domingo, 23 de diciembre de 2012

LO DE SER MADRE LO TENGO CLARISIMO./ EL COLEGIO DE LAS ÚLTIMAS OPORTUNIDADES,.

«Lo de ser madre lo tengo clarísimo»TÍTULO: LO DE SER MADRE LO TENGO CLARISIMO:

Su aspecto frágil la predispone a roles dramáticos. Y su condición de amiga íntima de Penélope Cruz la expone a una curiosidad a veces ...

La actriz Goya Toledo se confiesa: «Soy tímida, pero con mi familia y amigos me sale la vena payasa, ahí me suelto la melena»

-foto--Goya Toledo, durante la presentación en Madrid de la campaña contra el cáncer infantil de la Fundación Aladina. :
Su aspecto frágil la predispone a roles dramáticos. Y su condición de amiga íntima de Penélope Cruz la expone a una curiosidad a veces malsana. Sin embargo, Goya Toledo no necesita etiquetas. Lleva tiempo demostrando que por encima del morbo y de los clichés es una actriz de talento capaz de comprometerse hasta el tuétano con cada nuevo papel. En especial, con aquella madre de un niño enfermo de cáncer que encarnó en la película 'Maktub', dirigida por Paco Arango y estrenada hace un año. «Ese personaje me lo llevaba a casa, me despertaba con él. Realmente me marcó durante todo el rodaje», confesó Goya hace unos días durante la presentación en Madrid de la campaña 'Envía una sonrisa contra el cáncer infantil', promovida por la Fundación Aladina.
Creada por el guionista y director de cine Paco Arango, Aladina acaba de conseguir la puesta en marcha del nuevo centro de trasplantes de médula ósea en el hospital madrileño del Niño Jesús y para celebrarlo ha decidido hacer llegar a los niños enfermos el cariño y apoyo de los ciudadanos, que podrán depositar sus mensajes, dibujos y cartas en los buzones que la fundación tendrá instalados en la capital durante los meses de diciembre y enero, o enviarlos a través del buzón virtual de su página web. Una iniciativa en la que Goya Toledo está muy involucrada. «El cáncer infantil no lo he vivido directamente en mi familia, pero sí con alguna persona mayor y la pérdida siempre es dura. Pero, tal como se describe en la película en la que me dirigió Arango, estas situaciones críticas te muestran también lo mejor de cada uno».
Actriz con esa rara cualidad de humanizar los papeles que interpreta, la protagonista de 'Amores perros' o 'La caja 507' aclara que no ha necesitado hacer de madre en el cine para saber que desea tener un hijo. «Lo de la maternidad lo tengo clarísimo», asegura sin titubeos. «Quiero ser madre y no me siento mayor para realizar ese sueño», dice a sus 43 años. «Pero también es verdad que nunca he sido tan consciente como ahora de que existe un tiempo límite. Por eso, cuando llegue será bienvenido. Y ojalá ocurra pronto». Goya admite que la reciente maternidad de su íntima amiga Penélope (con cuyo hijo, Leo, ejerce de 'tía'), y el embarazo de su también amiga Mónica Cruz, le han «contagiado». «Pero yo siempre he tenido un instinto maternal muy despierto -puntualiza-, desde pequeñita. De niña era muy de jugar con mis muñecas. Y cada día, al salir del cole, les tenía que dar el biberón antes incluso de comer yo».
Navidades playeras
Gregoria Micaela Toledo Machín, nombre completo de Goya Toledo, también ha sido siempre muy discreta para sus relaciones sentimentales, de ahí que no desee desvelar si en este momento tiene o no pareja. Su última relación conocida (y sonada) fue con el atractivo actor francés Olivier Martinez, actualmente emparejado con Halle Berry. «Solo digo que ahora mismo tengo la situación perfecta para mí, la que siempre he deseado. Y ahí lo dejo», apunta la actriz enigmática.
Nacida en Arrecife (Lanzarote) y criada en Las Palmas, Toledo guarda en su memoria unos recuerdos de navidad muy «playeros». Y hoy es el día en que no perdona una Nochebuena lejos de su tierra, junto a su familia, que son cinco hermanos contándole a ella. «De pequeña mi madre nos llevaba a la plaza de San Telmo, en Las Palmas, con regalos que entregábamos a Papa Noel o a los Reyes Magos para que los repartieran entre los niños que no iban a tener juguetes ese año. Hacíamos una cola larguísima, pero merecía la pena».
Algún proyecto de cine, del que prefiere no adelantar nada «hasta enero o febrero», podría esperar a Goya al doblar la esquina del nuevo año. Tal vez otro papel de sufridora... «Que me encantan -reconoce-, pero también estaría bien un poco de comedia, porque yo en la vida tengo las dos cosas, me voy de un lado a otro, soy sufridora y también payasa. Y cuando digo payasa no hablo de tener sentido del humor, sino de ser gamberra». Cuesta creerlo en esta estilizada mujer que empezó trabajando de modelo pero que siempre ha aparentado ser tímida. «Es que también lo soy -asegura-. Puedo ser muy tímida y reservada con la gente que no conozco. Solo me muestro payasa con mi familia y amigos. Ahí sí, me suelto la melena». 
 
