedicaba al comercio; procedía del pueblo de Escalada (Burgos). Su nombre, Manuel, era el de su abuelo materno Manuel Díaz-Gallo, casado con María Josefa Muguruza, su abuela materna.3 Sus abuelos paternos fueron Gregorio Azaña y Concepción Catarinéu. El padrino de boda de sus padres fue Antonio Cánovas del Castillo.4
Manuel fue el segundo de cuatro hermanos (Gregorio, Josefa y Carlos, eran los otros). Además de sus padres, y sobre todo tras la prematura muerte de estos, desempeñaron un papel importante de protectores durante su infancia su tío materno Félix Díaz-Gallo, con cierta influencia sobre Manuel en lo intelectual, y su abuela paterna, Concepción Catarinéu.
Estudió en el Colegio Complutense de San Justo y Pastor hasta el bachillerato, que comenzaría en el curso 1888-1889, haciendo los exámenes en el Instituto Cardenal Cisneros, de Madrid. Era un alumno de notas excelentes, predominando entre sus calificaciones el sobresaliente, aunque finalmente culminaría sus estudios de bachiller con la calificación de aprobado.
El 24 de julio de 1889 falleció su madre; unos meses después, el 10 de enero de 1890, su padre. Manuel y sus hermanos se fueron a vivir a casa de su abuela paterna, doña Concepción. Allí, con una constante sensación de soledad, realizaría sus primeras lecturas, gracias a los distintos libros acumulados por su abuelo Gregorio:
Siempre, cada vez que evoque su infancia, la misma metáfora: Manuel Azaña se recuerda en los días de su niñez y adolescencia, sobre todo, como un devorador de libros.5
Por decisión de su abuela, Manuel realizó sus estudios superiores de Derecho interno en el recién creado Real Colegio de Estudios Superiores María Cristina de El Escorial.6 Dado que el colegio carecía de la facultad de expedir títulos de licenciatura, los alumnos debían examinarse por libre en la Universidad de Zaragoza.
Tras tres cursos (el preparatorio y los dos primeros de Derecho), durante el curso 1896-1897 sufrió una crisis religiosa que lo llevó a abandonar el colegio, continuando sus estudios en casa:
No fue hostilidad, tampoco rencor, ni alguna especie de "rebeldía impieteista", como algún fraile ha dictaminado, confundiendo los sentimientos de un joven de dieciséis años que un día dice que no quiere confesarse con los de un ateo militante: fue sencillamente que la religión, en todas las dimensiones en que la había vivido de niño y adolescente, dejó de tener sentido para él.7
Durante el curso 1897-1898 editó junto a unos amigos la revista Brisas del Henares, en la que publicó diversas crónicas locales.
El 3 de julio de 1898, en la Universidad de Zaragoza, pasó el examen de grado de Licenciatura en Derecho con la calificación de sobresaliente.

Juventud

En octubre de 1898 se trasladó a Madrid para preparar el curso de doctorado en la Universidad Central. Al tiempo, y gracias a las gestiones de su tío, entró a trabajar como pasante en el bufete del abogado Luis Díaz Cobeña, donde coincidió con Niceto Alcalá Zamora.8
En febrero de 1900 solicitó su admisión en los ejercicios de grado y presentó su tesis, titulada La responsabilidad de las multitudes, el 3 de abril, obteniendo el título de Doctor en Derecho con la calificación de sobresaliente. En su tesis, Azaña
establecía que cuando actúa en multitud, el individuo es responsable de sus actos y reconocía que cuando las multitudes alzan la voz amenazando con perturbar el orden es para reclamar algo que casi siempre se les debe en justicia.9
Durante esa época, sus lecturas se centran básicamente en obras relacionadas con cuestiones sociales, con el socialismo y con la historia de Francia e Inglaterra.
