La regla de las 10.000 horas, ¿puede aprenderse la genialidad?
Algunos
creen que los número uno son dotados por naturaleza, gente tocada por
la "varita mágica". Pero la explicación real del éxito es menos
glamorosa. El genio podría aprenderse en 10.000 horas de
entrenamiento...
Por Néstor Gutman
Nuestra sociedad admira a los número uno. Deportistas, actores y CEOs de alto rendimiento se revisten de un brillo inalcanzable para el común de los mortales.
Con frecuencia, justificamos nuestra gris realidad con la frase: "Son unos pocos afortunados, tocados por la varita mágica del talento innato".
Pero, ¿es realmente así? ¿El Olimpo está reservado para una elite de dotados por naturaleza?
Algunas investigaciones recientes señalan que se trata de una idealización. La explicación real del éxito es mucho menor glamorosa. Y, lo mejor, es que todos podemos formar parte de "los elegidos".
Los fuera de serie
En su libro "Outliers" ("Los fuera de serie"), Malcolm Gladwell estudia casos de éxito en diversas disciplinas: campeones juveniles de hockey canadiense, Bill Gates y Los Beatles, entre otros. Así, descubre que el talento es sólo uno de los factores que explican su éxito.
El entorno. La primera variable, la menos simpática por ser no controlable, es el entorno en que estas personas crecen.
En la lista de las 70 personas más ricas de la historia, que incluye a faraones egipcios y reinas británicas, nada menos que 14 son estadounidenses nacidos entre 1831 y 1840.
¿Cómo se explica semejante concentración de riqueza en personas nacidas en un mismo país y en un lapso de apenas 9 años?
Si bien esto pudiera parecer un designio astrológico, tiene una explicación lógica. Entre los años 1860 y 1870, cuando estas personas alcanzaban la madurez, la economía estadounidense experimentaba una formidable transformación industrial, con la construcción de ferrocarriles y el surgimiento de Wall Street. El contexto jugó un papel determinante en el destino de los exitosos.
Este dato parece desalentador. En efecto, no podemos cambiar nuestro entorno. Sin embargo, sí podemos cambiar de entorno y, con ello, nuestro destino.
Los padres de Lionel Messi llevaron a su hijo a España al no encontrar eco en Argentina al tratamiento hormonal que necesitaba el futuro crack para desarrollarse. Asimismo, el escritor José Saramago se mudó a la isla de Lanzarote cuando Portugal le censuró su escritura.
El talento. La segunda variable que explica el éxito es el talento. Algunas personas tienen más suerte que otras, porque nacen en un entorno más propicio. Sin embargo, de todas las que nacen en un mismo momento y lugar, algunas sobresalen y otras no.
En parte, sostiene Gladwell, esto se explica por el talento. Muchas veces es espontáneo e inesperado. Pero requiere de otros (padres, maestros) para captarlo y estimularlo.
La regla de las 10.000 horas. Ningún atleta, músico, genio científico u hombre de negocios ha conquistado el éxito sólo a base de suerte y talento. Ni siquiera Mozart, el paradigma del niño prodigio que, a diferencia de lo que se cree habitualmente, a los cinco años daba sólo pequeños conciertos y componía piezas sencillas ayudado por su padre (recién en los últimos años de su corta vida compuso sus obras maestras).
La regla de las 10.000 horas sostiene que, para alcanzar el máximo rendimiento, se requiere el equivalente a unas tres horas de práctica por día durante diez años.
Cuando era muy joven, Bill Gates tuvo el suficiente tiempo libre para programar una de las pocas computadoras existentes en 1971.
Los Beatles iniciaron su carrera en bares nocturnos de Hamburgo, donde tenían que tocar ocho horas de corrido todas las noches para un público cambiante. Lo hicieron durante 270 noches antes de 1964, el año de su primer éxito.
La "práctica deliberada"
Antes de Gladwell, en 1973, los teóricos del deporte Simon & Chase estudiaron el juego de ajedrez y plantearon que "se requieren al menos diez años de práctica deliberada para alcanzar el nivel de deportista experto".
Esta regla fue confirmada luego por numerosos analistas de disciplinas diversas como la natación (Kalinowski, 1985), las carreras de larga distancia (Wallingford, 1975), el fútbol (Helsen et al., 2000) y la música (Ericsson et al., 1993).
En 1993, los psicólogos K. A. Ericsson, R. Krampe y C. Tesch-Römer definieron el concepto de "práctica deliberada" como "el entrenamiento altamente estructurado con el deseo de progresar y mejorar, y no de pasarla bien o entretenerse".
Para esto, estudiaron a un grupo de 40 violistas de la Academia de Música y de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Con similares condiciones de inicio, algunos habían llegado a ser verdaderos genios mientras que otros finalmente debieron conformarse con puestos docentes o burocráticos.
Todos los violinistas coincidían en su placer por la música, todos eran talentosos, y no registraban diferencias significativas en cuanto a sus biografías. ¿Qué había causado la diferencia?
Los registros eran inequívocos: la cantidad de horas de práctica. Los "genios" habían dedicado un promedio de 3,5 horas por día. El resto, sólo 1,3 horas.
Entrenamiento del talento
A través de estas investigaciones, vemos que la clave del éxito no es el talento o el entrenamiento, sino el entrenamiento del talento.
El entorno es una variable no controlable que influye intensamente y que, si bien no es fácil, es posible cambiar.
Finalmente, agregaremos dos variables también necesarias para alcanzar la cima de la performance.
Por un lado, el feedback de un buen maestro o coach. Por el otro, la capacidad de soportar frustraciones y largas "mesetas temporales".
En estas condiciones, el futuro experto irá incorporando fragmentos de información mental y corporal con los cuales se irá familiarizando a nivel inconsciente, al punto de poder desplegarlos sin pensar en el momento de la performance.
TÍTULO: Domingo 4 adviento,.
Domingo 23 de diciembre 4° de Adviento,.
Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios (…). Hebreos 10,8
Este domingo de Adviento nos ayuda recordar el sentido de la preparación para la venida de Cristo. Recordamos su nacimiento y nos preparamos para la última venida. Es el sentido de la espera, de la guardia permanente que debemos hacer como cristianos.
Es interesante observar a muchos que en sus comunidades participan como haciendo un sacrificio, como si lo hicieran para “agradar a Dios”. Nos juntamos los domingos o los días que sean para celebrar y adorar a este Dios que ha dado a su hijo por nosotros, recibimos este tiempo de compartir como uno de los regalos más grandes que podamos haber recibido; si lo hacemos como sacrificio, sepamos que Dios no lo mira con agrado. Nos queda la otra opción: celebrar la vida que ha derramado sobre nosotros proponiéndonos generar comunidades que estén dentro de esta lógica. Allí dejan de ser necesarios los recordatorios y las invitaciones. Es Dios quien nos llama y nos invita a participar de su gracia.
Propongámonos en este día compartir las bendiciones que hemos recibido y pedir en comunidad por los momentos difíciles, la fortaleza viene de este Cristo que se ha entregado por nosotros como único sacrificio vivo y santo, que agrada a Dios.
Señor, tú sabes que a veces me siento débil y cargado, sostenme en la fuerza de tu amor y dame la alegría para compartir.
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