Pep Torres | No sólo piensa en sus ideas, también las hace.
Aprovechando que estábamos por allí, no dejamos pasar la oportunidad de visitar el MIBA, el Museo del Invento de Barcelona, para conocer y de paso entrevistar a Pep Torres: inventor, emprendedor, creativo, músico, conferenciante y cualquier cosa que se le ponga por delante.
Íbamos a ver a un inventor, así que antes de
entrar en el museo nos imaginábamos que nos iba a recibir un hombre en
blanco y negro, vestido de traje, con un gran bigote acabado en punta
consultando su reloj de bolsillo. Y lo que nos encontramos fue
totalmente diferente. Pep desprende una energía sólo comparable con su
ilusión y sus ganas. Unas ganas que notas desde el primer minuto, cuando
ves un pomo gigante en la puerta del museo y un titular que dice: las grandes ideas te hacen sentir pequeño.
Pep se ha encargado de que no haya ningún rincón en el museo que no tenga una idea. El motivo nos lo contó en seguida: no
quiero que este sea el típico museo, donde sólo vas a ver cosas, el fin
es inspirar y motivar. Lo importante no son las ideas que ves aquí, son
las que quieres llevar a cabo cuando sales.
Lo mejor del museo es que recuperas la
curiosidad. Al entrar al baño se conecta un monitor en el que aparecen
unos sketches de tricicle y un titular que te dice, cuando se supone que
estás con los pantalones en los tobillos: que no te de vergüenza enseñar tus ideas.
Cuando bajas tienes dos opciones: una
escalera y un tobogán. Pep nos dice que el tobogán es una metáfora de
emprender un proyecto: cuando te tiras no sabes lo que va a
pasar, cuando das la curva piensas que no deberías haberlo hecho y
cuando llegas tienes una energía y una satisfacción enorme.
Nosotros bajamos por las escaleras, porque entonces Pep estaba esperando
un permiso que hiciera legal el tobogán, lo cual nos da otra razón para
volver.
Una vez abajo no paramos de sorprendernos. Es
curioso ver cómo hay personas que han ganado dinero con un cojín
antipedos, una báscula que en lugar de decirte tu peso en kilos te dice
que pesas lo mismo que Paz Vega, Paquirrín o Falete, un pañuelo que te
quita la cobertura del móvil durante la cena o, uno de nuestros
favoritos, comida fosforescente para los perros de forma que de noche
brillen sus excrementos y la gente no los pise por la noche. Increíble.
Pep nos dice que su museo tiene un 70% de negocio y un 30% de Ong.
Ya que expone inventos de gente que no tiene los medios para lanzarnos
gratis, e incluso hay una sección en la que nos niños pueden inventar y
Pep se encarga de que cada mes se patenten y prototipen 3, y al final
del año, los expone todos en Nueva York. Así que ahora mismo hay
chavales que casi no saben andar con un invento patentado y fabricado
registrado a su nombre.
Tan increíble como su motocine o su fregona
con un micrófono en la parte superior (para todos los que alguna vez nos
gusta creernos estrellas del rock) es cómo se lanzó al proyecto: con
298 euros en la cuenta. Nos dice que no quiso subvenciones, no
quise dinero público porque en el momento en el que estamos, con 5
millones de personas sin trabajo, no me parecía bien pedir 10.000 euros
para un tobogán gigante. Sin embargo, aun sin tener dinero en el banco,
ni avales, 4 de los bancos a los que pedí el crédito estaban dispuestos a
ayudarme. Esto es una noticia genial, descubrir de vez en
cuando que hay gente dispuesta a arriesgar dinero por las ideas, aunque
no sea lo normal.
Lo de levantar el museo sin un duro nos da
otra pista de cómo es Pep, además de tener la capacidad de pensar que si
le pones un imán a los trapos de cocina no tienes que estar todo el
rato buscándolos, es un comunicador, a ver quién es el guapo que
consigue dinero de un banco cuando tu única propiedad es una guitarra y
un amplificador. Da conferencias, clases y trabaja para montones de
empresas y agencias de publicidad. Dentro de lo su papel de consultor
hace otra cosa que nos llamó la atención: todos los viernes, de 10 a 14 h
dedica su tiempo a asesorar a emprendedores con problemas, y lo hace
gratis. Les da pistas de cómo dar valores diferenciales a sus negocios
etc. Su idea de armarios con certificado de monster free para una mujer
con una tienda de muebles en Barcelona es una muestra de ello.