Desde octubre de 1899 formaba parte como socio de la Academia de Jurisprudencia, donde participaba activamente en diversos debates. En enero de 1902 leyó su memoria sobre La libertad de asociación, en la que abordaba la necesidad de que las órdenes y congregaciones religiosas se regulasen por el Estado, y apelaba al respeto a la libertad de enseñanza para las asociaciones de católicos formadas para ese fin. En otras intervenciones, a propósito de memorias expuestas por distintos socios, Azaña expresó ideas como que lo decisivo para elegir un sistema de gobierno era el grado de aceptación de este, fuese monarquía o república, y la existencia de principios como el respeto a la igualdad entre los ciudadanos, el sufragio universal, la soberanía nacional y las instituciones representativas. En otro caso, apeló a la necesidad de que la ley estableciese una reforma que introdujese una verdadera libertad de mercado, con el reconocimiento de la libertad de asociación del proletariado.
Hacia finales de 1900, Azaña ingresó también en el Ateneo de Madrid, donde expresó frecuentemente su actitud crítica tanto hacia la generación del 98 como hacia el regeneracionismo.
Por otro lado, desde febrero de 1901 empezó a colaborar, con textos literarios y de crítica teatral, en la revista Gente Vieja, firmando con el seudónimo de Salvador Rodrigo, que ya había utilizado en su adolescencia.
Sin embargo, de imprevisto, en 1903 regresó a Alcalá para hacerse cargo con su hermano Gregorio de los negocios familiares: una finca, una fábrica de ladrillos y tejas, y la Central Eléctrica Complutense. Simultáneamente, retomó su actividad literaria concentrándose en la redacción de una novela autobiográfica, La vocación de Jerónimo Garcés. También, volvió a su labor periodística a través de una revista local, La Avispa, fundada por su hermano Gregorio y unos amigos.
Pero el fracaso de los negocios familiares lo llevó a regresar a Madrid y solicitar tomar parte en 1909 en los ejercicios de la oposición a Auxiliares terceros de la Dirección General de los Registros y del Notariado. En junio de 1910 apareció como número uno en la lista de resultados, siendo propuesto para la plaza correspondiente. Tras diverso ascensos naturales dentro del escalafón, en 1929 llegó a ser nombrado Oficial jefe de Sección de segunda clase del Cuerpo Técnico de Letrados del Ministerio de Gracia y Justicia, con un sueldo anual de 11000 pesetas.
Paralelamente a su tarea como funcionario, Azaña siguió desarrollando una labor intelectual. Así, en 1911 pronunció su primera conferencia política en la Casa del Pueblo de Alcalá de Henares. En ella, afrontó el tema de moda, el problema español, pero en vez de centrarse en la solución que la mayor parte de los intelectuales proponían al respecto, la escuela, Azaña mostró su preocupación por el Estado. Así, en su conferencia afirmó que
el "problema de España" consiste en organizar democráticamente su Estado, única medicina para acabar con el "apartamiento de la vida cultural de Europa" (...). [Y que] para lograrlo, es requisito indispensable liberarlo de los poderes sociales que lo mediatizan (...) por medio de la acción política de ciudadanos conscientes de sus deberes.10
Ese mismo año, en dos artículos publicados en La Correspondencia de España, Azaña insistió, enfrentándose críticamente a la generación de Pío Baroja, en la necesidad de una actitud política activa por parte de los ciudadanos para afrontar con garantías la solución al problema de España.
Con la intención de seguir cursos de Derecho civil francés en la Universidad de París, solicitó en febrero de 1911 una pensión por un periodo de seis meses que le fue aceptada. El 24 de noviembre llegó a París y allí, hasta su marcha un año después,11 desarrolló una intensa actividad intelectual de la que dejó testimonio, además de en notas personales, en diversos artículos enviados bajo el seudónimo de Martín Piñol a La Correspondencia de España. Azaña quedó especialmente impresionado por
la visión de París como obra única de civilización que ha sabido aunar (...) la herencia cristiana con la rehabilitación de la razón.12
En otros artículos, abordó la importancia de rehabilitar la funcionalidad de los parlamentos como garantes de la seguridad nacional y el concepto de patria, que Azaña asociaba con cultura y con justicia y libertad encaminadas a un bien común.