TÍTULO: EL COLEGIO DE LAS ÚLTIMAS OPORTUNIDADES,.
 
  Juan Carlos está a punto de cumplir 10 años, pero no sabe muy bien cuándo. Nunca ha soplado las velas en una tarta, jamás ha celebrado su ...
 uan Carlos está a punto de cumplir 10 años, pero no sabe muy bien cuándo. Nunca ha soplado las velas en una tarta, jamás ha celebrado su cumpleaños. Con su desarrollo físico de un niño de 5 años, con su miopía sin diagnosticar, con su piel llena de manchas por falta de vitaminas, es uno de los miles de niños que sufren desnutrición severa en Guatemala, un país en el que el 51% de sus 14 millones de habitantes son pobres, más del 90% en algunas zonas. Y la pobreza aquí no se mide por no llegar a fin de mes. Se mide por tener algo que comer cada día, por llegar al siguiente.
Juan Carlos no sabe que en España el voluntariado crece en medio de una terrible crisis económica mientras las ONG no dan abasto para atender peticiones. Él está aprendiendo a leer, intentando escribir, pegándose con su lápiz y con sus propios ojos para sumar y restar. Soñando con «ser grande». Él es uno de los niños del programa de educación acelerada del colegio Bendición de Dios, una institución independiente y aconfesional que funciona con aportaciones privadas, de particulares o instituciones, del país y, sobre todo, del extranjero, fundamentalmente de España y Holanda. «No queremos ayudas del Gobierno», cuenta Julio César García, su director, «porque después llegan las elecciones y nos piden que reunamos a los padres y les digamos a quién votar».
En el colegio de Julio estudian cerca de 400 niños, no todos en el grupo especial, porque éste lo forman pequeños que no fueron escolarizados a tiempo y perdieron el tren de la educación pública -en la que no hay plazas para todos- y críos que, sencillamente, dejaron de ir a clase. Unos para trabajar, algunos para encargarse de las labores del hogar y otros para estar en la calle. El abandono escolar no es un problema, es una realidad tan cotidiana como que la población activa empieza a contar a partir de los diez años.
Mario es el profesor que se encarga de los niños del programa acelerado. Con infinita paciencia les enseña a colocar una letra detrás de otra, pero también a sentarse, a dar los buenos días y hasta besos, un gesto que para algunos resulta toda una novedad.
La comida del día
En el colegio también comen. O algo así. Cada día reciben lo que llaman «la refacción», una suerte de media mañana o merienda, dependiendo del turno. La refacción es una tortilla de maíz, un cuenco de pasta, unas galletas... «Lo que vamos pudiendo darles», narra Julio. «Ahora no podemos permitírnoslo, pero sería importante, por ejemplo, darles de desayunar. Se nos duermen en clase. Para muchos, la refacción es la comida más importante del día».
Les pasa a Dilia y a María de los Ángeles, dos hermanas de 10 y 11 años con un problema congénito en la mácula que les impide abrir los ojos con normalidad. Ellas viven con su madre y sus otros seis hermanos, una de ellas, la mayor, de 21 años, madre a su vez de otros cuatro niños -dos pares de gemelos, el colmo-. Su marido se fue un día y no volvió. Ni está ni se le espera. Como le sucedió a su madre y, si nada lo remedia, les sucederá a sus hijas. En Guatemala, en esta Guatemala, que un hombre deje a su familia y forme otra, u otras sucesivas, es tan habitual como el hambre.
En Alotenango la leche es un artículo de lujo que se vende por vasos, las enfermedades se curan con hierbas y rezos «porque no hay plata para aspirinas» y las posibilidades de una vida mejor son escasas, pero no inexistentes. En el colegio hay talleres para padres, un huerto y un par de programas para mejorar las casas o colocar estufas. «Sabemos que no podemos solucionarlo todo de golpe, pero nos conformamos con que nuestros niños tengan la oportunidad de soñar, de creer que si luchan las cosas pueden cambiar». Y en ello están. En ello está Juan Carlos. Y Dilia. Y María de los Ángeles y muchos otros niños que hasta febrero no volverán al cole. No porque sus vacaciones de Navidad se prolonguen, sino porque es época de recogida del café. Y hay que ir a cortarlo. Esta es su 'lotería'. Así es la vida en Alotenango.
 
 

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