Después de la visita nos metimos en su
oficina, que da justo al rincón que deja para que los niños pinten,
dibujen y escuchen música. Allí, hablando de creatividad, descubrimos
que los publicistas y los inventores compartimos un momento horrible:
pensar algo, que te guste, emocionarte y contárselo a todos tus amigos
para descubrir, a los pocos días, que alguien ya lo ha hecho.
También nos dice que la creatividad es la
mejor herramienta para solucionar los problemas, y para muestra está
cómo reaccionó a un problema económico del museo: no venía la gente y estábamos faltos de dinero, el gestor me dijo que había que hacer algo.
Y él hizo una rumba. Compuesta, escrita y grabada por él. Se llama esto
sé de rumba y por un euro en el iTunes Store no sólo os podéis reír un
rato, también podéis echar a un cable a un creativo increíble que no
sólo piensa que las buenas ideas pueden cambiar el mundo, sino que
también lo pone en práctica.
Para terminar le trasladamos la pregunta de Toni Segarra: ¿Qué es lo siguiente?
Lo siguiente es el festival de las ideas,
Pep nos cuenta que quiere crear un espacio en el que los ciudadanos
conozcan a los políticos que ahora tienen 20 años y que acabarán
teniendo puestos de poder. Quiere que expliquen a la gente qué quieren
hacer, cuáles son sus ideas, no que simplemente sean nombres en las
listas a los que no conocemos. No suena nada mal.
Por cierto, SCPF fue la encargada de realizar
la imagen corporativa del museo. No sé por qué pero todos los buenos
acaban trabajando juntos. Y así les va.
TÍTULO: D. GONZALO GARCIA PELAYO--LOTERIAS,.
El gran García Pelayo-foto-
La estupenda historia de los Pelayos, haciendo saltar con justiciera
pericia las bancas de incontables casinos, oscureció un tanto el lejano
pero vivísimo perfil de cineasta de su patriarca, Gonzalo García Pelayo,
uno de los tipos más creativos y tentaculares con los que he tenido la
suerte de toparme. A finales de los setenta, yo le conocía como locutor (Para vosotros jóvenes),
productor musical y adalid del rock andaluz (con Triana, Gualberto y
Lole y Manuel a la cabeza), pero fue el irreemplazable José Luis Guarner
quien me descubrió su película Frente al mar (1978), que llegó al cine Goya barcelonés con la etiqueta de cine S y astutamente retitulada como Intercambio de parejas frente al mar.
¿Un porno sureño? Guarner me dijo: “No te la pierdas. Es lo que los de
la Escuela de Barcelona nunca se atrevieron a hacer”. Fuimos pitando,
porque en aquella época todo lo hacíamos en plural. Ellos también, pero
follando más. Y bebiendo, y filosofando, y mostrándose doblemente
desnudos ante la cámara. Ellos (aprendimos a reconocerles, de película
en película) eran Miguel Ángel Iglesias, Javier García Pelayo (su
hermano, otro personaje legendario), Rosa Ávila, Ana Bernal. Extraña
película: parecía improvisada pero todo estaba escrito. Y exhalaba, en
mi recuerdo, un sorprendente aire otoñal y helado, una secreta
desesperanza, como si su divisa fueran aquellos versos de Machado: “Con
negra llave el aposento frío de su tiempo abrirá: desierta cama, y
turbio espejo, y corazón vacío”.
Cuatro años después llegó el verano con Corridas de alegría (1982), una de las películas más libres, gozosas y desabrochadas del cine español. No era un buen título: parece que Andrés Vicente Gómez se emperró. Hay corridas y hay alegría, pero era infinitamente mejor el que le habían puesto Gonzalo y Javier: Sobre la marcha. Premisa: un trilero sin suerte (Javier GP) y un tipo que acaba de fugarse de la cárcel (Miguel Ángel Iglesias) para quemar todos los clubs del gángster que le envió al maco, se convierten en los sosias sevillanos de Kerouac y Dean Moriarty, recogen a una dama jaranera (Isabel Pisano) y se lanzan a la carretera dispuestos a pasárselo bomba. Una road movie con guion, pero abierta a todo lo que se encontraran por el camino. Y lo que se van encontrando supera cualquier previsión del espectador.
Corridas de alegría pudo haber compartido el público de Pepi, Luci, Bom (1980) y Laberinto de pasiones (1982) pero, por desidias de su distribución, solo atrapó el aplauso de un puñado de incondicionales entre los que, desde luego, me cuento; un puñado que hacía correr la voz de su existencia, y organizaba pases privados (era el fin de fiesta ideal de toda gran jarana) desde que la película apareció en vídeo.