En París, además de diversas lecturas y visitas culturales a iglesias y monumentos, asistió a mítines políticos y a múltiples conferencias de temáticas variadas, entre ellas unas dedicadas a la historia de las religiones por Alfred Loisy y otras sobre psiquiatría impartidas por Henri Piéron.
Conoció y se hizo amigo de Luis de Hoyos, de cuya hija Mercedes de quince años llegó a enamorarse.
Tras unos días de septiembre en Bélgica, regresó a España el 28 de octubre de 1912.
En febrero de 1913 entró a formar parte de la junta directiva del Ateneo como secretario primero; la avanzada edad y la gran actividad del presidente, Rafael María de Labra, llevaron a Azaña a tener que asumir algunas de las funciones de este, sobre todo desde 1916. Además de revitalizar su biblioteca, Azaña consiguió aclarar determinadas cuestiones económicas que asediaban a la institución.
Simultáneamente, además de recibir clases de alemán, empezó a tomar en serio la idea de escribir un estudio sobre la literatura provocada por el desastre del 98, para lo cual estudió los siglos de la Baja Edad Media, en busca de una explicación de la decadencia española, y entabló un diálogo crítico y polemista con los intelectuales que habían abordado desde finales del XIX la cuestión de ese desastre. Como consecuencia de estas indagaciones, Azaña elaboró un concepto personal de patria en el que niega su existencia medieval (aunque, paradójicamente, buscase en ese periodo a sus padres verdaderos) y que identifica con "la igualdad de los ciudadanos ante la ley; es decir, es democrática."13
Por esas fechas, su amistad con Cipriano de Rivas Cherif se consolidó definitivamente.

Madurez. Los inicios de su actividad política

A mediados de octubre de 1913, junto con otros jóvenes de la nueva generación intelectual de España y la compañía de José Ortega y Gasset, respaldó con su firma, la primera, un denominado "Prospecto de la Liga de Educación Política de España", que clamaba por
la organización de una minoría encargada de la educación política de las masas, vincular la suerte de España al avance del liberalismo y al proyecto de nacionalización, [y] agruparse con el propósito de ejercer algún tipo de actuación política que abriera, sin salir de la monarquía, las puertas a la democracia.14
Políticamente, el manifiesto suponía un apoyo explícito al Partido Reformista presidido por Melquíades Álvarez, al que muchos de ellos, entre ellos Azaña, se afiliaron inmediatamente.
En su primer discurso como afiliado, en diciembre de 1913, Azaña reivindicó, una vez más, la democracia parlamentaria, la necesidad de un Estado laico y soberano, atento a la justicia social y a la cultura, y la imperiosa necesidad de acabar con el caciquismo; por lo demás, rechazó la posibilidad de que su partido pudiese acometer tal empresa con la ayuda de socialistas, republicanos o liberales.
A pesar de sus deseos de presentarse como candidato por el distrito de Alcalá en las elecciones del 8 de marzo de 1914, finalmente no lo hizo, pues estimó que podría provocar problemas en su pueblo por la división política existente. Por lo demás, los malos resultados electorales del partido y la presencia en él de un porcentaje mayor de intelectuales que de políticos, terminó por hacer languidecer a la formación durante un tiempo, mientras se consolidaba el debate sobre si la formación debía aproximarse al Partido Liberal del Conde de Romanones, algo que Azaña rechazaba frontalmente.
El comienzo de la Primera Guerra Mundial llevó a Azaña a posicionarse a favor de los aliados y a desarrollar algunas actividades de apoyo moral a estos. Puso a disposición de diversos intelectuales franceses la tribuna del Ateneo, respaldó un "Manifiesto de adhesión a las Naciones Aliadas" (publicado en España el 9 de julio de 1915) y realizó en octubre de 1916 una visita a Francia con un grupo de intelectuales españoles, que incluyó un acercamiento al frente. Al lado de su admiración por la fuerza cívica demostrada por los franceses durante la guerra, Azaña expresó también su repulsa, lejos de toda mitificación, de los horrores provocados por esta.
