martes, 7 de febrero de 2012

LOS NUDOS DE LA TIENDA CHICA DE CASTUERA.

 TÍTULO: Nudos:


Nudos
LOS NUDOS DE LA TIENDA CHICA DE CASTUERA.


Las tardes de sábado siempre habían sido distintas, especiales. Lloviese o nevase, hiciese frío o calor, los niños, jóvenes y no tan jóvenes del pueblo se reunían en los porches situados en la plaza, atentos a una o varias personas que relataban historias, conocidas por todos como cuentacuentos. Y así era desde que los más viejos fueron niños, y mucho antes.

El otoño daba paso ya al invierno en un día claro pero fresco. Cuando los rezagados llegaron al soportal, todo el mundo se apelotonaba sentado alrededor del pequeño escenario, una losa de piedra rectangular en cuyo centro ardía vivamente una hoguera, que intentaba caldear un ambiente de ilusión y entusiasmo. A un lado, un taburete de madera permanecía inmóvil, como esperando a alguien, y sobre él una cuerda con varios nudos llamaba la atención de los presentes.
Sonaban las horas en el reloj del campanario, marcando su paso, cuando un chico subió al escenario, se acercó al taburete, cogió la cuerda y se sentó en él. Las voces y murmullos de la muchedumbre se fueron apagando, lentamente, y el crepitar del fuego ganó protagonismo, mientras la tarde marchaba y el anochecer se cernía en cada rincón de las estrechas calles. La luz de los farolillos colgados del techo y las paredes creaba una atmósfera cálida, acogedora.


"Esta historia me la contó mi abuelo, y a él el suyo..." comenzó a relatar el joven.
"Antaño, cuando la gente no sabía leer ni escribir, y el paso del tiempo se medía en lunas, los acontecimientos especiales sucedidos en las vidas de las personas querían, al igual que hoy, ser recordados. Pero, como bien sabéis todos, no existían cámaras, ni vídeos, ni siquiera podían escribir lo acontecido en una libreta ya que, o no sabían, o simplemente no disponían de una hoja de papel.
Entonces... ¿cómo recordar los momentos vividos, si por algún motivo la memoria no lograra retener todos los que lo merecían?"

Una breve pausa siguió a esta pregunta, que no obtuvo respuesta alguna. Las miradas, atentas, le instaban a continuar.

"Pues bien. En aquellos tiempos, cuando se producía un nacimiento, se le regalaba al recién nacido una cuerda, con un nudo en uno de sus extremos. Dicha cuerda se guardaba hasta que el niño se hacía mayor y se le entregaba, explicándole su significado.

- ¿Ves esta cuerda? Representa tu vida. En ella debes marcar con un nudo cada acontecimiento, bueno o malo, que consideres especial, del cual hayas aprendido, o que haya significado algo importante para ti. Ahora sólo tiene uno, como la de todos aquellos a quienes se la entregamos por primera vez, y este nudo representa tu nacimiento. A partir de este momento es tuya, y serás solamente tú quien la anude.

Y así ocurría. Cada vez que sucedía algo que le marcara, o le transmitiese alguna lección o aprendizaje en la vida, o experimentara la felicidad, o el dolor, y deseara recordarlo en un futuro, la persona hacía un nudo en la cuerda y esta quedaba prendada con un recuerdo de lo sucedido.

Algunos, los más melancólicos, la llevaban siempre consigo, portando presentes los recuerdos en todo momento. Otros la guardaban a buen recaudo, y sólo la contemplaban de vez en cuando, cuando querían o necesitaban recordar, revivir de algún modo instantes ya pasados. Pero para todos era algo muy valioso.


Cuentan que en una ocasión, un hombre que odiaba mucho a otro le robó su cuerda. No contento con tal hecho, se le ocurrió deshacer los nudos para que de ese modo se olvidasen o desapareciesen todos sus recuerdos. Pero al intentarlo, no lo logró por mucho que se empeñó.
'La fortaleza de un nudo no reside en lo fuerte que lo aprietes, sino en la forma de hacerlo, en el modo de crearlo, en la manera de entrelazar la cuerda para formarlo.'
Por supuesto, ese hombre desconocía tales palabras, y se enfadaba cada vez más y más, tirando de la cuerda, empeñado como estaba en quitar lo que esta poseía.
Tampoco sabía que cuanto más se tira de cualquiera de sus extremos, más se aprietan los nudos que contiene, así que, al final, vencido pero rabioso, la lanzó a un fuego para que se consumiera, y con ella, los recuerdos que contenía.

El dueño, aquel a quien se la habían robado, descubrió un mal día que ya no estaba en el lugar donde siempre la conservaba. Entristecido, cogió otra cuerda cualquiera e intentó reproducir en ella los nudos que tenía la anterior. Pero ese recuerdo se desvaneció lentamente, como otros se habían esfumado, y viendo que no iba a ser capaz de lograrlo, hizo en el centro de la nueva cuerda un único nudo, bien grande, que hacía referencia a todos y cada uno de los momentos de su vida. Pues todos, en realidad, eran únicos, especiales, y dignos de recordar.


Y así pasaban las vidas de aquellas gentes, entre cuerdas, nudos, recuerdos y vivencias. Y siempre quedaba espacio para un último nudo, pues el último de ellos, al igual que el primero, nunca lo realizaba el dueño de la cuerda.


Algunos dicen que los que contaban con más nudos eran los que habían sido más felices en la vida, o los que habían vivido momentos más especiales, o acontecimientos más importantes. Yo simplemente creo que lo realmente importante no es tener muchos nudos y anudar una cuerda con recuerdos ya pasados, sino vivirlos cuando suceden, y ser conscientes de que hay muchos que no vemos, apreciamos o valoramos suficientemente y con los que, juntos, podemos hacer un gran nudo...".


El silencio que siguió a estas palabras duró apenas un instante y, tras él, una ovación se alzó entre el público. Cuando el aplauso terminó, el muchacho se puso en pie, mostró la cuerda que todavía sujetaba en sus manos, temblorosas, y le hizo un gran nudo.
Era la primera vez que relataba una historia, y fue un gran acontecimiento en su vida: sentir que era capaz de expresar con palabras.

En La Tienda Chica de Castuera del Señor José María le aprendemos hacer el nudo de cuerda y el de la corbata.

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