El año de su estreno, García Pelayo se despidió de la afición (“No dejé el cine: el cine me dejó a mí”) con Rocío y José, una joya de insólita pureza, mitad documental mitad ficción, con ecos (y mido mis palabras) de Pasolini y Ford, que narra la historia de amor de dos adolescentes en la romería que va de Triana al Rocío. Tuvieron que pasar tres décadas para que una nueva generación de cinéfilos, amamantada en el low cost y el underground por efecto de la crisis, descubriera su cine. La reivindicación comenzó, como suele suceder, al otro lado del charco: hará tres años, el Festival de Cine de Buenos Aires (Bafici) programó con gran éxito Frente al mar y Vivir en Sevilla (1978), su película favorita (en mi memoria destellan las memorables intervenciones de Silvio, de Farruco, del Niño del Taller). El Bafici fue la punta de lanza del rescate, pero también la labor de la combativa revista Lumière. En buena medida gracias a ellos, Gonzalo García Pelayo entrará, como quien dice, por la puerta grande de la Maestranza: el Festival de Cine Europeo de Sevilla ha organizado un ciclo de sus películas (del 6 al 10 de noviembre) y, entre el 5 y el 7, la universidad de su ciudad le dedica el seminario Penetrar la alegría. Un homenaje merecidísimo, al que seguirán otros dos, en el madrileño CineMad (16 al 25 de noviembre) y en la Filmoteca de Cantabria (Santander), del 21 al 28. Descúbranlo, háganse el favor.
Cuatro años después llegó el verano con Corridas de alegría (1982), una de las películas más libres, gozosas y desabrochadas del cine español. No era un buen título: parece que Andrés Vicente Gómez se emperró. Hay corridas y hay alegría, pero era infinitamente mejor el que le habían puesto Gonzalo y Javier: Sobre la marcha. Premisa: un trilero sin suerte (Javier GP) y un tipo que acaba de fugarse de la cárcel (Miguel Ángel Iglesias) para quemar todos los clubs del gángster que le envió al maco, se convierten en los sosias sevillanos de Kerouac y Dean Moriarty, recogen a una dama jaranera (Isabel Pisano) y se lanzan a la carretera dispuestos a pasárselo bomba. Una road movie con guion, pero abierta a todo lo que se encontraran por el camino. Y lo que se van encontrando supera cualquier previsión del espectador.
Corridas de alegría pudo haber compartido el público de Pepi, Luci, Bom (1980) y Laberinto de pasiones (1982) pero, por desidias de su distribución, solo atrapó el aplauso de un puñado de incondicionales entre los que, desde luego, me cuento; un puñado que hacía correr la voz de su existencia, y organizaba pases privados (era el fin de fiesta ideal de toda gran jarana) desde que la película apareció en vídeo.
El año de su estreno, García Pelayo se despidió de la afición (“No dejé el cine: el cine me dejó a mí”) con Rocío y José, una joya de insólita pureza, mitad documental mitad ficción, con ecos (y mido mis palabras) de Pasolini y Ford, que narra la historia de amor de dos adolescentes en la romería que va de Triana al Rocío. Tuvieron que pasar tres décadas para que una nueva generación de cinéfilos, amamantada en el low cost y el underground por efecto de la crisis, descubriera su cine. La reivindicación comenzó, como suele suceder, al otro lado del charco: hará tres años, el Festival de Cine de Buenos Aires (Bafici) programó con gran éxito Frente al mar y Vivir en Sevilla (1978), su película favorita (en mi memoria destellan las memorables intervenciones de Silvio, de Farruco, del Niño del Taller). El Bafici fue la punta de lanza del rescate, pero también la labor de la combativa revista Lumière. En buena medida gracias a ellos, Gonzalo García Pelayo entrará, como quien dice, por la puerta grande de la Maestranza: el Festival de Cine Europeo de Sevilla ha organizado un ciclo de sus películas (del 6 al 10 de noviembre) y, entre el 5 y el 7, la universidad de su ciudad le dedica el seminario Penetrar la alegría. Un homenaje merecidísimo, al que seguirán otros dos, en el madrileño CineMad (16 al 25 de noviembre) y en la Filmoteca de Cantabria (Santander), del 21 al 28. Descúbranlo, háganse el favor.
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