La polémica entre pro-aliados y germanófilos, permanente a lo largo del conflicto, se recrudeció cuando los primeros decidieron criticar explícitamente a los segundos. Así, el mismo semanario España publicó un manifiesto redactado por una llamada Liga Antigermanófila, que Azaña firmó.15 Como apoyo intelectual al movimiento, pronunció también una conferencia en el Ateneo con el título de "Los motivos de la germanofilia", donde incidía en la idea de que la neutralidad de España en la Gran Guerra tenía como motivo real la carencia de medios militares del país; por lo demás, explicando la valerosa resistencia de los franceses, reiteraba su principio de que el patriotismo estaba directamente vinculado a la virtud cívica, el móvil ideal de los ciudadanos como miembros de una sociedad política.
En septiembre de 1917, Azaña realizó un viaje a Italia junto a Unamuno, Américo Castro y Santiago Rusiñol para visitar los frentes de guerra; en noviembre de ese mismo año, viajó de nuevo a Francia con el mismo objetivo.
A su vuelta, y desde enero de 1918, inició un ciclo de conferencias en el Ateneo sobre "La política militar de la República francesa", tema que le venía ocupando desde hacía tiempo y que, finalmente, terminaría concretándose en un proyecto de obra en tres volúmenes sobre Francia del que solo llegaría a publicarse el primero, precisamente sobre esa cuestión militar.16
La tesis de Azaña era que
la sociedad moderna se funda en un contrato en el que los individuos aceptan alienar una parte de su libertad en pro de la formación de la colectividad; el Ejército nacional es una de las instituciones que actualizan ese pacto, y la que con mayor gravedad lo hace. En defensa de la nación, los ciudadanos, sin distinción de clases, han de estar dispuestos a dar no ya unos años de su vida, sino su vida entera si es necesario.17
Por lo demás, Azaña entendía que el Estado moderno crea la nación, pero, al tiempo, como sistema opuesto al característico de las sociedades premodernas, crea también al individuo, dotado de derechos inalienables que le permiten, a su vez, defenderse del Estado.
Como consecuencia de esta dedicación al tema militar, fue el encargado en el Partido Reformista de desarrollar la parte ideológica del mismo sobre Guerra y Marina; básicamente, Azaña propuso alejar al ejército de la política, reducir el número de oficiales o, al menos, impedir su crecimiento y reducir el tiempo del servicio militar.
Mantuvo al tiempo su incipiente interés por la política y se presentó como candidato a las elecciones generales del 24 de febrero por el distrito de Puente del Arzobispo; asumiendo la necesidad de la unidad, apelaba en sus charlas con los ciudadanos a la unión de las izquierdas e insistía en transmitir su idea de patria como cualidad de hombres libres. También, realizó en estos primeros mítines sus primeros ataques directos a la Corona y unas primeras referencias a la posibilidad de una revolución, por la fuerza si fuese necesario, para cambiar el statu quo de la realidad española.18 Consiguió 4139 votos, que no fueron suficientes para convertirle en diputado.
En mayo de 1919, en un mitin convocado por el Partido Reformista para denunciar la entrega del decreto de disolución de las Cortes al gobierno de Antonio Maura, Azaña participó con un discurso en el que habló del hundimiento de sus esperanzas liberales, asociando el liberalismo con los derechos de los trabajadores como individuos. El mitin alejó definitivamente a los reformistas de cualquier esperanza de reforma del régimen establecido y los acercó a las izquierdas, especialmente a los reclamos de los socialistas.
Simultáneamente a lo anterior, junto a varios intelectuales republicanos, socialistas y reformistas, participó en la creación de la Unión Democrática Española para la Liga de la Sociedad de Naciones Libres, que reclamaba una democracia plena para España. Las buenas relaciones entre los políticos de esas facciones se consolidaron aún más con una serie de conferencias (titulada "El actual momento político") que, con motivo de la crisis política española de finales de los años veinte, se desarrollaron en el Ateneo desde abril de 1919.
Entre octubre de 1919 y abril de 1920 vivió en París junto a su amigo Rivas Cherif, y trabajó como enviado especial del diario El Fígaro enviando artículos sobre la situación política en Francia tras la guerra y sobre la crítica a esa guerra.
A principios de año, rompió sus relaciones con el Ateneo dimitiendo como secretario, en lo que sería un indicio de unas nuevas inquietudes intelectuales que se verían materializadas con la fundación, junto a Rivas Cherif, de una revista literaria que contaría con el mecenazgo del arquitecto Amós Salvador. Así, en junio de 1920 salió a la calle La Pluma, Revista Literaria. Azaña, en sus colaboraciones, tocó los más variados registros, desde el folletón a la crítica literaria, pasando por el ensayo político.
En 1923 fue encargado de reflotar la revista España, para lo cual hubo que sacrificar a La Pluma. Azaña incrementó su colaboración política y reflejó sus impresiones sobre los derroteros del Partido Reformista, que en diciembre de 1922 había situado a uno de sus miembros, José Manuel Pedregal, como ministro de Hacienda, y dirigió con mayor insistencia sus críticas a la dependencia del gobierno de militares e Iglesia.
En abril de 1923 repitió su candidatura al Congreso por el distrito de Puente del Arzobispo, obteniendo unos resultados similares a la vez anterior.

La reacción ante el golpe de estado de Primo de Rivera

El golpe de estado de Miguel Primo de Rivera fue un momento crítico en su evolución política. En primer lugar, lo llevó a romper con el Partido Reformista porque entendió que su base doctrinal y moral era insuficiente para hacer frente a la situación política de España. Básicamente, Azaña entendió que el partido se había fundado para democratizar la monarquía, conservando su forma y su prestigio histórico, pero en modo alguno su arbitrariedad inherente, por lo que su aceptación del golpe podía considerarse una traición sencillamente imperdonable y un fracaso en la línea del partido que no supo ver la imposibilidad de confiar en la monarquía. Derivado de lo anterior, en segundo lugar, Azaña rompió también con la monarquía. Y en tercer lugar, se alejó definitivamente de muchas de las figuras del 98 y del regeneracionismo, que tomaron la Dictadura como una oportunidad para romper con el régimen anterior, algo que para Azaña era impensable.
Como consecuencia de todo ello, Azaña terminó por identificar la democracia con la república y postuló como base para intentar alcanzarla la unión de republicanos y socialistas. Así, emplazó a Julián Besteiro y a Fernando de los Ríos a simbolizar ese nuevo movimiento de acción política
capaz de oponer al bloque avasallador de las fuerzas oscurantistas coligadas, la resistencia primero, la contraofensiva después, de la voluntad liberal latente so la mentida resignación del país.19
Cerrada la revista España por la censura, en mayo de 1924 terminó de redactar un manifiesto titulado Apelación a la República que, finalmente, tras numerosas negativas por parte de amigos y compañeros para facilitar su distribución, se publicó en La Coruña de forma clandestina. El núcleo del manifiesto era la idea de que la monarquía era lo mismo que absolutismo, y que la democracia solo era posible en la república; por lo demás, abrió las puertas a una gran alianza política en la que los integrantes solo deberían confirmar su aceptación de lo anterior, esto es, solo deberían reconocer su esencia liberal en el sentido más elemental del término: el individuo como sujeto de derechos y la nación como marco donde el hombre libre cumple sus destinos. Azaña ideó, pues, una acción republicana en la que fuesen de la mano el proletariado y la burguesía liberal. El manifiesto no tuvo grandes adhesiones.
Anulada cualquier posible iniciativa por el control de la dictadura, Azaña se refugió en su afición a escribir y empezó a participar en una especie de tertulia clandestina que se celebraba en el laboratorio que el farmacéutico José Giral tenía en la calle de Atocha en Madrid. Allí empezó a trabajar de una forma más activa en la preparación de la república, algo que se materializó en un nuevo manifiesto escrito en mayo de 1925. Ideológicamente, este manifiesto reiteraba lo dicho en la Apelación, pero incorporaba la novedad de que se conformaba como el germen o la materialización de un grupo político constituido a finales de 1925 por los miembros de esa tertulia que se denominó, en principio, Grupo de Acción Republicana o Grupo de Acción Política. La denominación respondía al deseo de no verse confundidos con los partidos políticos tradicionales y abrirse paso como posible punto de unión entre ellos, según la idea de alianza liberal enunciada por Azaña en sus manifiestos. En este sentido, una de sus primeras aproximaciones la realizaron al Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. Así surgió la plataforma Alianza Republicana en la que también se integraron el Partido Republicano Federal, representado por Manuel Hilario Ayuso, y por el Partit Republicà Català (Partido Republicano Catalán) representado por Marcelino Domingo.20
Con motivo de la celebración del aniversario de la Primera República, el 11 de febrero de 1926 marcó el inicio oficial de las actividades de la Alianza Republicana. En su "Manifiesto al país", se presentó como un punto de articulación para el republicanismo; además, reivindicaba una ordenación federativa del Estado, atención a la educación, medidas de reforma agraria y de legislación social, etc.
Con todo, la dictadura, reforzada por la calma en Marruecos, anulaba cualquier iniciativa pública de cariz político. Hacia 1926 las relaciones con Lerroux quedaron fijadas y Azaña participó en casa de este en las reuniones de la junta interina de Alianza; también, en varias ocasiones se involucró en proyectos de insurrección militar contra la dictadura.
Azaña hubo de refugiarse frecuentemente en su actividad de escritor. En 1926 fue galardonado con un Premio Nacional de Literatura por su Vida de don Juan Valera, que finalmente no publicaría. Volvió también a su reflexión sobre la relación entre las ideas del grupo del 98 y la dictadura, y sometió a una fuerte crítica al Idearium español de Ángel Ganivet. Igualmente, sometió a análisis la revolución de los comuneros, en la que vio un antecedente de las revoluciones del tercer estado, que quedaría desde entonces enfrentada a la monarquía y la nobleza. Reforzaba así su idea de la necesidad de unión política entre la burguesía y la clase obrera para, desengañado ya de la posible evolución, retomar la vieja idea desechada en el pasado de que el camino era la revolución que acabase con el poder de la alianza entre la Corona y la oligarquía.
En 1927 publicó El jardín de los frailes, narración con componentes autobiográficos, que fue bien recibida por la crítica en general. El drama que describe en ella es el de la constitución del individuo, en el que la enseñanza recibida es sometida a una fortísima crítica. Se dedicó también con especial interés al teatro, representándose en 1928 su obra La Corona.
En cuanto a su vida privada, el 27 de febrero de 1929 se casó con María Dolores de Rivas Cherif en San Jerónimo el Real de Madrid.,etc,.
Fue uno de los políticos y oradores más importantes en la política española del siglo XX, además de un notable periodista y escritor. Fue galardonado con un Premio Nacional de Literatura en 1926 por su biografía Vida de Don Juan Valera. Su obra más conocida es el diálogo La velada en Benicarló, una reflexión sobre la década de los años treinta en España. Sus Diarios son unos de los documentos más importantes para el conocimiento del momento histórico en el que vivió.

"Imagínate lo que es para mí", tercia Valderrama. "Todo empezó a partir de noticias que me iban llegando, como la de los 400.000 españoles que han dejado el país en los últimos cuatro años, o cosas que me escribía la gente, peticiones de los fans... Siempre me había resistido a grabar una versión de este tema, pero, por desgracia, las circunstancias que estamos atravesando me han llevado a actualizar esta canción y después de 10 años me he sentido capaz".

No hay comentarios:

Publicar un comentario